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DIALOGAR CON ETA. COSAS QUE NO QUEREMOS OIR

Tiempos difíciles estos para hablar de un posible diálogo con ETA. No es mi intención echar más leña al fuego sobre este tema, cosa que dada la popularidad de este blog es realmente imposible, sino dejar constancia de un par de cuestiones básicas sobre este tema, aunque no sea más que por la mera necesidad de comunicar algo que me parece tan lógico, que se impone por si mismo, aunque, ciertamente, la lógica no es la misma para todos, lo cual es una gran paradoja.

La primera idea es que el diálogo no exige como condición previa una declaración de alto el fuego, ni la ausencia de violencia. Precisamente, apostar por la paz supone, entre otras cosas, considerar que el diálogo es el modo de resolución de los conflictos. Si no dialogamos ¿cómo vamos a solucionar nada?. Pero, más aún, ¿es exigible poner condiciones previas al diálogo?. Precisamente lo único exigible para poder dialogar es que estén los dos interlocutores, todo lo demás es superfluo, no forma parte del diálogo, sino de intereses, sentimientos, deseos, seguridades, etc... De hecho, en aquellos conflictos que no soportamos directamente (como el que se da entre israelíes y palestinos, por ejemplo), nos gustaría que se sentasen a dialogar y si lo hacen, y durante el diálogo se da algún episodio de violencia, esperamos que eso no rompa el diálogo iniciado. De todas formas, dialogar no es hacer concesiones, lo único que podemos dialogar con ETA es su abandono de la violencia. No se dialoga sobre sus demandas, eso sería una negociación política, que tiene otros cauces.

 La segunda idea es el papel político que se ha dado a las víctima de del terrorismo. Recalco lo de papel político. Me parece un acierto que la sociedad reconozca a las víctimas del terrorismo, y lamento que no se haya hecho antes, pero eso no los convierte en ciudadanos especiales, cuyas valoraciones, o apreciaciones sobre el terrorismo etarra deban ser tenidas en cuenta por encima de las del resto de lso ciudadanos. Ser víctima de ETA no da un plus de ciudadanía, y que se conviertan (o les conviertan, o ambas cosas a la vez), en actores principales de la situación política actual en torno al terrorismo, es un agravio para el resto de ciudadanos. Una cosa es el reconocimiento social de las víctimas, y otra la elevación de su "status ciudadano", rompiendo, de forma indirecta, el principio de igualdad democrático.

Sé que no es fácil de digerir, porque los sentimientos, el dolor y la rabia que llevamos acumulados, más aún en aquellos que conviven con la violencia de forma permanente y los que la han sufrido directamente, nos dificulta una valoración objetiva y desapasionada que, evidentemente, no es nada fácil.

La falta de participación política

La falta de interés por el Estatuto de Cataluña, que no es una prioridad para la mayoría de los catalanes, nos depara esta pobre participación. Todos los partidos, tratan de minimizar el dato, no darle importancia, porque en el fondo sería reconocer el fracaso de los políticos.

El descenso de la participación política, cada vez más acusado, tiene un responsable principal, nuestros políticos, con proyectos alejados de los intereses y preocupaciones reales de la sociedad, con disputas encaminadas a denigrar al adversario más que a construir un proyecto, con sus corrupciones, fraudes y demás.

La prensa es el otro gran responsable, más preocupada del sensacionalismo, que por una verdadera información generadora de pensamiento y debate, excudándose en la demanda del público. De ahí que el insulto y el escándalo sea el titular, en vez del contenido.

Luego se horrorizarán cuando formaciones políticas radicales surjan y empiecen a cobrar fuerza, y buscarán medidas políticas para frenarlas. ¿Por qué no tomarlas ahora, simplemente siendo "buenos políticos"?.

