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Anestecia

No me gustan los viernes. Es el último día de la semana y día en que, justo a las 4:45 pm, desde hace tres años, comienzo a extrañar a Amir. Cuando Amir aún estaba pasábamos todas las tardes juntos. Yo era la anestecia para su vacío existencial y el era mi distracción de una vida sin vacío alguno. Nos adoptábamos mutuamente en nuestra ceguera compartida y dormíamos la siesta, después de hacer el amor o de ir de paseo. Yo era alérgica a sus gatos y a su casa. Recuerdo que su cama me daba miedo. Y recuerdo que Amir peleaba conmigo porque le era difícil convencerme de pasarnos las tardes juntos rebotando desde temprano en ese colchón enorme, al que le tenía yo tanto terror.

Ahora paso los viernes por la tarde en la oficina anesteciando a mi manera el dolor del vacío de Amir.

Como la calabaza

Llegué a mi escritorio y encontré un mensaje de voz en mi telefóno: Era Eugenia. Me tenía buenas noticias, las mismas noticias que Mariana me había dado cuando me leyó el tarot el Domingo pasado: Me había escogido para ayudarla en el programa que ella maneja. Me dijo que yo era la única persona en la que ella confía plenamente, que quiere que me involucre más en su trabajo y demás. Sentí felicidad y orgullo. Esa felicidad que da el tener fé en que las cosas, mediante una mecánica maravillosamente misteriosa, pueden hacerse realidad. Felicidad por sentirme cerca de algo más grande, más amplio. Orgullo porque otros estarán orgullosos de mí.

Definitivamente soy una persona afortunada.

De lo que las cosas representan

Estaba resolviendo el asunto del Banco cuando veo la figura de mi padre a través del cristal de la Puerta. Ya tenía todo casi controlado, y hasta había olvidado que había quedado en llamarlo cuando estuviese conversando con la oficial, en caso de que hubiese algún inconveniente. Pero fue, fue sin que lo llamara, y como siempre, ver su cara me llenó de orgullo, de seguridad, de esa sensación que siempre me transmite de que las cosas finalmente van a salir bien. Se sentó conmigo, conversó con la chica (quién se puso nerviosa solo de verlo) y todo volvió a tener sentido.

La figura de mi papá siempre le ha dado sentido a mis cosas en esta vida. Me llenó los ojos con su presencia y con la de mi mamá porque soy consciente de lo afortunada que soy de tenerlos como padres y sobre todo, de tenerlos cerca.

Por otra parte en el banco había un señor bajito y moreno, con pinta de abogado, haciendo una disertación legal digna del aparataje de los juzgados del país. Aunque lo que decía tenía superficialmente sentido pensé que sus palabras nunca tendrían el mismo impacto que las de otro señor, con otro nombre y otro apellido, pero blanco. Lamentablemente en el mundo todavía somos más "lo que representamos" que "lo que somos".

Un dia de esos

Estoy teniendo uno de esos días... Es fascinate (hasta cierto punto) ver cómo somos capaces de recordar a través de las emociones, en este caso, de la rabia. "Has estado aquí" te dice una voz. Has sentido esta impulsividad ciega, este desequilibrio, estas ganas de gritar aún sabiendo que los gritos no calmarán la sed. La mañana comenzó con una entrevista con el administrador de la agencia, la encargada de personal y mi jefe. Una evaluación de mi puesto. En medio de la entrevista me voy sintiendo cada vez más estúpida y mentirosa. Mi jefe, quién generalmente me apoya en todo, se le ocurrió actuar apegado a la estricta verdad, se lució siendo hiper-sincero en sus apreciasiones respecto a mi input en la oficina. No sé si eso es lo que más me molesta o el hecho de que haya dicho que no le gustaba tener abogados a su alrededor (a modo de chiste). Lo peor fue la pregunta de Rebecca acerca de mi supuesta "supervisión" sobre Javier. !Qué ganas de fastidiarle la vida al otro! Y lo peor fue sentir (auque lo sé) que técnicamente los aportes de quién debe ser mi asistente se van a ver más valiosos que los míos propios. Claro que esto es responsabilidad mía. Claro que igual gano más que él. Claro que soy más brillante y que acabo de regresar de 8 meses sabáticos que me fueron concedidos. Pero nada de eso compensa saber que haces tu trabajo a medias, que puedes dar más, que estás sub-explotándote y miles de cosas más. No hay nada como un trabajo bien hecho y el orgullo de saber que lo haces lo mejor que puedes (cosas ambas que no aplican aquí). Me da tanta rabia confiar en mi suerte y luego, cuando hay amenaza de tormenta, no tener a más nadie a quién recurrir, sólo a mí misma.

