Si existe una palabra que pueda describir a Caracas sin duda es caos. Y no es que los caraqueños pertenezcamos a la clandestina organización de Tyler Durden del Club de la Pelea. Lamentablemente no para aquellos que ansían una aventura distinta y menos mal que no, para los tímidos y pacíficos (como yo) porque sino ya no existiera ni un edificio en pie en esta ciudad. Ganas no faltan para armar un grupo como el de Tyler, más aún cuando la noche del viernes (entiéndase rumba, barranco, diversión) fue entorpecida por una huelga en el metro. Sí, una huelga en la matrix citadina, porque en definitiva y en vista del conflicto que se generó en la noche de ayer, no creo que exista otra manera de calificar al gusano subterráneo. Si su movimiento se detiene se paraliza todo, se trastoca todo, es un acontecimiento que cambia el rumbo de las cosas en pocos segundos.
Imagínense las miles de historias mínimas que ocurrieron de forma simultanea:
*Para los chicos (y chicas por qué no). La chica que esperaba por ti en la taguara. Se quedó vestida y alborotada, pero además te llamó para insultarte y preguntarte: ¿Estabas con otra verdad? Sin palabras. Ahora deberás gastar todo tu sueldo para intentar contentarla.
*Comió como una cerdita y necesitaba llegar a su casa para usar el baño, sufrió, sudó, le recordó la madre a quien se le atravesó y rezó más de 10 padres nuestros para evitar un espectáculo visual fatídico. Con suerte pudo entrar como Forrest Gump al sanitario de su hogar dulce hogar y respirar en paz.
*Esteban te prestó 200 mil bolos. Quedaron en verse en la estación de Chacao, sin un solo centavo vas al encuentro y te resignas a su cara de burro porque no le vas a pagar. Te sientes apenado pero pides a Dios un milagro. Estas por tomar el metro en Gato Negro y escuchas por el altavoz: Se informa a los señores usuarios que el servicio de trenes está suspendido hasta nuevo aviso. Sientes que un rayo de luz te ilumina, llegas a la superficie y llamas a tu pana. Te contesta: Estoy varado en Los Dos caminos, después cuadramos ¿Qué más se puede pedir?
*Alrededor de 15 mil hombres y mujeres del servicio de transporte público antes de casa piden por algo diferente. Sus curruños los abrazan y les dicen que se cuiden. Al final de la tarde, miles de personas (que también pidieron por algo distinto) salen del metro como hormigas y no les queda otra alternativa que montarse en las camionetas y en los taxis de los que huyen por una cuestión de comodidad o de disponibilidad económica. Los 15 mil han sido compensados. No sólo tendrán dinero, seguramente más de uno logró clientes fijos y más de una historia que contar de la odisea.
Sólo he podido esbozar algunas de esas historias urbanas, lo que está fuera de mi imaginario es una imagen nueva de paquete, es decir, un momento Kodak. Estaba con Alberto (a quien suelo llamar My Friend) en medio de la algarabía y el caos. De repente, mágicamente apareció: Era un enorme autobús de la ruta San Martín Petare. Más de un centenar de personas en las puertas y las ventanas ejercían un perfecto ejercicio equilibrístico. Algunas solamente sujetadas por sus dientes. El bus recubierto de una publicidad elocuentemente expresaba:"Guíndate". No fue un sueño fue real. Lamenté mil veces no tener una cámara en mis mano. Reflexioné: nunca salgas sin ella.