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Álbum de recortes

El público

Gabriel Tarde, en su libro 'La opinión y la multitud' (1901) dejó dicho que la gran transformación moderna era precisamente la aparición del público: la presencia virtual de una muchedumbre físicamente disgregada que, sin embargo, comparte percepciones, valores, opiniones y objetos de odio, por ejemplo.

Tanto subrayó Tarde esta novedad que creyó más importante el público que la multitud. La muchedumbre está reunida en algún lugar y no puede incrementarse "más allá de un cierto grado, marcado por los límites de la voz y de la mirada, sin peligro de fraccionarse o de hacerse incapaz para una acción conjunta, acción siempre la misma, como barricadas, saqueo de palacios, asesinatos, demoliciones, incendios".

Las audiencias, por el contrario, no necesitan ese espacio acotado y pueden actuar "como una colectividad puramente espiritual, como una dispersión de individuos, físicamente separados y entre los cuales existe una cohesión sólo mental".

Bien mirado, el público diseminado es un hecho raro. "Cosa extraña", insistía Tarde: "los hombres que se dejan entusiasmar así, que se sugestionan mutuamente o, antes bien, se transmiten unos a otros la sugestión desde arriba, esos hombres no se codean, no se ven, ni se entienden: están sentados cada uno en su casa leyendo el mismo periódico y dispersos en un vasto territorio" rindiendo culto a la actualidad, a los sucesos y estruendos más o menos reales de la actualidad, esa invención también moderna.

Páginas después, Gabriel Tarde identificaba al público con "una especie de clientela comercial", ávida de novedades, deseosa de esos hechos llamativos en los que hay héroes a los que seguir y villanos a los que secretamente envidiar, bondadosos ciudadanos, desprendidos, y astutos malvados que sólo tendrían por objeto enriquecerse adelgazando la cuenta de los demás.

"La influencia de los publicistas se basa, ante todo, en el conocimiento instintivo que poseen de la psicología del público", añadía Tarde. Por ejemplo, saben que "público o multitud, todas las colectividades se asemejan en un punto, por desgracia: su deplorable tendencia a sufrir las excitaciones de la envidia y del odio.

Para las multitudes la necesidad de odiar corresponde a la necesidad de obrar. Excitar su entusiasmo no conduce demasiado lejos; pero ofrecerle un motivo y un objeto de odio es dar vía libre a su actividad que, como nosotros lo sabemos bien, es esencialmente destructiva (...). Lo que reclaman las multitudes encolerizadas es siempre una cabeza o algunas cabezas (...).

Descubrir o inventar un objeto nuevo y grande de odio para uso del público es todavía uno de los medios más seguros para convertirse en uno de los grandes reyes del periodismo".

De Justo Serna, http://justoserna.bitacoras.com/

¿Quién de vosotros podrá habitar bajo una lluvia de fuego?

¿Quién de vosotros podrá habitar bajo una lluvia de fuego? Esta amenaza de Isaías fluía sobre las olas del mar y al abatirse contra las rocas levantaba una espuma violenta al pie de la terraza del restaurante donde un hombre y una mujer tomaban cerveza muy fría. Ay de aquellos que han puesto la esperanza sólo en sus caballos de hierro, clamaba el profeta. Camarero, por favor, no se olvide de la ración de calamares. Y el oleaje seguía diciendo: a la voz del ángel huyeron los pueblos, quedaron disipadas las naciones y al recoger los despojos de los muertos el Señor de los Ejércitos fue ensalzado. Aquí suelen dar un rape que no está mal, dijo el hombre. Yo me voy a pedir una brocheta de langostinos, dijo la mujer. ¿Compartimos una ensalada de tomate con hierbabuena? El hombre y la mujer se amaban con los ojos por encima de las copas de cerveza, pero a cada uno el sonido del mar le traía una voz distinta desde el fondo de la memoria. Él tenía la mente puesta en las tinieblas e incluso podía vislumbrar toda la maldad de este mundo aleteando sobre el espíritu de las aguas. Ella creía que ese mar aún era maravilloso para bañarse y decidió darse esa placer como un acto de rebeldía. Desde la terraza descendió por una escalera entre las rocas hasta una pequeña cala. El hombre la vio desafiar las olas que la golpeaban de espuma e imaginó que para ella aquella dicha natural era incompatible con todas las tragedias, incluida la propia muerte. Aún le resbalaba la luz sobre su piel mojada cuando subió a la terraza donde el camarero acababa de dejar en la mesa la brocheta de langostinos y el rape a la plancha. ¿Qué tal estaba el agua? Muy buena. Báñate. No sabes lo que te pierdes. ¿Me pides otra cerveza? En una escuela de Beslán acaban de morir acribillados por la espalda centenares de niños, en Jerusalén ha reventado un suicida dentro de un mercado, en Gaza los helicópteros israelíes han ametrallado a un múltiple entierro hasta el interior de los féretros, un coche bomba ha cosechado hoy tres docenas de soldados en Bagdad. La pareja no cruzó ninguna palabra de placer hasta que en la sobremesa tomaron ron con hielo y dentro de ese licor se fue deshaciendo la tarde sobre el mar tendido. Ante aquella belleza el hombre se llenó de melancolía. No pasa nada por ser feliz, no es culpa de nadie, murmuró la mujer acariciando sus lágrimas. Entonces hasta la orilla del mar llegó de nuevo la voz del profeta: embriagada está de sangre la espada del Señor. Y el hombre dijo: Está bien. Camarero, otro ron.

Doble de ron. Manuel Vicent.
El País, 3 de octubre de 2004.

Por la izquierda

Por la izquierda

El País: ¿Y la izquierda? ¿Tiene razón de ser después de sus terribles fracasos, oportunismos, traiciones, pasividades, a lo largo del siglo XX? Quiero recordar aquí, porque en ello creo, sus victorias también, en su lucha contra los fascismos, en Europa, en los EE UU, en Latinoamérica. Pero también en su combate contra las dictaduras de izquierda. Ejemplarmente descrito por el novelista húngaro Giorgy Konrad en su libro Antipolítica.

¿Y hoy? Cayó el muro de Berlín. Se derrumbó la Unión Soviética. Lo que no se derrumbó fue la injusticia social. Lo que no cayó fue la explotación del hombre por el hombre.

Han concluido, con el siglo y el milenio, dos teorías reductivistas de la economía y la sociedad. El llamado 'socialismo real', que no era ni socialismo ni real, sino la fachada totalitaria y dogmática de una economía sin libertad ni eficiencia, murió al caer el muro de Berlín en 1989. En su lugar, otro dogma, el de la libertad irrestricta del mercado, fue puesto en práctica por los gobiernos de Ronald Reagan en los EE UU y Margaret Thatcher en la Gran Bretaña. Supuestamente abandonadas a la mano divina del mercado, las fuerzas económicas, concentradas en la cúspide, poco a poco (trickle down) irían goteando sus beneficios hacia las mayorías. Tampoco sucedió así. La concentración en la cima se quedó en la cima y, como oportunamente - como siempre- lo indicó John Kenneth Galbraith, la ausencia del Estado se convertía en una brutal presencia del Estado apenas se trataba de aumentar los gastos militares o salvar a bancos defraudadores o quebrados. Al cabo, la derecha poscomunista aumentó las distancias entre ricos y pobres, desprotegió a éstos, concentró la riqueza y consagró la filosofía neodarwinista expresada por Reagan: el que es pobre es porque es holgazán.

La gobernanza de los movimientos de centro- izquierda en países europeos durante la década final del siglo XX representa, ciertamente, una reacción contra ambos dogmatismos. Pero trátese de Tony Blair en Inglaterra, Lionel Jospin en Francia, Gerhard Schröder en Alemania, Massimo d'Alema en Italia, el socialismo escandinavo o el modelo polder (bienestar y empleo) holandés, todos han vivido una realidad inescapable que es la de la globalización económica y -a diferencia de la derecha thatcheriana y reaganista- deploran, no el hecho de la globalización, sino el hecho de una globalización sin ley, abandonada a su capricho especulativo y superior a toda normatividad nacional o internacional.

Si algo une a la nueva izquierda europea es su decisión de sujetar la globalización a la ley y la política. El 'darwinismo global' sólo genera inestabilidad, crisis financiera y desigualdades crecientes. La misión de la nueva izquierda es controlar la globalización y regular democráticamente los conflictos que de ella se derivan. Ello no significa que la izquierda tema a la globalización. Al contrario, ve en los procesos de mundialización un nuevo territorio histórico en el cual actuar.

La globalización le permite a la izquierda llamar la atención sobre la distancia creciente entre espacio económico y control político. Existe, en otras palabras, una economía veloz y una adaptación política lenta. En estas circunstancias, el control democrático se vuelve difícil, pero ello mismo obliga a la izquierda a combatir las distorsiones del mercado en la distribución de recursos, a equilibrar el mercado con medidas de solidaridad social, defensa del medio ambiente, creación de bienes públicos y prioridad a la política como instrumento de decisión racional. Ésta ha sido la virtud de las manifestaciones de Seattle, Praga y Génova.

La globalización da enorme influencia a los agentes no políticos y despoja de poder a los poderes electos a favor de los no electos. El peligro no es ya el 'ogro filantrópico', el Estado devorador criticado por Octavio Paz, sino el 'ogro desatado', el Mercado sacralizado cuando, en palabras de Milos Forman, 'salimos del zoológico y entramos a la selva'. Que el mercado y la política se apoyen mutuamente. Tal es el desiderátum de la nueva izquierda. 'Vivimos en una economía de mercado, pero no en una sociedad de mercado'. Esta consigna de Jospin es central a la filosofía de la nueva izquierda. Pero precisamente porque han surgido nuevas desigualdades al lado de las antiguas, la izquierda reafirma el valor de la igualdad y, lejos de temerle a la globalización, ha de ver en ella un nuevo territorio histórico en el cual actuar. Norberto Bobbio no ha dejado de insistir en la centralidad del tema igualitario para definir las políticas de izquierda como valores iguales y oportunidades iguales para cada individuo. La globalización, lejos de arrumbar el concepto de la igualdad, lo debe revalorizar en un horizonte ampliado, sin dogmas deterministas, pero con políticas tan concretas como puedan serlo, en primerísimo lugar, la oportunidad educativa en todas sus dimensiones modernas: educación básica, superior y, desde ahora, vitalicia.

