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DeMENTES

J... odido Hasta en el Centeno...

"Eso es lo malo. Que no hay forma de dar con un sitio tranquilo porque no existe. Cuando te crees que por fin lo has encontrado, te encuentras con que alguien ha escrito un J... en la pared. De verdad les digo que cuando me muera y me entierren en un cementerio y me pongan encima una lápida que diga Holden Caulfield y los años de mi nacimiento y de mi muerte, debajo alguien escribirá la dichosa palabrita."




J. D. Salinger
El Guardián Entre el Centeno




J. D. Salinger





Lo que en otras palabras, y hablando en oro, es que no importa lo que digas o hagas, porque siempre habrá alguien ahí para tocarte la moral, o lo que es lo mismo, y hablando en plata, que siempre, siempre, siempre, tiene que haber un gilipollas dispuesto a tocarte las cojones...




            								© JIP

¿Tarantino Rebatido?

"La Prueba del Jarro"




Un maestro de espada presentó sus tres hijos a un reputado maestro de armas, a fin de mostrarle su grado de evolución en este arte. Puso un jarro de arcilla en equilibrio sobre una puerta entreabierta y a continuación llamó al más joven de sus hijos. Éste, al abrir la puerta, hizo bascular el jarro que cayó. Pero antes de que se rompiera en el suelo, el muchacho había cogido su espada y decapitado el objeto. El padre, volviéndose hacia el otro maestro, le confió que este hijo no era aún perfecto.


Puso otro jarro sobre la puerta entornada y llamó a su segundo hijo. Éste desenvainó su espada en un abrir y cerrar de ojos y partió el jarro mucho antes de que tocara el suelo.


- Mi segundo hijo ha alcanzado un nivel superior -concluyó el padre.


Repitió la operación con su hijo mayor. En vez de desenfundar su espada, el mayor cogió el jarro al vuelo y lo puso delicadamente sobre el suelo.


El padre dijo:


- Este ha alcanzado el nivel más alto.


El maestro de armas, testigo de las proezas de los tres hijos, colocó el jarro intacto encima de la puerta y llamó a su mejor alumno. Éste, al asomar la cabeza por la abertura, sonrió, divertido, y, mostrando que había comprendido la intención de su maestro, no empujó la puerta.




Cuento Zen
extraído de "El Dedo y la Luna" de Alejandro Jodorowsky





¿Una Mala Alumna?






            						          © JIP

Por sólo 15 francos...


Por 15 miserables francos...






"¡Exacto! No sentimos la menor pasión, ninguno de los dos. Y, por lo que se refiere a ella, hay tan pocas posibilidades de que muestre una chispa e pasión como de que saque un collar de diamantes. Pero ahí están los quince francos y hay que hacer algo al respecto. Es como un estado de guerra: en el momento en que se precipitan los acontecimientos, nadie piensa sino en la paz, en acabar de una vez. Y, sin embargo, nadie tiene valor para deponer las armas, para decir: "Estoy harto... no lo soporto más". No, hay quince francos en algún lugar, que a nadie le importan ya un comino y que, de todos modos, nadie va a conseguir al final, pero son como la cusa primordial, claudicamos ante la situación, seguimos asesinando y asesinando y cuanto más cobardes nos sentimos, más heroicamente nos comportamos, hasta que llega un día en que el fondo se desploma y todos los cañones enmudecen de repente y los camilleros recogen a los héroes mutilados y sangrantes yles prenden emdallas en el pecho. Entonces te queda el resto de tu vida para pensar en los quince francos. No tienes ojos ni brazo ni piernas, pero tienes el consuelo de soñar por el resto de tus días con los quince francos que todo el mundo ha olvidado".




"Trópico de Cáncer"
Henry Miller




Tanta importancia que nos damos siempre, poniéndonos arriba, muy arriba, en lo más alto de la escala de logros y evoluciones, orgullosos, imponentes, radiantes en nuestra autocomplacencia, creyéndonos el centro de todo lo creado... y obviamos negligentes, estúpidos, contumaces, lo absurdo de nuestros motivos para la masacre, lo insoportablemente barato que podemos llegar a vendernos; la facilidad para transformarnos en Matadero...




            								© JIP






Manufactureras de masacre

El Prisma Céline


La Libertad Guiando al Pueblo, Eugène Délacroix, 1830






"Mirabeau gritaba tan fuerte que Versalles tuvo miedo. Desde la Caída del imperio romano, jamás tempestad semejante se había abatido sobre los hombres; en pavorosas olas se elevaban hasta el cielo las pasiones. La energía y el entusiasmo de veinte pueblos surgían de Europa, destripándola. Por todas partes, sólo remolinos de seres y de cosas. Aquí, borrascas de intereses, de vergüenzas y de orgullo; conflictos oscuros, impenetrables, allí; más lejos, sublimes heroísmos. Confundidas todas las posibilidades humanas, desencadenadas, enfurecidas, ávidas de imposible, se propagaban por los caminos y las simas del mundo. La muerte aullaba en la sangrienta espuma de sus disparatadas legiones; desde el Nilo a Estocolmo, de la Vendée hasta Rusia, cien ejércitos al unísono invocaron cien razones para su salvajismo. Las fronteras asoladas y fundidas en el inmenso reino del Frenesí, los hombres ansiando progreso y el progreso devorando hombres; así fueron estas bodas tremendas. La humanidad se aburría; quemó a algunos Dioses, se cambió de traje y pagó su tributo a la Historia con algunas glorias nuevas.


Cuando tras la tempestad llegó la calma, sepultadas por varios siglos aún grandes esperanzas, cada una de esas furias, que había partido hacia la Bastilla “súbdita”, volvió “ciudadana” y retornó a sus mezquindades, a espiar al vecino, a dar de beber a su caballo, a fermentar sus vicios y sus virtudes en el tonel de piel pálida que Dios misericordioso nos ha dado.


En el 93 dilapidaron a un Rey.


Limpiamente, fue sacrificado en la plaza de Grève. De su garganta degollada brotó una sensación nueva: la Igualdad.


Todo el mundo odió y se produjo un delirio. El Homicidio es una labor cotidiana de los pueblos, pero, al menos en Francia, el Regicidio podía considerarse inédito. Se lo permitieron. Nadie quería confesárselo, pero la Bestia estaba entre nosotros, en los estrados de los tribunales, en las colgaduras de la guillotina, con las fauces abiertas. Fue necesario darle ocupación.


La bestia quiso saber cuántos nobles vale un rey. Se descubrió que la Bestia tenía talento.


