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Página 0: Introducción

Ingresar a la CASA TOMADA.

Página 1: Casa Tomada

Características de la casa
La casa constaba de: el comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes que quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte de ala delantera donde había un baño, la cocina, los dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo.

Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba al zaguán, abría en cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de los dormitorios de Irene y Benjamín, sus actuales ocupantes y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse.

La casa era espaciosa y antigua, guardaba los recuerdos de los bisabuelos, el abuelo paterno y los padres de IRENE y BENJAMIN.

Estaban habituados a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Vivían siempre en la parte delantera de la casa, casi nunca iban más allá de la puerta de roble.

Se morirían allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, ellos mismos la voltearían justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Página 2: Bisabuelos

Los primeros habitanes de la CASA fueron los bisabuelos de Irene y Benjamín: Doña Teodelina y Don Facundo.

Doña Teodelina murió a los 80 años (nació en 1835) debido a la fiebre amarilla.
Era una persona simpática y agradable que tejía todo el día. Era delgada, no muy alta y tenía piel trigueña. Su cabello era blanco y tenía ojos marrones. Curiosamente, su rostro no presentaba ninguna arruga.

Don Facundo murió a los 84 años (nació en 1831) por causas naturales.
Era un hombre robusto de pelo blanco y siempre se peinaba hacia atrás.
Tenía bigotes gruesos que cubrían su labio y tenía unos grandes ojos grises intensos.
Era un hombre adinerado de familia conservadora. Siempre vestía de traje y era un fumador empedernido de habanos.
Se dedicaba a la venta de granos y cueros, los cuales conseguía de sus estancias.
Junto a su mujer Teodelina tienen 3 hijos: JOAQUIN, Francisco y Ricardo.

Teodelina y Facundo fueron los primeros dueños de la casa.

Página 3: Abuelo Paterno

Joaquín era el hijo de DOÑA TEODELINA y DON FACUNDO.

Se casó e muy joven con su primer novia Juliana a los 20 años de edad. Con ella tuvo un hijo, Ismael y luego de haber nacido, Juliana falleció debido a una hemorragia interna.

Joaquín vivió toda su vida en la CASA.

Era el abuelo paterno de Irene y Benjamin.


Página 4: Padres

Los padres de Irene y Benjamín eran Ismael y Martha. Ismael era el hijo de JOAQUIN y Juliana.

Ismael es el único de los hijos de Juliana y Joaquín que sobrevivió a la “fiebre amarilla”. Es un hombre flaco, alto y con los bigotes iguales a su padre.
Luego de haberse recibido de abogado se encargó de los negocios familiares al haber heredado una gran fortuna de sus padres.
Este conoce a Martha, señorita de alta sociedad con la que se casa y de ahí nacen IRENE y BENJAMIN.

Irene y Benjamín viven actualmente en la CASA.

Página 5: Irene

Irene es una mujer de 42 años de edad.

Era muy apegada a sus PADRES.

A lo largo de su vida rechazó dos pretendientes sin mayor motivo.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de sus ACTIVIDADES matinales se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio, solamente eso la entretenía. Tejía cosas necesarias, tricotas para el invierno, medias para su hermano BENJAMIN, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma en algunas horas. Mostraba una destreza maravillosa, a su hermano se le iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Vive en la CASA y es testigo de la PRIMERA TOMA.

Página 6: Benjamín

Benjamín es un hombre de 40 años de edad.

Desde la muerte de sus PADRES todo cambió en su vida.

En el mejor momento de su vida amorosa se le murió la novia, llamada María Esther, tiempo antes de que llegaran a comprometerse.

Todos los sábados iba al centro para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina. También aprovechaba esas salidas para comprarle lana a su hermana IRENE, ella tenía fe en su gusto, se complacía con los colores que escogía y nunca tuvo que devolver madejas. Se preguntaba que hubiera hecho ella sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontró el cajón de debajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes y lilas. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; pero no tuvo el valor para preguntarle que pensaba hacer con ellas.

Él también ayudaba con las ACTIVIDADES de la casa.

Vive en la CASA y es testigo de la PRIMERA TOMA.

Página 7: Actividades

Hacían la limpieza por la mañana, levantándose a las siete, y a eso de las once BENJAMIN se dirigía a la cocina mientras IRENE repasaba las últimas habitaciones.
Almorzaban al mediodía, siempre puntuales, y no quedaba nada más por hacer fuera de unos platos sucios.

Página 8: 1ra. Toma

Eran las ocho de la noche, Irene estaba tejiendo en su dormitorio y a Benjamín se le ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fue por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuchó algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oyó, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Se tiró contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerró de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de su lado y además corrió el gran cerrojo para más seguridad.
Fue a la cocina, calentó la pavita, y cuando estuvo de vuelta con la bandeja del mate habló con Irene.

Ir a DIALOGO con Irene.

Página 9: Diálogo

“Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.”

Ir a FIN 1 y terminar la historia.

Ver las NUEVAS ACTIVIDADES.

Seguir en la casa, ir a la SEGUNDA TOMA.

Página 10: Fin 1

“Entonces –dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.”

Y entre los dos se ponen de acuerdo para vivir en la mitad de la casa y vivir su vida con normalidad.


Volver a INTRODUCCION.

Página 11: Nuevas actividades

“La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerza, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche.”

“Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá.”

Volver al DIALOGO.

