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grullas

Ahora que no me lee nadie

Ahora que no me lee nadie, que esto se ha quedado desierto tras meses de abandono por mi parte, me apetece decir que echo de menos esta bitácora y los buenos ratos que he pasado en ella.

Ahora que no me lee nadie digo también que quizás vuelva, sí. Quizás regresen la grullas. Estoy en otro sitio ya, pero la nostalgia me hace pensar en regresar aquí, donde pasé tantos y tantos buenos momentos.

Cómo añadir estadísticas, paso a paso
Como las estadísticas han sido deshabilitadas porque desinformaban más que informar, explico paso a paso cómo instalar un contador externo. Para ello vamos a utilizar Nedstat.

Paso 1: crear una cuenta en Nedstat

- Completad el formulario de alta.

- En la página siguiente se añade la dirección de vuestro weblog (http://blogia.com/_vuestro_blog_) y os recomiendo que seleccioneis como categoría principal: Ordenadores / Internet y como subcategoría Weblogs.

- A continuación os deberá llegar un email con la confirmación del alta.

Paso 2: incluir el código en vuestro weblog

- En el email recibido debeis localizar el siguiente código:

[...] href="http://www.nedstatbasic.net/stats?ACrlgwwtI3x0gBuxPo3WbE8vO/gQ" [...]
src="http://m1.nedstatbasic.net/n?id=ACrlgwwtI3x0gBuxPo3WbE8vO/gQ"

- Nos interesa la información que se muestra en negrita con fondo amarillo y azul.

- Pulsamos sobre "editar enlaces" en la portada de nuestro weblog.

- Y debemos añadir un nuevo enlace, teniendo en cuenta que el código con fondo azul es la URL de la imagen (primer campo;
y el código con fondo amarillo es la URL del enlace (segundo campo).
El tema debe ser Portada, para que aparezca en todas las páginas.

- Tras guardar y salir de la administración del weblog veremos el gráfico con fondo azul de las estadísticas. Para verlas sólo hay que hacer clic sobre él.

Este método ha sido descubierto por la gente del foro, mereciendo una mención especial stuka.

07/02/2004 01:15. Tema: novedades. #. .

Hasta luego

Me va a costar decir "hasta luego", pero creo que ha llegado el momento de hacerlo. Es mejor hacerlo ahora, cuando las palabras han comenzado a perder su ligereza, antes de que sean pesadas como el plomo.

LLevo ya tiempo pensando en tomarme un descanso de internet, y si lo pienso es porque lo necesito. Por una parte, siento que éste es un medio magnífico de comunicación y me gusta escribir, leeros, hablar de temas distintos y a veces estrafalarios, reír, observar, vivir de esta manera distante pero cercana, porque me he sentido muy acompañada por vosotros. Y por otro lado me da un poco de miedo ese oscuro pozo de la red, adonde van pensamientos, historias, vida personal e incluso lágrimas. A veces, necesito desconectar el ordenador y volver a la vida, la vida real.

Durante este año y tres meses me habéis acompañado y os estoy muy agradecida por ello. Por circunstancias personales vivo en un cierto aislamiento (por supuesto que ni estoy confinada ni nada por el estilo, tan sólo que paso mucho tiempo en soledad porque aquí se vive así)y leeros a diario, reír con vosotros ha sido algo extraordinariamente agradable. Zahorí estrenó mi temporada de blog, allá por enero del 2004 en "seamos cínicas", con Parapo tuve algún pequeño roce, sin sangre, que luego se saldó con una relación bastante civilizada. Ericillo, la única persona que aparece por aquí a quien conozco personalmente, ha ido y venido con prisas, corriendo siempre y dejando una palabra amable. Bambolia, con quien llevo años conversando y compartiendo batallas virtuales en el mismo bando. Kiri, con su sentido del humor y su prosa poética. Ciri, y su ironía amable. Bernar y nuestras luchas de años, sin sangre también.

Soil Takada, striper-filósofo, que se incorporó tiempo después a este invento. Duquena, con su enorme trabajo literario en Combray. Miranda, a quien conocía de otros mundos y apareció por aquí por casualidad dándome una agradable sorpresa. Qhrlhy, con sus porqués jeroglíficos. Y más recientemente Eurímaco, Kris y Malmäkaki. Además de otros que se pasan esporádicamente o me leen y no dicen nada. No sé si me dejo alguno en el tintero, pero si es así que lo diga y disculpe mi error, que intentaré subsanar.

Ha sido muy agradable, gente. Y quiero agradeceros especialmente que me hayáis acompañado en los momentos difíciles que tuve durante el embarazdo complicado que pasé. Hubo un momento durísimo que me hizo perder la frivolidad y me convertí en grulla, y allí recibí vuestra amabilidad y vuestro consuelo, siendo algo que no olvidaré jamás. Tampoco olvido y agradezco muy especialmente la atención y el cariño virtual que me demostrásteis en mis dos últimos meses de embarazo, cuando tenía mucho miedo y me sentía más sola que nunca. Me hizo mucho bien que estuviérais ahí.

Como es lógico, me cuesta la despedida, ya que os tengo aprecio y de alguna forma me cierro una puerta de comunicación, pero prefiero hacerlo porque por una temporada voy a estar en silencio, ya que no consigo encontrar la forma de que mis palabras sean ligeras. Así evito que estéis entrando y saliendo (como observo en las estadísticas) por si escribo algún post nuevo, cosa que no podrá suceder en un tiempo.

Cuando regrese aquí o en algún otro sitio os avisaré por e-mail. Para las personas con las que no tengo contacto por e-mail dejo aquí una dirección donde podéis contactar conmigo, o si lo preferís, podéis dejarme vosotros vuestra dirección y yo me pondré en contacto con vosotros. Mi dirección es: aliosha.karamazov@gmail.com.

Gracias a todos y besos surtidos.

Hasta cuando las palabras recobren su ligereza.

Hasta luego

Me va a costar decir "hasta luego", pero creo que ha llegado el momento de hacerlo. Es mejor hacerlo ahora, cuando las palabras han comenzado a perder su ligereza, antes de que sean pesadas como el plomo.

LLevo ya tiempo pensando en tomarme un descanso de internet, y si lo pienso es porque lo necesito. Por una parte, siento que éste es un medio magnífico de comunicación y me gusta escribir, leeros, hablar de temas distintos y a veces estrafalarios, reir, observar, vivir de esta manera distante pero cercana, porque me he sentido muy acompañada por vosotros. Y por otro lado me da un poco de miedo ese oscuro pozo de la red, adonde van pensamientos, historias, vida personal e incluso lágrimas. A veces, necesito desconectar el ordenador y volver a la vida, la vida real.

Durante este año y tres meses me habéis acompañado y os estoy muy agradecida por ello. Por circunstancias personales vivo en un cierto aislamiento (por supuesto que ni estoy confinada ni nada por el estilo, tan sólo que paso mucho tiempo en soledad porque aquí se vive así)y leeros a diario, reír con vosotros ha sido algo extraordinariamente agradable. Zahorí estrenó mi temporada de blog, allá por enero del 2004 en "seamos cínicas", con Parapo tuve algún pequeño roce, sin sangre, que luego se saldó con una relación bastante civilizada. Ericillo, la única persona que aparece por aquí a quien conozco personalmente, ha ido y venido con prisas, corriendo siempre y dejando una palabra amable. Bambolia, con quien llevo años conversando y compartiendo batallas virtuales en el mismo bando. Kiri, con su sentido del humor y su prosa poética. Ciri, y su ironía amable. Bernar y nuestras luchas de años, sin sangre también.

Soil Takada, striper-filósofo, que se incorporó tiempo después a este invento. Duquena, con su enorme trabajo literario en Combray. Miranda, a quien conocía de otros mundos y apareció por aquí por casualidad dándome una agradable sorpresa. Y más recientemente Eurímaco, Kris y Malmäkaki. Además de otros que se pasan esporádicamente o me leen y no dicen nada. No sé si me dejo alguno en el tintero, pero si es así que lo diga y disculpe mi error, que intentaré subsanar.