Y en la degollina se experimentó una puja formidable. Al comienzo, se mató en nombre de la Razón, por principios todavía no definidos. Los mejores gastaron considerable talento para asociar el asesinato a la justicia. No se consiguió mucho. No suele conseguirse. Pero, en el fondo, ¿qué importaba? La muchedumbre quería destruir y eso era suficiente. Igual que el enamorado comienza por acariciar el cuerpo que desea y proyecta demorarse largo tiempo en su propósito y después, a pesar de sí mismo, se apresura y…, así quería ahogar Europa en una horrible orgía los siglos que la habían educado. Lo pretendía aún mucho más de prisa de lo que imaginaba.


Conviene menos irritar a las muchedumbres ardientes que a los leones hambrientos. Por lo que, en adelante, se dispensaron de buscarle excusas a la guillotina. Maquinalmente, toda una secta fue señalada, muerta, trinchada, como carne; y, encima, su alma.


La flor de una época fue hecha picadillo. Esto proporcionó placer por un instante. Hubiesen podido quedarse allí, pero cien pasiones, que bostezaban de tedio ante la lentitud de tal minucia, una tarde de hastío derribaron el patíbulo.


De golpe, veinte castas se precipitaron en una espantosa pesadilla, veinte pueblos unidos, revueltos, hostiles, negros y blancos, rubios o morenos, se lanzaron a la conquista de un Ideal.


Atropelladamente, golpeados, sostenidos por arengas, conducidos por el hambre, poseídos por la muerte, invadieron, saquearon, cada día conquistaron un reino inútil que otros habrían de perder a la mañana siguiente. Se los vio pasar bajo todos los puentes del mundo, una vez y otra, en una ronda ridícula y brillante, anegándolo todo aquí, vencidos allí, engañados en todas partes, peloteados incesantemente de lo Desconocido a la Nada, tan satisfechos de morir como de vivir.


En el transcurso de estos años monstruosos por los que fluye la sangre, durante los que la vida chorrea y se disuelve en mil pechos a la vez, durante los que la guerra siega los riñones y los tritura como racimos en la prensa, hace falta un macho.


A los primeros relámpagos de esta inmensa tormenta, Napoleón conquistó Europa y, por las buenas o por las malas, la conservó quince años."


"Semmelweis"
Louis-Ferdinand Céline



Impartiendo Libertad, Igualdad y mucha, mucha Fraternidad...




Y visto lo visto, uno se pregunta si no estaría bien encontrarse páginas como estas en los libros de texto, cuando uno es estudiante y está adormilándose en clase porque le están dando la paliza con el sempiterno rollo de siempre, de todo aquello del 1789... No me cabe la menor duda de que, por lo menos, un discurso así, por lúcido, extremo y descarnado, captaría mi atención...


            								© JIP

Matheson vs. Kubrick... ¿Coincidencia?...

"- Ya te arrepentirás -dijo-. Cualquier noche de estas, cuando ese hombre entre con un hacha y nos descuartice.


-Es sólo un pobre hombre que se gana la vida -dije-. Encera pasillos, alimenta la caldera..."



"La Fachada" incluido en "El Tercero a Partir del Sol" (1955)
Richard Matheson





The Shining, Stanley Kubrick, 1980




"El Resplandor" (1980)
Stanley Kubrick




Las coincidencias entre el relato de Matheson y la película de Kubrick -¿y por extensión con la novela de King?- acabaron ahí, afortunadamente, pero la cómplice sonrisa que me asaltó al leer ese fragmento germinó este olvidable post.




            								© JIP

Stirner en Valdemar

Estos chicos de Valdemar no dejan, mes tras mes, de sorpenderle a uno. Ahora, cuatro meses después de que yo descubriese la oscura fugura de Max Stirner, y le diera voz de lapidaria en mis Puertas, la editorial saca al mercado bibliófilo y bibliófago, "El Único y su Propiedad", la obra capital de este pensador heterodoxo que tan alargada sombra arrojaría sobre Nietzsche.




Max Stirner en Valdemar





No sé ustedes qué tal andarán de filosofitis crónica, pero aquí un servidor, como nietzscheano de pro, intempestivo convencido, y solipsista experimental que me considero, éste me lo agencio fijo...




            					© JIP

Fotocopiando que es gerundio

AQUÍ TIENE SUS FOTOCOPIAS...


MATRIX



BLADE II



LA LIGA DE LOS HOMBRES EXTRAORDINARIOS



X-MEN



THE PUNISHER



UNDERWORLD



VAN HELSING



HELLBOY





Y AQUÍ TIENE SUS ORIGINALES...




ONCE UPON A TIME IN THE WEST



BLADE RUNNER



COBRA



            								© JIP

De El Inolvidable Will Haunting

-Bien, tal y como yo lo veo, la cuestión no es porqué deberías trabajar para nosotros, la cuestión es ¿por qué no?
-¿Por qué no debería trabajar para ustedes? Pregunta difícil... pero intentare responderla... imaginemos que empiezo a trabajar y me ponen un código sobre la mesa, uno con el que nadie puede, yo intento descifrarlo y lo consigo, y me siento satisfecho porque he hecho bien mi trabajo, pero a lo mejor ese código era la situación de un ejército rebelde en el norte de África, y en cuanto han localizado su escondite bombardean el pueblo donde se esconden los rebeldes. mueren quinientas personas a las que no conocía y con las que no tenía ningún problema, y luego los políticos dicen "enviemos a los marines para asegurar el area" aunque les importa una mierda, no serán sus hijos los que vayan a morir, los suyos tienen recomendación y se pegan la vida madre en la guardia nacional... sera un chico de Southfield al que llenaran el culo de metralla y cuando vuelva descubrirá que la planta en la que trabajaba ha sido trasladada al país del que acaba de volver, y el tipo que le lleno el culo de metralla le ha quitado el trabajo porque lo hará por quince centavos al día y sin pausas para mear... y luego el chico comprende que el único motivo por el que lo enviaron allí fue para instaurar un gobierno que nos vendería el petroleo a buen precio, y las compañías petroliferas han aprovechado el conflicto para disparar el precio de la gasolina, lo que supone un hermoso beneficio para ellas, de modo que a mi colega no le ha servido de nada, asi que se toman su tiempo para traer el petroleo nuevo, y se toman la libertad de contratar a un cápitan mercante borracho al que le gusta darle al martini y hacer slalom sobre los icebergs, a medio camino choca con uno, derrama el petroleo y se carga la fauna del atlántico norte... mi colega esta en el paro, no puede pagar la gasolina y va andando a buscar empleo y eso le putea porque la metralla del culo le ha provocado hemorroides, y esta muerto de hambre porque cuando va a comer, el único plato del día que sirven es pescado del atlántico norte al aceite de motor... ¿qué que me parece? Creo que puedo montármelo mejor, pienso "que coño!!" ya puestos ¿por qué no me cargo a mi colega? le quito su trabajo, se lo doy a su enemigo, subo la gasolina, bombardeo un pueblo, mato a una foca a golpes, fumo maría y me apunto a la guardia nacional... podría llegar a presidente!



