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Jardín de Ruinas

Despedida y cierre

JARDÍN DE RUINAS

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H

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Amelia

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THE SOUNDTRACK OF YOUR LIFE

A Perfect Circle · Chet Baker · Scorpions · The Gathering · Tool
Deep Purple · Nick Cave · Jerry Cantrell · y muchos más...



OTRAS CABEZAS LLENAS DE SPLEEN

Baudelaire · Borges · Luis Alberto de Cuenca · Vicente Gallego · Poe
José María Álvarez · Kavafis · Stevenson · Brines · Martínez Mesanza
y Wong Kar-Wai

AGRADECIMIENTOS

A todos los que habéis pasado por aquí y os ha gustado este blog. Sabed que he intentado poner lo mejor de mí de estos últimos seis meses. Volveré, de eso estoy seguro, pero no sé cuando. Cuando lo haga, os avisaré por mail. Hasta entonces, gracias.

2003/2004 - Todos los derechos reservados. Cualquier parecido con la realidad es intencionado. Comentarios a correuabandonat arroba hotmail punto com.



FINIS

La mirada del otro - El posdata de Amelia

¿Por qué desde que viniste he estado así? Porque era un juego virtual, tu allá y yo acá, y el messenger de por medio. Porque muchas noches nos acostábamos con la sensación de haber hecho el amor con las palabras, de haber estado muy juntos. Porque yo he sentido que se paraba el tiempo con nuestras conversaciones, o por teléfono cuando empezamos a hablar, cuando le pudimos poner una voz a H y a Amelia.

H y Amelia se transformaron en L y J con el paso de los meses. Y empezaron a sentir algo por dentro, quizás porque se necesitaban el uno al otro en esos momentos, porque se lo pasaban genial mientras chateaban, o porque alguna vez lloraron. L y J empezaron a compartir muchas cosas, a pesar de tener pareja cada uno.

Era fácil detrás de la pantalla, cada uno escudado en sus murallas. Para J era pensar que era inofensivo, que nunca pasaría nada.

Las murallas eran de arena. Y el viento de la ciudad sopló y sopló... y las derribó.

Y se materializaron. Eran dos personas. Eran gestos, eran miradas, era sentir vértigo cuando caminabas junto a él, o cuando te agarraba la mano o se acercaba demasiado y te llegaba a intimidar. O cuando os besasteis por primera vez, en la calle Tutor, casi al lado del Goldfield. Cuando hacía tanto que no sentías nada semejante.
Cuando tu alma se enredó entre su magia.
Y cuando te leía...
Y cuando le mirabas...

Nunca te lo he dicho, pero te quiero. Mientras lo voy escribiendo se me hace un nudo en el estómago y el corazón empieza a acelerarse un poquito. Supongo que si quiero a alguien como amigo no me pasa esto.

And in the end...

ÉSTE

ES

EL FINAL

DE ESTE BLOG

Ha llegado usted al final de este blog. Gracias por leerme. Quizá algún día volveré.
Gracias a las (y los) que me habéis leído y escrito. Os llevaré en mi memoria.

Transilvanian Regurgitations

Devorahombres, devorahombres... Más te valdría haberme devorado que no mascarme y escupirme como has hecho... Al menos hubiese valido la pena.

No tengo saldo. No coges mis llamadas del fijo. No contestas los emails. Me estoy hundiendo. Y a ti te gusta verlo. ¿Verdad?

Anger rising

Voy a acabar odiándoos a ambas, porque sabéis jugar muy bien con la mejor arma que tenéis las mujeres para castigar a los hombres: el silencio, la indiferencia.

Línea ocupada. Inténtelo más tarde.

Aquella amiga de Amelia me decía que no sólo había dos chicas en el mundo, pero para mí en ese momento no era así. Por muy corriente que fuera Amelia, sentía que ella era la única en ese momento y nada más podía importarme. Excepto quizá una cosa. El amargo recuerdo de siete años de sueños rotos en el espacio en blanco de un contestador telefónico.

