En las mañanas
Salgo de casa apurada para llegar al trabajo, es mitad de mes y el dinero no es suficiente para irme en taxi. En el paradero decido esperar uno de estos transportes tan populares aqui en Perú, las combis, esos pequeños carros con capacidad para 10 personas pero "milagrosamente" entran 14.
Empieza el trayecto, el tiempo corre y la combi no avanza...y es alli en esos momentos que empiezo a ver por la ventana los rostros que van y vienen.
A lo lejos una señora corriendo con su niña a prisa pues llega tarde al colegio, mas alla una fila interminable de gente en la puerta de una fabrica esperando entrar a una entrevista, las señoras que se dirigen al mercado, Lima ya esta despierta y yo voy retrasada 15 minutos.
Al fin llego al punto de intercambio, me bajo de la combi ya estoy cerca del trabajo pero las calles a recorrer no son muy amigables, estoy en la Plaza Union y decido tomas un taxi baratito nada mas. Y empieza nuevamente, la gente que va y viene, de verdad que me sorprendo de la fortaleza de las personas para seguir alli todos los dias realizando tareas que ninguno de nosotros las personas de escritorio pensaríamos en realizar, y lo mas sorprendente de todo es que lo hacen con alegría.
Alli es cuando me doy cuenta que soy una persona privilegiada, no tengo que estar sentada en la vereda por 8 horas seguida en medio del frío esperando que compren mis productos, no estoy en las esquinas esperando el semaforo en rojo para limpiar las lunas, no deje de estudiar por vender periodicos en las calles, entonces ¿por que no sonrío?.
El taxista me dice "ya llegamos señorita", por unos instantes me distraigo de lo que esaba pensando, le pago lo acordado, bajo del taxi y le doy las gracias. Camino a ascensor me doy cuenta de algo, estoy sonriendo.