                      J. P. Bango 



Vía Cineeol.net

Cinemorgue

Morbo, aberración, atrevimiento, ganas de llamar la atención… los tipos de cinemorgue.com se dedican a compilar las imágenes personajes de ficción femeninos y masculinos fallecidos en las películas, con su respectiva foto y descripción... Eso sí, nos advierten de los posibles spoilers...


Kathleen Turner, fallecida en El Honor de los Prizzi



Y nos llaman a nosotros deMentes.


                       J. P. Bango

¿Probaste con El Código Da Vinci?... ¡Ese sí es bueno!...

¿Cuántas veces habéis recomendado un libro, una película? ¿Cuántas veces os han recomendado a vosotros proyecciones y lecturas, incluso audiciones? Incontables, ¿no?...


Y cuántas veces os habéis cagado en la madre que parió al fulano que os recomendó ese libro nefando, cuántas veces os han echado en cara el precio de la entrada de aquella película infumable -según tu interpelante- que tan vivamente le instante a ver... Incontables también... ¿o no?...


Un juego peligroso este de erigirse en guía cultural de los que te rodean, habida cuenta, sobre todo, de los tiempos y los gustos que corren...


Yo, por ejemplo, tengo en gran estima haber recomendado directa, o indirectamente, un par de libros que jamás han cosechado la menor crítica, antes al contrario, los más vivos elogios y agradecimientos. Se trata de "Solaris" de Stanislaw Lem, y "Matadero Cinco" de Kurt Vonnegut. Aunque, claro está, quien haya leído estas novelas no podrá decir otra cosa que mi consejo no tiene mérito, que jugaba a caballo ganador, y no se equivocaría...


En cambio, mis esfuerzos por difundir entre mis semejantes la obra de gente como J. G. Ballard, David Cronenberg, o William Burroughs han sido del todo infructuosos. Desde una óptica lo más imparcial posible, tendría que verme obligado a reconocer que es normal, que estos tipos son raros de cojones, y que fueron son y serán siempre un exquisito plato para minorías, pero la verdad es que me repatea los higadillos, desde una perspectiva todo lo subjetiva que queráis, es cierto, que me ninguneen a estos grandes iluminados del arte y la humanidad por venir y, al cabo, como queriendo darme la puntilla, me suelten aquello de "¿Por qué no pruebas con "El Código Da Vinci"?... Ese sí es bueno...", es como para ponerse a repartir hondonadas de hostias, que diría el Manquiña.


Mis resultados con "Blade Runner", mi película fetiche, "Kafka" y William Hope Hogdson han sido ambivalentes, ha habido de todo; sonrisas y malas caras. En el último caso comprendo las negativas, pero en los dos primeros ya me cuesta más. Especialmente sangrante para el aquí suscribiente fue el caso de alguien muy especial que no tuvo el más mínimo reparo en confesarle, entre las más pícaras sonrisas, que la mítica película de Ridley Scott le había parecido un soberano aburrimiento -¡ayyy!


En cuento al apartado de admisiones, he de reconocer que me dejo recomendar poco, quizá por aquello de que me gusta ser el único responsable de mis pequeños tesoros y mis grandes cagadas, así no tengo que pedirle explicaciones a nadie. De todos modos algo ha habido, cómo no, y de entre las más destacadas, traigo aquí a colación que nunca agradeceré lo bastante que me obligaran a leer -no a punta de pistola, pero casi- "El Capitán Salió a Comer y los Marineros Tomaron el Barco" de Bukowski, o una persona de la que ya no sé nada, que apenas pasó de refilón por mi vida, tuviese empero tiempo de recomendarme "De lo Espiritual en el Arte" de Kandinsky, libro que, como ocurrió con el de Bukowski, aunque por distintos motivos, me iluminó sobremanera. En cuanto a las cagadas traídas de mente ajena, basten también un par de ejemplos: "Lo Mejor que le Puede pasar a un Cruasán" de Pablo Tuset y "La Isla" de Aldous Huxley. El primero lo acabé, con asco, pero lo acabé, mientras que el segundo pudo conmigo, me derrotó en toda regla.


Así las cosas, uno se plantea muy seriamente recomendar, y mucho más aceptar recomendaciones, sobre todo teniendo en cuenta lo valioso que a cada uno le parece -supongo- el tiempo de su vida. Yo al menos tengo en mucha estima el mío, y lo cierto es que cuando lo veo echado a perder por culpa de las fallidas recomendaciones de otros, no puedo sino llevarme a mí mismo a los infiernos, ya que al fin y al cabo, el único y último responsable de aceptar dicho consejo no es más que uno mismo. Otra cosa bien distinta, es que, llevado por la hipocresía, haya quien prefiera arruinar sus segundos antes que pintar una mala cara en los rostros de los demás, sean amigos, amistades, o simplemente conocidos... Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra...


Resumiendo, aunque uno se ponga a pensar sobre todas estas cosas, se cuestione moral y culturalmente su responsabilidad sobre qué derecho tiene a poner en los ojos, las mentes y las almas de los demás según qué cosas, siempre acaba uno aunque no quiera influyendo sobre los demás, para bien o para mal, con sus mitomanías y paranoias particulares. Es ley de vida... ¿o no?...


Lo más escalofriante empero puede llegar a ser preguntarse sobre qué derecho tenía, por ejemplo, una antigua amiga a recomendarme la lectura de Cioran, nada menos que con 17 años, cuando ella ni siquiera lo había leído, simplemente porque creía que, habiendo leído alguno de mis primeros poemas, todo ellos negros, fatales -y penosos-, aquel autor tal vez me podría gustar... y más lejos aún, qué responsabilidad tengo yo sobre mi propia configuración del pensamiento desde entonces, cuando, ¿inconsciente?, ¿iluminado?, devoré uno tras otro todos los textos del filósofo rumano que se me pusieron a tiro...


En ningún momento me he arrepentido de haber leído a Cioran en aquel entonces, desde aquella recomendación, pero pienso también que quizá, sólo quizá, me lancé sobre él demasiado pronto...


Y de casos así, supongo, existen tantos, tan diversos y singulares, como alientos...