Ha sido muy agradable, gente. Y quiero agradeceros especialmente que me hayáis acompañado en los momentos difíciles que tuve durante el embarazdo complicado que pasé. Hubo un momento durísimo que me hizo perder la frivolidad y me convertí en grulla, y allí recibí vuestra amabilidad y vuestro consuelo, siendo algo que no olvidaré jamás. Tampoco olvido y agradezco muy especialmente la atención y el cariño virtual que me demostrásteis en mis dos últimos meses de embarazo, cuando tenía mucho miedo y me sentía más sola que nunca. Me hizo mucho bien que estuviérais ahí.

Como es lógico, me cuesta la despedida, ya que os tengo aprecio y de alguna forma me cierro una puerta de comunicación, pero prefiero hacerlo porque por una temporada voy a estar en silencio, ya que no consigo encontrar la forma de que mis palabras sean ligeras. Así evito que estéis entrando y saliendo (como observo en las estadísticas) por si escribo algún post nuevo, cosa que no podrá suceder en un tiempo.

Cuando regrese aquí o en algún otro sitio os avisaré por e-mail. Para las personas con las que no tengo contacto por e-mail dejo aquí una dirección donde podéis contactar conmigo, o si lo preferís, podéis dejarme vosotros vuestra dirección y yo me pondré en contacto con vosotros. Mi dirección es: aliosha.karamazov@gmail.com.

Gracias a todos y besos surtidos.

Hasta cuando las palabras recobren su ligereza.

I.T.D

I tak daleye.

Continuamos subiendo y bajando la roca de Sísifo. A ver si se desgasta la roca de tanto roce y empieza a pesar un poco menos.

dicotomía
pluralismo
multicultural
consenso

honor
lealtad

Normas

Anoche, en "Las Cerezas", Julia Otero entrevistó a una pareja compuesta por dos estrellas del porno. Una pareja simpática y que, contrariamente a lo que pueda parecer por su profesión, parecían tener la cabeza bien puesta (estas sorpresas que te hacen salir de lo establecido previamente me encantan). Hablaron sobre su relación y como la compatibilizaban con su profesión, ya que podía dar lugar a celos y malos rollos. Y en un momento dado lo que me llamó la atención fue que el actor porno dijera que aceptaba la profesión de pornostar de su chica y que lo llevaba bien siempre que el otro partenaire la "respetase". Y el respeto, en este caso concreto, consistía en que el actor porno, antes de la escena, no debe excitarse con la actriz que le ha tocado en suerte (nada de sobarla ni cosas parecidas) sino que se tiene que mentalizar solito.

Normas, curiosas normas. Da la impresión de que no existe un mundo sin reglas. Hasta en la industria del Porno, un mundo ciertamente marginal, donde pareciera que las normas son lo de menos, hay reglas de comportamiento un tanto estrictas, quizás para dar seguridad, sensación de control ante una situación confusa.

Sucede a menudo, también, que personas con comportamiento delictivo, al margen de la sociedad, tienen su propio código de honor y se consideran a sí mismos honorables y leales con sus colegas. Quizás se base esto en que uno no puede darse mala imagen de sí mismo si tiene que sobrevivir, y pese a las circunstancias y el comportamiento propio tiende siempre a excusarse y a encontrar en sí una serie de cualidades positivas, que curiosamente, concuerdan mucho con las de la sociedad bienpensante a las que en principio se oponen. Se imponen normas, y muchas veces, incluso, más estrictas que las de una persona estándar (que a veces son insoportables).

Es extraordinariamente raro encontrar a alguien que se considere a sí mismo como desleal, mala persona, traidor etc., aunque a efectos reales lo pueda parecer a los demás por su comportamiento. Siempre se encuentran excusas. Pareciera que se puede vivir sin normas. Es curioso, porque uno de los mayores deseos del ser humano, deseo íntimo en muchos casos, es saltarse la normas. Y sin embargo no puede vivir sin ellas.

Erotika Biblion

Erotika Biblion

Nunca me leí la Biblia, ya que mi educación fue siempre laica. Para lo único que la usaba en casa era para jugar abriéndola por una página al azar y leyendo lo que ponía. Y nunca me ha importado no haberla leído ni la ehcho de menos, pero últimamente, en mis pesquisas sobre el "libertinaje", tema que me interesa bastante, me he enterado de la existencia de Erotika Biblion, de Mirabeau, que lo escribió mientras estaba en prisión y trata de sacar toda la sexualidad implícita que encierran los textos de la Biblia.

Y claro, ahora, precisamente ahora que menos tiempo tengo, es cuando tengo ganas de leerme la Biblia y el Erotika Biblión, porque debe ser de lo más interesante. He llegado a leer incluso, en palabras de un rabino judío, que la Biblia contiene una gran cantidad de pornografía. Y entonces ¿cómo se las han apañado durante siglos los teólogos y los religiosos para ocultar toda esa concupiscencia?

Y sin poder aún decir "sí, este pasaje de la Biblia es pornográfico" digo (con riesgo de que Bernardette, mi avestrucita querida, se me rebote) que no me extrañaría nada porque leyendo cualquier libro, cualquier obra sea antigua o moderna siempre hay resquicios para el sexo, que es un tema obsesivo para los humanos, cuando no trata exclusivamente sobre sexo. En lo único que, me temo, no hay lugar para el sexo es en los tratados de ingeniería, aunque nunca se sabe, porque a mí siempre me han puesto mucho las grandes obras de ingeniería, tanto es así que las plataformas petrolíferas me dejan totalmente traspuesta y mi intención, cuando se pueda, es tener la oportunidad de visitar alguna de estas que hay en el Mar del Norte.

Y los libros que hablan sobre mantener la castidad y leyes morales de ese tipo suelen ser los que más inciden en el sexo al hacer deseable lo prohibido. De hecho, en mi opinión, leer a los clásicos tiene una enorme carga erótica, si bien es de un erotismo tremendamente sutil, incluso moralizante muchas veces dada la presión social de la época. Como ejemplo, el morbazo impresionante de tipo erótico que tiene "Crimen y Castigo" con la relación casta entre Raskolnikov y Sonia, la prostituta piadosa. El autor mantiene hasta el último suspiro la intriga sobre si habrá o no encuentro carnal. O en "Noches Blancas", donde Dostoievski nos describe a una, en mi opinión, finísima calientapollas en Nastia, criatura apasionada de una pureza impresionante por irreal.

Y si nos remitimos a Cervantes, tan de moda en este año (¿Hay que leerse otra vez el Quijote? Yo lo he leído dos veces: una por querer hacerlo, a los 16 años, y otra por obligación, a los veinte, y creo que he cumplido dado que la mayoría de los españoles no se han leído tan siquiera un capítulo de la Obra Universal, así que esta vez, si es posible, prefiero no saber nada del Quijote y que no me den la brasa con tanto año de Cervantes), sus hermosas doncellas deshonradas y vueltas a honrar por obra y gracia del desmayo tenían un punto de morbo que me hacían la lectura más interesante, ya que siempre andaba el sexo, aunque de tapadillo, por medio. Y así tantos y tantos otros, que hacían de la intriga sobre si habría o no deshonra y el morbo sobre las deshonras varias y la tensión sexual no denominada así, claro, un nexo de unión del lector con el libro. Sin sexo, me da a mí que no se escribe ni un tratado de matemáticas. La trigonometría, de hecho, es eminentemente fálica.

Vale, ahora ya eres madre. Empieza la competición a ver cúal es la más madre de todas.

No comas, no duermas, no pienses. Tu conversación se reducirá a pañales, cacas, pises, gorgoritos, eructos y babas. Recuerda que eres madre y una madre es eso y nada más que eso. La mujer es madre antes que mujer.