LAS REFORMAS ESTATUTARIAS

La guerra ha empezado, todos pugnan por salir vencedores, cuando menos no perdedores. Las proclamas nacionales, surgen por doquier, todos quieren ser nación, todos quieren tener, cuando menos lo mismo que el vecino, e incluso, arrebatar el agua al vecino. Cuanta hipocresía política. Todavía estoy por ver, cuando los medios de comunicación publican datos sobre los problemas que más preocupan a los ciudadanos, que en los primeros puestos figuren cuestiones como la identidad nacional, las competencias autonómicas, o el nivel de autogobierno. ¿Para quién gobiernan nuestros políticos? Desde luego no parece que lo hagan teniendo en cuenta lo que más nos preocupa, sino lo que menos.

El error del Plan Ibarretxe

El error del Plan Ibarretxe

Desde que se dio a conocer uno de los primeros borradores del llamado Plan Ibarretxe, hasta la actualidad, en que el Parlamento Vasco ha decidido adoptarlo a trámite, aunque no como ley, para no tratar de caer en una ilegalidad, se han vertido muchas opiniones sobre este tema, de todo tipo. Algunas, personalmente me parecen muy desacertadas, ya que se han quedado en la mera descalificación que, sólo han producido, un aumento de la crispación. A mi modo de ver, los nacionalistas vascos están en su derecho a proponer lo que crean oportuno (un derecho constitucional) así como, los que no estén de acuerdo con su propuesta, a manifestar su desacuerdo. Lo que no está tan claro es el derecho a convertir su propuesta en iniciativa parlamentaria, puesto que desbordar el marco constitucional.

El error, bajo mi punto de vista, no es haberlo convertido en iniciativa parlamentaria (en tal caso será una ilegalidad, constitutiva de delito o no), ni tampoco que sobrepase el marco constitucional (ya que la constitución no debería ser algo rígido, sino adaptarse a la evolución social), sino en quién tiene que decidir sobre su propuesta. Trataré de explicarme.

El Plan Ibarretxe contiene, en el fondo, dos propuestas, una relativa a la concepción de lo vasco como una realidad estatal independiente y con personalidad propia, otra relativa a como esa realidad estatal independiente se relaciona con otra entidad estatal (España en este caso)

En un planteamiento estrictamente lógico (sin tener en cuenta la historia, las relaciones existentes,…) la primera cuestión, su reconocimiento como Estado propio, su independencia, podría ser decidida sólo por los ciudadanos vascos; repito, en un planteamiento exclusivamente lógico que no tuviese en cuenta nada más. Serían los vascos los que deberían decidir si quieren ser independientes o no. Sin embargo la segunda parte engloba a dos realidades, los vascos como entidad independiente y el Estado español. En el Plan Ibarretxe se plantea una vinculación entre el País Vasco y España, de forma que el País Vasco se convertiría en un Estado Libre Asociado. La cuestión es, que esa fórmula de adscripción no le compete decidirla sólo al País Vasco, sino al conjunto de los ciudadanos españoles. Para entendernos mejor. Cuando un Estado quiere formar parte de la Unión Europea, no es ese Estado el que pone las normas, sino el conjunto de la Unión Europea.

A mi juicio, éste es un tema que no se puede tolerar en la propuesta de Ibarretxe, ya que no sólo pone en manos de los vascos su futuro (lo cual puede resultar legítimo) sino que pretende “imponer” un modelo de relación al Estado Español con el País Vasco. Si el País Vasco quiere seguir vinculado a España, tendrá que ser el conjunto de la ciudadanía española con el conjunto de los vascos, los que determinen ese modelo de relación (existiendo la posibilidad de que no se llegue a ningún acuerdo y se llegue a una plena separación del País Vasco).

Personalmente no creo que debiera asustar tanto la posibilidad de un referéndum de autodeterminación en el País Vasco, por varias razones:
-el sentimiento nacionalista no es tan fuerte como nos hacen creer respecto a la independencia. No todos los nacionalistas son independentistas.
-los vínculos históricos, afectivos, económicos, sociales, políticos, etc.… son demasiado fuertes para que se dejen de lado.
-en una sociedad cada vez más globalizada, el País Vasco sufriría una recesión si se separase del Estado Español.