Una vez abundado sobre los peligros y avatares que se esconden tras el ir por ahí recomendando cultura alegremente, quizá algún día me dé por ilustraros sobre los peligros y las infamias de ir prestando cultura alegre y despreocupadamente, lo que, sin duda, se me antoja muchísimo más grave...


            								© JIP

Días mundiales

Ayer no me dio tiempo a celebrar el “día mundial sin coches”, una festividad reivindicativa patrocinada por la demagogia colectiva que, naturalmente, no sirve para nada. En fin, también hay “día mundial sin tabaco”, “día mundial de los enfermos de cáncer”, “día mundial del Sida”, “día mundial del hambre”, días institucionalizados que los medios informativos utilizan para rellenar los cinco minutos intercalados entre la actualidad internacional y las noticias deportivas y que, al día siguiente, quedan olvidados en el subconsciente de una sociedad demasiado acostumbrada a no ver más allá de su propio ombligo...


Sin celebrarlo en los medios de comunicación, nosotros, los mortales, también tenemos “días de fútbol”, “días de júbilo”, “dias de vino y rosas”, “días que me muero de risa”, “días de penar perpetuo”, “días de reflexión”, “días de decepción...” Días jodidamente largos que quienes nos gusta más la noche, pasamos como podemos pensando, ingenuos, que seguramente mañana será otro día... mejor.


Ea, puestos a reclamar “días mundiales de algo” y, dada la eficacia que consiguen, se me ocurre proponer un “día mundial sin presidentes” y, más aún, un “día mundial sin jerarcas”. No cambiariamos el mundo pero, al menos, nos daría qué pensar al menos un día al año.


Jerarca ejerciendo de jerarca

             J. P. Bango 

Soñando Soltar Lastre

En la noche, intentando en vano dormir mientras das una y mil vueltas a las mismas tres o cuatro cosas de siempre, que no por conocidas te tienen menos doblegado, escuchas "Roads", "Sour Times", "Over", "Mysterons", "Half Day Closing", "Glory Box"... Portishead en directo desde el Roseland NYC en 1998, la mirada ensimismada en el silencio, el pensamiento hipnotizado en la negrura, dejándote mecer lentamente por la melodía de luces e instrumentos, vidas y voces, que no existen, que ya no están allí, inmortalizadas en el ámbar platíneo de la grabación digital que se escancia por los auriculares.


Conciliando el sueño y en breve volviendo a despertar, como esos gatos grandes y cansados que cierran los ojos, los abren, los vuelven a cerrar, paulatinamente, hasta caer víctimas del sueño en el sofá, la noche pasa. Y has dormido pero no has dormido. Caen los segundos mientras respiras. Y has dormido pero no has dormido. Desde luego no has soñado. ¿Cuánto hace, te preguntas, de tu último sueño? Uno de verdad… Silencio…


El disco acaba, lo vuelves a poner, una y otra vez; tu soledad te susurra al corazón que necesita el acunar de esa voz esta noche, sobre todo esta, mañana ya se verá…


Todo en la oscuridad de la madrugada parece nuevo, fácil, posible, por pintar. Si pudieras, con el alba, despertarte y cambiar las cosas, o al menos intentarlo, probar a tirar los dados, tratar de volver a coger las riendas de tu vida que tanto tiempo atrás no sabes dónde olvidaste. Si pudieses nuevamente dar con las carreteras y caminos que conducen a instantáneas de ilusión, que te alejan de Ciudad-Condenación. Si tuvieras fuerza, voluntad, garra, coraje de vencedor, podrías tal vez desafiar a este amanecer que se acerca y decir "Buenos días, Tristeza", una vez más, como tantos y tantos días atrás, "Te esperaba"... y entonces cogerla y no soltarla, y doblarla cuidadosamente, como el que dobla ropas de invierno porque siente ya la primavera arderle en el pecho, y guardarte, Tristeza, junto a Melancolía, las dos juntas y calladas, en lo más hondo, oscuro y frío del arcón de tu alma…


Y con ello gritar libre, apretar los dientes, alzar la mirada. Y con ello volver a llorar de nuevo, pero no lágrimas saladas, llorarlas de júbilo y fascinación. Y con ello volver a saber sangre en esas carnes, vida en esos huesos… sentir, como antaño, ¡como nunca!, que hoy, aquí y ahora, tienes unas ganas terribles de levantarte y luchar…


            								© JIP




PortisHead. Roseland NYC Live

El Estado de las Cosas (Parte I)

Sumido en mi decepción, no hay nada nuevo en que creer. Siempre habrá alguien que se empeñe en decir no. No habrá quien lo pueda detener.

*Reincidentes


El mundo da vueltas sin parar en rededor de un "sol" metafórico dotado de un poder que no se merece. No fue una casualidad que las monedas fueran redondas y de color oro. Los viejos profetas extienden la fe religiosa a ámbitos suburbiales fomentando el conformismo, el victimismo y la disparidad social. Los nuevos profetas conviven en usufructo con aquellos: adoran a ese "sol" ficticio, lo acuñan con las caras de dirigentes políticos y reyes y lo dotan del mismo poder omnipotente que debió representar aquel mismo dios en el antiguo Egipto. El dogma de fe sigue tan pragmatizado como siempre...


La información se prostituye al mejor postor. Se fomenta la desinformación, la incredulidad y la apatía, a la vez que se invierte en bolsa. La Opinión Pública está sometida a los vaivenes del capricho, y la corrección política es sólo una tapadera, en absoluto subrepticia, que oculta una técnica de control social. Se fabrica un mundo bipolar donde solo cabe el éxito o el fracaso y donde reina el Estado Visual. El Gran Hermano orwelliano nunca estuvo tan cerca de hacerse cierto. La televisión fomenta un sentido individualista de la existencia porque destierra la conversación y se refriega en el lodo. La comunicación inter-pares se distorsiona; se promociona la mediocridad y se censura el esfuerzo intelectual. No se apuesta por una vida más fácil: se apuesta por una no vida...


Se vive muriendo.


                      J. P. Bango 

Con la "road-movie" en las venas

Desde muy pequeño mi padre me acostumbró a la carretera, lo acompañaba a todas partes ejerciendo labores de copiloto enanoide, y como siempre se saltó a la torera todo aquello de que a los canijos hay que llevarlos detrás, empecé a chupar visión del mundo a través del parabrisas antes incluso de que mi altura fuese la suficiente como para permitirme ver qué carajo pasaba más allá del morro que husmea asfaltos y corta aires.


