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La primera vez que...

me vi una cana

Como dice un anuncio de una conocida marca de choclotale, no estaba preparada.

Cuando tienes 15 años quieres llegar a los 17; cuando cumples los 16, quieres 18. Cuando eres mayor de edad quieres contar 19 velas en una tarta que rara vez comes para celebrarlo (porque ya eres demasiado mayor para compartirlo con los amigos). Y cuando tienes 21 te das cuenta de que también quieres tener 19. Ahí empiezan los problemas.

¿así seré yo con 30 años? Ocurrió hace algo más de dos semanas, yo estaba en el trabajo y fui al baño para refrescarme la cara porque el calor empezaba a apretar y, después de cinco horas sentada en la silla, necesitaba estirar las piernas. Total que ahí estaba yo frente al espejo secándome la cara cuando, all of the sudden, vi algo que brillaba en mi cabeza, justo en el nacimiento del pelo. "Bueno", pensé, "será que tengo un pelo muy rubio dentro de mi color castaño normalito". Acto seguido intenté capturar el pelo tratando de no darme con el espejo en la cara. Miré fijamente y traté de capturarlo. Cuando lo tuve en la mano para mi horrorífica sorpresa me di cuenta: ¡ay! ¡ilusa de mí! ¡Éso no era un pelo rubio, era una pedazo de cana!

Sin creérmelo todavía salí del baño y le pregunté a algún compañero aver si también pensaba que era un pelo ¡blanco!. Todos ratificaron lo que me temía, las canas me acechan.

Sé que una cana no tiene mayor importancia -tal vez me tachéis de superficial por preocuparme por cosas tan nimias-, pero ahora que había superado lo de las incipientes arrugas, la celulitis, la flacidez, la despedida de la universidad, la pérdida de agua de mi cuerpo, lo de que a partir de los 20 empiezas a empequeñecer... no sé si podré hacerme a la idea de ir a una farmacia en busca de Just For Men. Aunque, mirándolo desde otro punto de vista, quizá ahora podré empezar a echar "canitas al aire"

Tampoco es para tanto Comprueba los problemas de las canas:
Pide el divorcio porque las canas de su marido le dan vergüenza
¿Por qué a mí?

me llevé UN PREMIO por producir un cortometraje

me llevé UN PREMIO por producir un cortometraje

Ha pasado más de una semana y todavía me acuerdo como si fuese hoy.

Yo ya me había repantingado en una de las butacas del salón de actos de Belagua donde se estaban dando los premios Kino que reconocen la labor de los alumnos de 4º de Comunicación Audiovisual. Bien, pues de ocho nominaciones nos habíamos llevado dos de las gordas (al mejor montaje y al mejor guión) y quedaba el premio al mejor corto. No voy a ser modesta porque éramos tres nominados y las posibilidades tampoco eran pocas, aunque sabía que el gran favorito era Lázaro y que probablemente se lo llevaría. Era el turno de un pequeño speech para el profesor de la asignatura en la que habíamos rodado los cortos y a él le correspondía dar el premio.

Creo que estas fueron sus palabras: "El Kino al mejor cortometraje de este año es para... POL!" Después debió de decir mi nombre, pero yo no lo oí porque todo mi grupo a mi alrededor estaba gritando. Todo el mundo me miraba, me gritaba felicidades y me decía que me levantase. Luego llegó el momento de dar las gracias...estaba tan nerviosa que no podía articular palabra y creo que la mayoría de la gente pensó que me iba a poner a llorar.

Con el premio en la mano (muy fuerte, pensar que desde primero habiamos estado pensando en el corto que teníamos que hacer en cuarto y ahora yo me había llevado el premio al mejor) agradecí a Ainara y Teresa (ayudante de producción y cámara y directora respectivamente) por haberme ayudado, a Gari por haberme soportado (y todavía seguir haciéndolo) cuando no me podía quitar a Pol de la cabeza y haber servido de válvula de escape y de chivo expiatorio a la vez y a mi madre (¡cómo no!) por todo lo demás.