Quienes se oponen a la innovación, conducen a los obreros al fracaso. La nueva izquierda no puede ser un neo-luddismo sino una política de oportunidades crecientes para el trabajo mediante arreglos contractuales que tomen en cuenta no sólo la flexibilidad de las empresas, sino la de los trabajadores. Han muerto el fordismo capitalista y el estajanovismo soviético. Más que políticas de pleno empleo, la izquierda debe definirse a favor del empleo satisfactorio que puede conducir a un creciente empleo con más trabajos temporales, de duración limitada y movilidad mayor, lo cual, para regresar a la base misma del proyecto, implica contar con sistemas de educación y entrenamiento continuos. El Gobierno francés de Jospin es el que más rápidamente se dio cuenta de que la economía moderna multiplica el destino del trabajo e implica mejor salario con menos horas en más ocupaciones.

Más crecimiento con más igualdad. Ello requiere medidas tan concretas como la modernización de la infraestructura regulatoria de la economía, reformas fiscales, reformas de los mercados financieros, del sector bancario y de las empresas. Ello requiere una constante negociación social para combatir la inflación aumentando los ingresos reales de los trabajadores.

La izquierda puede atestiguar que la globalización no es ni un monstruo ni un valor en sí. No se trata de sujetarla a un juicio de valor, sino de someterla a poderes políticos responsables y elegidos. Gobernada, la globalidad es una oportunidad para todos. Sin gobierno, redunda en la anarquía y desigualdad para todos. Hoy, globalidad e irresponsabilidad fraternizan en exceso. La izquierda deberá insistir en la necesidad de un ordenamiento político internacional que 'regule la expansión y la haga conciliable con los valores de la democracia, de la libertad individual y colectiva, así como la justa distribución de la riqueza' (D'Alema).

El futuro de la izquierda, ha dicho el ex primer ministro italiano, es idéntico a su capacidad de proponer y transformarse.

No hay izquierda que no sepa proyectar el futuro sin sacrificar valores permanentes de igualdad (no igualitarismo o nivelación) junto con valores de libertad para escoger, junto con valores que nos liberen de la necesidad. El capitalismo propone las razones de la economía. Pero la democracia propone los valores del consenso político. En el compromiso entre ambos, la izquierda es el espacio político en el que los más débiles de la sociedad y del mercado pueden combatir y negociar sus conquistas.

El desafío, por supuesto, es muy grande. Otra parte, más radical, de la izquierda argumenta que el capitalismo global ha dejado de buscar consensos y vive en constante contradicción con su propio Estado de derecho y sus propias declaraciones de derechos humanos. No hay derechos del hombre. Hay derechos del mercado.

Esta crítica radical no excluye, al cabo, las metas de primacía política y gobernanza de la globalidad que propone la izquierda reformista. Pensar lo contrario es darle todas las ventajas al statu quo y animar, incluso, el desaliento ante lo supuestamente inevitable. La democracia de izquierda ofrece, en cambio, múltiples pautas para seguir distinguiendo, como nos lo pide Bobbio, a
derecha e izquierda, otorgándole a ésta el proyecto de más crecimiento con más igualdad.

No paso por alto, sin embargo, la saludable actitud de mi amiga Rossana Rosanda: es preferible tener más dudas que razonables certezas. Ello, quizás, también es parte de una nueva izquierda que abandona los terribles lastres de los dogmatismos que han conducido, una y otra vez, a su fragmentación, ayuno pro positivo y, al cabo, derrotas. Duele admitir que el caso de la izquierda mexicana es particularmente ilustrativo en este respecto.

Después de las elecciones democráticas del 2 de julio de 2000, que pusieron fin a 71 años de gobierno por un partido único (el PRI o Partido Revolucionario Institucional), la vida partidista mexicana reveló su anacrónica insuficiencia. El PRI vivía de su simbiosis con el presidente de la República. PRI sin presidente es como huevo sin sal: una gallina descabezada corriendo a tontas y a locas por un corral cercado de nopales. El PRD (Partido de la Revolución Democrática) representó la oposición de izquierda al PRI, pero, como éste, da muestras de desfallecimiento interno. Sus consignas contra el PRI ya no tienen sentido: ambos son partidos de oposición. Pero las propuestas del PRD se parecen demasiado a las de la vieja izquierda nacionalista, hambrienta de un macroestado, grande por su tamaño aunque pequeño por su eficiencia. Renuente a aprovechar las ventajas del mundo moderno e inclinada a condenarlas en bloque como parte de un complot contra la nación, exonerante de las dictaduras extranjeras si se dicen de izquierda, la izquierda mexicana requiere una puesta al día que la conduzca por el camino de la socialdemocracia. Hay una parte del viejo PRI sin redención: son los llamados dinosaurios, incapaces de abandonar sus añoradas prácticas del fraude electoral. Pero hay otra parte de talante socialdemócrata que preserva las mejores tradiciones de la revolución mexicana, pero las pone al día en un país abierto al mundo, a la modernidad crítica y a las oportunidades de construir globalidad y modernidad a partir de la localidad. Es más: esta corriente renovadora del PRI no concibe al partido como revancha, sino como oportunidad de ser un verdadero partido político, no simple apéndice tutelado del presidente de la República.

La centroderecha (el Partido de Acción Nacional del presidente Vicente Fox) está en el poder. Frente a él, la única oposición viable, a la postre, es la socialdemocracia de centroizquierda.

¿Es ilusorio hablar de un fortalecimiento de la izquierda en México a la vista de sus debilidades actuales? Recordemos la debilidad del Partido Socialista francés, prácticamente aniquilado por la ineptitud de Guy Mollet y la aventura de Suez, y su vuelta a la vida tras el Congreso de 1971, que eventualmente llevó al poder a François Mitterrand 10 años más tarde.

Evoquemos la postración del Partido Laborista inglés bajo James Callaghan en 1979, la aparente invencibilidad de los conservadores durante el reino de Margaret Thatcher, dispuesta a matar para siempre a la izquierda británica, y su triunfante resurrección con Tony Blair: el Partido Laborista tiene ante sí un horizonte ancho y largo para ejercer el poder.

Pero, sobre todo -lo que más nos interesa a los latinoamericanos-, la transición democrática española ha sido el gran ejemplo del paso de una dictadura mucho más dura que el PRI a un Estado democrático. Cuatro décadas de guerra civil y dictadura franquista impusieron obligaciones a España que sus actores políticos -de Adolfo Suárez a Santiago Carrillo- supieron cumplir con el ánimo de servir al país y a la democracia, no a sus intereses partidistas. El rey Juan Carlos fue el gran mediador de todas las tendencias, el fiel de la balanza. La izquierda posfranquista llegó al poder en 1982, con un político excepcional, Felipe González. Durante 13 años, González y el PSOE enfrentaron y resolvieron el gran problema del posfranquismo: equiparar las estructuras políticas al desarrollo económico y social. Demostraron que la izquierda moderna puede satisfacer las demandas del crecimiento junto con las de la justicia social, allí donde la derecha recalcitrante sólo contempla, sea la restauración de añejos privilegios, sea la exclusión pura y llana de las demandas sociales. Al integrar a España a la Comunidad Económica Europea, el Gobierno de González no perdió soberanía: ganó cooperación. España nos dio la prueba de una izquierda democrática que no satanice ni a la empresa privada ni al Estado, sino que a ambos les dé sus funciones propias y éstas se sostengan sobre el vigor y pluralidad de la sociedad civil, la vida partidista y el ejercicio efectivo y vigilante de los procesos democráticos.

América Latina, donde los estragos del estatismo excesivo por una parte y del mercado salvaje por la otra han demostrado sus respectivas insuficiencias para atender la pavorosa miseria y desigualdad de un continente de 400 millones de seres donde 200 millones se encuentran sumidos en la pobreza, tiene el derecho de confiar en una izquierda democrática pos-soviética que le devuelva poder a la gente en un marco de atención a las prioridades del orden social: salud, educación, techo, trabajo, salarios,
infraestructuras, derechos de la mujer, cuidado para la tercera edad, respeto a las minorías sexuales y a la libertad de expresión, protección a las etnias, combate al crimen, seguridad ciudadana. Una izquierda menos ideológica y más temática.

La izquierda añorante de lo que ya no fue no puede ser una izquierda constructiva de lo que debe ser. Pero la izquierda en el poder debe admitir siempre la existencia de otra izquierda fuera del poder: la que resiste al poder, hasta cuando (incluso cuando) es el poder de izquierda. Éste será el desafío para la izquierda del siglo XXI. Aprender a oponerse a sí misma para nunca más caer en los dogmas, falsificaciones y arbitrariedades que la mancillaron durante el siglo XX.

Por ello, nunca están de más las críticas radicales de la izquierda a la izquierda, como las del politólogo brasileño Roberto Mangabeira Unger, cuando advierte que no es misión de la izquierda humanizar lo inevitable, sino evitar lo inhumano.

Carlos Fuentes

La palabra precisa (2)

Rebelión: Por género se entiende una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social. La diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente. Por lo tanto, género no es equivalente a sexo; el primer término se refiere a una categoría sociológica y el segundo a una categoría biológica.

La importancia del concepto de género radica en hacer visible el supuesto ideológico que equipara las diferencias biológicas con la adscripción a determinados roles sociales. El concepto nació, precisamente, para poner de manifiesto una relación desigual entre los géneros (mujeres y hombres, entendidos como sujetos sociales y no como seres biológicos). Así surgieron los Estudios de Género que cuentan con una corta, pero intensa trayectoria como disciplina tanto en España como fuera de ella y que, si bien se han centrado en el papel social que se le ha atribuido y se le atribuye a las mujeres -dado que partieron del ámbito feminista-, ahora empiezan también a centrarse en el estudio del papel de los hombres como género. Afortunadamente, muchos hombres comienzan a estar interesados en desmontar la visión androcéntrica por parcial, incompleta e injusta- que ha dominado todas las disciplinas humanas desde sus inicios hasta nuestros días: desde la filosofía y la historia, pasando por el arte, la literatura, la política, el derecho, la sociología, la psicología, la ciencia, etc. y, como no, la lingüística; y que ha impregnado el pasado y el presente del pensamiento objetivo y subjetivo de las personas y de las sociedades.