Lo mejor, empero, llegaba en agosto, cuando veraneábamos en el pequeño pueblo que lo vio nacer, a él, a mi madre, a mi hermana, a casi toda mi familia en suma, excepto a mí, y de ahí, supongo, el que siempre me haya sentido algo similar a un apátrida, que ni de allí ni de aquí, ni de ningún otro lugar he conseguido sentirme, ni lo conseguiré jamás. Eran cerca de 900 Km. de viaje, como en la otra punta de esto que algunos llaman la piel de toro. Salíamos siempre entrada la tarde, principiando la oscuridad, y viajábamos durante toda la noche, deteniéndonos de vez en cuando en gasolineras y bares de carretera para repostar, tomar un tentempié y estirar las piernas. Había cosas que se repetían invariablemente, pese a ínfimos cambios en cada ocasión, como el que mi madre, la pobre, acabase por echar la "pota" antes o después –se marea mucho y mal-, o que mi padre le mentase los muertos a esos camioneros que se empeñaban tozudos en enquistar el tráfico intentando adelantar a otros camiones que iban tan rápidos –o tan lentos- como ellos, o incluso que una vez dejada atrás Talavera de la Reina un servidor acabase por perder la partida contra el sueño –todo y que cada año me prometía aguantar despierto y alerta todo el trayecto-, despertando por lo común ya cerca del lugar de destino, empezando a clarear, teniendo que escuchar de mi padre, más temprano que tarde, la temida cantinela de que “una vez más el copiloto lo había dejado solo ante el peligro”... Pasar cerquita de Zaragoza y de sus luces así como atravesar Madrid en torno a las tres de la madrugada también eran puntos álgidos de unos viajes que suelo recuperar como de lo mejorcito de mi infancia.


Recordando aquellos tiempo ya tan perdidos en la bruma de la desmemoria, cuando tan poco sabía de todo, de la vida, me doy cuenta de lo mucho que marcarían a la postre mi carácter aquellas noches de carretera. Fue mi bautismo a la "road-movie" mucho antes de conocer el concepto mismo, mucho antes también de fascinarme con películas como "Carretera al Infierno", con ese tarado genial, un Rutger Hauer postNexus-6, "París-Texas" o "Hasta el Fin del Mundo", ambas de Wim Wenders, ese alemán tan seductoramente extraño, y, ya más talludito, "Un Mundo Perfecto" de Clint Eastwood, que contiene quizá la mejor definición, por sencilla y hermosa, del vehículo como auténtica Máquina del Tiempo.


Hoy día, cada vez más desengañado en tantos aspectos, me malgano la vida conduciendo coches, y llevo ya en ello más de lo que me gusta reconocer. Esos mismos coches que tanto me fascinaron y que tanto ansié manejar son los mismos que en la actualidad no hago más que maldecir. Este hecho, mal interpretado, podría llegar a arrojar sobre mí un concepto de insidiosa predestinación que me tocaría sobremanera los mismísimos, así que prefiero no pensar demasiado en ello. De todos modos, me guste o no, supongo que tampoco es casual. Lo cierto es que, por aquello de alimentarse uno de sus propias contradicciones, todo y que cada día que pasa más hasta las narices estoy de los coches, de todo lo que los envuelve y todo lo que representan, tanto a nivel inconsciente como del otro, me sigue fascinando horrores conducir, como el primer día, más si cabe, sobre todo de noche y en solitario, viendo los kilómetros abdicar veloces ante tu avance.


Y por eso, de cuando en cuando, me gusta darme algún que otro pequeño baño de "road-movie", como el pasado fin de semana sin ir más lejos, que cogí carretera y manta y me di el piro. Conocer una ciudad y una geografía nuevas era tan solo el pretexto para "el Viaje", ese recorrer asfalto en la nocturnidad silente, que era lo que en realidad necesitaba.


Necesitaba dejarme llevar por la noche y su sinuosidad de oscuras carreteras. Necesitaba rememorar una vez más aquellos tiempos irrecuperables en los que, con ojos grandes de niño chico, contemplaba hipnotizado todo un enjambre de luces maravillosas desfilar a mi alrededor. Necesitaba también pensar, pensar a solas lejos de todo y de todos… poner ese piloto automático mental que sólo se adquiere con los muchos, los demasiados kilómetros a las espaldas, y que te permite deslizar por pavimentos atroces a más de 140 Km./h lo que no es otra cosa que una endiablada máquina de asesinar, como si nada, sin inmutarte lo más mínimo, con el corazón y la cabeza en otros mundos… y una vez en pleno camino… dejar fluir libres mis pensamientos…


Y en esas andaba cuando de repente me asaltó una idea pavorosa, la de que había algo intrínsecamente perverso en todo aquello, porque en un instante tomé consciencia de mí mismo en el interior del coche penetrando la oscuridad, la misma nada, ya que sólo las luces iluminaban el asfalto inmediato otorgándole el rango de realidad ante mis ojos. Y ahí estaban también los demás coches y sus conductores, muy pocos a aquellas horas intempestivas; ellos se me presentaban también como pura inexistencia… apenas poco más que un par de luces rojas si es que, como yo, iban, o blancas si es que por el contrario venían, tal que buques fantasma en mitad de un océano de tinieblas. Imposible imaginar carne ni razón humanas tras aquellos volantes invisibles, eran sólo eléctricas luciérnagas hendiendo la noche; mesmerizantes luces rojas huyendo de mí, raudas luces blancas atravesándome, viniendo en mi busca a cada instante.


Una estilizada metáfora del infierno, pensé, un mórbido símil de la vida misma, que tal vez son lo mismo, porque todo semejaba un eterno tránsito hacia una nada ignota, ubicua pero al tiempo inexistente; pura paradoja. El mundo se desvelaba ante mí a medida que avanzaba. No podía hacer previsiones de futuro, no sabía lo cerrada que podría presentárseme la siguiente curva, y asimismo todo lo que dejaba a tras, todo lo recorrido, volvía a desaparecer en la negrura de la que surgió… y del paso de mi carne y mi pensamiento no quedó huella ni memoria. Un tránsito dominado por el rojo, el de las luces de posición y de frenado; rojo de sangre, de herida, de muerte, de rabia y postración, porque el blanco de la luz, de la ilusión y la esperanza, estaba siempre del otro lado, en los faros de los demás, aquellos que se dirigían a lugares desconocidos que, en consecuencia, jamás sería consciente de visitar. Talmente como si la vida fuese siempre cosa de los otros mientras sientes el infierno tu impuesta causa, como si tuvieses la certeza de que tu única posibilidad de camino es, como el de tantos otros en tu singladura, el rojo circular hacia la inexistencia.