A partir de ahí todo fueron fotos con mis compañeros de grupo (no olvidemos que había otros dos galardonados y que mi premio era "para el mejor corto" así que les pertenecía a ellos también), gestos de compañerismo y felicitaciones que reconocían todo el trabajo "sucio" que tiene que hacer un productor y que nadie reconoce a no ser que las cosas vaya mal o, como en este caso, muy, muy bien.

+info:
Por la red

navegué por la Red de redes

Naufragué!
Corría el año 1999 y yo estaba de intercambio con el colegio en Estados Unidos, concretamente en un pueblecito llamado Tewksbury en el estado de Massachusetts. Estaba alojada en casa de una chica que se llamada Chrystal y convivía con su hermano, su madre, su padrastro y su mascota Chocolate, lo más parecido a mi PUnkY. Mi "host-girl" tenía como asignaturas optativas informática, arte y no sé qué más, creo que cocina (donde les enseñaban a hacer magdalenas o muffin), salud, labores o alguna de esas cosas tan útiles que les gusta impartir.

El caso es que, al principio, yo le acompañaba a todas sus clases en el instituto. He de decir que, aunque luego cambié las aulas por la cafetería y el vagueo con mis compañeros de intercambio por los pasillos del instituto (como éramos de intercambio nos dejaban hacer lo que nos diese la gana), no lo pasaba mal. En arte nos ponían a construir pirámides con palillos de madera mientras escuchábamos a los Beatles y e profesor bebía café en su taza mega-hiper-yanki y en informática te dejaban un ordenador y hacías lo que te brotaba.

Como os podéis imaginar, fue en en esa asignatura en la que por primera vez pasé a ser virtual.
No sé si yo era consciente de que Internet existía cuando yo viajé a USA, pero aquello me pareció una ventana mágica. Claro está que no tenía ni idea de cómo usarlo y, a pesar de que todo está diseñado para que sea amigable y muy fácil de manejar, yo entré a Internet como un elefante a una cacharrería. Le daba a todas las teclas, pulsaba todos los enlaces, arrastraba el ratón y allí donde veía una mano que indicaba una nueva posibilidad de explorar yo aporreaba el "mouse" con mi dedo índice.

Recuerdo como si fuese hoy que la primera página que visité fue la de los 40 Principales, creo que era la única de la que me sabía la dirección de tanto oirlo en la radio (por aquel entonces creo que en España tenía Internet un 0,00001% de la pòblación). Allí esuché y re-escuché las canciones que estaban en el Top 10, al oir música en castellano me sentía algo más cerca de casa. En las siguientes horas, continué con mis viajes por la autopista de la información y comencé a darme cuenta de todas las posibilidades que me ofrecía: descargas de programas, música, información para trabajos y ¡el correo electrónico!

Cuando se acabó mi mes de estancia por Nueva Inglaterra volvía a casa hecha una experta en la utilización de la barra de herramientas y buscadores y con las direcciones de correo electrónico de todos mis amigos anglo-parlantes en la mochila. Al llegar a casa me di cuenta de que, aunque a penas lo había conocido, Internet era algo imprescindible para mí y, después de mucho insistir acabé convenciendo a mis padres para que lo instalaran en casa.
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fui, he sido y soy responsable de alguien

Se llama PUnkY. Le encanta comerse los cables, las cremalleras y, en general, todo lo que esté a su alcance y le parezca que huele bien. Por las noches le encanta armar jaleo y durante el día sólo vaguea, ¡éso sí! sin que se le escape ningún detalle de lo que pasa en casa. Es que es un poco cotilla. En cuanto alguien enciende un interruptor o mueve un dedo pone la oreja y escucha sin mover ni un pelo. ¿Todavía no sabéis qué es? A ver, os doi una pista.

¿Qué más os puedo contar de ella? Siempre me recibe cariñosamente cuando llego a casa, aunque es bastante tímida y le cuesta reconocerlo. Después de que le cuente cómo me ha ido el día, se va a ver la tele. Le encanta. Sobre todo el telediario para ver qué está pasando en el mundo.