No obstante, el Plan Ibarretxe, propone sobre todo, un cambio en las relaciones con el Estado Español, y eso, es algo que nos atañe a todos, no sólo a los vascos, ya que no es sólo cuestión de cómo el País Vasco se relaciona y articula económica y políticamente con el Estado Español, sino también como el Estado Español se relaciona y articula económica y políticamente con el País Vasco, y en eso, a los ciudadanos no vascos, no se nos puede excluir de la decisión. En ese punto el Plan Ibarretxe comete un tremendo error, además de una ilegalidad fragante, así como un menoscabo del derecho de los ciudadanos a decidir sobre su futuro.

Saludo

Hoy se inaugura este weblog.Poco a poco se irán añadiendo reflexiones

¿Es esto información?

¿Es esto información? Según la Real Academia de la lengua informar es enterar, dar noticia de una cosa. Formar, perfeccionar a uno por medio de la instrucción y buena crianza. Completar una persona u organismo un documento con un informe de su competencia. No parece que sea la práctica habitual de nuestros “medios de comunicación”, sobre todo en lo referente a las cuestiones políticas.

La información está siendo sustituida, cada vez más, por la “adjetivación”. No se informa de las propuestas políticas, a fin de que el espectador pueda formarse su propia opinión, sino que éstas quedan desvirtuadas bajo un nombre genérico (plan Ibarretxe, la asignatura de religión, por nombrar las más recientes), del que sólo conocemos una caricatura que pocas veces responde a la realidad. El resto de la información lo compone una retahíla de adjetivos (favorables o desfavorables, según el político y medio de turno) con el que se pretende ganar adeptos. Así, oímos y leemos cosas como: es una medida moderna, que nos pone a la altura de Europa, que conlleva un salto cualitativo para hacer de España un estado más desarrollado (en su versión positiva) o resulta una propuesta inaceptable, porque relega a unos en beneficio de otros, siendo antisocial, regresiva y predemocrática (en caso desfavorable).

Resulta que, viviendo en la época del boom de la información, es, seguramente, la época de mayor desinformación. No sabemos nada de nada, aunque tenemos una postura ante los acontecimientos, ya que la “adjetivación” hace mella en nosotros. Pero, esta dinámica presenta otro problema. Cada una de las posturas aparece definida no sólo como adversaria, (algo normal) sino como postura intolerante, ante la que no cabe diálogo alguno. Cuando lo único que hay es una adjetivación descalificadota o halagadora, cuando no se ponen de manifiesto los puntos de acuerdo y de desacuerdo, y toda la propuesta es rechazada con tres ó cuatro adjetivos, la conclusión resultante es el rechazo o aceptación total de la propuesta, y la negación del diálogo.

Esto resulta más preocupante en temas sensibles como el nacionalismo, donde ya hay un clima previo de crispación. Esta técnica informativa (a la que los políticos se amoldan), no ayuda a disminuir la tensión, sino que la acentúa.

Para ejemplificar lo que te digo, te pregunto (a quien lo esté leyendo en este momento) ¿sabes qué propone el Plan Ibarretxe? Lo que has oído sobre el mismo ¿qué sensación te ha causado? ¿Cuál es tu postura ante el mismo –has pensado en el diálogo-?

Durante la transición, los medios de comunicación, sobre todo los escritos, sí fueron verdaderos medios informativos, y, por ello, procuraban publicar en su integridad los textos políticos más relevantes, aún en su estado embrionario (como ocurrió con la constitución). Sobre ellos vertían sus opiniones (no adjetivaciones), además el lector podía ir a contrastar la opinión con el documento original.

Claro, que aquello sí que era informar, y esto es más bien comerciar, y el adjetivo parece ser que vende más que el sustantivo.