He ahí la trampa de la vida, me dije, porque yo a mi vez soy también luz blanca para los que vienen, quienes a su vez no ven sino luces rojas en su futuro, y así sucede que creyendo todos que son los demás los que viven, acaba por no hacerlo nadie. Conduciendo a ciegas en la nada de la noche, suponiendo que sabemos dónde vamos, teniendo en mente un placebo de destino, mas presintiendo en realidad que estamos tan perdidos como siempre, y que transcurridos los años, los kilómetros, y tantas luces rojas y blancas yendo y viniendo en nuestro torno, sabemos de esto de la vida poco más o menos lo mismo que sabíamos de niños, cuando nuestros ojos eran tan grandes que todo parecían poderlo absorber, y eran otros, los mayores, los que conducían de noche y los ojos se les achinaban extrañamente de tanto sentirlos deslumbrados por los inmisericordes faros de la duda…


Aun así, pese a pensamientos como este, el viaje al fin de la noche sigue valiéndome la pena, quizá precisamente por pensamientos como este, que me sacuden de encima la modorra y el adocenamiento convirtiendo una de mis madrugadas, de ordinario dominadas por el insomnio o el sueño frágil, en preciosos momentos de zozobra, esa misma que le empuja a uno a buscar sentidos y júbilos en la nada, que lo llama a luchar por que la oscuridad no ensombrezca sus instantes…


            								© JIP




¿Metáfora del Infierno, Símil de la Vida?

Efemérides

En fin, hoy es un día de efemérides negativas que ya habrán tenido suficiente repercusión en la prensa. La más próxima, la matanza acaecida en Madrid el pasado once de marzo...


El aniversario, sin embargo, lo cumplen los atentados que conmocionaron el mundo el once de septiembre de 2004... Es curioso, pero ese mismo día, y justo en el intervalo sucedido entre la caída de ambas torres (a las tres y media de la tarde -hora española-, aproximadamente), yo me encontraba firmando mi primer contrato de trabajo, ilusionado al mismo tiempo que el mundo comenzaba a diseñar su gran venganza.


Hoy sabemos que sólo se referían al petróleo...


La Libertad guiando al Petróleo



                                © J.P.Bango

Sueños rotos

En la vida que te dibujaron de crío nadie dijo palabra sobre jefecillos y jerarcas ineptos, individuos frustrados incapaces de regir sus vidas y, sin embargo, aficionados a gobernar la existencia de los demás a cambio de un sueldo, una ley o una prerrogativa. Tampoco había atentados financiados por el Estado ni terroristas asesinos de niños, vengadores suicidas impregnados de odio y egoismo, idiotas amarrados a un cinturón explosivo que reivindican su particular modo de entender la justicia exterminando vidas ajenas...


Tampoco te hablaron de esa tierra maldita donde las bestias se visten de uniforme y los políticos se contratan a golpe de talonario a cambio de un pastel con aroma de petróleo, ni de ese superior impertinente que habiendo accedido a su puesto por razones familiares, se pasa la mitad de la mañana aireando su estupidez congénita por todos los rincones de la oficina, ni de este dolor de cabeza que no recuerdas haber merecido...


Y en la cola de la oficina de empleo añoras el mismo trabajo que a otro representó su perdición... Y en el banco le lames el culo a un mediocre cajero para que te deje empeñar el resto de tu vida pagando una letra abusiva... Y le ríes el chiste al constructor cuando bromea acerca de lo que “ganó” con la última inflación del suelo... Y, ay, ese jubilado te cuenta que le robaron la cartera las hadas de la esperanza y tu sólo te preocupas de coger a tiempo el autobús...


Y te cuesta comprender por qué tu edad adulta se ha dejado empobrecer por una democracia fingida donde las inmobiliarias deciden los resultados de las elecciones, donde se canjean anhelos por duelos, donde las televisiones promueven la lobotimazación colectiva y los medios de comunicación se venden al mejor postor, donde el tren pasa de largo y el correo no llega, donde las playas se cubren de cemento y hormigón y los bosques se ahogan en llamas revalorizando el terreno que una vez pisaron...


Junto al nido derribado de una ave africana se levantan las expectativas de una multinacional que se nutre de unos cuantos ilegales para levantar sus cimientos, junto a un pueblo anegado de invierno e invernaderos, en un país donde los derechos tienen nombre de nacionalidades y la libertad sólo existe en la ficción...


Y, sin embargo, nunca dejaste de pensar que aún tienes un lugar en este mundo inapelable, un sitio donde poder publicar las sandeces que vomita tu intelecto, una casa propia donde posar tus huesos frustrados, un trabajo al servicio de la misma humanidad que hoy te desprecia... Un hueco escarbado en el fango donde poder posar tus letras negras sobre fondo blanco para confirmarte, definitivamente, como el más DeMente de este mundo de orates...


                                       © J. P. Bango

Apollinaire trotón

Pornófilos y erotómanos de toda ralea deben estar de enhorabuena porque este mes pasado la siempre excelente editorial Valdemar nos ha sorprendido con la edición en su colección de bolsillo, El Club Diógenes de Las Once Mil Vergas de Guillaume Apollinaire, clásico de la literatura erótica y extrema donde los haya, al menos a juicio del aquí suscribiente.


Las Once Mil Vergas de Apollinaire



De modo que si no tenéis prejuicios y os gusta el sexo en sus más pintorescas variantes, echadle un vistazo e este librito menudo y lascivo que se las trae y fuertes. En él encontrareis de todo, sexo dulce, sexo bruto, homosexualidad, safismo, sodomía, coprofilia, escatología variada, parejas, tríos, cuartetos, e incluso algo de gore y víscera para abrir el apetito después del polvo, pero ¡ojo!, todo ello aderezado con un refrescante y magnífico sentido del humor y un lenguaje poético y elegante dentro de su explicitud; no hay lugar en él para el mal gusto. Una delicia, vamos...


Los que todavía no lo habéis leído ya estáis tardando, así que dejad ya los roídos vídeos hardcore y las penthouses y las privates , que esto es mucho mejor, palabra. Y bueno, a aquellos que ya os habéis adentrado en estas ardientes páginas no me queda otra cosa que desearos unas amenas relecturas, ya sean en soledad o en compañía...


Apollinaire convaleciente de la herida de guerra que casi se lo lleva al otro barrio...



Yo creo que lo he leído tres veces entero e incontables veces más pasajes sueltos... ¡Qué queréis, trotón que ha salido uno!


            								© JIP

"Pedazo" de Cabrón

Te despiertas pronto, casi una hora antes de lo convenido con la alarma del despertador, y automáticamente tienes la sensación de que querrías dormir más, mucho más, pero tampoco puedes quejarte, no ha sido una mala noche, sobre todo teniendo en cuenta las precedentes.