Página 12: 2da. Toma

“Cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos.”

“De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamo la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían mas fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.”

Ir a FIN 2.

Página 13: Fin 2

“Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.”

Ir a INTRODUCCION

Nota: las palabras en mayusculas simulan los hipervinculos.
Ademas, en cada pagina va a haber una foto ilustrando cada fragmento escrito.

Desarrollo del proyecto - Etapa 1

Casa Tomada

La casa constaba de: el comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes que quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte de ala delantera donde había un baño, la cocina, los dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo.
Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba al zaguán, abría en cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de los dormitorios de Irene y Benjamín, sus actuales ocupantes y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse.

La casa era espaciosa y antigua, guardaba los recuerdos de los bisabuelos, el abuelo paterno y los padres de Irene y Benjamín.
Estaban habituados a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Vivían siempre en la parte delantera de la casa, casi nunca iban más allá de la puerta de roble.

No necesitaban ganarse la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba.
Se morirían allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, ellos mismos la voltearían justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Bisabuelos

Doña Teodelina y Don Facundo

Doña Teodelina murió a los 80 años (nació en 1835) debido a la fiebre amarilla.
Era una persona simpática y agradable que tejía todo el día. Era delgada, no muy alta y tenía piel trigueña. Su cabello era blanco y tenía ojos marrones. Curiosamente, su rostro no presentaba ninguna arruga.

Don Facundo murió a los 84 años (nació en 1831) por causas naturales.
Era un hombre robusto de pelo blanco y siempre se peinaba hacia atrás.
Tenía bigotes gruesos que cubrían su labio y tenía unos grandes ojos grises intensos.
Era un hombre adinerado de familia conservadora. Siempre vestía de traje y era un fumador empedernido de habanos.
Se dedicaba a la venta de granos y cueros, los cuales conseguía de sus estancias.
Junto a su mujer Teodelina tienen 3 hijos: Joaquín, Francisco y Ricardo.

Abuelo Paterno

Joaquìn

Padres

Ismael y Martha

Ismael es el unico de los hijos de Lucrecia y Joaquín que sobrevivió a la “fiebre amarilla”. Es un hombre flaco, alto y con los bigotes iguales a su padre.
Luego de haberse recibido de abogado se encargó de los negocios familiares al haber heredado una gran fortuna de sus padres.
Este conoce a Martha, señorita de alta sociedad con la que se casa y de ahí nacen Irene y Benjamín.

Irene

42 años.
Rechazó dos pretendientes sin mayor motivo.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de sus actividades matinales se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio, solamente eso la entretenía. Tejía cosas necesarias, tricotas para el invierno, medias para su hermano Benjamín, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma en algunas horas. Mostraba una destreza maravillosa, a su hermano se le iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Benjamín

40 años.
Se le murió María Esther antes de que llegaran a comprometerse.
Todos los sábados iba al centro para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina. También aprovechaba esas salidas para comprarle lana a su hermana Irene, ella tenía fe en su gusto, se complacía con los colores que escogía y nunca tuvo que devolver madejas. Se preguntaba que hubiera hecho ella sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontró el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes y lilas. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; pero no tuvo el valor para preguntarle que pensaba hacer con ellas.

Actividades

Hacían la limpieza por la mañana, levantándose a las siete, y a eso de las once Benjamín se dirigía a la cocina mientras Irene repasaba las últimas habitaciones.
Almorzaban al mediodía, siempre puntuales, y no quedaba nada más por hacer fuera de unos platos sucios.

Primera toma

Eran las ocho de la noche, Irene estaba tejiendo en su dormitorio y a Benjamín se le ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fue por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuchó algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oyó, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Se tiró contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerró de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de su lado y además corrió el gran cerrojo para más seguridad.
Fue a la cocina, calentó la pavita, y cuando estuvo de vuelta con la bandeja del mate habló con Irene.

Proyecto Casa Tomada

Pretesteo

Matrices

1)Intereses --> qué les interesa de la lectura a los encuestados
2)Saberes --> qué saben acerca de hipertexto
3)Usos --> en qué lo usarían

Grupos Objetivos

I --> Estudiantes Secundarios
II --> Estudiantes Universitarios
III --> Profesores

Recolección de Información

Encuesta --> Metodología Cuantitativa / Cualitativa
Entrevistas --> 4
Grupo Focal --> 3 Profesores / 2 Estudiantes Secundarios / 2 Estudiantes Universitarios

Casa Tomada

Ya hemos encontrdo la historia a realizar!!! El cuento elegido fue Casa Tomada de Julio Cortázar. La idea nos pareció interesante ya que puede ser tomada desde distintos puntos de vista.
Próximamente emezaremos a publicar los avances del proyecto.

Casa Tomada (historia completa)

Casa Tomada (historia completa)

Acá está nuestra historia!

Casa Tomada
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la mas ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejo casarnos. Irene rechazo dos pretendientes sin mayor motivo, a mi se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No se porque tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mi, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mi se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte mas retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte mas retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo mas estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble como se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tire contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mi me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa mas de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerza, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba mas tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papa, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos mas alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamo la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían mas fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

Historia

Próximamente vamos a publicar nuestro primer paso de la historia para la materia Medios de comunicación.
Atentos!

Bienvenidos a nuestro weblog Entreverados!!

Somos Alcides Izaguirre, Ana Thomson y Cristián Zúñiga.