No me he comprado una faja. Recuerdo que, cuando era niña, muchas mujeres llevaban fajas de color beige, con ballenas y refuerzos, para sujetarse las lorzas. Y entonces a mí me parecía aquello lo más feo del mundo, y con el tiempo, conforme fui creciendo, seguí aborreciendo semejantes instrumentos antilujuria por lo que hoy por hoy soy incapaz de ponerme un cacharro espantoso de esos. Una lástima porque voy perdiendo puntos en la competición.

Y es que da la impresión (o la menos a mí me la ha dado por lo que he tenido ocasión de ver) de que una mujer, cuando ya es madre, pierde su capacidad de ser mujer en otros aspectos: la seducción, la sensualidad, la sexualidad, y se queda reducida a la relación gratificante y única que tiene con el bebé. Es como si todo el universo anterior se diluyera y no hubiera más que ese ser pequeño y dependiente por completo de una. Es cierto que no ocurre en todos los casos, pero sí hay cierta tendencia a considerarlo así y, de hecho, hay mucha idealización de las madres usando ese baremo.

Y yo me pregunto cómo se puede. ¿Cómo se puede ser otra persona de la noche a la mañana? ¿Cómo se puede dejar de pensar en lo que hs pensado durante más de treinta años y de repente pasar a pensar sólo en pañales, sillitas, cochecitos, pijamitas rosas y biberones? ¿Es que acaso se atrofia una parte del cerebro? Porque yo pienso en todas esas cosas, en los impulsos cursis que me dan para poner a mi niña hecha un pimpollito y en otras muchas más: se puede decir que he añadido a mi vida una prioridad absoluta, pero no que mi vida se reduzca exclusivamente a eso. Porque yo hace un año era una persona y ahora sigo siéndolo aunque cumpla gustosamente con mis obligaciones de vaca lechera.

¿Y la sensualidad? ¿Y el gusto por ser? ¿Por qué se pierden? Es posible, según observo, que haya una causa natural en ello al existir un "enamoramiento" del bebé con la dejadez consecutiva de todo aquello que no sea el bebé en sí. De hecho, al dar de mamar se experimenta placer sexual, lo cual posiblemente sea suficiente para muchas personas (aunque al existir un tabú a este respscto ni sisuqiera se lo plantearán, y mucho menos en público)y no haya una mayor necesidad de buscar por ahí otros entretenimientos de ese género. Pero no sólo es eso porque la vida, normalmente, no se reduce a una sola cosa sino que diferentes capas, como una cebolla se van complementando. Y la competición entre mujeres para demostrar que una es la "mejor madre" (como si eso se pudiera medir) porque durante siglos tan sólo en el papel de madre a la mujer se le ha reconocido una influencia y un prestigio es algo a tener muy en cuenta aún en la sociedad en la que vivimos, aparentemente más abierta.

La anulación de una mujer por los hijos. "Una madre lo entrega todo", la llegada a la santidad a través de la maternidad e incluso hacer de ella un misterio. Y después te das cuenta de queser madre és cansado y muy gratificante, pero no una cuestión de santidad. Te guía el instinto ( y esto es algo curiosísimo), un instinto muy poderoso que te hace actuar de una forma mecánica, como si supieras lo que tienes que hacer desde siempre. Y ese instinto te incita a proteger y cuidar a toda costa a tu bebé, pero no te pide que tú te anules, sobre todo porque para ocuparte del bebé tienes que estar fuerte y en forma.

Otra vez le preguntaron qué era la causa de que los poetas, por la mayor parte, eran pobres. Respondió que porque ellos querían, pues estaba en sus manos ser ricos si se sabían aprovechar de la ocasión que por momentos traían entre las manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en extremo, pues tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran riquísimas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jazmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia; y que todas estas eran señales de su mucha riqueza. Estas y otras de los malos poetas; que de los buenos siempre dijo bien y los levantó sobre el cuerno de la Luna.

http://www.blogg.org/blog-16229.html

Magias

Anoche, en un interesante reportaje sobre la Reina de Saba y el Rey Salomón, un rabino judío, estudioso de la Cábala dijo que Salomón era un gran mago que volaba sobre un águila: "evidentemente, las águilas de entonces eran mucho más grandes que las de ahora, porque en una actual no hubiese cabido" dijo con convencimiento.

Hace años, un viejo pescador bretón, hombretón recio y simpático que en Gloria esté, me dijo que una vez, estando un poco borracho, se le había aparecido el Diablo al lado de un menhir.

Y tiempo atrás una chica que a mí me daba miedo (ni la compasión pudo con el rechazo visceral que yo sentía hacia su persona) se quedó parapléjica en accidente de tráfico: la culpa del accidente no la tuvo el conductor, ni otro conductor, ni el estado del coche, ni las condiciones climatológicas o de la calzada, ni siquiera la mala suerte. La culpa la tuvo un tenor que, envidioso de la voz de otro, hizo magia negra para que este se muriera, con tan mala suerte (torpe que era en la magia) que el accidente de tráfico destinado al tenor envidiado, dejó parapléjica a una amiga de éste y él salió ileso.

Evolutivamente, aquellos que creen en lo sobrenatural están en superioridad de condiciones porque se desgastan menos. Siempre encontrarán la excusa adecuada a sus deseos y no perderán el tiempo en fustigarse ni tendrán miedo a morir.

A Change is Gonna Come

A Change is Gonna Come

Y reía, reía y jugaba con mi criatura mientras escuchaba música. Le gusta verme hacer payasadas, ríe, le gusta verme bailar. Se me queda mirando con esos ojos llenos de curiosidad y me lanza sonrisitas coquetonas mientras yo, a riesgo de darme una buena hostia escurriéndome en el parquet, le hago figuras un poco torpes, pero con muha iniciativa. Y entre cha cha chas, twist y mambos varios, mientras descanso un poco mis piernas, últimamnte poco acostumbradas al ritmo de baile que les imponía antes, aparece él.

Apareció de improviso. De repente, esa canción llamó mi atención hasta el punto de que me quedé quieta, parada, y me senté mientras la mente se me iba muy lejos, lejos en la distancia y el tiempo, como si respirara cincuenta años años atrás.

La volví a poner otra vez, y otra como hipnotizada y supe que esa canción era "algo". Triste, esa tristeza, esa profundidad, esa melodía, esa belleza en la modulación de la voz, en cómo lo dice. Y busqué, busqué en internet. Y supe que en 1964 Sam cooke había muerto asesinado, en extrañas circunstancias, por la dueña de un motel, que, en teoría, actuó en legítima defensa de terceros cuando una joven acusó al cantante y compositor de haberla secuestrado e intentar violarla en dicho motel.

Y supe, sin haber leído aún sobre ello que esa canción, de alguna forma era una de sus últimas canciones, como un epílogo. Porque se notaba que era un epílogo, porque no podía ser de otra forma.

Y sí, fue una de las últimas canciones que escribió, poco antes de caer bajo los disparos y ser rematado con un bate de baseball.

A Change Is Gonna Come
(Sam Cooke)
As Performed Sam Cooke (1964)

I was born by the river in a little tent
And just like the river, I've been running ever since
It's been a long time coming
But I know a change is gonna come

It's been too hard living, but I'm afraid to die
I don't know what's up there beyond the sky
It's been a long time coming
But I know a change is gonna come

I go to the movie, and I go downtown
Somebody keep telling me "Don't hang around"
It's been a long time coming
But I know a change is gonna come

Then I go to my brother and I say, "Brother, help me please"
But he winds up knocking me back down on my knees

There've been times that I've thought I couldn't last for long
But now I think I'm able to carry on
It's been a long time coming
But I know a change is gonna come

Una canción en la que Sam Cooke, que fue detenido por los disturbios causados tras serle denegado el registro en un hotel, expresa su dolor por la segregación racial y su esperanza de que la situación cambie. Canción inspirada al escuchar "Blowing in the wind", de Bob Dylan, porque pensó que "no podía ser blanco quien había escrito una canción así". Los beneficios de esta canción fueron donados a la Fundación de Martin Luther King.