Para colmo me llaman del Banco. Por un estúpido error del sistema (como si el sistema cometiese errores y no los que lo utilizan)tengo una maldita mora pendiente (la cual pagué antes de irme y no fue computada). Hoy no es mi día y apenas son las 12:05 pm.

Feria de Egos

Por supuesto que todo sigue igual. Es tan difícil dejar de lado el ego y dejarse ser. Más difícil aún dejar al otro ser. Por eso no me sorprende que no hayan cambiado en lo más importante: En relativizar la importancia del "yo". El jugar con las ideas, el abrirse, el escuchar. Y tras una feria de egos encendidos, victimizados y ofendidos, surgen los egos arrogantes y prepotentes... Todos tan sabidos y experimentados! Tan aburridos, tan muertos, tan sobrios, tan imponentes, tan vacíos. En otras palabras que de la charla sobre la vida de Salvador Allende ayer no aprendí nada nuevo del tema. Pero si reconfirmé lo tímido del espíritu, la soberbia de la mente. Y si,las vendas siguen allí, nublando las perspectivas.

TRAS EL CRISTAL

Me gusta hablar con Leyla. Es tan joven y tan madura. Tan transparente. Me gusta conversar con ella porque su sinceridad me aclara las ideas como cuando llueve y se limpia la calle. Hablamos de nuestro regreso al país y de cómo nos sentimos desubicadas y, en cierta forma, sorprendidas de cómo el tiempo parece no haber pasado para muchos. Sobre todo para los que están cerca de nosotras. Tal vez tenemos expectativas muy altas (qué raro eso de hablar en plural). Tal vez terminemos adaptandonos de una forma tan brutal que dentro de dos meses no sabremos porqué nos sentíamos tan extrañas en este lugar en el que siempre habíamos estado. Hasta que nos fuimos.

Mañana tengo una reunión no muy importante (relativamente hablando). Pero estará la directora y tendré la oportunidad de lucirme con alguna pregunta de esas que ponen nervioso a tu interlocutor que en el caso específico de esta reunión es uno de esos tipos inteligentes y de mundo, que no suelen ponerse nerviosos por preguntas capciosas, como las que pretendo hacerle mañana, delante de su admirada audiencia. Es él o yo. Uno de los dos ha de quedar bien y, en este caso, espero que seamos los dos, pero si ha de ser uno, espero ser yo.

Por otro lado, hablé con Amir hace unas horas. Me llamó de casa de sus padres y mi indiferencia fue punzante, y eso que traté de disimularla. Traté incluso, de no sentirla, de sentir otra cosa... Algo. Pero la verdad es que ya estoy cansada de sentir tantas cosas por Amir. A lo largo de estos tres años he sentido por él pasión, cariño, intriga, celos, confusión, recelo, angustia, esperanza... Todo en vano. Es decir: Todo para descubrir que cualquier cosa que uno sienta gústele a una o no, es en vano, finalmente. Y esa especie de sentencia de muerte es como un letrero de neón que llevo pintado en la frente. Trato de explicarle quién soy ahora, qué siento y qué no siento ahora y rebota la información porque ya no me sale natural decirle que lo quiero. Han pasado demasiadas cosas entre nosotros y lo único que puedo decir respecto a eso es: Hemos aprendido. Nos hemos hecho tanto bien y tanto mal. El no saber nadar entre aguas turbulentas ha hecho que nos hagamos daño. El esperar tanto, tan vagamente, de nosotros mismos (y de nosotros dos) ha hecho que nos choquemos constantemente contra el cristal, un desengaño tras otro. Y al final solo queda la imagen verdadera de quiénes somos realmente. Y eso es precisamente lo que nos negamos a ver.

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