El lenguaje es una de las máximas expresiones de las ideas y del pensamiento humano y los conceptos que en él se encierran, sirven para describir, encuadrar y comprender la realidad y, una vez fijados y establecidos, también afectan a la manera en que percibimos dicha realidad. En la práctica y metafóricamente hablando, el lenguaje puede ser masculino, femenino o neutro, depende de la perspectiva de género que adoptemos a la hora de hablarlo, limpiarlo, fijarlo y abrillantarlo.

La mayor violencia es el asesinato, pero también lo es silenciar a la mitad de la humanidad en un genocidio lento, constante y deliberado. Si antaño el revuelo feminista obligó a la Academia a revocar determinadas acepciones y a rebajar la testosterona del léxico, lo importante se ha quedado en los arrabales del concepto sin penetrar su centro. Lo políticamente correcto parece no haber transcendido el eje del discurso más allá del "compañeros y compañeras" y de hablar de "género humano" en lugar de "el hombre", que sospechosamente, la RAE en el Avance de su vigésima tercera edición se apresura ahora a enmendar, incluyendo por primera vez en el Diccionario la voz género humano, y definiéndola como "conjunto de todas las personas", no sea que las feministas vengan ahora con reclamaciones aduciendo que existen desigualdades entre los géneros.

El Pleno de la Real Academia Española, compuesto por 3 mujeres y 37 hombres ha elaborado un informe sobre la expresión violencia de género y una recomendación dirigida al gobierno para que no la utilice al redactar el Proyecto de Ley integral contra la violencia de género, expresión que ya había sido incorporada en dos leyes anteriores al hablar de impacto por razón de género. Cabría preguntar a los Sres. Académicos con cuántas especialistas en el campo académico de los Estudios de Género cuenta la Comisión de Vocabulario Científico y Técnico de la RAE o, en su defecto, y como recomienda explícitamente la propia Academia antes de tomar sus decisiones, con cuántas personas estudiosas y de reconocida solvencia en el tema que nos ocupa, ha consultado antes de afirmar alegremente que en español no existe tradición de uso de la palabra género nada más que para referirse a género gramatical o al concepto de género entendido como "conjunto de seres establecido en función de características comunes" y "clase o tipo".

Resulta, cuando menos, sospechoso que la Academia ignore largos años de trabajos científicos realizados por mujeres y que, a pesar de reconocer la existencia del término género en el sentido técnico expuesto en los prolegómenos de este artículo y de describirlo de forma explícita e inequívoca en su informe frente al concepto de sexo, concluya con un paradójico: "es obvio que debe decirse sexo y no género".

Analizar los problemas desde una perspectiva de género no es lo mismo que analizar los problemas desde una perspectiva de sexo, a no ser que queramos referirnos a divisiones biológicas atendiendo a determinados atributos genitales, que incidamos en aspectos eróticos o que tratemos temas pornográficos. La mención de la Academia a las expresiones sexo fuerte/sexo débil como única fuente a citar y como única aportación conceptual que reconoce a la "tradición cultura española" en este tema, es un insulto para investigadoras, feministas, centros de estudios, cátedras y universidades que durante los últimos veinte años vienen analizando con rigor estas cuestiones y han aportado una ingente cantidad de ideas, estudios serios y publicaciones científicas.

Existen numerosas monografías, publicaciones periódicas y una ingente "literatura gris" que corrobora la existencia de esa "inexistente" tradición cultural española. Dejando al margen los miles de artículos en revistas, seminarios, congresos, tesis, documentos administrativos, etc. le hubiera bastado a la Academia consultar el ISBN español (índice de libros publicados en España) donde solamente, y en referencia al título -no ya al contenido o la temática donde las cifras crecerían exponencialmente-, de 487 libros disponibles que en su título cuentan con la palabra género, 273 aluden al concepto de género con la acepción que la Academia niega. Es decir, un irrisorio e inexistente 56,4%, frente a un 43, 6% que agrupa al resto de las acepciones que la RAE sí reconoce.

Además, la exigua y vergonzosa documentación que aporta la Academia a la hora de decantarse por el uso de la expresión sexo en lugar de género no sólo supone un gran desprecio para las mujeres, las investigadoras y otros estudiosos del tema, sino un grave desprestigio para los lingüistas.

La RAE analiza las diversas expresiones usadas en español para referirse a los conceptos de: violencia doméstica, violencia de género, violencia contra las mujeres, etc. limitándose a citar la documentación que aparece en Internet haciendo uso del buscador Google y la que resulta de la base de datos CREA (Corpus de Referencia de Español Actual), base de datos creada por la propia Academia y que reúne textos completos de libros, periódicos, revistas y otros ejemplos del lenguaje oral, con el fin de valorar la frecuencia de uso de determinadas expresiones.

Pues bien, lo que analiza la Academia no es la frecuencia de uso del concepto género (que aparece en más de 100.000 documentos a lo largo y ancho de la WWW y, en la mayor parte de los casos con la acepción que la RAE niega), sino de la expresión violencia de género frente a otras como violencia doméstica, pero hay que tener en cuenta que ambos términos no son sinónimos.

Sabido es que los buscadores indexan las palabras de forma automática rastreando la World Wide Web y que Google utiliza un indexador automático llamado PageRank cuyo algoritmo, muy complejo, no sólo computa las apariciones de un término, sino que tiene en cuenta la estructura de los enlaces como indicador del valor de una página web, junto a otros elementos como una valoración cualitativa que se refleja en una mayor puntuación dependiendo de la importancia que tenga el sitio web que emita el documento en cuestión. Si las agencias de prensa difunden por la red una misma noticia haciéndose eco de las declaraciones de determinado político que ha utilizado una expresión concreta, dicha expresión aparecerá en cientos de periódicos a lo largo y ancho de la red, y los buscadores la registrarán como tal cientos de veces. Es de suponer que los periódicos ocupen un rango de página muy alto y que, por tanto, la aparición de cierto tipo de expresiones en los medios de comunicación esté s obrevalorada frente al uso no sólo en otros medios escritos como libros, artículos, etc. y, por supuesto gran parte de documentación que no aparece en la red o no está preparada para ser leída de forma automática por los indexadores que rastrean la WWW, sino también en otras webs con menor valoración para PageRank.

Cuando las frecuencias de uso en la Web tanto del término violencia doméstica como del término violencia de género son tan elevadas, habría que descartar esta fuente como indicador para decantarse por la utilización de una u otra expresión, ya que los documentos de la Web se actualizan constantemente y las cifras oscilan por momentos. Resulta cómico que haya sido la propia Academia la que haya igualado la frecuencia de uso de las dos expresiones violencia doméstica y violencia de género al difundir su informe por la Web y titularlo, precisamente, "Informe sobre la expresión violencia de género".

(1.880 noticias frente a 1.740 respectivamente, dos días después de difundir su informe).

Y en cuanto a la documentación extraída de su base de datos CREA, en donde la Academia se ha limitado a contabilizar los datos en bruto sin el más mínimo análisis, los propios académicos se sorprenderían si hubieran analizado las veces que aparece la palabra género no en el sentido de ?clase? o de ?género gramatical?, sino aludiendo al concepto de género como construcción social asignada a las personas en razón del sexo. Así, si buscamos la palabra género en relación con las categorías temáticas que la misma RAE establece para acotar las búsquedas, encontramos significativos y cuantiosos ejemplos del uso del término género en el sentido que nos ocupa, incluyéndose no sólo dentro de temas como mujer, desarrollo, empleo, política, educación, etc; sino, también en la categoría de ciencias y tecnología. El concepto de género ha dejado de ser un término técnico y se ha introducido en el lenguaje común.

La RAE sólo hace referencia a la frecuencia de uso en los medios, y deja de lado aspectos semánticos de gran importancia para categorizar los conceptos que han de ser fijados y aclarados de una vez por todas para que no puedan producirse equívocos legales o categoriales. Su propuesta de denominación ?Ley Integral contra la violencia doméstica o por razón de sexo?, es inapropiada y carece de fundamentos tanto lingüísticos.

Si lo que pretendemos es categorizar los tipos de violencia contra las mujeres para tratar los datos estadísticos para su posterior análisis desde un punto de vista legal, sociológico, policial, administrativo, científico, etc. y lo que es más importante, para buscar soluciones a un problema real como el que nos ocupa, debemos tener en cuenta que el término violencia de género engloba tanto la violencia producida en el ámbito doméstico, como la que ocurre fuera de él; y que, a su vez, la violencia doméstica no obligatoriamente se corresponde con el concepto de violencia de género, puesto que existe también violencia en el ámbito doméstico que no tiene nada que ver con cuestiones de género, como es la violencia contra los menores, los mayores, los hombres, etc.

La categorización sería la siguiente:

Por un lado distinguiríamos:

A. Violencia de género

1. en el ámbito doméstico

2. fuera del ámbito doméstico (discriminaciones laborales contra las mujeres, agresiones sexuales, trata de mujeres, etc.) B. (? otros tipos de violencia)

Y por otro lado diferenciaríamos:

1. Violencia doméstica

1. 1. contra la pareja

1. 1.1. contra las mujeres (sólo en este caso, la violencia doméstica está englobada dentro del grupo A. Violencia de género) 1.1.2. contra los hombres

1. 2. contra los menores

1. 3. contra los mayores

1. 4. otros

2. Violencia fuera del ámbito doméstico (?)

Así pues, si se acepta la propuesta de la Academia que es utilizar en la Ley la expresión violencia doméstica, caeremos en un limbo semántico que tendrá repercusiones para el análisis estadístico, legal y conceptual al dejar al margen la causa real por la que se cometen estos atropellos, puesto que para dicha categorización, el concepto de género es vital. De lo que estamos tratando es de la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico por razones de género y, por lo tanto, la ley debería denominarse: LEY INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO (o simplemente Ley integral contra la violencia de género, si se quiere legislar más allá de este ámbito).

Y para concluir, ya que en estas fechas tiene lugar la Feria del Libro en Madrid, recomendaría a los Sres. Académicos que aprovecharan tal oportunidad y consultaran cualquiera de los 273 títulos recogidos en el ISBN español sobre género no gramatical, puesto que existen otros géneros, sin género de dudas.

Chusa Lamarca Lapuente

La palabra precisa

El Semanal: Se veía venir. Ley contra la Violencia de Género, la han llamado. Pese a los argumentos de la Real Academia Española, el Gobierno del talante y el buen rollito, impasible el ademán, se ha pasado por el forro de los huevos y de las huevas los detallados argumentos que se le presentaron, y que podríamos resumir por quincuagésima vez diciendo que ese género, tan caro a las feministas, es un anglicismo que proviene del puritano gender con el que los gringos, tan fariseos ellos, eluden la palabra sex.

