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Os tengo a tiro, sabandijas

Os tengo a tiro, sabandijas

Acabo de dar de baja a mi catalejo. Total, para lo que hay que ver.
Hay calma chicha, y ganas de no decir nada.
Pero yo sé que unos cuantos masoquistas de confesión diaria me echan de menos. Claro que esta vez no voy a decir sus nombres. No pienso hacerles más publicidad. Yo no soy quien tiene que dar de comer a su insaciable ego. Nada de eso. Ellos saben que les estoy apuntando con mis cañones, y con eso basta. Más de uno, o una, hasta se ha vuelto más comedido, o comedida. Sin embargo, otro se ha vuelto más facha aún si cabe. ¡Qué le vamos a hacer! Hay quien todavía sueña con la revolución obrera y hay quien está deseando hacer este verano las prácticas en La Razón. Hay gustos para todo. E imbéciles para más.
Pero reconozco, que os habéis aprovechado de mí. Creasteis para vuestro uso y disfrute una nueva máxima: Ese blog es guay porque lo pone verde el Halsey. Pues se acabó ese chollo. Desde que se la he mamado a un cartujo, ahora mido muy bien mis palabras.

Hagamos cuentas:

Hagamos cuentas:

Somos, en el mejor de los casos, 90 años.
O lo que es lo mismo.
Somos 1.080 meses
O sea 1.080 sueldos, eso si fueramos unos privilegiados que cobran desde el primer mes de nacimiento, que haberlos, haylos.
Sigamos.
Somos 4.693 semanas.
O mejor dicho, 4.693 fines de semanas. Suponiendo que salgamos desde el año uno hasta el año 90, son 4.693 oportunidades de ligue, que ya es suponer, lo que nos lleva, siendo optimistas, a un total de 4.693 polvos o 4.693 borracheras, o las dos cosas a la vez, lo cual es bastante más difícil, que podíamos redondear en 5.000, contando con lo que pueda caer entre semanas, y todo ello haciendo buena la utopía de que podamos echar un polvo y/o coger un pedo en el año uno y en el noventa, que ésa es otra.
Más.
Somos 32.873 días.
Es decir, 32.873 noches y 32.973 siestas. 32.873 veces suena el despertador y 32.873 nos acordamos de la puta madre que lo trajo. 32.873 veces nos dicen buenos días o buenas noches. 32.873 desayunos, 32.873 comidas, 32.873 cenas.
Somos 788.952 horas.
Una hora es lo que nos hacen perder los atascos de tráfico, los pelmazos, las novias histéricas, las puñetas familiares. Una hora es el tiempo máximo que podemos perder y estar fuera de juego.
Somos 47.337.120 minutos.
Un minuto es los que dura, siendo optimistas, un orgasmo. Desgraciadamente no somos 47.337.120 orgasmos. El mundo sería bien diferente si pudiéramos ser esa maravilla.
Somos 2.840.227.200 segundos.
Un segundo es el tiempo que se tarda en decir sí o no. Y decir sí, o decir no, puede significar cambiar por completo el rumbo de tu vida.
Pregunta idiota:
¿Qué coño hago aquí escribiendo esta chorrada, cuando en un segundo podía haber cambiado el rumbo de mi vida, en un minuto habría tenido un orgasmo, en una hora hubiese dejado de aguantar a tanto idiota suelto y en un día, un solo día de mis 32.873, estaría tirándome a la novieta de alguien que no quiere ni verme?
(Quien no quiere verme es ese “alguien”, porque fustigo su blog, pero ella, no, ella bien que lo está deseando)

La Saga de los Halsey: Mis tortitatarabuelas Olena y Marcia Halsey IV y V, las gemelas insaciables

La Saga de los Halsey:  Mis tortitatarabuelas Olena y Marcia Halsey IV y V, las gemelas insaciables

