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Hace rato que estoy despierta, a estas alturas no sé si he dormido siquiera. El ruido del agua al caer en la ducha, suena amortiguado después de resbalar por su cuerpo. Su cuerpo, cuantas horas lo he deseado, abrazado, besado. Que repugnancia siento ahora al pensarlo.
La maleta en el altillo del ropero, descansa desde hace semanas, con un poco de ropa, algunos recuerdos, una estampa de la Virgen del Carmen y un olor apolillado, a sitio cerrado. No me atrevo a tomar la decisión, soy cobarde, pienso a veces. Aunque para aguantar lo que yo he aguantado, ni la infantería de marina. En la televisión lo veo cientos de veces, un escalofrío recorre mi cuerpo.
Esta casa, a los dos, nos ha costado mucho esfuerzo, han sido años de dura lucha, años de privaciones, de ilusiones, de desencantos, aunque hace tiempo que la indiferencia, se instaló en nuestras vidas.
La indiferencia, aunque eso, ha envuelto mi alma como en papel transparente, dejando pasar la luz, pero ningún otro sentimiento, hubiera llegado a agradecerlo, solo indiferencia, respeto, como un cuadro que compras, de poco valor que lo tienes en la cabecera de la cama, que hace bonito, pero nada más.
Después de leer esta líneas, te preguntaras, sobre que escribe, que quiere decirme.
Esta mañana, he recibido tu correo, me has pedido una firma, para una buena causa, ya lo conseguimos una vez, paramos la lapidación de un ser humano, una mujer.
Viendo los acontecimientos que a diario salen en las televisiones. Día a día, en nuestro país, se “lapida” a una mujer. Te aseguro, que no he tirado ninguna piedra, mi vecina de enfrente, tampoco, la conozco. Tu, sé que no.
Os aseguro, que mi pareja, no empezó a darme puñetazos en la espalda, a humillarme, a tirarme de los pelos y golpearme con una toalla húmeda, para que los golpes no me dejaran huella. La tortura, fue paulatina, como una guerra sorda, había días que me golpeaba con saña, otros me pedía perdón, llorando de arrepentimiento, yo, tonta de mí, lo creía y lo perdonaba. A los pocos días volvía a la carga, si cabe más violento. Así hemos llegado hasta hoy, me siento como un cerdo en el matadero. Todo hemos presenciado, en una cena, en una fiesta de amigos, como un hombre lapidaba moral y a veces físicamente a una mujer, con una frase, con un gesto y a veces, las menos en publico, con un golpe. En ese momento, debimos firmar un documento, allí mismo, en apoyo a la victima, no a la lapidación.
En fin, me siento bien firmando, mañana veré en la televisión que la presión internacional ha conseguido parar la ejecución de esa mujer, todos nos sentiremos bien, lo hemos conseguido, pensaremos. La próxima noticia; otra mujer ha muerto en España asesinada por su pareja, victima de la violencia domestica, y van treinta, cuarenta asesinatos en lo que va de año. Os pido, que mandéis email a Estados Unidos, a Alemania, lejos de aquí, por favor que paren mi ejecución, aunque no sea a pedradas, este año a mí, o a otra mujer nos van a ejecutar en España.

Joaquin Brieva Vidal Mayo 2002

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