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kalf

Tengo una bicicleta regalada, o sea, que alguien me la ha regalado. En Amsterdam parece que sobran. Hoy le arreglé los faritos porque aquí te pueden llegar a multar por ir sin luces por la noche. Me senté en un banco junto al canal y pasé allí mas de una hora trabajando con cables y tornillos. Frente a mí había un barquito amarrado, su dueño estaba dentro hablando por teléfono, en inglés, aquí muchas personas hablan inglés como tantas otras no pueden decir ni una palabra en Holandés aunque viven aquí hace años. Unos minutos mas tarde llegó una monja y se sentó en otro de los bancos. Tengo que decir que los bancos son tres y están ubicados en línea frente al canal, en un pequeño espacio que queda libre entre el sitio de estacionamiento, por lo tanto una pequeña placita frente al canal, y, lo que ya es un lujo, frente al Rijksmuseum. En ese momento daba el sol en el sitio, por lo que la minjita se quitó los zapatos y se acomodó en el banco a leer. La verdad es que me daba calor verla así vestida desde el cuello hasta los pies y con la cabeza también cubierta. Solo dejó que los pies pudierna disfrutar de ese momento de sol.
Se estaba haciendo difícil colocar la lámpara trasera, no tengo las herramientas adecuadas así que aproveché la pieza del foco roto que ya estaba asegurada a la bicicleta y le adapté el cristal, previo recambio del foquito. A todo esto la monjita se había ido, al igual que el dueño del bote. Unos minutos mas tarde llegó un hombre bastante gordo a leer una revista, y casualmente se sentó en el mismo sitio en que la monjita había estado. Claro, fácil de deducir el por qué. Yo estaba digamos en el primer banco, y como sucede la mayoría de las veces cualquiera que llega se sienta en el tercero, dejando el segundo vacío, y así lo hicieron la monjita y el gordo. POr suerte pude hacer funcionar la lámpara delantera, con la bici dada vuelta y haciendo girar la rueda para que se accione el dínamo. El foquito de atrás quedará para mañana