Desaforadamente incestuosas.
Lo suyo era puramente orgánico. Nacieron samiesas, unidas por los pezones, pero nada más salir del utero materno, Olena, la más marchosa, se separó de Marcia y lo hizo de un tirón que realmente causó bastante sangre. Pero, esto sirvió para que a Marcia se le subiera la libido masoquista, y allí nació un amor incontrolable, que fué inmediatamente correspondido por su hermana gemela, muy amiga de látigos y cueros..
Cuando no estaban sucumbiendo en el festín sexual de sus deliciosos cuerpos de juvenil textura, se dedicaban al noble arte de enfrentarse a un ejército de brigadieres políticamente correctos, que intentaban cortejarlas con versos de cremosa cursilería, al estilo de lo que siglos después escribiría el vomitivo Saint Exupery. A estos impresentables y seudoprincipescos pretendientes, antes de ser empalados con varas de mimbre de gitano viejo, mis queridas niñas les obligaban a degustar excrementos de serpientes, aliñadas con recetas de la nueva cocina de Ordovás Colusse, notable cocinero francés y más maricón que un palomo cojo.
Consiguieron hacer fortuna sin renunciar a sus principios, porque se encaprichó de ellas el Marquesito de los Ojos Plúmbeos, uno de los multimillonarios más importantes del Caribe Medio, notable y obcecado voyeur, que cubrió de oro a las gemelas, con tal de poder contemplar en primera fila sus intemperantes escarceos sexuales. Las ansiosas gemelitas derrocharon la fortuna del marquesito, hasta llevarlo a la ruina y una vez allí, el mozuelo fue deshuesado, cortado en rodajas, ahumado y sazonado, transformándose en uno de los exquisitos productos de la charcutería fina del gran artesano y conocido antropófago Oscar Mayer Primero.
Un buen día, mis sensibles antepasadas se aburrieron de ir pirateando aquí y allá, y desembarcaron en una isla desierta, dispuestas a llenar la copa de sus vidas con sus juegos sexuales. Hasta que a Olena se le fue la mano con el látigo y dejó a su hermana gemela hecha un asquito, por lo que no tuvo más remedio que acabarla de matar, y de paso, como quería seguir haciendo daño y no tenía cerca a nadie más, Olena se quitó la vida con una katana que le había regalado la tatarabuela de la niña de Kill Bill.
Amo con locura a estas gemelitas.
Hubiese dado con placer la mano derecha
si hubiese gozado del insigne privilegio
de acariciar con ella
la piel sedosa de sus bellas nalgas.

La saga de los Halsey. Capítulo Tercero. Mi prostitatarabuelo Alfred Halsey III, el Incontinente.

La saga de los Halsey. Capítulo Tercero. Mi prostitatarabuelo Alfred Halsey III, el Incontinente.

Amigo de lo ajeno hasta decir basta.
Uno de sus placeres consistía en de arrebatar, sin deshacerlo, tres perlas del collar de una duquesa de postín, mientras le daba un beso de tornillo, sin que la susodicha notara nada extraño, fuera de una escabrosa sensación de humedad en sus partes íntimas.
Fue el primero en adiestrar jaurías de perros lobos para su labor de rapiña. Los canes entraban en los palacios por las chimeneas, le abrían las puertas de servicio, y Alfred Halsey, como un señor, después de señalar a sus huestes los objetos a desvalijar, se introducía en las habitaciones donde dormían las mujeres y les hacía una limpieza de bajos, comenzando por las más jóvenes. Al día siguiente, la mansión estaba prácticamente vacía, pero, eso sí, las damas afirmaban al unísono que nunca habían dormido mejor.
Su mayor objetivo fue aprender a difuminarse en la atmósfera, cosa que estuvo a punto de conseguir, cuando se escapó, como un suspiro, del penal de la Isla de los Pantanos, sin que sus carceleros supieran a ciencia cierta cómo pudo cruzar las doscientas millas que le separaban de la tierra habitada. De aquella fuga surgió la leyenda de que mi tatatarabuelo había hecho un pacto con el Diablo Cojuelo, aquel que, según el ecijano Luis Vélez de Guevara, sobrevolaba el mundo haciendo trastadas, sin ser apercibido.
En vista de que era prácticamente imposible agarrarlo mientras se adueñaba de lo ajeno, las fuerzas de orden, desanimadas, bajaron la guardia y le dejaron hacer lo que le viniera en gana. Esta omnímoda impunidad no fue del agrado del bueno de Alfred que agarró una depresión de caballo, y mientras surcaba con su barco el Oceano Índico, exigió ser desembarcado en Sri Lanka, preso de un pasmo místico de incierta solución.
En tan ceilanesco paraiso, Alfred abandonó definitivamente la horda bucanera, y se entregó de lleno a las labores del espíritu, dedicándose fervorosamente al budismo y a la pederastia, donde, gracias a sus acendrados méritos en ambas disciplinas no tardaría en convertirse en miembro de honor de dos acreditadas ONGS del lugar, la BSF (budistas sin fronteras) y la OXFAM (Obsesos Xenófobos Furiosos por Asaltar a Menores)
Su muerte fue coherente con su doctrina. Acabó su vida desangrado, en comisión de servicio, al serle arrancada de cuajo la verga, a causa de los desaforados mordiscos que le propinaron doce novicios celosos, unos auténticos hijos de Buda.