Y me pregunto, cuando la escucho, cuando percibo tanta belleza, cómo pudo morir así, de una forma tan absurda. Y más allá de si la joven que lo acusó de querer violarla mintió o no (parece ser que era una prostituta, lo cual no exime, por supuesto, a un violador, pero surgen más dudas sobre el caso), y más allá de si él fue culpable o no de un acto tan repugnante, no acabo de salir del estupor que me produce una muerte tan cutre, tan desolada y tan estúpida para alguien capaz de componer canciones "así".

La belleza y lo cutre se rozan, se entremezclan de una forma que da vértigo. Y yo sigo asombrada, hipnotizada y escucho su voz una y otra vez, como modula cada palabra que canta, esa ligera forma de quebrarse. Belleza, belleza, y no quiero ver, no puedo ver lo cutre que hay debajo. "Lady, you killed me", parece que fueron sus últimas palabras. Y suena hermoso, bello a rabiar en la cutrez desesperada.

Post Valium

¿No decía yo que no iba a contar mi día a día? Pues ahora me apetece llevar la contraria. Preparaos para sesiones de tortura intensiva con bostezos de cincuenta segundos, lo menos.

Mis días tienen dos horarios para comenzar, que los marca un encantador reloj biológico de sonrisa fácil y boca hambrienta. Sea a las cinco de la mañana, sea a las siete y media. Me levanto dormida y con el sentido del equilibrio un tanto torpe, por lo que tengo que hacer verdaderos esfuezos para no darme de hostias con las puertas. Y el miedo de que esa torpeza cause algún accidente al reloj biológico me hace espabilar y despertarme. El reloj biológico come, es atendido en sus necesidades y una vez acostado de nuevo intento irme a dormir otra vez, pero no es posible, porque el reloj biológico tiene ganas de comenzar el día a pleno rendimiento y protesta. Entonces me llevo al reloj biológico al salón, a su parque, con sus juguetes y yo me tumbo en el sofá, a su lado a ver si hay suerte y se duerme y me puedo dormir yo también, pero el reloj biológico, que sabe que estoy ahí, no deja de mirarme y protestar cuando se le cae el chupete, (cada dos minutos), por lo que mi periplo en el sofá es accidentado, y al final acabo levantándome con sueño, pero sabiendo que no podré dormir. Desayuno un brebaje un poco asqueroso que no detallaré, pero no puedo desayunar otra cosa más normal porque tengo prohibidos el café y la leche de vaca. Y me ducho, sí, eso todos los días y fiestas de guardar, e incluso en Cuaresma. Y miro por la ventana y hay nieve y sol, y está todo muy bonito, pero hace un frío del carajo y sólo de pensarlo no me entran ganas de salir. Aunque saldré, claro. Me tengo que vestir con ropa deportiva, más bien ligera, y con pantalones de deporte estilo pirata, que dejan mis tobillos y parte la pierna al aire, salgo, llevando conmigo el carrito con el reloj biológico en dirección a la consulta del preparador físico. Hace -3 o así. Y yo con los tobillos al aire...

Llego a la consulta y el preparador físico aún no ha llegado. Espero y llega diez minutos tarde. Esta vez se excusa y no le digo nada, pero me hace gracia que una vez que yo llegué tarde bromeara con que los españoles somos muy impuntuales. Y yo le dije que sí, que claro, que muy bien lo que diga, que con mi reloj biológico tengo razones más que fundadas para llegar tarde, ya que no es fácil salir a la hora, pero que seguro que tiene toda la razón y aún más. Es flamenco. Y de una forma perversa, cada vez que lo veo se me asoma a la cabeza traviesamente la canción de Brel "Les flamandes".

Y mientras recupero los abdominales el reloj biológico protesta porque me quiere ver y claro, yo estoy en el suelo o a cuatro patas, en posturas no muy dignas, todo hay que decirlo, y no alcanza a verme. Y Jim se encarga de ponerle el chupete mientras le dice "bodibodibodi", que no sé qué podrá significar. Y casi me entra la risa de ver a un pedazo de tío enorme, de dos metros, haciéndole tonterías a mi reloj biológico para entretenerlo.

Y vuelvo a casa baldada. Ya han pasado cuatro horas y el reloj necesita comer. Y come. Y después quiere brazos y jugar. Y voy haciendo cosas diversas mientras lo atiendo. Chupete arriba, chupete abajo. Me conecto, me desconecto. Escribo un mail. Lo paso a borrador porque no puedo terminarlo. Voy escribiendo los mails y los post a trozos. Teléfono, cartero, farmacia. Catálogos y culebrón infumable mientras le doy de comer.

¿Cómo va el bostezo?

Para mí es un alivio contaros esto ya que hoy no tengo nada que decir pero ando de lengua fácil. Vamos, que tengo que decir lo que sea, y mientras más intranscendente mejor porque no me apetece pensar lo más mínimo, y menos subirme a las alturas etéreas sublimes esas que se ven tanto por los blogs (A lo máximo que soy capaz de subirme es a un árbol, y eso porque en mí aún queda el recuerdo subsconciente de mis antepasados monos, a quienes les debo una agilidad considerable y el gusto por los plátanos). Y así me quito de encima la carga de no poder publicar post por exigirme algo a mí misma que no sé ni lo que es. Porque, en fin, a estas alturas, y sabiendo que nunca he podido acceder a dominar las reglas de la gramática, que otros usan holgadamente, no me voy a estar pidiendo lo que nunca voy a conseguir.

Suena Sam Cooke, "Good Times". Y ahora me voy a pasear por el sol de nieve al reloj biológico, de sonrisa encantadora y mirada profunda por las calles de clos, ante casas de ladrillos rojos y fachadas modernistas de Maison de Maître. Y luego prepararé el árduo fin de semana de visitas que me espera, pero eso ya no lo cuento porque tengo piedad, criaturas.

Creo que este post Valium puede ser magnífico para cuando tengáis una noche de insomnio. Es que siempre me acaba saliendo la vena solidaria. Una que es así de bueníssssima y maravillossíssima. Algún día contaré mis obras de caridad y eso.

Aclaro que nunca como filetes rebozados.

Últimamente pareciera que me he quedado anclada en un recuerdo. No es un recuerdo en concreto, sino flashes que me vienen de repente, de cosas pasadas, muchas veces cotidianas, sin una mayor importancia. La imagen de M., por ejemplo, en aquel semáforo, parado con su moto mientras yo pasaba pensando ¿me atropellará? ¿se vengará de mí? Pero no, M. no era "así", porque para ser "así" no hacen falta motivos. Llegó a odiarme, estoy segura de ello, y a mí su odio me hacía incluso gracia. Lo notaba siempre cabreado conmigo con su timidez y con el destino, que nos mantenía incomunicados. Porque no nos hablábamos.
Philosophe et enseignant, Michel Onfray a publié une quinzaine d’ouvrages, dont “Théorie du corps amoureux” (Grasset, 2000), “La Sculpture de soi” (LGF, 1996), “La Politique du rebelle” (LGF, 1999), et les deux premiers tomes de son journal hédoniste, “Le Désir d’être un volcan” et “Les Vertus de la foudre” (LGF, 1998 et 2000). Le troisième tome, “L’Archipel des comètes”, paraîtra cette année.

Michel Onfray : Dans mon esprit, un libertin se doit d’être attentif. Chaque époque contamine le libertinage avec ses travers : le libertinage est féodal avant la Révolution française, bourgeois pendant le XIXe siècle, consumériste dans les années 70-80. Autant dire que, depuis au moins deux cents ans, il est peu soucieux de l’autre. Celui que je propose tâche d’être libertaire, féministe et égalitaire. Il suppose que les hommes et les femmes disposent de la même liberté, autonomie, indépendance. Le projet libertin induit le souci de l’autre, l’intérêt pour ses désirs, la quête de son plaisir, la demande de ses volontés dans la perspective de construire à deux une expérience sensuelle et libertine.