En España, donde las palabras son viejas y sabias, llamar violencia de género a la ejercida contra la mujer es una incorrección y una imbecilidad; pues en nuestra lengua, género se refiere a los conjuntos de seres, cosas o palabras con caracteres comunes –género humano, género femenino, género literario–, mientras que la condición orgánica de animales y plantas no es el género, sino el sexo.

Recuerden que antiguamente los capullos cursis llamaban sexo débil a las mujeres, y que género débil no se ha dicho en la puta vida.

Todo eso, pero con palabras más finas y académicas, se le explicó hace meses al Gobierno en un documento respaldado por sabios rigurosos como don Francisco Rodríguez Adrados, don Manuel Seco, don Valentín García Yebra y don Gregorio Salvador, entre otros. Ahí se sugerían alternativas –la RAE nunca impone, sólo aconseja–, recomendando el uso de la expresión violencia doméstica, por ejemplo, que es más recta y adecuada.

Al Gobierno le pareció de perlas, prometió tenerlo en cuenta, y hasta filtró el informe –que era reservado– a la prensa. De modo que todo cristo empezó a decir violencia doméstica. Por una vez, se congratuló la Docta Casa, los políticos atienden. Hay justos en Gomorra. Etcétera.

Pero, como decía La Codorniz, tiemble después de haber reído. Ha bastado que algunas feministas fueran a la Moncloa a decir que la Real Academia no tiene ni idea del uso correcto de las palabras, y a exigir que se ignore la opinión de unos tiñalpas sin otra autoridad que ser lingüistas, filólogos o lexicógrafos, para que el Gobierno se baje los calzones, rectifique, deje de decir violencia doméstica, y la expresión violencia de género figure en todo lo alto de la nueva ley, como un par de banderillas negras en el lomo de una lengua maltratada por quienes más deberían respetarla.

Aunque tal vez lo que ocurre sea, como asegura la franciscana peña que nos rige, que el mundo se arregla, además de con diálogo entre Occidente y el Islam –Occidente sentado en una silla y el Islam en otra, supongo–, con igualdad de géneros y géneras. El otro día ya oí hablar de la España que nos legaron nuestros padres y madres. Tela. Como ven, esto promete.

En cualquier caso, el nombre de la nueva ley es un desaire y un insulto a la Real Academia y a la lengua española; y ocurre mientras el español –aquí llamado castellano, para no crispar– se afianza y se reclama en todas partes, cuando en Brasil lo estudian millones de personas y es obligatorio en la escuela, y cuando se estima que en las universidades de Estados Unidos será lengua mayoritaria, sobre el inglés, hacia 2020. Y oigan.

Yo no soy filólogo; sólo un académico de infantería que hace lo que puede, y cada jueves habla a sus mayores de usted. Esos doctos señores no van a quejarse, porque son unos caballeros y hay asuntos más importantes, entre ellos seguir haciendo posible el milagro de que veintidós academias asociadas, representando a cuatrocientos millones de hispanohablantes, mantengan la unidad y la fascinante diversidad de la lengua más hermosa del mundo –Quevedo, Góngora, Sor Juana y los otros, ya saben: esos plumíferos opresores y franquistas–, y que un estudiante de Gerona, un médico de Bogotá y un arquitecto de Chicago utilicen el mismo diccionario que, se supone, utilizan en La Moncloa. Pero yo no soy un caballero.

Me educaron para serlo, pero no ejerzo. Así que me tomo la libertad de decir, amparado en el magisterio de esa Real Academia que el Gobierno de España acaba de pasarse por la entrepierna, que llamar violencia de género a la violencia doméstica es una tontería y una estupidez. Y que la palabra que corresponde a quien hace eso –página 1.421 del DRAE: persona tonta o estúpida– es, literalmente, soplapollas. Eso sí: el año que viene, a la hora de hacerse fotos en el cuarto centenario del Quijote, se les llenará a todos la boca de Cervantes. Ahí los espero.

Arturo Pérez-Reverte, 2004-10-25

Gestos sin valor

La Nación: Hace años que los países ricos vienen prometiendo más ayuda, pero siguen sin cumplir sus promesas. Treinta y cinco años atrás, prometieron donar a las naciones pobres el 0,7 por ciento de su PBI para ayudar a su desarrollo. En vez de eso, dan el 0,25 por ciento, o sea 120.000 millones de dólares anuales menos. La mitad de este déficit corresponde a Estados Unidos. Si cumpliera su promesa de aportar el 0,7 por ciento de su PBI, estaría donando 75.000 millones de dólares anuales, en vez de unos 15.000 millones.

Estados Unidos podría afrontar un mayor aporte sin dificultad alguna. El gobierno de Bush entregó 250.000 millones de dólares anuales a los norteamericanos más ricos, al rebajarles los impuestos, e incrementó los gastos militares en 150.000 millones de dólares anuales. Luego, les dijo a los pueblos más indigentes del mundo que no disponía de fondos para cumplir la promesa dada por su país.

Nada de esto tiene sentido desde el punto de vista de la seguridad mundial. Ni siquiera lo tiene para los intereses financieros de los países donantes. Los fracasos en el desarrollo económico de las naciones andinas, africanas y de Asia central contribuyen a la inestabilidad global, las insurrecciones locales, la violencia, el narcotráfico y la creación de bases terroristas. Los métodos militares por sí solos no darán resultado, por cuanto la raíz del problema es la vulnerabilidad de la gente pobre y hambrienta frente a los profetas del odio.

Si los donantes persisten en prestar una ayuda minúscula, insuficiente para resolver los problemas de las naciones más pobres, éstas nunca saldrán de su miseria. Si en los próximos años los países ricos financiaran muchas más inversiones, darían a los Estados pobres la oportunidad de crecer económicamente. Eso entrañaría la promesa de un cese eventual de la ayuda.

Jeffrey D. Sachs, 2004-10-06
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)

Leyes naturales

Libertad Digital: Los liberales y libertarios, especialmente aquellos que admiran la obra del famoso economista F. A. Hayek, insisten que la sociedad libre requiere el Estado de Derecho. Otros, críticos de esa tradición política, responden que las leyes guían a casi todas las sociedades, inclusive a dictaduras, razón por la cual la ley no tiene relación alguna con la libertad.

La íntima relación entre las sociedades libres y el Estado de Derecho es que sólo las leyes que pueden ser aplicadas universalmente y uniformemente en la sociedad son aquellas pocas cuyo objetivo es mantenernos libres. Las otras, aunque también llamadas leyes, son en realidad decretos y edictos de los gobernantes, no leyes legítimas, que son aplicadas selectivamente y no de igual manera a todos nosotros.

Esto se fundamenta, en parte, en la teoría de la ley natural y el papel de las leyes en el mundo natural. Las leyes del movimiento se aplican a todo lo que se mueve; las leyes de la fotosíntesis se aplican a todo lo que es sometido a ese proceso orgánico y químico, etc.

La diferencia es que las leyes naturales aplicadas a los seres humanos no se aplican automáticamente sino que sirven de guías en la selección de acciones e instituciones exitosas. Esto se debe a que los humanos disfrutamos de libre albedrío y podemos tratar de evitar leyes que debiéramos respetar para vivir mejor y correctamente como seres humanos. Pero estas siguen siendo leyes, sólo que son leyes morales, éticas o políticas y no biológicas ni químicas ni físicas.

Además de ese aspecto de las leyes que guían la conducta humana y regulan la acción voluntaria, esas leyes tienen que aplicarse universalmente y no sólo a algunos, según las peculiaridades o preferencias de los gobernantes o de aquellos que vivirán bajo tales leyes.

Pero en realidad, hay pocas leyes que se aplican a todos nosotros y esas son principalmente las que se ocupan de proteger nuestros derechos básicos. El estado de derecho entonces existe donde esas leyes se hacen cumplir, es decir, donde el gobierno se limita a sustentarlas. Esa es la conexión del estado de derecho y la sociedad libre.

Por ejemplo, nadie debe asesinar, robar, secuestrar o asaltar a otra persona. Esos son principios universales de la conducta humana. Usando la terminología de Kant, son categóricamente verdaderas guiando la interacción humana, todo el tiempo y en cualquier sitio. Sin embargo, que los cinturones de seguridad en los automóviles deban ser siempre utilizados no es una verdad universal. O que 30 por ciento de nuestros ingresos deban ir a manos de las autoridades tampoco es un concepto universal ni verdadero.

Entonces, cuando tales decretos y edictos son promulgados y añadidos a las leyes no forman parte de las leyes genuinas y legítimas. Son leyes falsas y serán ampliamente resistidas por aquellos que así lo ven y consideran que no se aplica a ellos. Tales edictos violan el principio del estado de derecho.

El resultado de la proliferación de pseudo leyes es que las leyes genuinas que realmente deben respetarse por todos tienden a perder credibilidad ante una inflación de leyes. Cuando el orden legal le da un tratamiento similar a la prohibición de las drogas que a las violaciones y asesinatos (llamándolas a ambas "leyes") es de esperarse que la gente pierda el respeto a las leyes, pensando que son simples convenciones que aquellos hoy en el poder nos imponen, en lugar de algo que en realidad se debe cumplir hoy y siempre.

La gran virtud de la idea liberal o libertaria de la ley es que preserva su significado coherente y hasta reverencial del concepto de la "ley" y no lo diluye, ensuciando su reputación y socavando su obligatoriedad.

Tibor R. Machan, 2004-10

Cifras representativas

Libertad Digital: Hace un par de semanas se hizo público un estudio de la norteamericana Universidad de Brown. Los datos daban para titulares escandalizados y, como quiera que es difícil resistirse a ello, caímos como moscas. Según el estudio, Bolivia o Togo superan a España en administración electrónica, algo que a primera vista resulta chocante.

Las razones de estos resultados es que el estudio es muy, pero que muy malo. Es difícil averiguar la razón que ha llevado a estos dislates en concreto. No obstante, la ciencia lleva muchos años afectada en su calidad por la búsqueda de fondos públicos. Los científicos se convierten, en muchas ocasiones, en meros captadores de dinero cuya principal función es convencer a funcionarios de las bondades de sus investigaciones. De ahí que se dediquen a fabricar titulares que llamen la atención, o nos convenzan de que grandes catástrofes como el calentamiento global son inminentes y necesitamos de su sabiduría con urgencia y grandes fortunas.