Cosas que hacer en Palma cuando estás muerto - Aristóteles tenía razón.

En la conferencia sobre la política de Aristóteles, una pareja sentada a mi derecha. Él, un tipo corriente -quizá con la risa demasiado fácil-; ella, con esa belleza usual de las chicas morenas del mediterráneo. Mientras el conferenciante nos habla de la eudemonia, de la buena vida, y de que el hombre es un animal de ciudad, veo de reojo cómo la pareja se da la mano, ella le acaricia el brazo, juega con sus dedos, le estrecha con los suyos. Y por dentro me corroe la envidia de un tacto así, me desintegra como si fuera ácido por mis venas.
El hombre necesita de los demás para vivir, de la compañía, el diálogo; así, dice, se crean progresivamente la familia, la tribu y la metrópoli. Aristóteles tenía razón, maldita sea.

Poe, Pandora y Movistar.

Cerca de las ocho, me despierta un extraño pitido del móvil. Se le acaba la batería, hay un nuevo mensaje. "Felicidades, y ojalá que nuestros caminos vuelvan a encontrarse".

Es muy duro iniciar un día con esa frase a modo de despedida.

La he llamado repetidamente, pero no contesta quiere coger el teléfono.

Más tarde, en la facultad, he estado hablando con Berenice. Berenice es una chica estupenda, inteligente, y que, además, su excelente dote para la poesía en inglés va concederle el editar un libro dentro de poco. Ha pasado el tiempo, pero digo la verdad si afirmo que me hechizó hace ahora un par de años cuando la vi recitar "The Raven". Con ese acento materno sajón, esos rizos, esa delgadez, esa voz... Poe regurgitaba de gusto en su tumba.
Lástima que tenga novio.

Total, para el éxito que tengo. Nunca debería haber abierto la caja de Pandora. Lo voy a pagar muy caro.

Could we start again, please?

I've been living to see you.
Dying to see you, but it shouldn't be like this.
This was unexpected,
What do I do now?
Could we start again please?
Could we start again?
I've been very hopeful, so far.
Now for the first time,
I think we're going wrong.
Hurry up and tell me,
This is just a dream.
Oh could we start again please?
Could we start again?

Cuando el amor salta por los aires

No bastaba la tragedia que todos conocemos para subirme al calvario, sino que Sophie se prestaba voluntaria poco después para clavarme en la cruz que se me asignó en el Gólgota.
A mi derecha, el buen ladrón me grita "llévame a mí también contigo", y le respondo "estúpido, allí donde voy no puedes seguirme"; el ladrón de la izquierda, entre atroces espasmos, me acusa: "te lo mereces, condenado bastardo". Y desde la cruz oteo el horizonte de tinieblas que me espera.
Entonces aparece María Magdalena, lleva un palo con una esponja en vinagre, pero cuando ésta llega a mí, ya no es esponja sino lanza, una lanza romana que me atraviesa el pecho y me provoca un estertor sanguinolento.
Fallezco antes de la una de la madrugada. Al expirar, clamo un sms al cielo de antenas: "Acabamos de romper". Y lanzo mi último aliento.
Esta vez muero por mis propios pecados.

Poe decía "la poesía tiene que convulsionar los sentidos o no será"

Nada de tochos de diez páginas de la misma poesía. Menudo rollo. La poesía ha de estremecernos, ha de cambiarnos por dentro, o no será poesía.

Las mujeres -o el amor- también son así. Sólo que, por fortuna o por desgracia, una mujer no es tan fácil de olvidar como un poema.