Qu’est-ce que l’amour pour vous ? L’avez-vous rencontré ?
C’est l’état dans lequel on se trouve quand on ne peut faire l’économie de la présence ou de l’existence de l’autre sans douleur. Il peut prendre des formes multiples. Bien sûr que je l’ai rencontré. Mais je ne vous dirai ni avec qui, ni quand, ni comment.

Je les dissocie parce que, dans la réalité, tous ces registres sont naturellement distincts. C’est la culture et la civilisation qui, pour des raisons idéologiques sécuritaires, ont intérêt à laisser croire que tout cela se tient. Quant à l’amour idéal, il est toujours une catastrophe. Viser l’idéal, qui par principe n’existe pas, c’est aller au-devant de déceptions, de frustrations et de malheur. Il n’existe pas d’homme idéal, de femme idéale, de relation idéale. Rien d’autre que des histoires possibles, à vivre le plus loin possible de la douleur et le plus près du plaisir.

Pour vous, la fidélité, c’est quoi ?
Il faut la redéfinir. Elle n’est pas, pour moi, l’exclusivité sexuelle, qui suppose la propriété de l’autre, sa transformation en une chose dont on jouirait pour soi seul. La fidélité, c’est la mémoire incarnée. On est fidèle quand on tient ce pour quoi on s’est engagé. Infidèle quand on ne s’y tient pas. A charge pour chacun de ne pas promettre plus qu’il ne peut tenir.

Il faut refuser le mensonge, certes, mais aussi pratiquer avec allégresse et virtuosité la discrétion, le secret, le silence, l’évitement, genre de politesse à l’endroit de l’autre, souci d’éviter son déplaisir à tout prix. Ne surtout pas jouer cette ridicule transparence, qui consiste à tout se raconter dans le moindre détail.

On ne parle pas de ses aventures à l’autre ?
Rien n’est plus néfaste, dangereux et pervers. Il faut préserver l’autre de ce qui pourrait le faire souffrir, comme l’autre doit nous préserver. Dissocier chaque moment, ne pas faire interférer les instants et les personnes. Ne pas tout mélanger. Ne pas rapporter le passé avec l’un dans le présent d’un autre, ne pas disserter sur le futur avec celui qu’on n’intégrera pas dans son projet… Rien n’est défendable qui se paie du malheur d’un être.

En le voulant. En se disant qu’une histoire d’amour ne doit pas se figer, se fixer, qu’elle est plastique et que rien n’est donné, car tout se construit. Changer à deux suppose vouloir changer à deux. D’où la nécessité d’un souci perpétuel de l’autre, de ce qu’il est, ce qui reste immuable en lui, ce qui change, se modifie, se métamorphose, disparaît. Il faut vouloir construire et revendiquer le pragmatisme. Trop de couples croient évoluer dans l’idéal, la perfection, l’absolu, et se défont dès le premier craquement. Or c’est l’occasion d’édifier, d’échafauder, de fabriquer un couple. Nous vivons dans l’ère du jetable. Dès qu’un problème surgit, on ne sait, ne veut ni ne peut le résoudre. Alors on détruit, on casse, puis on se sépare. Dans cette logique, on se prépare à faire de sa vie un champ de batailles et de ruines.

Vous parlez de contrat entre des “gens de loyauté et de capacités éthiques semblables”, qui s’engagent “à produire de la jubilation à deux et à écarter toute occasion de peine”… Quelle exigence !
Bien sûr. L’hédonisme n’est pas une facilité, il ne consiste pas à obéir à sa pente naturelle - la veulerie, la simplicité, l’égoïsme, l’égocentrisme, la muflerie. Il est une tension, une éthique exigeante, une ascèse philosophique. Rien ne serait plus mensonger que de laisser croire qu’une existence philosophique s’obtient en claquant des doigts. L’existence, la vie, la construction de soi obligent et requièrent une volonté de chaque instant - et pendant longtemps. La relation avec autrui également.

A vous de me faire la démonstration que la liberté et l’amour s’opposent. Que vivre l’un suppose de renoncer à l’autre - ce que laissent croire les modèles dominants hérités du christianisme. Or on peut ne rien placer au-dessus de la liberté, et aimer. On aimera différemment, c’est tout. Autrement que la plupart. Mais on aimera tout de même.

Pensez-vous que les femmes soient aujourd’hui à égalité avec les hommes dans la recherche et la culture du plaisir amoureux ?
Bien sûr que non. Les femmes sont les grandes victimes de la pensée judéo-chrétienne, qui est essentiellement misogyne. La civilisation a été faite par et pour les hommes, contre les femmes, auxquelles on accorde un droit de cité seulement quand elles sont épouses ou mères. On ne les aime qu’éteintes dans le mariage et calmées dans la maternité, parce que là leur désir ne fait plus peur aux hommes. Mariées et mères de famille, les femmes renoncent à la majeure partie de ce qui fait leur féminité, leur liberté, leur autonomie, leur indépendance. Elles deviennent des fonctions sociales et cessent d’être des subjectivités souveraines.

Bien sûr que si ! Et je sais m’oublier, m’abandonner, me donner, mais quand je veux. Pas question de ne pas me retrouver, de devenir un autre, de m’aliéner, de tellement donner que je n’aurais plus rien et que je ne serais plus rien. Se donner, pour moi, suppose qu’on puisse se reprendre quand on veut. Ne confondons pas s’abandonner et se diluer. Rares sont ceux qui, dans la relation amoureuse, ne visent pas la destruction de l’autre, son incorporation, sa négation, sa digestion - pour ne plus faire qu’un, selon le pénible fantasme de la plupart des couples.

“Autrui compte autant que moi, ni plus, ni moins.” L’autre aliène donc votre liberté ?
Je pars du principe que les relations entre les individus sont toujours marquées a priori par la violence, la guerre et la suspicion. A posteriori, dans les relations que l’on construit, on peut échapper à cette logique guerrière, qui veut des maîtres et des esclaves, des dominateurs et des dominés. Mais la menace d’un retour au combat pointe toujours. Il faut n’avoir jamais la main bien loin du bouclier, voire de la dague, quand c’est nécessaire et qu’il en va de sa propre survie identitaire

Sommes-nous condamnés à une telle solitude ?
Oui. Une solitude existentielle, radicale, métaphysique, ontologique, qui brise parfois les illusions de l’amour ou de l’amitié. Et c’est tant mieux. Que vivent ces illusions qui sont des consolations, mais qu’elles ne nous fassent pas souffrir !

Professeur de lettres, romancière, essayiste, spécialiste de Jean-Jacques Rousseau, Claude Habib a publié, entre autres, un roman, “Préfère l’impair” (Viviane Hamy I999), “Le Consentement amoureux” (Hachette Littératures, I998) et “Pensées sur la prostitution” (Belin, I994).

“Ce qui me frappe en entendant les arguments libertins, c’est leur petitesse. Il y a une mesquinerie libertine. Je viens de lire un livre exceptionnel, “La Supplication” (De Svetlana Aleksievitch, J’ai lu, 2000). Ce sont des témoignages de survivants de Tchernobyl. Le premier est celui d’une femme, jeune mariée au moment de l’accident. Son mari, un pompier, est envoyé sur le toit de la centrale en flammes. Il tombe atrocement malade, on le transfère à Moscou. Eh bien, cette femme fait des pieds et des mains pour le rejoindre ! L’administration, les médecins font barrage, on lui dit que son mari est un danger, que c’est un “objet radioactif”, on le met en isolement. Que fait-elle ? Elle soudoie les infirmières, se glisse clandestinement dans la chambre pour assister à son agonie. Son témoignage est ponctué par la phrase : “Je l’aimais plus que tout au monde, je ne savais pas alors à quel point je l’aimais.” La fidélité se révèle à ces moments-là. Pour le meilleur et pour le pire, c’est la pierre de touche. Les libertins ne veulent pas le savoir. Ils se tiennent en deçà. Quand on définit l’amour comme amour-goût, on n’est jamais confronté au problème de la fidélité, on en reste à la question des frasques et des cachotteries. Alors il vaut mieux jouir sans le dire, et profiter sans se faire prendre : maximiser les plaisirs et minimiser les peines, tel est le grand secret, le calcul des avantages élevé au rang d’art de vivre.