Daniel Rodríguez Herrera, 2004-10

Oír a medias hace escuchar

Oír a medias hace escuchar

Nature: "Hello? Yeah, I'm on the train..." Hearts sink throughout the carriage as fellow passengers try to ignore the ensuing conversation. But what exactly is it that makes overhearing others' mobile phone conversations so annoying? Helped by a group of unwitting passengers, a team of British psychologists think they have the answer.

You might imagine that it's simply a question of being riled by loud voices spouting inane drivel about people we've never heard of. But that's not the whole story, say Andrew Monk and his colleagues at the University of York, UK.

We also feel an innate need to listen when we can only hear one side of a conversation, the researchers say. Even if it's no louder than a regular two-way exchange, the fact that we can only hear half means that we instinctively tune in, almost as if we're expecting to join in to complete the conversation.

If this idea is correct, the researchers reason, then mobile phone chatter should be no more annoying than overheard conversations where both people are present but only one voice is audible. When Monk and his team tested their theory on railway passengers in Britain, that's exactly what they found.

Party time

They asked student volunteers to hold scripted conversations, either face to face or on a mobile, within earshot of an unsuspecting passenger. The content was typically banal: they enthused about a forthcoming holiday and a friend's party.

Afterwards, a researcher approached the passenger and asked them how annoying and intrusive they had found the conversation. As the team reports in the journal Behaviour and Information Technology1, passengers rated two-sided exchanges as less noticeable than both kinds of single-sided conversation.

The team staged the one-sided face-to-face conversations by ensuring that both volunteers walked past the victim before sitting behind him or her, to establish that two people were present. "On a train there's a lot of background noise - it's not unusual that one person's voice would be obscured," says Monk. "Nobody thought it was unnatural or staged."

Monk argues that the study shows why mobile-phone babble is intrinsically annoying. In Britain, some trains now have a carriage set aside as a phone-free zone. "We never had [designated] quiet carriages before mobile phones," he says.

Cell yell

The "need to listen" effect probably works alongside other factors that make cellphones annoying, such as loud speech. In a previous study, Monk's team found that bellowing voices are indeed more irritating than softly spoken ones2.

This "cell yell" may be due to the fact that phone users don't get any feedback to tell them their voice is too loud, says Lee Humphreys of the University of Pennsylvania in Philadelphia, who has carried out a survey of attitudes to mobile phone use.

Another factor that makes mobiles annoying is the content of conversations, Humphreys says. "People are fine if there seems to be a purpose to the conversation, perhaps to tell someone you're running late," she says. "Calling for the sake of it is much less acceptable."

Participants in her study also complained of being forced to listen to intimate details of phone users' lives. These included arguments, gory details of relationship break-ups, and even "intimate gynaecological information".

Mobiles are still a relatively new invention and it will take time for people to develop an agreed etiquette, says Monk. As ever with new technologies, the Japanese are leading the way. Polite mobile phone users in Japan tend to turn away and shield their conversations from others.

If that fails to catch on, there's always the less genteel approach, Monk says. Many theatres and train companies are considering investing in jamming devices that will thwart phone pests before they've even had a chance to assault us with their oh-so-catchy ringtone.

Michael Hopkin, 2004-10-05

Besar el culo de Hank

Jhuger: Esta mañana han llegado a mi puerta una pareja bien vestida y bien peinada. El hombre habló primero:

Juan: Hola, yo soy Juan y esta es María.

María: Hola, estamos aquí para invitarte a besarle el culo a Hank con nosotros.

Yo: ¿Cómo? ¿De qué estás hablando? ¿Quién es Hank? ¿Y por qué tendría que querer besar su culo?

Juan: Si besas el culo de Hank, te da un millón de dolares; y si no lo haces, te cubre de mierda.

Yo: ¿Cómo? ¿Es que es alguna clase de extraño pervertido?

Juan: Hank es un multibillionario filántropo. Hank construyó este pueblo. Hank posee este pueblo. El puede hacer lo que quiera, y lo que quiere hacer es darte un millón de dolares, pero no puede si no besas su culo.

Yo: Eso no parece tener mucho sentido. ¿Por qué?...

María: ¿Quien eres tú para cuestionar los deseos de Hank? ¿Es que no quieres el millón de dolares? ¿Es demasiado un pequeño beso en el culo?

Yo: Bueno quizás, si es legítimo, pero...

Juan: Entonces vamos a besar el culo de Hank.

Yo: ¿Besáis el culo de Hank frecuentemente?

María: Oh, sí, continuamente.

Yo: ¿Y os ha dado el millón de dolares?

Juan: Bien, aún no. No se puede recibir el dinero hasta que no te marchas del pueblo.

Yo: Entonces, ¿por qué no os marcháis del pueblo y recibís el millón de dolares?

María: No puedes marcharte del pueblo hasta que Hank te lo diga, o de lo contrario no recibes el dinero y te cubre de mierda.

Yo: ¿Conoceis a alguien que haya besado el culo de Hank, que se haya marchado y que después haya regresado con el dinero?

Juan: Mi madre le besó el culo a Hank durante años. Ella se marchó el año pasado, y estoy seguro de que tiene el dinero.

Yo: ¿Has hablado con ella desde entonces?

Juan: Por supuesto que no, Hank no lo permite.

Yo: Entonces, ¿cómo sabes que tiene el dinero si no has hablado con nadie que lo haya recibido?

María: Bueno, él te da parte antes de irte. Tal vez tengas un ascenso, tal vez ganes un pequeño premio en la lotería, tal vez encuentres un billete de veinte dolares en la calle.

Yo: ¿Y qué tiene eso que ver con Hank?

Juan: Hank tiene ciertas "conexiones"

Yo: Lo siento, pero esto suena como si fuera un extraño juego de consola.

Juan: Pero es un millón de dólares, ¿de veras quieres arriesgarte? Y recuerda, si no le besas el culo, te cubre de mierda.

Yo: Tal vez si pudiera verle, hablar con él, tener detalles sobre él...

María: Nadie ve a Hank, nadie habla con él.

Yo: Entonces, ¿cómo le besáis el culo?

Juan: En ocasiones únicamente le mandamos un beso y pensamos en su culo. Otras veces besamos el culo de Karl y él se lo transmite.

Yo: ¿Quién es Karl?

María: Un amigo nuestro. Él es quien nos ha hablado sobre besar el culo de Hank. Todo lo que tenemos que hacer es invitarle a comer de vez en cuando.

Yo: ¿Y habéis creído sus palabras cuando ha dicho que existe un Hank, que Hank quiere que le beses el culo y que te recompensará?

Juan: ¡Oh, no! Karl tiene una carta de Hank de hace mucho tiempo donde lo explica todo. Aquí tienes una copia para ti, míralo por ti mismo:

Del escritorio de Karl

1. Besa el culo de Hank y él te dará un millón de dolares cuando te marches del pueblo.
2. Bebe con moderación.
3. Cubre de mierda a aquellos que no sean como tú.
4. Come bien.
5. Hank dictó esta carta él mismo.
6. La luna está hecha de queso verde.
7. Todo lo que dice Hank es cierto.
8. Lávate las manos después de ir al baño.
9. No uses alcohol.
10. Come tus salchichas en bollos, sin condimentos.

Yo: Esto está escrito en papel con el membrete de Karl.

María: Hank no tiene papel.

Yo: Tengo la impresión que si lo comparamos encontraremos que esta es la letra de Karl.

Juan: Por supuesto, pero Hank lo dictó.

Yo: Pensaba que decíais que nadie puede ver a Hank.

María: No ahora, pero hace tiempo hubo algunas personas que sí.

Yo: Pensaba que decíais que era un filántropo. ¿Que tipo de filántropo cubre de mierda a la gente sólo porque sean diferentes?

María: Eso es lo que Hank quiere, y Hank siempre está en lo cierto.

Yo: ¿De dónde has sacado eso?

María: El punto 7 dice que: "Todo lo que dice Hank es cierto" ¡Ésto es suficiente para mí!

Yo: Quizá vuestro amigo Karl hizo las normas él mismo.

Juan: ¡Imposible! El punto 5 dice: "Hank dictó esta carta el mismo". Al mismo tiempo, el punto 2 dice "Usa el alcohol con moderación", el punto 4 dice "Come bien" y el punto 8 dice "Lávate las manos despúes de ir al baño". Todo el mundo sabe que esto es cierto, por lo tanto, todo lo demás debe ser cierto también.

Yo: Pero el punto 9 dice "No uses alcohol", lo cual entra en conflicto con el punto 2, y el 6 dice "La luna está hecha de queso verde", lo cual no es cierto.

Juan: No existe contradicción entre los puntos 2 y 9, el segundo simplemente clarifica el primero. Y por lo que respecta al 6, tú nunca has estado en la Luna, por lo que no puedes hablar con seguridad.

Yo: Los científicos tienen claramente establecido que la Luna está hecha de roca...

María: Pero ellos no saben si la roca viene de la Tierra, o del espacio exterior, por lo que puede ser fácilmente queso verde.

Yo: Realmente no soy un experto, pero pienso que la teoría de que la Luna fue "capturada" por la Tierra ha sido descartada. Por otra parte, no saber de dónde viene la roca no la convierte en queso.

Juan: ¡Ajá! Acabas de admitir que los científicos cometen errores ¡pero nosotros sabemos que lo que dice Hank es cierto!

Yo: ¿Lo sabemos?

María: Por supuesto, el punto 5 lo dice.

Yo: Estáis diciendo que Hank siempre está en lo cierto porque la lista lo dice, la lista es cierta por que Hank la ha dictado, y sabemos que Hank la ha dictado por que la lista lo dice. Esta lógica circular no se diferencia en nada de decir que Hank es verdad por que lo dice Hank.

Juan: ¡Ya lo está comprendiendo! es reconfortante ver que alguien se está acercando a la forma de pensar de Hank.

Yo: Pero... bah, no importa. ¿Qué asunto es ese de las salchichas?

(María se sonroja)

Juan: Las salchichas en bollos, sin condimentos. Esta es la forma de Hank. Cualquier otra forma es incorrecta.

Yo: ¿Qué ocurre si no tengo un bollo?

Juan: No hay bollo, no hay salchicha. Una salchicha sin bollo es incorrecto.

Yo: ¿Sin salsa? ¿Sin mostaza?

María (asombrada): Parece irremediablemente condenado.