Poe vivió obsesionado con su amada Virgina; creo recordar que él era mucho mayor, pero aquí mis recuerdos se difuminan y lo confunden con Antonio Machado y su mujercita. Además de ser el romántico más genial, Poe fue un depresivo y un alcohólico. Baudelaire, genufílico (tenía una especie de fetichismo por las rodillas de las mujeres), putero, simbolista, y otro gran aficionado a las drogas blandas. "Los paraísos artificiales" se llamaron así por una floristería de flores de papel que había en París.

Ah, Baudelaire, mon semblabe (bueno, en ciertas cosas, claro)...

¿Sabéis una cosa, chicas? ¿Malaa, O, NiñaTriste, Amelia bis, Sophie, Amelia, etc? De una vida anodina quise pasar a una vida literaria, hacer de mi vida literatura y así hacer literatura de mi vida (no es lo mismo), pero no somos muñequitos como los de Víctor Hugo, no nos destrozan contra una pared o nos caemos de un campanario (siento destriparos el final si no habéis leído Notre Dame de París). La vida no es así. Aquí todo tiene un precio. Pero, con todo, no me arrepiento de nada. No sé cómo será el próximo capítulo de mi vida, si será con una o con otra (o con nadie --pero, a propósito... ¿qué maldita convención judaica seguimos para que tenga precisamente que elegir entre una y otra?--), si será en la metrópoli o en esta ciudad de mierda que amo. Pero no me arrepiento de nada, y más que ser un funcionario gris, hubiera odiado que mi vida se convirtiera en un pozo como las mediocres vidas de la gente que me rodea: un trabajo, un amor, una vida. Y fin.
No, no puede ser. Pecaré de ingenuo seguramente, todas vosotras diréis "esto no es nuevo, tendrías que haberte dado cuenta hace años"; pues sí, tenéis razón. Y ahora que se acerca mi cumpleaños (este maldito viernes cumplo xx años) lo entiendo mejor.

Si A estuviera dispuesta a hacerlo, sería capaz.
No te escondas detrás de la carpeta, que te veo. Y tienes que escuchar lo que voy a decirte.

Te quiero.

Lost in isolation (más tarde) - "Creo que me has conocido en un momento difícil de mi vida"

[Este post está escrito con mucho mal humor. No está en la tónica habitual de este blog. Sólo quiero desahogarme. Gritar. Que mis tímpanos exploten por el atroz volumen de la música desgarrando el aire. Si fumara, ahora fumaría. Si bebiera, me emborracharía. Pero sólo soy un estúpido cretino que tiene lejos a las chicas que ama, un imbécil que cree que tiene a dos chicas y no tienen ni tan sólo a una. Maldita sea, cómo odio este mundo.]

