Crucigramas
El crucigrama es el mar, los referentes islas y los lectores navegantes en aguas solitarias, ajenas y, a veces, olvidadas.
(A Gutpelir)
"Aló... ¿crucigramas?... sí, una preguntita: Tengo en la cuarta casilla empezando de la izquierda, al lado de la foto de la gorda que canta, un referente que no encuentro... Dice "En la mano del Cardenal" ¿Usted me puede ayudar?"
Es imposible no encontrarse con una isla, un referente, una laguna mental (u océanos mentales) que obliguen viejos usos como el diccionario (que es la brújula legendaria) o el Google (que es como el GPS). Es imposible no encontrarse con otro marinero, que explora o intenta las mismas aguas, que se ahoga, que se pierde, que se cansa y que, cosas de la vida, nos hace ver que está acertado. Es imposible estar cerca del periódico más antiguo del centro de Lima y no ver, incluso en el suelo, los restos de un crucigrama inacabado.
A lo largo de este tiempo he visto cuatro tipos de crucigramistas:
a) Los mercenarios, que son los que llenan y transcriben todo lo que pueden con tal de ganarse el premio
b) Los románticos, que descartan todos y cada uno de los métodos digitales de búsqueda (internet, correo electrónico, y no sé si incluir la calculadora)
c) Los Punto Com, cuyo Talón de Aquiles no está en el pie sino en la llave de luz eléctrica
d) Los brumetes como yo.
"Señor; no puedo soplarle... sí, esta es la sección de Crucigramas pero no pued... no, por fa... Señor, hagam... ¡No! escúcheme usted... ¿Acaso me he metido con su madr... ¿Aló?"
Paciencia. Quizá no sea la virtud que más se forje sino aquella que más se extraña cuando nos quedamos a unas pocas letras de llenar un Geniograma Difícil. Sé que hay crucigramistas que a lo largo de su vida han escrito un cuaderno, o quizá muchos, que en compendio se llaman diccionarios, y en los que anotan todos y cada uno de los referentes que han encontrado y, quizá, aquellos que todavía no encuentran respuesta, pero que tienen su sitio porque hay esperanza.
Al parecer, se trata de una obra en construcción, condenada a no acaberse nunca, sino a dejarla, heredarla... como las tesis universitarias.
Confieso haber tratado (en más de una ocasión) hacer un crucigrama (un mismo crucigrama). No; no digo resolverlo o completarlo, sino "hacerlo", partiendo desde la complicidad de esa hoja Din A4 blanca, inmutable. Recuerdo haber empezado colocando muchos cuadraditos y reservando los bordes para seis imágenes de un mismo tema. Luego, comencé a cruzar las letras, una a una, buscando intersecciones de palabras y dejando los cuadrados vacíos para nuevas preguntas. Estaba obsesionado con la tarea de crear de la nada un crucigrama propio y regalárlo a la posteridad.
Tres meses después, no puedo decir que he terminado mi obra. Mucho menos que pienso retomarla. Baste decir que esa pizza de palabras incompletas es argumento para valorar el trabajo de los J Salinas, las M Lara y cuanto personaje sin rostro firma en la esquina inferior derecha cada uno de estos rompecabezas.
Este es el mundo de papel periódico y tinta, donde la tierra vuelve a ser plana, donde saber la octava letra griega puede significar siete mil soles o el orgullo de un crucigrama lleno, dónde aún se saludan y se respetan entre navegantes, donde se recuerdan los olvidos y se olvidan los recuerdo... un mundo aparte, que a veces escapa de los textos cuando referentes como "En la mano del Cardenal" no corresponden a las iniciales de un autor sino a la cotidiana palabra ARO.
Giovanni Lamarca