Juan (gritando): ¡No hay ninguna ambiguedad en su lenguaje! ¡Cualquier tipo de condimentos están prohibidos!

Yo: Entonces, de una enorme pila de chucrut con algunas salchichas cortadas ni hablamos ¿no?.

María (se pone los dedos en los oídos): No te estoy oyendo, nana nana nana.

Juan (con cara de aversión): ¡Eso es repelente! No sé qué clase de demonio comería eso...

Yo: ¡Hank! Él come eso constantemente.

(María palidece)

Juan (cogiendo a María): Bueno, si hubiera sabido que eras uno de esos no habría perdido mi tiempo. Cuando Hank te cubra de mierda, yo estaré allí, contando mi dinero y burlándome. Yo besaré el culo de Hank por ti, comedor de salchichas cortadas, devorador de chucrut.

(Al decir esto, Juan arrastró a María al coche que les esperaba y arrancó a toda velocidad.)

Copyright 1996-2004 Rev. Jim Huber,
citado por Lola Cárdenas Luque, 2004-10-05,
y levemente corregido.

¿Ventajas de ser universitario?

InfoJobs: Un mayor salario y mayor facilidad para encontrar empleo son los dos principales beneficios de los titulados superiores sobre otros trabajadores con menor formación. El estudio Education at a glance, sin embargo, asegura que España es uno de los países desarrollados donde las ventajas salariales de los universitarios son menores.

Según el informe Education at a glance de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), presentado en septiembre, España y Dinamarca son los dos países de la OCDE en la que los universitarios obtienen menores ventajas salariales al conseguir un empleo frente a otros empleados con menor titulación. Así, el plus salarial de los licenciados daneses frente a los que han sólo han cursado secundaria es del 25% y el de los españoles del 29%. En cambio, estados como Hungría o EEUU superan de forma amplia esta proporción con un 110% y un 86%, respectivamente. En otros países de nuestro entorno, las diferencias también son palpables y mayores a las registradas en España, por ejemplo, en Alemania (46%), Francia (50%), Italia (38%), Portugal (78%) y Gran Bretaña (59%).

Aún así, los expertos de la OCDE indican que en cualquier país desarrollado estudiar una carrera se convierte en una buena inversión laboral. Es decir, los réditos obtenidos a largo plazo en concepto de salarios más elevados superan ampliamente a los gastos dedicados a cursar este tipo de estudios.

Búsqueda de empleo

Otra clara ventaja de los trabajadores licenciados frente a los que no lo están es su mayor facilidad para encontrar nuevos empleos. Se calcula que en el conjunto de la OCDE, alrededor del 89% de los varones y el 78% de las mujeres con título cuentan con un puesto de trabajo, frente a un 84% y un 63% con otros niveles de educación, respectivamente.

En España, sin embargo, la correlación no se cumple en la misma proporción. Así, el 87% de los universitarios hombres cuenta con un empleo frente a un 89% de quienes sólo tienen título de secundaria, mientras que entre las mujeres la ventaja del título superior es evidente: el 76% universitarias tiene trabajo frente al 57% de españolas con menor titulación.

Continúan las diferencias

A pesar de la alta proporción de mujeres en las universidades españolas, así como de otros países del entorno, que llegan incluso en algunas ocasiones a superar el número de hombres, el mundo laboral sigue discriminando a los trabajadores en razón de su sexo. Así, se desprende del informe, en el que se hace constar que mientras la prima salarial del hombre universitario en España es de una media de 38% superior, el de una mujer en las mismas circunstancias es del 25%.

Además, el informe destaca el hecho de que las mujeres con cualquier nivel de estudios continúan ganando menos que sus colegas hombres en todos los países de la OCDE. En concreto, las trabajadoras con estudios de educación secundaria ganan el 60% de lo que perciben sus compañeros hombres, mientras que las universitarias ingresan el equivalente al 65%.

Eva García Soriano, 2004-10

Alterglobalización

El País Domingo: En febrero, Zapatero declaró: "Quiero ser el presidente de Gobierno que saque a España del trío de las Azores y la integre en el quinteto de la Alianza contra el Hambre... El hambre es la másmortífera arma de destrucción masiva, y acabar con ella no es una utopía". Medio año después, ZP lo hizo realidad. La estancia del presidente español en la asamblea de la ONU ha dado visibilidad a sus opiniones. En 48 horas se unió al grupo director de la Alianza contra el Hambre, y leyó un discurso que rompió con la política exterior del PP.

Los neocons españoles no lo han podido soportar. Han acusado a ZP de "buenismo" y de parecer "el presidente de una ONG". Quizá porque no han leído los papeles que llevó a Nueva York. Pero las expresiones de ZP no son sólo buenismo, sino una visión política alternativa a la vigente hasta ahora. El terrorismo global tiene una causa directa, el fanatismo de quien lo ejerce, pero también un caldo de cultivo que lo explica: las desigualdades exponenciales, la pobreza extrema, la humillación política y la percepción distorsionada en parte, pero en parte también certera, que el débil tiene del fuerte. Combatir estas causas subyacentes reducirá el problema.

Durante mucho tiempo, los neocons han confundido estas causas objetivas con justificaciones bienintencionadas de la violencia estructural. Tesis como las de Kofi Annan, secretario general de la ONU, o como las de ZP ayudan a romper ese mecanicismo que se ha querido imponer como pensamiento único.

Además de las cifras aportadas anualmente por los organismos multilaterales (PNUD, Banco Mundial...), muchos autores se han dedicado al análisis de la desigualdad. El historiador Agnus Madison recuerda que los 1.000 millones de personas con rentas más altas ganan casi el 60% de los ingresos mundiales; los 1.500 millones de rentas medias, el 20%, y los 3.500 millones de rentas bajas, el resto. El Nobel Joseph Stiglitz -que el pasado jueves se reunió en La Moncloa con ZP, que le ha leído durante el verano- sostiene que la última década ha mostrado una creciente concentración de la renta y la riqueza entre la población, las empresas y los países: en 1990 había 2.718 millones que vivían con menos de dos dólares al día, y diez años después esa cifra se había elevado en más de 100 millones, el 45% de la población mundial.

Lo más significativo de la Alianza contra el Hambre es que no se ha centrado en soluciones unilaterales, sino en un cóctel de medidas de distinta naturaleza: el incremento de la ayuda oficial al desarrollo para alcanzar el 0,7% del PIB de cada país donante; el alivio de la deuda externa de los países más pobres mediante condonaciones o cambios de deuda por inversiones en educación; la sustitución de una política agraria proteccionista (fundamentalmente en EE UU y Europa) por un comercio más equilibrado, en el seno de la OMC. Y nuevas fórmulas de financiación al desarrollo, entre las cuales las más imaginativas han sido una tasa a las transacciones del capital volátil (tasa Tobin), un impuesto al comercio de armas, la aceleración y el abaratamiento de las remesas que los inmigrantes envían a sus países de origen, o la donación de un porcentaje de cada operación que se haga con una tarjeta de crédito. En algunos casos, ello supone una victoria moral de los alterglobalización, que lo han defendido en solitario.

Mientras esperamos a saber cómo se concretan las promesas de ZP en los Presupuestos del Estado, hagamos un poco de demagogia constructiva: se necesitan 50.000 millones de dólares anuales para erradicar el hambre, permitir el acceso al agua potable para todos los seres, darles un techo y luchar contra las grandes epidemias; la comunidad internacional gasta 10 veces esa cantidad en publicidad. Harían falta 13.000 millones de dólares anuales para cubrir las demandas nutricionales y sanitarias básicas; cada año, Europa y EE UU gastan 17.000 millones en la alimentación de mascotas domésticas.

Joaquín Estefanía, 2004-09-26

Laicismo de la política

El País: El debate sobre la relación entre el laicismo y la sociedad democrática actual (en España y en Europa) viene ya siendo vivo en los últimos tiempos y probablemente cobrará nuevo vigor en los que se avecinan: dentro de nuestro país, por las decisiones políticas en varios campos de litigio que previsiblemente adoptará el próximo Gobierno; y en toda Europa, a causa de los acuerdos que exige la futura Constitución europea y por la amenaza de un terrorismo vinculado ideológicamente a determinada confesión religiosa. En cuestiones como ésta, en que la ceguera pasional lleva a muchos a tomar por enemistad diabólica con Dios el veto a ciertos sacristanes y demasiados inquisidores, conviene intentar clarificar los argumentos para dar precisión a lo que se plantea. A ello y nada más quisieran contribuir las cinco tesis siguientes, que no pretenden inaugurar mediterráneos, sino sólo ayudar a no meternos en los peores charcos.

1) Durante siglos, ha sido la tradición religiosa -institucionalizada en la iglesia oficial- la encargada de vertebrar moralmente las sociedades. Pero las democracias modernas basan sus acuerdos axiológicos en leyes y discursos legitimadores no directamente confesionales, es decir, discutibles y revocables, de aceptación en último caso voluntaria y humanamente acordada. Este marco institucional secular no excluye nimucho menos persigue las creencias religiosas: al contrario, las protege a las unas frente a las otras. Porque la mayoría de las persecuciones religiosas han sucedido históricamente a causa de la enemistad intolerante de unas religiones contra las demás o contra los herejes. En la sociedad laica, cada iglesia debe tratar a las demás como ella misma quiere ser tratada... y no como piensa que las otras se merecen. Convertidos los dogmas en creencias particulares de los ciudadanos, pierden su obligatoriedad general pero ganan en cambio las garantías protectoras que brinda la Constitución democrática, igual para todos.

2) En la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie. De modo que es necesaria una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con la visión integrista que tiende a convertir los dogmas propios en obligaciones sociales para otros o para todos. Lo mismo resulta válido para las demás formas de cultura comunitaria, aunque no sean estrictamente religiosas, tal como dice Tzvetan Todorov: "Pertenecer a una comunidad es, ciertamente, un derecho del individuo pero en modo alguno un deber; las comunidades son bienvenidas en el seno de la democracia, pero sólo a condición de que no engendren desigualdades e intolerancia" (Memoria del mal).