La saga de los Halsey. Capítulo Segundo: Mi retozatatarabuela Georgina Halsey II.

La saga de los Halsey. Capítulo Segundo: Mi retozatatarabuela Georgina Halsey II.

Más fina que las gallinas.
Ninfómana insaciable, hizo grabar en su escudo de armas una mantis religiosa para que sus pretendientes comprendieran el final que les esperaba. Este curioso insecto va devorando poco a poco al macho mientras copula. Comienza por la cabeza, un órgano perfectamente prescindible en el acto sexual, y reserva para el final el pene, que lo toma como postre. Como una mantis más pirata que religiosa, Georgina Halsey, después de zamparse a sus novios, disecaba, en su posición más erecta, los falos que le habían penetrado y con ellos decoraba las paredes de su cubil, para utilizarlos como colgadores.
Dado que no podía vivir sin los hombres, y como su voracidad natural le obligaba a cepillárselos por docenas en cada orgasmo, mi retozatatarabuela no tuvo más remedio que convertirse en traficante de esclavos al por mayor, que con su carne dócil y dispuesta suplían la escasez de valientes capaces de morir por un polvo.
No es de extrañar, que, por no acabar convertidos en cena, a su lado pulularan los eunucos, aunque, eso sí, tampoco lo tenían suave, pues la inagotable Georgina los sometía, mañana, tarde y noche, a furiosas sodomizaciones con la ayuda de los variados artilugios sádicos de su colección privada.
En honor a la verdad, a mi antepasada no le faltaba la coherencia. Cuando vió que se le acercaba la inevitable menopausia, exigió ser penetrada ferozmente por un león hambriento, placer que recibió en toda su plenitud, segundos antes de ser devorada, que era precisamente lo que ella pretendía. Desde entonces, en el escudo de armas de los Halsey se exhibe, con orgullo y en todo su esplendor, un príapo leonino (en campo de gules, of course)

La Saga de los Halsey: Capítulo primero: Mi Requetatarabuelo Edward Halsey Primero.

La Saga de los Halsey: Capítulo primero: Mi Requetatarabuelo Edward Halsey Primero.

Un gran cabrón.
Su placer cotidiano consistía en cepillarse a las damas y humillar a sus maridos, ejercicio feraz que practicaba los lunes, miércoles y viernes. Los martes, jueves y sábados hacía exactamente todo lo contrario. Luego el domingo, obligaba a su sochantre de cámara, un borracho empedernido que en la misa en vez de vino usaba ron, a que le absolviera de los pecados cometidos y los que no pudo cometer por falta de tiempo.
Llegó a ser almirante por el procedimiento de aliviar el escalafón, mediante sicarios a sueldo. Gracias a su labor a destajo, la escalilla aligeró sobremanera y de cabo de cabestrante consiguió ascender a contramaestre en dos semanas, a capitán en seis meses, y llegó al Almirantazgo al año siguiente, debido a que por encima de él no había nadie que le pudiera hacer sombra, sencillamente porque no había nadie.
Excelente muchacho, Edward Halsey Primero.
Cortó cabezas, coleccionó clítoris, robó lo que encontró a su paso, y se especializó en superar con creces la pasión desforestadora de Atila.
Aún así, no todo es destructivo en su curriculum. Suya es una curiosa aportación a la cocina japonesa: el Sashimi de Ballena, de exquisito minimalismo. Pesque una ballena, colóquela en una fuente y cómasela hasta reventar. Así de fácil. Cuando llevaba ingeridas tres cuartas partes del inmenso cetáceo, Edward Halsey Primero, a sus 90 añitos, exigió la presencia de una ansiosa manada de huríes, dispuestas a desaforadas felaciones, y de resultas de la poco recomendada mezcla de ambos placeres, su organismo voraz se agotó de vivir y no tuvo más remedio que entregar su desalmada alma a Lucifer que, por cierto, llevaba esperándolo más de medio siglo para convertirlo en su eterno compañero de farra.

