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claireb

sin contacto

me encuentro en el mayor aislamiento. He roto el PC y ando mendigando portátiles para conectarme. Abro mi página y la encuentro desierta. Hay vida al otro lado?

carnota

carnota

Era la de Carnota, pero bien podría tratarse de la del más poético nombre de “Lira”.
La playa era larga, extensa, inmensa, salpicada de gaviotas que despertaban al nuevo día. Un día revuelto, de brisa fuerte y oleaje bravío.
Allá, en el suelo, donde acababa el camino asfaltado se encontraba, rota en varios pedazos, su fotografía. Era castaña, de pelo largo. Se reía. La fotografía, probablemente había sido tomada en una fiesta íntima, en una reunión de amigos. El encuadre era malo y su cara se distribuía en diagonal sobre la superficie de la fotografía; al fondo se adivinaba una puerta. Estaba un pelín desenfocada.
Los días previos, al igual que amenazaba aquel, habían sido revueltos, airados, turbios, así pues no era posible que aquellos retazos llevasen allí mucho tiempo. Tal vez serían de anoche... seguro que serían de anoche.
Él, con rabia, había roto su retrato antes de tomar el camino de vuelta. Ella, seguro, no estaba delante.
La historia, pues, es de él. ¿Qué le habría impulsado a llevarse la foto a aquel lugar y haberla rasgado tan violenta, tan decididamente?. Si no fue con ella ¿qué hacía allí solo? ¿estaría solo? ¿estaría con otra?.
Sin embargo la cara de ella no era la de una chica a la que se pueda abandonar fácilmente. Es más, su rostro sonreía “amorosamente” al autor de la foto y reflejaba una felicidad de las duraderas, una mirada de las que te atrapan, de las que se enganchan en el corazón de uno, un “si tú no te vas yo no me muevo”.
Pero estaba allí, tirada, en pedazos. Sobre la arena quedó la fotografía antes de que unos neumáticos chirriantes emprendiesen el camino de regreso.
Meses después la playa se pringó de fuel. Un voluntario de los muchos que acudieron a limpiar se agachó y, con los guantes apestados de mierda, recogió lo que quedaba de ella y soñó con su mirada.Carnota

mi jefe

Hoy estoy de baja, en casa. Por eso puedo escribir esto.
Hoy puedo aprovechar para ponerme al día de plancha y de limpieza. Pasar la mopa y quitar polvo. Hoy mi jefe no me llamará porque sabe que no le hago falta, que aunque quiera soy inutil para él.
Aunque es bueno, a menudo pierde un poco los nervios y se le va la olla a donde no debe.
¡Jefe!, estoy aquí, en este agujero. Y hoy no me vas a encontrar. Ni te pienso decir esta dirección para que no me mandes tus "instrucciones" a modo de comentarios. (11.00 h.)

En Elche

En Elche

En Elche, como en otros muchos sitios, los cofrades que salen en una de las procesiones, lo hacen engordados con enormes bolsas de caramelos que llevan debajo de los hábitos. Los cofrades del “Cristo de la Palma”, llamémoslo así, van de colorados y en su mayoría son jóvenes, adolescentes, chicos y chicas, que van ofreciendo dulces a las manos extendidas que salen a su paso.
Yo era una de esas manos, o yo era uno de esos cofrades. El momento se produjo cuando una mano entrega un caramelo a otra y la estrecha profundamente, con fuerza pero con enorme ternura. La barrera de la timidez la vencía la impunidad del capirote rojo.
Ojos azules contra ojos pardos. Mano firme sobre mano tímida...