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¡EN EUSKADI SE HACE PORNO!

¡EN EUSKADI SE HACE PORNO!

Es periodista, bastante conocido en Vitoria-Gasteiz, pero en sus ratos libres dirige películas porno. Hemos charlado con el único director vasco que se atreve con este tipo de cine

BERLANGUIANO

Carlos Resa confiesa que el cine porno le gusta desde tiempos inmemoriales: “Me encanta el porno, como a todo el mundo. El sexo mueve nuestras vidas”, asegura. Él es quizá el único profesional de este tipo de cine en el País Vasco, donde “no hay industria ni hay nada”. Algunos lo intentaron en el pasado, pero fracasaron. Sin embargo, Carlos ha dirigido el film Marranas con ganas (2003), que en junio estará disponible en los video clubes, y acaba de concluir el rodaje de La inXpiración (2004), un cortometraje que espera presentar en octubre en el Festival de Cine Erótico de Barcelona.
Lo cierto es que este periodista vitoriano de 39 años empezó a hacer películas porno casi por casualidad. El año pasado tuvo que organizar unas charlas sobre este género cinematográfico en el Festival de Cine de su ciudad, y, tras conocer a varias personas del “mundillo”, le propusieron realizar una película porno aprovechando su experiencia anterior en el cine convencional. Escribió sin demasiado esfuerzo el guión de Marranas con ganas y, tras encontrar productor, consiguió como protagonistas a las “estrellas” españolas Max Cortés y Bibian Norai.
Carlos necesitó un presupuesto de 12.000 euros y ahora está contento porque podrá recuperar el dinero invertido por el productor y quizá vendan la película para que pueda ser emitida por televisión. Aunque espera obtener beneficios con sus siguientes trabajos, asegura que no hace cine porno por dinero, sino por un interés “artístico” y “experimental”.
Por ello ha dirigido el cortometraje La InXpiración, que también ha rodado íntegramente, como Marranas, en Vitoria-Gasteiz. No ha tenido ninguna traba para rodarlo, ya que en los lugares públicos han filmado con los actores vestidos. “Otra cosa habría sido rodar delante de la Lehendakaritza. Entonces sí que habría venido la Ertzaintza a detenernos”, bromea. Este trabajo que competirá en la sección de cortos del Festival de Barcelona está protagonizado por dos actores de Vitoria, cuyos nombres artísticos son Paola y Pipo Baez. Ha sido su primera experiencia en el porno. “No quería cuerpos despampanantes, prefiero las personas normales, porque los espectadores se identifican más con ellos”, dice Carlos.
No obstante, este director es un acérrimo defensor de la profesionalidad. Cualquier persona no puede ser actor porno, se necesita preparación y autocontrol, sobre todo en lo referido a los hombres, pues las mujeres cumplen el expediente con varios gemidos y caras de placer. “Tener una erección no es algo baladí. De hecho, a un actor no profesional con el que trabajé tuve que darle viagra para que se empalmara”, asegura. La gente cree que en una película porno sólo es necesario “meter y sacar”, pero el estudio donde se rueda está lleno de gente, los focos imponen mucho respeto y a veces inducen al “gatillazo”. En cambio, Resa elogia la habilidad de los actores profesionales: “Les pides que eyaculen en 20 segundos y, cronómetro en mano, compruebas que lo hacen en ese tiempo”.
Las cosas, por tanto, no son lo que parecen. De hecho, en un rodaje, el equipo técnico no se excita ni siquiera ante la escena más picante que estén interpretando los actores. “Tenemos bastante con filmar bien los planos. Un rodaje es algo muy frío y mecánico. Al fin y al cabo, es trabajo. Un día que filmamos una secuencia un poco fuerte, fui preguntando uno a uno a todos los del equipo: ‘¿Os habéis empalmado?’ Todos me respondieron que no”, asegura Carlos Resa.
Por otro lado, hacer cine porno en España no es un camino de rosas. Se ruedan unas 30 ó 40 películas al año y el presupuesto utilizado en ellas oscila entre los 15.000 y los 60.000 euros. Un actor porno del montón puede cobrar 400 euros por cada escena -las mujeres pueden llegar a ganar 500 si tienen que practicar sexo anal-. Tampoco hay que olvidar el fantasma del SIDA: en España se practican controles médicos exhaustivos a los actores que trabajan en el porno, y si no reúnen las condiciones exigidas, no trabajan.
La situación es aún más complicada para hacer porno en Euskadi: “Aquí no hay nada, se concentra todo en Barcelona. Es un mundo un poco chungo, la gente va a su rollo y no hay subvenciones ni asociaciones ni nada. Es un mundillo un poco mafioso”, reconoce.
Lo cierto es que el porno en Euskadi tiene tantos aficionados como en cualquier otra parte del Estado, las películas que más facturan en los vídeo clubes son las porno, pero “aquí no hay cantera de actores”. “Algunos chicos se interesan por el tema, pero cuando les llamas y ven que la cosa va en serio se acojonan”, lamenta. Por eso, no puede afirmarse que exista una industria -ni siquiera pequeña- del porno vasco. Al menos, en Marranas con ganas, Carlos Resa ha hecho un homenaje a lo vasco, empleando leche de la marca Kaiku para derramarla sobre el cuerpo desnuda de una de las actrices. Un momento tan erótico como folklórico.
Así las cosas, Carlos Resa se siente precursor en cierta medida. Además, la familia y los amigos le ha apoyado contra todo pronóstico: “Me animan a seguir, adelante, lo cual es de agradecer en este pueblo en el que tenemos fama de soso y fríos. Por lo menos, alguien se anima a hacer estas cosas”.
Dice que el porno duro no le gusta. “Prefiero que sea explícito pero suave, más soft. Hay cosas que nunca rodaría: zoofilia, sadomaso, cine con niños o cualquier cosa que degrade la condición de la mujer. Eso es simple depravación”, cree. Carlos gusta de subrayar la parte artística del prono y, así, cuando vaya a Barcelona con su corto bajo el brazo, llevará también una exposición fotográfica de desnudos masculinos con la que pretende hacer un canto a la “belleza masculina”.
“Quiero seguir en el cine porno, tanto en el ámbito gay como en el hetero. Es un mundo muy competitivo, pero gracias a la primera película voy siendo algo conocido”, añade Resa, sin ocultar sus grandes dotes de comunicador que anda aquí y allá haciendo promoción de sus trabajos.
Se agradece que tenga tan claras las ideas: “El cine que hago no hace daño a nadie, sino todo lo contrario. Yo siempre digo que, a diferencia del cine convencional, el mío es para ver y disfrutar, pero también para usar. El mejor premio que puedo recibir es que alguien me diga que se ha masturbado viendo una de mis películas”.null

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