FELIZ SALIDA DE AÑO A TODOS LOS SALIDOS

FELIZ SALIDA DE AÑO A TODOS LOS SALIDOS

A los salidos de madre, a los salidos de sí mismos, a los que se les salen las ganas por los ojos, a los que se les sale la fuerza por la boca, a tanto salidillo suelto que sale a ver que le sale, a los salen por salir y a los que, por más que busquen una salida, nunca entrarán en vereda. Y, como es de esperar, a mis queridos monstruos, desde la ególatra y demás familia, a la indómita, la calentorra, la exhibicionista, la mirada inoperante, el ojitos plúmbeos, los pastelillos del príncipe o el príncipe de los pastelillos y el polvo de Joana con el holandés que me sigue poniendo pino.

FELIZ ENTRADA DE AÑO A TODOS LOS COLGADOS

FELIZ ENTRADA DE AÑO A TODOS LOS COLGADOS

A los que cuelgan cartelitos y a los que se cuelgan a si mismos, a los adictos a los colgantes y a los colgantes de los adictos, a los que van de cuelgue en cuelgue y a tanto tonto contemporáneo con colgaduras a la calle que anda colgado por ahí. Y ni que decir tiene que también a mis queridos monstruos, desde la ególatra y demás familia, a la indómita, la calentorra, la exhibicionista, la mirada inoperante, el ojitos plúmbeos, los pastelillos del príncipe o el príncipe de los pastelillos y el polvo de Joana con el holandés que me sigue poniendo pino.

FRANQUICIAS CAPITAN HALSEY S.L.

FRANQUICIAS CAPITAN HALSEY S.L.

Me informan mis espías en la sentina que algún listillo está preparando un tercer Capitán Halsey.
Hasta ahí podría llegar la broma.
Antes de que se produzca este nuevo atentado a la propiedad intelectual, informo a la comunidad de que, a partir de este momento se abre, con carácter oficial, las franquicias Capitán Halsey
Todo aquel que desee convertirse en Capitán Halsey, para poder criticar con alevosía bucanera
a los miles de gilipollas que pueblan la red, sólo tiene que enviar una solicitud a esta página, la del Capitán Halsey, el Auténtico Sabandija, no el Auténtico Falso, pues ese tío es un franquiciado que va por libre y me copia fatal.
Desconfíe de imitaciones.
Solo es Capitán Halsey, o pertenece a las franquicias “Capitán Halsey”, si lleva la original bandera brasileña con la inscripción “Morte ao blogger”.

¿PERO QUÉ CINISMO ES ÉSTE?

¿PERO QUÉ CINISMO ES ÉSTE?

El capitán Halsey, el que se llama así mismo el original y no el sabandija, porque sabido es que todos los Halseys nunca hemos sido originales, sino impresionantes y colosales sabandijas desde que llegó el primer Halsey a este mundo allá y entonces, en las brumosas mañanas medievales de los Highlands, el capitán ese Halsey, que intenta pero no sabe imitarme, se atreve a pedirme a mí, precisamente a mí, la clave de acceso a este blog para colgar sus comentarios.
Mucha jeta gasta el pirata.
¿Cómo se atreve a pedirme la clave de acceso, él, precisamente él, cuando la conoce de sobra y puede entrar cuando quiera, porque sabido es que Capitán Halsey, a veces desdoblado en auténtico y sabandija, no hay más que uno, y a todos vosotros, supinos miserables, nosotros dos os encontramos en la puta calle?

¡LO HABEIS CONSEGUIDO, CANALLAS!

¡LO HABEIS CONSEGUIDO, CANALLAS!

Dejo el puente de mando y bajo a las sentinas.
Aquí me teneis.
Que salgan los valientes, si es que se atreven
Pero os aseguro que ni siquiera Uma
con su Katana de Hattori Hanzo
podrá conmigo.
Lo siento por
la ególatra,
la indómita,
el principito pastelito
y su corte/cohorte de admiradores.

CARTA DE AMOR

CARTA DE AMOR

Me extraña que no os deis cuenta de lo mucho que me necesitáis.
Comprendo a quienes me definen como un apestado de la sociedad
pero mi propósito es sano.
Pretendo desahogar el exceso de ego que os sobra.
Os entiendo a todos.
Pero, a cambio, tenéis que ser un poco más sinceros con vosotros mismos.
Si os quejáis porque las verdades os hacen llagas,
cerrad la boca y cancelar el blog.
Quien escribe, se expone.
Aquí no hay más ley que la de la jungla.
El que quiera lametones,
que se compre un perro.