Tres días en la cama, agonizando por una estúpida faringitis, solo, débil, sin fuerzas, nadie llama, nadie viene, nadie escribe, nadie pregunta, nadie responde.
La primera noche es sin duda la peor. Al principio, la fiebre va aumentando, y cuando se estabiliza, se pasa de tener frío, un frío mortal, a sentir que las capas de ropa sobran. Y en medio de ese delirio contínuo de seis horas (con interrupción para refrescarme el rostro con la poca agua que queda en el vaso), me levanto con un pensamiento genial, y lo anoto en la agenda negra, ésa que ella vio, que ella escribió. Ésa (la adoro... ya he sobrepasado la página donde ella dejó su huella, y he respetado las páginas cercanas como si fueran el bosque sagrado de Diana). Lo escribo: "El acto más sublime que un hombre puede hacer es bajarle las bragas a una mujer". En medio de tanta locura, una frase cuerda.
La enfermedad va remitiendo, pero no así la pesadez, el spleen y la autodestrucción. No debería haber visto entonces "El club de la lucha". La imagen, esa imagen, de Marla-Helena Bonham Carter (qué preciosa, qué enfermiza belleza) expulsando poco a poco el humo por su boca, como si fuera un ectoplasma en esas fotos de principio de siglo, esa imagen llena de belleza negra, me subyuga. No debería haberla visto. Tyler tiene el mismo problema, sólo que la dualidad está en su cabeza.
Día siguiente. Estoy solo. Mis amigos o están enfermos, o trabajan, o tienen que cuidar a sus hermanas, o tienen obras en casa, o todo a la vez. Ellas no están. No contestan, o duermen, o están con alguien, a quién demonios le importa, lo importante es que no puedo hablar con ellas, ni con nadie. Y en este estado apenas puedo moverme de casa. Me siento como un maldito fantasma en una galería de manicomio abandonado.
¿Verdad que si me abriera las venas no os daríais cuenta de nada hasta que estuviera bien muerto y enterrado? Por supuesto, estas malditas líneas no le importan una mierda a nadie, y menos a ellas. Sophie nunca ha leído mi blog. O quizá una o dos veces. De acuerdo, no tiene tiempo, es verdad. No hablo de este blog, claro. De otro, más importante. Pero hay algo de mi vida ahí que comparto, y todo eso se lo ha perdido. Y después dice que apenas hablo por teléfono. Amelia pasa de puntillas por aquí, pero no dice nada. ¿Cuándo leerás esto, Amelia, querida -mi Amelia, no la del blog homónimo-? ¿Miércoles, Jueves quizá? Para entonces le podrían haber hecho tres veces la autopsia a mi cadáver. [Cadaver: caro data vermibus, carne entregada a los gusanos]
¿Qué espero con toda esta sarta de estupideces? Ni yo mismo lo sé, quizá que la habitación arda conmigo dentro, con Metallica sonando de fondo.
Amelia, querida, entiendo que no puedas venir. Lo que no entiendo es cómo voy a volver a ser feliz EN ESTA PUTA VIDA.

Lost in isolation

Lost in isolation

Y aquí le tenemos... ¡H, bienvenido a ÉSTA ES SU VIDA!

Dios, cómo odio este mundo.

Llamar o no llamar

Me gustaría hablar tanto con ella, pero siento algo extraño. Soy tan imbécil que pienso que, si sigo hablando con Amelia, las cosas se van a ir desgastando poco a poco hasta que no tengamos nada que decirnos; y si no la llamo, que todo seguirá como antes, como si pudiera poner nuestra relación en un congelador y dejarla allí para sacarla cuando sea el momento.
Y creo que es exactamente lo contrario de lo que debería hacer.
O no.
Mierda, ya no lo sé.

Aplíquese en todos los supuestos

Las mariposas en el estómago que sentía cuando la veía a ella eran también la bilis que se agitaba en su interior cuando pensaba en él.

Here in my room

Llevo una semana en silencio. En la calle sólo se oye el vacío del viento, la música no suena a nada, los dedos se deslizan mudos por el teclado. Los timbres callan. Poco a poco, como una imagen fija que se va alejando paulatinamente, como la roca lamida por el mar templado que se va erosionando camino a la nada, me voy deshaciendo en tu memoria. El olvido trepa por tu retina y se hace una madriguera en tu recuerdo de mí. Es un proceso lento, contagioso, indoloro y sordo. Y yo ya llevo una semana incubando las larvas de ese silencio.

She passed by my window...

She passed by my window
Her eyes were all aglow
And bent to pick her glove she'd dropped
From the bright and brittle snow

Nature had spoken it in the Spring
With apple, plum and brand new pear
Have you time for my company?
No, I said, I have none to spare...

Juicio en el jardín de ruinas

Siempre he sentido más afinidad con las mujeres. Ahorraré detalles. Es algo que se me escapa: quizá por que soy más sensible (la sensibilidad de un piscis algo ingenuo, de un amante del arte) o más paciente, o más escuchador que la mayoría. Supongo que por eso he tenido buanas amistades en el otro sexo: compañeras, camaradas, confidentes...

Por esa afinidad es por la que pedí el Conclave de Venus. Y me fue concedido.