3) Las religiones pueden decretar para orientar a sus creyentes qué conductas son pecado, pero no están facultadas para establecer qué debe o no ser considerado legalmente delito.Ya la inversa: una conducta tipificada como delito por las leyes vigentes en la sociedad laica no puede ser justificada, ensalzada o promovida por argumentos religiosos de ningún tipo ni es atenuante para el delincuente la fe (buena o mala) que declara. De modo que si alguien apalea a su mujer para que le obedezca o apedrea al sodomita (lo mismo que si recomienda públicamente hacer tales cosas), da igual que los textos sagrados que invoca a fin de legitimar su conducta sean auténticos o apócrifos, estén bien omal interpretados, etcétera...: en cualquier caso debe ser penalmente castigado. La legalidad establecida en la sociedad laica marca los límites socialmente aceptables dentro de los que debemos movernos todos los ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias o nuestras incredulidades. Son las religiones quienes tienen que acomodarse a las leyes, nunca al revés.

4) En la escuela pública sólo puede resultar aceptable como enseñanza lo verificable (es decir, aquello que recibe el apoyo de la realidad científicamente contrastada en el momento actual) y lo civilmente establecido como válido para todos (los derechos fundamentales de la persona constitucionalmente protegidos), no lo inverificable que aceptan como auténtico ciertas almas piadosas o las obligaciones morales fundadas en algún credo particular. La formación catequística de los ciudadanos no tiene por qué ser obligación de ningún Estado laico, aunque naturalmente debe respetarse el derecho de cada confesión a predicar y enseñar su doctrina a quienes lo deseen. Eso sí, fuera del horario escolar.De lo contrario, debería atenderse también la petición que hace unos meses formularon medio en broma medio en serio un grupo de agnósticos: a saber, que en cada misa dominical se reservasen diez minutos para que un científico explicara a los fieles la teoría de la evolución, el Big Bang o la historia de la Inquisición, por poner algunos ejemplos.

5) Se ha discutido mucho la oportunidad de incluir alguna mención en el preámbulo de la venidera Constitución de Europa a las raíces cristianas de nuestra cultura. Dejando de lado la evidente cuestión de que ello podría entonces implicar la inclusión explícita de otras muchas raíces e influencias más o menos determinantes, dicha referencia plantearía interesantes paradojas. Porque la originalidad del cristianismo ha sido precisamente dar paso al vaciamiento secular de lo sagrado (el cristianismo como la religión para salir de las religiones, según ha explicado Marcel Gauchet), separando a Dios del César y a la fe de la legitimación estatal, es decir, ofreciendo cauce precisamente a la sociedad laica en la que hoy podemos ya vivir. De modo que si han de celebrarse las raíces cristianas de la Europa actual, deberíamos rendir homenaje a los antiguos cristianos que repudiaron los ídolos del Imperio y también a los agnósticos e incrédulos posteriores que combatieron al cristianismo convertido en nueva idolatría estatal. Quizá el asunto sea demasiado complicado para un simple preámbulo constitucional... Coda y final: el combate por la sociedad laica no pretende sólo erradicar los pujos teocráticos de algunas confesiones religiosas, sino también los sectarismos identitarios de etnicismos, nacionalismos y cualquier otro que pretenda someter los derechos de la ciudadanía abstracta e igualitaria a un determinismo segregacionista. No es casualidad que en nuestras sociedades europeas deficientemente laicas (donde hay países que exigen determinada fe religiosa a sus reyes o privilegian los derechos de una iglesia frente a las demás) tenga Francia el Estado más consecuentemente laico y también el más unitario, tanto en su concepción de los servicios públicos como en la administración territorial. Por lo demás, la mejor conclusión teológica o ateológica que puede orientarnos sobre estos temas se la debo a Gonzalo Suárez: "Dios no existe, pero nos sueña. El Diablo tampoco existe, pero lo soñamos nosotros" (Acción-Ficción).

Fernando Savater, 2004-04-03

Visiones de la historia

Libertad Digital: Reconozco que con ser grotesco lo de la posibilidad de volver a Irak por mandato de la ONU, que ya se ha producido dos veces y que el propio Gobierno de ZP ha suscrito, lo más lamentable de las iniciativas de Bono en el ámbito político-militar es el numerito de echar a los norteamericanos del desfile de la Fiesta Nacional y homenajear a los franceses ¡por la participación española en la liberación de París! Si no fuera por los norteamericanos, Francia seguiría siendo un protectorado nazi, como con Pétain, o una granja soviética. Hasta que los americanos no les liquidaron a los alemanes y a los colaboracionistas, que fueron casi todos, no apareció la famosa "Resistencia" y aún así, echaron por delante en París a los españoles, como carne de cañón para los francotiradores. Los españoles del Ejército Rojo que no habían muerto en los campos de concentración de Argelés o tratado a puntapiés los senegaleses. Total, que Madrid, gracias a ZP, Bono y demás cuadrilla, cada día se parece más al París de Chirac. En nuestro caso, con un toque de faltonismo caribeño que Bono ha debido de aprender en Venezuela, con el Gorila Rojo, o sea, Hugo Chávez. Por sus alianzas los conoceréis. Y por sus pifias-sonda, naturalmente.

F. Jiménez Losantos, 2004-10-06

Debate territorial

El País Domingo: A lo mejor es que va a ser siempre así; que lo sucedido durante el mes de agosto con la célebre "cuestión territorial" es lo que va a seguir ocurriendo en el futuro: unos dicen unas cosas, otros las corrigen, aquél las matiza, el otro añade, el de más allá resta. Parece que el resultado se llama hablar, debatir, desatar las lenguas. Así han surgido, sin un aparente plan preestablecido, cuestiones como el derecho de veto de ciertas, tal vez de todas las comunidades autónomas en el previsto Senado; el uso de las diversas lenguas en las dos Cámaras, o sólo en el Senado, o quizá en unas comisiones, o tal vez al principio en unas comisiones y luego, ya se verá, en los plenos; la institucionalización, o mejor sólo la puesta en marcha, a ver qué pasa, de la Conferencia de Presidentes, que puede ser de naturaleza horizontal o posiblemente horizontal y vertical, o unas veces horizontal y otras vertical, significando con una u otra denominación que asista o no el presidente del Gobierno; en fin, aunque no lo menos importante: la nueva denominación de unas comunidades -tres quizá, o cuatro, y hasta cinco- como nacionales, o simplemente naciones, dejando a las demás que se avíen como puedan. La verdad, no estábamos acostumbrados a debates tan plurales y enriquecedores. O mejor, el acento en la disciplina de los partidos y en el carisma presidencial en tiempos de Felipe González, como en los de José María Aznar, nos había malacostumbrado: antes de iniciar el debate ya se sabía cuál iba a ser el resultado, lo que dijera el presidente, y punto, como en Galicia. Pero ahora, con un presidente que -según fuentes dignas de crédito- no quiere entrar en los debates como elefante en cacharrería, cada cual se siente, por vez primera desde los tiempos de Adolfo Suárez, completamente libre de decir lo que bien le parezca, incluso aunque lo que le parezca entrañe algún disparate. Por ejemplo, se ha oído decir al presidente de la Generalitat, y por dos veces, que Galicia "obtuvo su estatuto en 1939", y que los aragoneses y valencianos bien pueden aspirar a ser nacionalidad porque formaron parte del territorio de la Corona de Aragón, y que Andalucía tal vez lo consiga, ser nacionalidad, si tiene apetencia -apetencia - de ello. O sea, que para ser nación basta con haber formado parte de la Corona de Aragón o, en su defecto, despertar el apetito. ¿Puede de un debate concebido en estos términos salir algo, lo que sea, pero algo? La respuesta, aunque mentira parezca, es que sí, que puede. Por supuesto, habrá, como promete Maragall, una gran confusión sobre todas esas materias. Es inevitable. Pero luego, cuando todos acabemos de estar confusos, las cosas se irán ordenando. Pasa así también en la naturaleza: del caos primordial surgió el orden que durante miles de años ha hecho creer a la humanidad que una inteligencia superior, infinita, velaba por el curso normal de los astros y las estrellas. Un tiempo de relajación de la disciplina y difuminación del carisma era preciso para que cada cual volviera a pensar, y sobre todo hablar, por sí mismo. No se podrá decir que no estamos aprovechando la circunstancia a fondo, todos tranquilos por lo demás, porque el presidente no pierde ni va a perder nunca la calma, aunque lluevan chuzos.

Santos Juliá, 2004-09-05

Reseña (moral liberal)

El País Negocios:

El capitalismo, ¿es moral?
André Comte-Sponville
Editorial Paidós Contextos
ISBN 84-493-1605-7


Una pregunta tan llamativa como la del título tenía muchas probabilidades de ser una cuestión inapropiada; y efectivamente lo es. El capitalismo no puede ser moral o inmoral porque, como bien aclara el propio Comte-Sponville, pertenece a un orden social técnico-científico que no puede ser juzgado con criterios de moralidad. Pero, con independencia de que el título sea pertinente, las reflexiones del filósofo francés constituyen un ejemplo sencillo de como pueden clarificarse términos tan confusos como, por poner un ejemplo, la mal llamada ética de empresa. Comte traza un dibujo ligero sobre la economía y el orden social que, si bien no profundiza demasiado en la naturaleza del capitalismo (tampoco era su objetivo), permite ordenar las ideas sobre los ámbitos de actuación de la moral, la economía o la política. Siguiendo a Blaise Pascal, menciona un orden técnico-científico, al que pertenece la economía y otras disciplinas, como la física o las matemáticas; un orden político- jurídico, que distingue entre lo legal e ilegal; y un orden moral, que discrimina entre lo que debe ser y lo que no debe ser. El autor entiende que los distintos órdenes se controlan entre sí, pero no deben mezclarse salvo riesgo de ridículo (de nuevo Pascal). Pero aunque el juicio moral sobre el modelo económico sea imposible, el hecho de que se acote el ámbito del capitalismo con otros órdenes ?vale decir poderes? de igual importancia excluye de entrada la aceptación del neoliberalismo como una concepción económica válida para sociedades complejas. La separación entre moral y economía convierte en ridículas expresiones como "moral de empresa" o "ética de los negocios". En términos estrictamente filosóficos, Comte-Sponville tiene razón y bien que se prodiga para demostrarlo. Como las empresas toman sus decisiones en función del interés (para obtener beneficios), y hay que incluir forzosamente en estas decisiones la de respetar escrupulosamente los derechos de los clientes o las reglas de transparencia financiera, no cabe hablar de conducta moral, que siempre está fundada en el desinterés. Pero que el argumento sea correcto no implica que las expresiones mencionadas carezcan de significado; porque el término moral aplicado a la empresa tiene más que ver con las prácticas ?es decir, con las que en teoría impone un mercado transparente? que con los deberes. El libro tiene otras gracias, no siempre evidentes. Aunque le debe mucho a la teoría de los órdenes de Pascal ?de hecho, parece un ejercicio de interpretación del capitalismo a partir de ella?, resulta que el motivo o capricho de fondo es Baruch de Spinoza. Casi se puede seguir la pauta de los escolios spinozistas en la fórmula vagamente aforística que utiliza Comte a partir de demostraciones y definiciones. Por ejemplo, la solidaridad es "la generosidad socialmente regulada y eficaz". O una distinción moral "es la que se hace por deber"; ética "es la que se hace por amor". U otra particularmente venenosa para la el mito de la igualdad de oportunidades: "La mejor manera de morir rico en un país capitalista sigue siendo nacer rico". Sobre estas distinciones, el discursos contra los tópicos de la nueva economía se hace de forma fácil y divertida, complementada además por un epílogo en el que el autor responde las preguntas de empresarios, casi todas sobre la mentada "moral de la empresa", que Comte-Sponville desvía fácilmente hacia la "moral en la empresa", que son términos claramente distintos. Con este tipo de confusiones se articulan los errores de fondo que impiden el tratamiento correcto de los problemas. Y es que, de acuerdo la tesis del libro, resulta absurdo luchar contra la desigualdad económica utilizando las ONG; porque la desigualdad es una función del orden tecnocientífico mientras que los Restaurantes del Corazón, instrumento de caridad mencionado en el texto cuyo objetivo es mitigar lamiseria utilizando la caridad, pertenecen de lleno al orden moral.