Du point de vue libertin, “l’idéal est une illusion dangereuse”. Il faut donc énucléer l’amour, lui ôter ce noyau d’idéal. C’est une opération difficile, d’ailleurs, parce que l’idéalisation est l’expérience immédiate des amoureux. Comme dit Rousseau : “Il n’y a point de véritable amour sans enthousiasme, et point d’enthousiasme sans un objet de perfection réel ou chimérique mais toujours existant dans l’imagination.” Autrement dit, cette perfection que l’amoureux distingue dans l’autre est peut-être illusoire, mais elle est nécessaire. L’amour est ce qui fait sortir du relatif, du plus ou moins (plus jolie que X, mais moins intelligente que Y). C’est la rencontre, peut-être illusoire, de l’absolu. Rushdie a écrit que l’expérience de la transcendance, dans nos sociétés laïcisées, seul l’art ou l’amour peut encore nous la donner. Les libertins sont des athées en amour : même cette transcendance-là, ils n’en veulent pas. Or c’est une transcendance incertaine, fugace. Elle arrive quand elle arrive, elle n’est pas soutenue par un texte sacré, par un enseignement, des institutions. Ce n’est qu’une émotion individuelle. Il est plus facile de la ridiculiser que de la suivre.

Au fond du libertinage, il y a toujours l’individu qui raisonne en terme d’avantages et d’inconvénients. Il est pris dans la farandole des passades, mais il reste vigilant : il s’agit d’y gagner, en termes de plaisir, de prestige, d’agréments. Donc le libertin ne se donne pas, quoi qu’il dise ; tout au plus il se prête, en attendant de se reprendre. Le pur message libertin, c’est le billet de Valmont à Madame de Tourvel : “On s’ennuie de tout, mon ange, c’est une loi de la nature, ce n’est pas ma faute.” Je ne dis pas que l’amour, par opposition, consiste dans l’abnégation, je ne le pense pas : c’est une expansion, mais d’une autre nature, une expansion désintéressée. Tant qu’on en reste au calcul individuel des plaisirs, il n’y a pas de place pour l’enfant à venir. Il n’y a de place que pour l’actuel. C’est d’ailleurs pourquoi le libertinage se porte mieux au masculin. Ce n’est pas le judéo-christianisme qui handicape les femmes, dans ce jeu-là, c’est le désir qui leur vient souvent d’avoir un enfant de celui qu’elles aiment. Etre aimée, c’est entraîner un homme au-delà du moment, vers la durée de l’existence. "

La reina negra de G.mager

Gucci. De los pies a la cabeza vestida de Gucci. Pero no se sabía que fuera vestida de Gucci a no ser que ella lo proclamara a los cuatro vientos, lo cual era su tarjeta de presentación. Cubana y negra, casada con un alemán y viviendo en un rico país centroeuropeo. Esa sería su definición estándar y ausente de valoraciones subjetivas.

Coincidía con ella en la cafetería de un centro de enseñanza de lenguas. No recuerdo la primera vez que la vi, pero sí que en una ocasión me fijé en ella porque alguien dijo que estaba buena. Y sí, no estaba nada mal. Su acento cubano me hacía gracia y escuchaba lo que decía con atención. Hablaba mucho de los españoles, aunque apenas conocía España, más que un par de viajes en plan turista playera.

Pronto empecé a conversar con ella. Creo que la palabra Gucci la empezó a pronunciar en la segunda o tercera frase que me dirigió. Su ego era Gucci, como si se hubiera apoderado diabólicamente de su persona. Siguió diciéndome que era muy religiosa, católica, y que le rezaba a la Virgen de Mezdugorjie (nueva adquisición milagrera en la ex-yugoslavia ex-atea), Lo siguiente fue decir que odiaba a los portugueses.

"Soy la reina negra de G.mager"- decía con orgullo- "las portuguesas me odian porque tengo un marido que me sube la compra hasta el piso. Claro, como soy negra les da rabia. Pero yo me las paso a todas por el fondillo. Qué me odien si quieren, que yo voy con la cabeza muy alta y además no tengo un marido que me pegue, como ellas". Y yo la miraba con curiosidad, con ojos rientes, preguntándome en qué tipo de corrala libraba semejantes batallas, y escuchaba su ristra de palabras rápidas que, con desparpajo, casi siempre decían lo mismo, repitiendo las consignas que debía creerse para darse confianza y seguridad en sí misma.

Tres hijas tenía. Cada una de un hombre diferente, todos blancos porque según propia confesión no le gustaban los de su propia raza. La primera era hija de un ruso que había sido enviado a Cuba. Se coló en la base de los rusos y acabó naciendo la criatura, que nunca conoció a su padre. La segunda era hija de su primer marido, un alemán del que se separó por maltrato, y la tercera el fruto de su unión actual, con otro alemán. Aún así, las niñas no le habían salido rubias.

Y el forro de Gucci, que parecía encumbrarla a lo más alto, o es posible que así se lo pareciera a ella, se resquebrajaba por momentos cuando iba conociendo detalles de una vida indefinible en su intento de sobrevivir pese a todo.

El problema, su mayor problema es que era "negra". Y sí, poniéndonos en la realidad y sabiendo cómo se las gasta este mundo con el racismo eso es un problema. Pero así como la negritud era un problema también lo era la solución a todos sus males y la excusa perfecta para imponerse cuando se la dejaba: era negra para lo que le convenía.

Era la excusa de decir "no me quieres porque soy negra", cuando a lo mejor se podría también decir "no me quieres porque no me porto bien contigo". Pero la segunda opción nunca se le ocurría y todo lo achacaba a su color, así como consideraba que la importancia de las personas, y la suya misma, se medía por ir vestida por una marca de lujo.

Hablar con ella me suponía siempre caer en una extraña contradicción. Por una parte entendía sus dificultades en un mundo de blancos, en el que el color de su piel le resultaba una desventaja, pero por otra parte sentía la excusa perfecta que ella empleaba para todo aquello que le disgustase o no le conviniese: "Es que soy negra". Y también entendía que usase eso como forma de imponerse en un momento dado ya que todos buscamos formas de imponernos a los demás, pero si yo me dejaba llevar por su victimismo la que estaría en desventaja sería yo. Más de una vez me vi en esa desventaja, acusada por el hecho de ser blanca, un hecho tan aleatorio como ser negra, amarilla o tener los ojos de un determinado color. Y consideraba que abusar de mi amabilidad, era algo que se le debía en cierto modo, ya que los blancos hemos abusado de otras razas.

Y era curioso porque yo la entendía, o parecía entenderla. Comprendía su rabia, su deseo de decir "aquí estoy yo", su porte estirado, su actitud de reina frente a aquellos que ella consideraba la odiaban, aunque quizás no tanto como ella creía, su ego desmesurado en ocasiones y Gucci como máscara, como medio para darse confianza y lograr sobrevivir en un mundo hostil. Pero llegó un momento en el que el ser blanca se convirtió para mí en una desventaja, y claro, yo también tenía que sobrevivir.

"Soy la Reina Negra de G.mager", recuerdo. Y la recuerdo de forma amable, con risas, con simpatía. Porque supe retirarme a tiempo.