Te arrastras hasta el baño con el piloto automático puesto, y una vez allí haces lo que tienes que hacer dejándote lo que te tienes que dejar. Luego te ahogas la cara en agua helada a ver si así consigues de una vez regresar al mundo de los vivos. Te miras al espejo. "Necesito afeitarme", te dices, "urgentemente", pero no lo vas a hacer, pasas de ello, que le den a la barba y a la cuchilla, que le den también al espejo... yo sólo quisiera estar durmiendo...


Y luego, en la cocina, tu talón de Aquiles por excelencia, decides que vas a pasar también del desayuno, del café horrible y de las tostadas integrales con su ración extra de pringue en mantequilla y mermelada de fresa, esas mismas que te dejan el suelo perdido cuando a Murphy le da por tocarte las pelotas y tú andas todavía soñando dormir. De modo que coges tus bártulos y tu manojo de llaves y abandonas tu hogar, silencioso hogar, cerrando la puerta tras de ti, confirmando que el día de hoy empieza justo ahora.


Sales a la calle y te encaminas hacia el coche, o lo que queda de él después de quince años de lamer el mundo a base de rueda gastada, soportar tus esquizofrenias de zapatilla, y encajar a golpes y arañazos la ineptitud de tantos y tantos alelados al volante. Todavía sirve a su cometido, con orgullo y mala leche concentrada, como esos tipos duros que nunca mueren con las botas puestas porque te las tiraron a la cara en un final intento de llevarte consigo al otro barrio. Capto alguna que otra mirada furtiva. Quizá es porque soy una rostro nuevo a estas horas de la mañana, o quizá es que llevo algo del revés en la indumentaria... ¡Qué es lo que mira tanto señora!... yo todavía estoy durmiendo, sabe...


Al poco llegas el curro y la mayoría están ya dale que te pego, de aquí para allá con el alma pegada al ombligo, deprisa, deprisa, no sea que se te caiga en un descuido y no te des cuenta, y después no la encuentres, y la gente te llame "desalmado" por el resto de tus días... En una palabra... "jodidos"... Tú también vas a estar así dentro de nada, concretamente dentro de poco más de media hora, pero ahora mismo eres libre y una sonrisa traviesa ilumina tu mirada. Así que te vas a la máquina de café, treinta céntimos a cambio del placebo de felicidad que simboliza tomarte ese "aguachirle" asqueroso aquí sentado, tranquilamente, sintiendo caer los segundos, mientras contemplas a los demás correr de un lado al otro, dejándose el alma, las costillas y véte tú a saber qué más... En ese instante decides que tal vez reincidas más en esto de venirte un poco antes a pasear tu media hora de libertad...


Y mientras piensas eso el café se escancia garganta abajo y la mente comienza a desperezarse, se siente cada vez más ágil, ¿podría escribir sobre este momento?... y justo cuando empiezas a maquinar líneas y perfilar párrafos aparece el nuevo, el novato, el pobre diablo al que he de iniciar en los caminos de este trabajo demencial al que ya he dedicado dos años de mi vida. Lo típico, primer día, llegar pronto, sanas intenciones, causar buena impresión, media sonrisa, "Buenos días", duda, inquietud, zozobra... "Buenos días"... todo eso me suena, a visto, a oído, y por supuesto a vivido, pero muy lejos, como en la vida de otro. Me cuesta horrores disimular mi disgusto, "¡me acabas de joder el café, chaval!", pero me callo, no me gusta ser tan hijodeperra a las ocho y media de la mañana...


Yo voy a ser lo más parecido a su padre esta mañana, los días que vendrán, y lo sabe, así que se queda ahí, vacilante, mirando el suelo, el cielo, la nada, todo menos a mí... me pregunto si habrá leído la "Carta al Padre" de Kafka, si sospecha mínimamente lo que se le viene encima... Definitivamente se fastidió el café y se arruinó ver currar a los demás aquí sentado, tan pancho, y por supuestísimo al carajo también cualquier pensamiento dulce que pudiese caer en mi mente producto de la soledad contemplativa... Así que estoy jodido, del todo, hasta el fondo, y media hora antes de lo que tocaba... ¡Eso me pasa por madrugar!


Me gustaría poder decirle que no lo haga, que se lo replantee seriamente, que todavía está a tiempo de volver a casa, a la cama, huír de este infierno y rehacer su vida. Me gustaría poder decirle que si dadas las nueve de la mañana decide acompañarme allá adentro entonces habrá rebasado el punto límite y ya no habría vuelta atrás. Decirle que yo fui exactamente él dos años atrás y opté, pobre infeliz, por cruzar la puerta y condenarme, y aquí me tienes, obsérvame bien, ¡así te quieres!, ¡esto es lo que quieres hacer de ti!... Hay guerras mucho mejores por las que entregar la vida, tío...


Pero en lugar de eso lo que le digo es que bienvenido, que tranquilo, que este trabajo no mata, que tal, que cuál y que Pascual... todo un montón de mierda infumable que a buen seguro debe estar matando algo en mis entrañas... ¡¿Y por qué lo haces entonces?!... Buena pregunta... y la verdad es que sólo se me ocurre decir que esto es la guerra y que las guerras, aunque nunca se ganan, tampoco se pierden a solas... y que como en toda guerra los hay que son veteranos, que tienen ya en la cara la mirada de los mil metros, como yo sin ir más lejos, y los hay que son novatos, "carne de cañón", mortajas andantes como aquí el menda... Y pienso también en los dos años que llevo aquí dando el callo, dejándome la piel y las neuronas, asesinando mis horas, y que hoy, precisamente esta mañana, no tengo ganas de hacer absolutamente nada, que tengo en más estima mi tiempo de lo que lo he tenido jamás, y que quisiera verdaderamente estar en cualquier otro lugar de la faz de la tierra excepto en este -mi cama a ser posible, gracias-... e invariablemente esos pensamientos me llevan a esos otros en los que imagino la cantidad de trabajo que aquí al nuevo compañero le van a echar a las espaldas y que, de no estar él, automáticamente tendría que hacer un servidor... y entonces el duendecillo malo se te aparece, el Hyde más ruín y reprobable se te presenta y te unta la moral y la entereza de bilis negra, viscosa... y entonces vuelves a sonreír travieso, más travieso que nunca, y el pobre chaval al que acabas de condenar pone cara como de preguntarse si debe ir con él la broma...