Jesús Mota, 2004-09-19

Vínculos en el tiempo

El País: Un día de primavera de 1943, poco antes de tomar mi primera comunión, encontré una cápsula de bala en un barranco de la sierra de Espadán, donde se había librado una cruenta batalla durante la guerra civil. Desde entonces he llevado ese casquillo conmigo y en este momento está plantado en un anaquel de la biblioteca junto a las obras completas del poeta John Keats. La bala pudo haber matado a un soldado enemigo, pero siempre he imaginado que se trató de una bala perdida. Acerca de esa cápsula herrumbrosa escribí hace unos meses una pequeña historia y ahora he recibido una carta que dice así: "Usted es el niño que recogió la cápsula de bala que yo pude disparar siendo también un niño. Recuerdo por recuerdo. En aquel entonces yo tenía 17 años. Estuve en la batalla de la sierra de Espadán con el Tercio de Requetés Montejurra. Yo era expósito y abandoné el asilo como liberación y aventura, con un nivel cultural que no distinguía ni las situaciones geográficas que vivía. Siga apoyando su cápsula, ahora con mi bala, en los estantes de su biblioteca, junto a los libros que purifiquen tan violento pasado y también mi sentimiento. Gracias. Afectuosos saludos". Si he reservado la identidad de este soldado es para que su anonimato incluya a todos los guerreros de la historia que un día mataron sin saber en qué tierra estaban ni quién era su enemigo. No obstante, a partir de ahora esta cápsula vacía tendrá un nuevo dueño compartido. En el año 1936 un adolescente navarro se adentró en una guerra fratricida sólo para librarse del hospicio; atravesó todo un país en llamas hasta alcanzar la visión del Mediterráneo y allí siguió disparando el fusil. Durante mucho tiempo imaginé que una de las balas habría ido a caer al pie de un ara votiva que en aquella ladera del monte erigieron los romanos después de derrotar a los cartagineses donde yo, de niño, jugaba rodeado de zarzas, algunas de ellas todavía ensangrentadas. Aquel joven soldado que apretó el gatillo, tal vez deslumbrado por el brillo del mar, hoy es un viejo sentimental de 84 años, que me aclara cuál fue el destino de aquella bala. Me pide que la busque en mi propio laberinto. Después de leer su carta me he acercado a la estantería, he abierto el libro de Keats y con el casquillo en el puño he releído este verso: "En el mismo centro del placer se levantaba un altar de mármol, con una trenza de flores recién abiertas". En el fondo de ese poema bajo aquellas flores, he encontrado la bala de aquel soldado.

Manuel Vicent, 2004-09-12

Trabajo y familia

El País: Cuando se plantea la necesidad de conciliar el trabajo con la familia, rara vez se especifica qué modelo de conciliación, trabajo y familia se tiene en mente; si se trata de garantizar el afecto familiar para todos los trabajadores o si lo que se pretende es mantener el nivel de producción de bienes y servicios que ahora recae sobre la familia.

La conciliación se ha producido tradicionalmente en España por dos vías. La primera ha sido, al menos sobre el papel, la división del trabajo y separación de papeles entre hombres ymujeres. Los varones han asumido el trabajo remunerado de puertas afuera y las mujeres el no remunerado de puertas adentro. Su mejor expresión legal es la sociedad de gananciales, que concede igual valor al trabajo desarrollado dentro y fuera del hogar. La segunda vía de conciliación ha sido la acumulación de tareas, y sigue utilizándose por muchas mujeres que no encuentran otra solución para resolver la antítesis entre el mundo laboral y la familia. La población de las sociedades desarrolladas rechaza tanto la segregación al ámbito doméstico como la sobrecarga de la doble jornada. Por ello se están generalizando otras estrategias de ajuste: la reducción de objetivos, la delegación, la secuencialización, la derivación hacia el mercado y las instituciones, y el reparto de tareas.

La reducción de objetivos afecta tanto a la vida familiar como a la laboral. Es, por ejemplo, el adiós a la calidad culinaria y a los ascensos. La delegación consiste en interrumpir la producción de un servicio para trasladarlo a otra persona o grupo social. En España, la delegación colectiva de funciones más espectacular de los últimos años es la de reproducción, que se ha trasladado en buena parte a los países en vías de desarrollo. Los trabajadores no se producen, sino que se importan cuando ya han alcanzado la edad de incorporarse al mercado laboral, o se producen localmente por las mujeres inmigrantes. La secuencialización consiste en alternar la producción para la familia y para el mercado, de modo que no coincidan en el tiempo. Éste es el tipo de conciliación que buscan las excedencias y permisos parentales. A corto plazo son eficaces, pero resultan poco atractivas para los empleadores, desempleados o trabajadores precarios y para los que tienen aspiraciones profesionales elevadas, porque dañan sus expectativas a medio plazo.

La derivación hacia el mercado sigue en auge: guarderías, transporte escolar, residencias para familiares ancianos, empleados de hogar, uso intensivo de servicios de alimentación, limpieza y gestión. Pero sólo está al alcance de las familias con suficiente poder adquisitivo. En cuanto a la derivación hacia las instituciones no mercantiles, sólo es posible en la medida en que existan servicios públicos y voluntariado; pero las familias no pueden decidir unilateralmente las prioridades presupuestarias de los gobiernos ni el alcance de los servicios garantizados. Por mucho que mejore la eficiencia en la Administración de los recursos públicos, en la práctica en España ya se ha tocado techo respecto a los servicios que pueden ofrecerse a la población sin modificar al alza el nivel de tributos.

Finalmente, queda como vía de conciliación el reparto de tareas, reparto que habría de producirse no sólo entre hombres y mujeres, sino intergeneracionalmente. Por ahora, el reparto de las tareas que tradicionalmente se hacían en el hogar ha variado muy poco. Según la encuesta de uso del tiempo realizada en el CSIC en 2003, las mujeres siguen haciendo el 78% del trabajo no remunerado. La gestación de nuevas vidas y el cuidado de los niños ya no consumen tantas horas como antes en los hogares españoles, pero en cambio aumenta imparablemente el número de horas dedicadas a la población discapacitada por razones de edad. Para el año 2050, los mayores de ochenta años se habrán triplicado y ni el modelo actual de familia ni el actual sistema de pensiones, organización sanitaria y servicios sociales están preparados para hacer frente a este colosal desafío.

María-Ángeles Durán, 2004-09-05

Política y cultura

El País: Zweig detestaba la política y, como no se metía con ella, tenía la ingenuidad de creer que ella tampoco se metería nunca con él. De pronto, descubrió que era judío. Lo descubrió en los ojos de su mejor amigo, un intelectual destacado, con el que conversaba, discutía, intercambiaba libros e ideas, y pasaba horas en las tabernas bebiendo sendos porrones de cerveza. El judaísmo debía ser algo muy vago y lejano para este austriaco laico, para este intelectual totalmente integrado a la cultura occidental, para este europeo al que la religión sólo interesaba como objeto de estudio o fuente de placeres estéticos. Y, sin embargo, un buen día, aquel amigo dejó de saludarlo en la calle y, peor todavía, le hizo saber que sólo podían continuar su amistad de manera clandestina, porque para un ario como él se había vuelto demasiado riesgoso frecuentar a un judío.

Cuando cuatro policías austriacos se presentaron a la casa de la montaña de los capuchinos, en febrero de 1934, con una orden de registro porque se suponía que el propietario escondía armas para una conspiración subversiva, Stefan Zweig comprendió que había llegado la hora de partir. Empaquetó lo que pudo y, sin hacer saber a nadie que huía, escapó a Inglaterra, de donde luego seguiría huyendo, esta vez allende los mares, a Petrópolis, en Brasil, donde en 1942, luego de una tranquila velada en la que jugaron una partida de ajedrez, él y su joven esposa Lotte se suicidaron tomándose una fuerte dosis de Veronal.

Hasta el final, y pese a las atrocidades que vio a su alrededor y padeció en carne propia, Stefan Zweig creyó que cultura y política eran esferas independientes que no debían mezclarse, y que un escritor y un artista, para alcanzar la excelencia estética, debían mantenerse rigurosamente alejados de esa cosa mediocre, vulgar y sucia que es el quehacer político.

El país que lo desconoció y expulsó ha hecho de esta ingenua convicción una exitosa filosofía. Cuando se piensa en el nazismo se piensa en Alemania, no en Austria, donde hubo tantos partidarios de Hitler como entre los propios alemanes. Sin embargo, jugando hábilmente la carta del neutralismo, y echando un velo de amnesia y silencio sobre ese pasado comprometedor, Austria ha prosperado, se ha democratizado, y aparece en la historia contemporánea como una de las víctimas más sufridas, y de ninguna manera una cómplice, de las hordas pardas.

M. Vargas Llosa, 2004-09-05

Teología

Teología

El País: Máximo, 2004-09-05