Hipocritómetro

Teléfonos móviles de última generación, reproductores de mp3, cámaras de vídeo digitales, vibradores con mando a distancia, muñecas hinchables biodegradables con comunicación vía satélite... Sí, todo eso que nos ofrece la tecnología está muy bien, pero se echa de menos un instrumento práctico, de mucha ayuda en nuestra vida cotidiana, que ni siquiera a Punset, adelantado donde los haya y preocupado por el desarrollo y el futuro de la humanidad se le ha ocurrido la necesidad de crear para el desarrollo en armonía de las relaciones humanas: el hipocritómetro.

Es harto complicado ir a algún sitio sin conocer la hipocresía relativa del aire y no encontrarte convenientemente vestido para la ocasión. Vamos, más o menos como el tiempo, que te vistes distinto según el frío que haga. Así pues, si vas a una reunión donde la hipocresía relativa del aire es del 90% con vientos racheados de mentirijillas de fuerza cuatro y chubascos abundantes de sonrisas forzadas, lo normal es ponerse un buen impermeable y aclimatarse. Pero claro ¿quién nos avisa? Porque el problema de la hipocresía no es que exista, así como no es un problema que exista la nieve ni la lluvia, sino que nos pille desprevenidos.

E igual con la sinceridad, igual de peligroso es encontrarte con una elevada sinceridad de, digamos, el 85% por ciento con 45ºC a la sombra de verdades a pelo que te dan en la cara como una tormenta de arena en el desierto. Vamos, que no hay manera de ponerse a salvo a no ser que vayas vestido adecuadamente para la ocasión y bebas mucha agua, que las verdades deshidratan.

Es fundamental estar preparado para estas contigencias, y me resulta un tanto triste que la sociedad moderna no haya pensado todavía en hacer uso de la tecnología para crear un aparato que sería la clave del éxito en las relaciones humanas. Porque así todo el mundo iría vestido para la ocasión y claro, habría muchos menos malos rollos relacionados con el encontrarse de sopetón con un clima hipócrita si no se va preparado o con un clima sincero cuando se piensa uno que, afortunadamante, no le van a decir ninguna verdad. De hecho, los hospitales se descongestionarían dada la prevención de riesgos de yu-yus que supondría un aparato así. Además, molaría eso de poner el aparatito a funcionar y descubrir que (el clima tiene estas cosas, creo que es culpa de lo de la capa de Ozono) con los solidarios hipermegasinceros que se quejan de lo hipócrita que es el mundo y lo sinceros que son ellos el hipocritómetro se pone en números rojos y suena la alarma.

Querido Punset, a ver si lees este mensaje (claro que lo leerás, dado que este blog, como todos los del ciberespacio, es visitado diariamente por unos tres mil millones de internautas ávidos de saber qué he desayunado hoy* y si a mi amiga Cuqui- no recuerdo a ninguna que se llame así, pero es lo mismo, seguro que la tuve en otra reencarnación- le han tocado unas bragas a rayas fucsias y rosas que sorteaban en la ferrería de la calle Suspiros por la compra de tres metros de cable y unas tenazas) y te animas a sugerir a prestigiosos investigadores de la Universidad Fálica de Utah (UFU), que creen un hipocritómetro en condiciones a precios asequibles para el gran público. Todo sea por la tecnología, el desarrollo en armonía de las relaciones humanas y el futuro de la humanidad.

* Estimados lectores, ávidos de mi vida cotidiana, hoy he desayunado una taza de descafeinado con leche de soja y dos terrones de azúcar moreno de caña.

Veinticuatro, coma, nueve

Uno de los tópicos más comunes que se encuentran por ahí es el de "hay siete mujeres por cada hombre en el mundo". A veces, los más modestos lo rebajan a "cinco mujeres", lo cual es un detalle, pero no deja de ser interesante que ese dato se repita desde hace años, aunque la demografía mundial haya cambiado, y el número de "siete" se mantenga intacto.

Lo suele decir, casi siempre, un hombre que así defiende su posición de imprescindible, ya que, es evidente que siete mujeres en el mundo están como locas por conseguir sus servicios. Siete mujeres mayores de setenta años, se supone que locas por el especimen en cuestión.

En algunos países puede que tras tremendas guerras y enfermedades haya un hombre por cada siete mujeres, pero la media mundial no creo que sea así. Si acaso, digamos que hay más ancianas que ancianos, ya que la mujer que sobrevive vive más años, aunque tampoco está tan claro, ya que muchas de ellas mueren de enfermedades debido a que en muchos sitios aún se dispensa una mayor atención sanitaria a los hombres que a las mujeres, al ser consideradas estas como inferiores. Por ejemplo, en el Tibet, aún hoy en áreas rurales (el Tibet profundo, evidentemente, no el más desarrollado), a las mujeres que están de parto se las expulsa fuera de la tienda, aunque nieve, y en ocasiones se las envía al establo, ya que dar a luz se considera una "acto impuro". Marco Polo, sin embargo, hablaba del Tibet como de un país donde las mujeres eran libres, ya que consideraba la poliandria como una forma de libertad sexual, sin saber que esos matrimonios eran impuestos (dos hermanos se casaban con la misma mujer para evitar que se dividiese el patrimonio familiar). En fin, hay visiones para todo.

Pero bueno, si me dicen que somos siete mujeres por cada hombre yo me lo creo. Da gusto ver al que lo dice con los ojos brillantes, sabiéndose vencedor del momento porque ha aludido a una estadística totalmente verídica e incontestable que circula por ahí desde hace años y nadie sabe con exactitud se dónde ha salido. Ya se imagina, mientras lo dice, él, que con dificultad quizas se aparee tres o cuatro veces al año -y eso si hay suerte, los orangutanes una vez cada cinco años, por lo que pueden darse por afortunados- a siete mujeres con tacones de aguja y balones de rugby esperando en la puerta de su casa a que él se digne ocuparse de ellas.

Y a mí me gusta ver a la gente feliz, con ojos brillantes, sonrisa de oreja a oreja y el pecho inflado de triunfador omnipotente, así que he decidido que esa estadística que se ha quedado estancada desde hace años, tiene que evolucionar. Caballeros, no hay siete mujeres por cada hombre, ese dato está obsoleto: hay veinticuatro, coma, nueve mujeres por cada hombre.

Hala, que ya se pueden poner a esperar sentados en las puertas de sus casas a que a cada uno le aparezcan las veinticuatro, coma, nueve mujeres que les corresponden.

Rutinas

Fue en un área de descanso en la autopista que lleva de Lorient a Rennes, Bretaña. Paramos a comer algo, un sandwich y fruta.

A nuestro lado había aparcado un coche con una caravana. Volvían de vacaciones en la playa. Últimos días de agosto del 2002. Era un matrimonio mayor, muy entrado en años. Eran delgados y silenciosos y nos miraban con curiosidad porque, aparte de no parecer de la zona, teníamos una matrícula que era un enigma, difícil de identificar incluso para ciertos policías no muy enterados que a veces nos seguían de cerca.

Nos sentamos en una de esas mesas de madera estilo merendero y comenzamos a comer, deprisa, riendo. Ellos nos observaban en silencio.

Sentados en un merendero al lado del nuestro empezaron a sacar tarteras y cubiertos. Un hule, servilletas, platos, y se pusieron a comer pausadamente sin quitarnos la vista de encima.
Tanta vigilancia me resultaba agobiante, así que les sonreí. Me sonrieron. Sonreímos todos en silencio. Y siguieron mirando. Entonces yo los miré a ellos, más que nada por estar en igualdad de condiciones, y observé su hule de los años sesenta, sus platos psicodélicos de plástico gastado y desteñido, esos vasos de picnic de plastico naranja que estuvieron tan de moda, sus ropas ajadas -con una edad de treinta años, quizás- y con el color gastado de tanto lavado metódico y cuidadoso, la comida cuidadosamente ordenada en recipientes de plástico lavados una y mil veces.

Ellos eran metódicos y comían con gestos muy contenidos, rígidos, con sonrisas silenciosas y sin hablar, sin que un gesto de más se les escapara. Observé su caravana: antigua, muy antigua, como aquellas que empleaban los primeros extranjeros que se iban de camping. Su orden, su rutina. Pareciera que el tiempo les concediera el Sísifo de una vida de tupperware. Una vida de tupperware,- pensé- y me dió un escalofrío.