Miras el reloj, son casi las nueve, la Hora H, comienza la fiesta, el bombardeo, la sangría... y yo, como buen Capitán veterano con la mirada de los mil metros en el rostro, acompaño amablemente a mis nuevas hordas hacia la batalla, igualito que Drácula acompañaba a Harker a sus aposentos, amable, sonriente, maquiavélico. No sé si recordais un fotograma de "La Chaqueta Metálica" de Kubrick, los actores observan a la cámara en círculo y en contrapicado, bueno en realidad observan el plano subjetivo del que se supone es un compañero muerto, o moribundo -que para el caso es lo mismo-, y todos van diciendo un montón de chorradas trascendetaloides y supuestamente profundas acerca de la vida, la muerte, el valor, y maldita la suerte que nos puso aquí... hasta que llega el "sordo", ese al que todos llaman "Pedazo de Animal" y que es una auténtica máquina de matar, y mirando al fiambre suelta la gran y única verdad: "Mejor tú que yo..."


Así de simple y así de certero... como la bala de un francotirador traicionero que acaba contigo antes de que su estallido llegue a tus oídos muertos... y es que, lo creamos o no, en toda alma que se pega al ombligo con las prisas para no perderse en el abismo hay también un gran pedazo de cabrón viéndolas venir, esperando su momento, atisbando los próximos mil metros por si hay que mandar a algún novato a averiguar si esto que pisamos es o no un maldito campo de minas...


Quién sabe... Tal vez si hubiese dormido un poco más me habría levantado menos cabrón y todo habría sido distinto... pero ahora son las nueve y toca joderse, todos, del primero al último... y el primero que muerda el polvo que se dé por bien librado... pero si eres tú, mucho mejor que si soy yo... eso por descontado... y que conste que no es nada personal...


            								© JIP




Un Pedazo de Cabrón con la Mirada de los Mil Metros...

Mi despertar

De la cama al baño. Y vuelta. Si hubiera abierto los ojos hubiera visto el calzado que había dejado en medio de mi habitación unas horas antes. Pero no abrí los ojos. Tropezón. Me cagué en todos los muertos de mis zapatillas. Nada nuevo. Se supone que ya están acostumbradas a mis desaires así que no las perdí perdón y hasta mañana, al menos, no lo haré. No me arrepiento. Me estoy volviendo un tipo duro, ya veis...


Bajo las escaleras. Abro los ojos. Maldita luz. Cierro los ojos... Pienso: odio madrugar. Planifico: el domingo me vengaré del madrugón. Diablos. Qué lejos queda el domingo, ¿verdad? Uno, dos, tres cucharillas de azúcar y descafeinado. Reflexiono: ¿por qué dejé el café? Declaro todos los lunes como “día oficial de la no reflexión”. Un sorbo, dos sorbos, un vistazo al reloj, tercer sorbo, me siento incómodo, cuarto sorbo, quinto sorbo, la radio me recuerda la hora, sexto sorbo, estoy incómodo, sí, séptimo sorbo y fin. Odio que se me quede el azúcar al final del vaso: no sólo pierdo parte del azúcar invertido en el desayuno sino que además me rechina los dientes.


Sigo incómodo pero, por lo menos, he acostumbrado a los ojos a admitir la luz. Veo con claridad. Un perro defecando junto al coche. Ya he salido. Una vecina gimoteando... Hace calor. Una figura se acerca a un coche y ve su reflejo en el espejo; se sigue sintiendo incómoda. ¡Me he puesto la camiseta al revés! Vuelvo a casa. “¿Estás bien?”. Podía estar mejor. Siempre se puede estar mejor pero no me quejo. Vivo. Respiro. Apenas siento dolor. La camiseta está en su sitio.


El trabajo. Tengo suerte de vivir cerca del trabajo. Llego hasta él sin atender al coche, el asfalto sólo es una línea negra que utilizan los demás para pasar de largo. Tras el tercer coche cruzo la carretera caminando, con desgana. Estoy de vuelta. Cara de asco. Caras de asco. Es lunes. Los lunes justifican cualquier tipología de cara pero la de asco lo da sentido. En la radio el locutor reza la hora. A la media hora otra señal y a la otra, otra. Una hora y comienzo a sentir dolor. No es nada que no sospechase. Es más, ni siquiera me sorprende. El dolor es parte de mi rutina. Es lunes y tengo sueño. Han pasado cinco meses y todo parece estar en su sitio. Si posara otro papel sobre la mesa se hundiría. Lo haría si no tuviera que recogerlos después... En la ventana, le canta un jilguero a su hembra una canción de amor mientras revolotea a su alrededor expandiendo por el aire y ante sus ojos, los colores seductores de su plumaje. La pájara le ignora... Será porque es lunes.


Cinco meses. Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? Es duro reencontrarse con la realidad cuando la realidad te desprecia. Pero me siento bien. A pesar del dolor y la rutina y el desprecio. Me siento vivo, vivo porque me duele. Lo siento. Soy feliz reencontrándome con mi vida “normal”. Si tuviera un pañuelo me enjugaría estas lágrimas.


Las once y media. Las doce. Esta mañana de mierda va pasando. La siesta será una solución ciertamente reparadora. Al menos, hasta que llegue la tarde y la rutina vuelva a empezar. Hoy. Mañana. ¿Siempre?




                                     © J. P. Bango

"Coraline" de Neil Gaiman

Después de unas semanas sin poder leer una sola página estos días he podido al fin terminar Coraline de Neil Gaiman, un pequeño y amable libro juvenil que últimamente ha cosechado multitud de premios del género. La sensación que me ha dejado ha sido ambivalente tirando a pobre, ya que si bien es un libro entretenido de leer, que sin duda hará las delicias de los más jóvenes con tirón por esto de la lectura y la fantasía, y que bien parece escrito para ser leído a los peques justo antes de ir a la cama, también se me antojó algo simple y facilón, y me dio la impresión, no sé qué pensarán otros que lo hayan leído, de que para cualquiera, sea jovenzuelo o ya talludito, que haya leído a Carroll, a M. R. James, a Barrie o al mismo C. S. Lewis, sin ir más lejos, este Coraline le habrá sabido más a pastiche que a otra cosa... o al menos a mí es a lo que me supo...

Coraline... una historia de miedos infantiles y sueños de buhardilla


La edición de Salamandra es muy bonita y las ilustraciones de Dave McKean son entrañables. Con todo, un buen libro para iniciarse en la lectura y los caminos de las buhardillas misteriosas y oscuras. Si no es para eso, mejor acudid a los que ya escribieron esta misma historia mucho antes y mucho mejor.

            								© JIP


Neil Gaiman, autor de Coraline