El día acordado me llevaron a ciegas a un jardín. Me sentaron en el césped, al lado de una columna rota. Me quitaron la venda y entonces las vi. Seis mujeres me rodeaban en círculo, sentadas en la hierba, cada una vestida de un color diferente. Apenas me había quitado la venda, una voz a mi derecha me habló.
-H, nos hemos idealizado el uno al otro. Esto no va a ir a ninguna parte.
-Amelia, no digas eso. ¿Y lo que pasamos juntos?

A su derecha, vestida de color azafrán, contestó enérgicamente otra chica:
-Estás cegado, amor. Amelia es sólo un capricho pasajero.
-¿Cómo lo sabes, Smyrna?
-No seas inocente, amor. Te has deslumbrado.

Sentada, mirando distraídamente, O no decía nada.
-¿Tienes algo que aconsejarme, O?
-No lo sé. En parte te entiendo, especialmente en tu situación, pero no puedes hacerle eso a Sophie...

Jelenna se apartó el flequillo y por un momento el sol iluminó su vestido violeta.
-Ya no tienes nada que hacer con Sophie, H. Si ha pasado lo que ha pasado, es que lo vuestro está muerto.
-Pero Jelenna, yo aún la quiero. Pero... pero...

Sophie, que estaba exactamente detrás de mí, tenía las manos recogidas en su exquisito vestido azul.
-Quizá haya cosas que nos estemos perdiendo. Pero hay otras que, por ahora, aún no puedo aceptar.

Ante ella no podía responder. Sólo quedaba una. Aria Negra permanecía callada detrás de su velo. Con una de sus manos enlutadas se lo apartó, me señaló y exclamó:
-¡Decídete, imbécil! ¡Esto ha de acabar!

-Todas tenéis razón.

-Y sin embargo -dijo Smyrna-, el Conclave no puede emitir un fallo unánime. Lo siento, H. Es cosa tuya.
-Pero os convoque para que me ayudárais.
-No podemos ser más precisas. Necesitas más tiempo, decisión. O una apelación.

Las seis mujeres se levantaron al unísono, y, después de mirarme, se alejaron en direcciones opuestas. No recuerdo nada más.

A dame to kill for (resumen de estos seis meses)

Había aparecido en mi vida tanteándome. Me contó su historia. Asistí en diferido a sus enamoramientos, traiciones y rupturas. Sin darnos cuenta, nos hicimos confesores el uno del otro.

Intenté dejarla fuera, pero en verano las olas más fuertes no estaban en el agua, sino dentro de mi cabeza, sacudiéndome y haciéndome zozobrar.
El tiempo pasó y la situación varió poco: ella era mi femme fatale, mi belle dame sans merci.

Nos encontramois en la gran ciudad de nuevo y sólo el azar impidió que el invierno se hiciera verano. De la ciudad, a mi vuelta a esta charca ponzoñosa, sólo me llevé la luz de sus ojos para iluminar la arcilla con la que modelo fantasmas en la soledad de cada noche.

Pero pronto el fuego se apagará y tan sólo quedarán las brasas del recuerdo, tibias para siempre. Ella seguirá cercenando cabezas como un niño apaga las velas de una tarta: de un suspiro, sin remordimientos.

Ha acabado con mi vida.
Ha acabado con mi obra.

Belle dame sans merci, sé que me lo merezco por acercarme a ti. Sólo me arrepiento de no haberte besado tan profundamente que sintieras el sabor de mis besos durante años enteros.

(This space is intentionally left blank)

El problema de ser el objeto de deseo de alguien es que ese alguien acaba por cansarse de ese objeto.

Eso es lo que a la larga ocurrirá, Amelia. Sabes que se te pasará, y que volveré a encharcarme en el pantano donde nací. Sabes que soy sólo una parada en el camino, pero el metro sigue adelante, y aún quedan muchas más hasta el final de trayecto.

No. Espera. Mejor de otra manera (sigue en el post de abajo).