Toda una vida ordenando la comida en aquellos recipientes de plástico. Siempre las mismas rutinas de silencio. Y así cuarenta años. Más escalofrío.

Nosotros viajamos con un orden meticuloso, entre pocas maletas cerradas, coche limpio, brillante y sin una sola bolsa o paquete de kleenex fuera de su sitio.

Pero aún quedan risas.

Terminator

Me hubiera gustado ser una de esas personas que van por la vida como si fueran a comprar patatas fritas: los terminator. He conocido varios y son una rara especie. Van, hacen, la lían con inocencia, de forma ingenua, con una sonrisa encantadora por lo inverosimil, y se largan a otra parte dejando el marrón.

Es envidia. Sé que es innato y que nunca podré ser como ellos así como nunca tendré los ojos azules ni mediré un metro ochenta ni me llamaré Howard ni seré barítono. A mí me gustaría ser un terminator y hacer lo mismo que ellos: no ser consciente, pero no hay manera. Nunca he podido desconectar el piloto automático y siempre he sido consciente de todo lo que he hecho por lo que no tengo la excusa maravillosa de la inconsciencia. ¡Qué putada!

Tuve un jefe terminator. Todos los días me reía con él a carcajadas: despistado, chapucero, desordenado... Como un crío. Divertido no por su intencionalidad en los chistes, sino porque era igual que el P.Tinto y te partías de la risa con él. Hubo un día, incluso, que, al salir de su despacho y del más absoluto de los absurdos surrealistas, me entró tal ataque de risa que me caí al suelo.

Hasta para encontrar un bolígrafo perdido entre la maraña de papeles desordenados de su mesa de despacho era divertido, y no veas para dedicarse a llamar por teléfono a diferentes empresas pidiendo información sobre productos de "mariconería" en lugar de "marroquinería".

Arrastraba un trágica (muy trágica) historia a sus espaldas que parecía escurrile por completo: y no tenía escrúpulos. Aguien se quejaba de que no tuviera escrúpulos y yo pensaba que, en efecto, esa circunstancia era fastidiosa para los demás, pero beneficiosa para él, ya que era la clave de su supervivencia.

Me reía hasta lo imposible, pero trabajaba diez horas diarias para organizarlo todo. Hasta para encontrar un bolígrafo le era necesaria y me llamaba a todas horas, incluso a casa por la tarde-noche. Tan desorganizado, tan ingenuo y tan listo, tan astuto para hacernos trabajar a los demás. Yo era su esclava.

Yo querría ser un terminator como él, porque lo admiro mucho, pero sé que nunca lo lograré: nunca iré por la vida como si fuera a comprar patatas fritas aparcando en las salidas de ambulancias, metiéndome en dirección contraria por la Castellana y echándole al culpa al copiloto, careciendo de los más mínimos escrúpulos empresariales aunque con una dignidad de señor con Don.

Los hay que nacemos herbívoros. Voy a ver si pillo un poco de alfalfa.

Desmayos

¡Las sales! ¡Las sales! Decían en las novelas cunado alguna dama se desmayaba. Y yo siempre me preguntaba qué sales eran esas y cómo se sentía una al desmayarse. Porque yo no me desmayaba nunca, ni intentándolo siquiera, aunque una vez fingí un desmayo, pero no era tan molón, romántico y delicado como los desmayos de las heroínas de novela. Mi desmayo fue sencillo: estábamos perdidos en las profundidades de un país del Este - cosas de seminarios de estudiantes con guitarra, canciones, ligoteos y multicultis- cuando la organización del evento nos puso una discoteca a nuestro servicio para que nos explayáramos un rato y diéramos rienda suelta al entusiasmo juvenil. Entonces, un polaco, una especie de armario pero flaco, con mentalidad de crío de diez años aunque andaba por los dieciocho, me agarró, me cogió en brazos, me llevó a la pista y se puso a dar vueltas como una peonza. Yo le decía que me dejase, pero él ni caso. Entonces, cuando me di cuenta de que me estaba mareando y la criatura no pensaba parar, dejé caer mi cabeza y los brazos, como si me desmayara y el paró, claro. Menudo susto le di. Se puso lívido. Todavía me río al acordarme. Poberino!!!

Pero ahora, en la era de internet, no sé cómo harán las dulces y delicadas señoritas con lo de las sales. ¿Cómo se desmayan? Con web-cam es más fácil, pero ¿en los blogs? ¿cómo hacen las almas puras y románticas? ¿Existe algún símbolo tipo :-)))///XD:-P para indicar que una se ha desmayado y que traigan las sales de inmediato? Es que el desmayo me parece imprescindible en toda alma pura y romántica que se precie y creo que la comunicación por internet no debe dejarlo de lado. Yo porque no puedo desmayarme, ya que soy de campo y con colores en las mejillas, pero si tuviera un alma pura de esas (ojalá, ojalá), y no la que tengo, que es una especie de cabra montesa, me desmayaría todos los días un par de veces, lo menos.

Agradecimiento

¿Cómo lo han sabido? Gracias, gracias... Mil gracias por lanzar al mercado las compresas con sabor a plátano y radio incorporada. Era uno de mis mayores deseos desde mi más tierna infancia. Siempre lo esperé y por fin hoy -día que marcaré en el calendario como mi segundo nacimiento- la Gran Multinacional ha atendido a mis ruegos.

Todavía me quedan otros deseos por cumplir no menos importantes para mi desarrollo personal: biberones que se comuniquen vía satélite con civilizaciones extraterrestes, pañales reversibles con conexión a internet, yogures con afeitadora eléctrica incluída, calcetines comestibles con efecto laxante, bolígrafos sopinstant con sabor a brócoli, sillas biodegradables con microondas... Tantos, tantos deseos. Y sobre todo, lo que me gusta lo más de lo más es que con cada pack de dos productos de estos que pienso adquirir - en cuanto la Gran Multinacional escuche por telepatía mis pensamientos - me van a regalar una Tortuga Ninja teledirigible que se hace pis en los enchufes provocando cortocircuitos y tres tupperwares con la ropa interior usada de los concursantes de la última edición del Gran Hermano.

Porque ¿realmente queremos compresas que sean compresas? No, claro que no, las deseamos con radio y sabor a plátano. Y es una suerte que los creativos sean tan originales que nos las ofrezcan. Evidentemente, es falso eso que dicen de que la oferta crea la demanda (una de las leyes básicas, dicen los no entendidos). Nosotros, los consumidores, tenemos el poder. No es que nos traguemos lo que haya y lo que nos echen, sino que pedimos y nos lo ofrecen. Por ejemplo: yo pedí un esterilizador de biberones que se estropeara a las tres semanas por eso de entretenerme un poco yendo a la tienda a exigir la garantía. Y como no me daban otro nuevo, sino que tardan tres semanas en repararlo, me he tenido que comprar otro, esta vez de los esterilizadores para microondas, los cuales explotan de vez en cuando y se rajan enteritos, más que nada, para dar alegría y jolgorio a estas vidas burguesas tan aburridas que llevamos.

También pedí que me cambiaran artículos de consumo que me gustaban y funcionaban bien por otros - mucho más modernos, con efectos supersónicos de estos y que no me gustan- sólo para sufrir un poco y saciar así mi vena masoquista. Y por supuesto, pido que me regalen tupperwares variados y muñequitos idiotas varios por eso de llenar la casa de porquerías, que tanto espacio libre me molesta.

Gracias, Gran Multinacional, (reverencia) por cumplir a rajatabla mis órdenes y el más mínimo de mis deseos. Soy una consumidora modelo, de estos que tenemos el poder y eso, y me tragaré todo lo que me eches afirmando hasta la saciedad que me es indispensable y fui yo quien lo pidió así.