Bueno, directamente os la presento

vi a alguien montar en bici y comerse las uñas a la vez

Fueron tres segundos, pero me impactaron tanto que al instante supe que el momento que perduraría en mi memoria y que debía registrarlo en esta bitácora porque que no se volvería a repetir.

Total, que me dirigía a mi casa a las nueve de la noche después de una jornada intensiva en la universidad. Cuando estaba a punto de meter la llave en la cerradura del portal pasó por mi lado un chico de unos 23 años en una bici de paseo gris pedaleando con todas sus fuerzas, pero sin tocar el manillar de la bici porque tenía las dos manos en la boca.

textoalternativo Me debí quedar con cara de tonta con la llave en la mano y mayor expresión de alucine que he tenido en mucho tiempo, pero la ocasión lo merecía.

El manillar oscilaba de un lado para otro, pero él no dejaba de morderse las uñas. Con una se sujetaba la otra mientras engullía con tanto ímpetu como pedaleaba. Como para sacarle una foto. Si un coche hubiese salido de un garage o no le hubiese cedido el paso ¿habría dejado de mordisquearse la mano para agarrar el freno o el médico, conductor y el ayudante de la ambulancia habrían tenido que hacer palanca para quitárselo? Muy surrealista.

fui sola al cine

Es algo que siempre me había apetecido hacer cuando nadie quería ver la misma peli que yo o para demostrar al mundo que soy una mujer independiente, pero fue una de las experiencias más deprimentes que he tenido en la vida.

sinópsis El sábado por la tarde todo mi grupo de amigas estaba descansando en sus sofás para irse de juerga por la noche mientras yo no hacía más que repetirme que iban a quitar Lost in Translation de la cartelera y me quedaría sin ver la película que se había merecido el Óscar al mejor guión original. Total, que me armé de valor y sustituí una noche loca por una relajante sesión de cine.

El caos comenzó cuando me acerqué a la ventanilla para pedir UNA entrada. La chica de la ventanilla miró a mi alrededor para comprobar quién venía conmigo, pero al ver que estaba SOLA me sonrió con cara de lástima y me dio las vueltas. Detrás de mí en la cola una pareja discutía sobre a quién le tocaba pagar esa vez.

22.20. Faltaban 10 minutos para que comenzase la sesión así que me senté fuera a hacer tiempo. Cogí una de esas publicaciones gratis que explican las pelis que se van a estrenar y me puse a hacer como que leía mientras me tapaba la cara con el folleto. Para mi horror, los universitarios no sólo se toman unas copas de más los sábados, sino que también van al cine. Allí estaba la "creme de la creme" de clase, oséa un grupo de siete personas esperando entre risas y comentarios a que el acomodador les avisase de que podían entrar. Cuando se abrió la puerta que conduce a las salas salí como un rayo (y espero que no me viesen porque si lo hicieron seguro que tengo el mote de "la que va a cine sola los sábados por la noche" de por vida). En la sala me camuflé en una esquina y vi cómo las acarameladas parejitas (¿quién más puede a ir al cine un sábado por la noche?) escogían butaca.

Cuando se apagaron las luces suspiré tranquila, pero lo que quedaba por llegar era aún peor. No lo sabía, pero la película narraba las andanzas un chico y una chica que se conocen cuando se sienten solos a pesar de que tienen todo lo que pueden desear -familia, la vida aparentemente solucionada, son guapos...-. Parecía que el destino quería restregarme en la cara que yo no tenía a NADIE que me consolase en aquel momento o simplemente alguien con quien comentar lo feo que estaba Bill Murray.

Nada más intuir que se acercaban los títulos de crédito salí del cine para que no me viesen, cogí el móvil y llamé a mis amigas para ver dónde estaban e ir. Por el camino no pude dejar de pensar que quizá no era la mujer más independiente del mundo, pero que tampoco quería serlo.

produje un cortometraje

+POLTodo empezó como un reto, un desafío conmigo misma para demostrar que podía desempeñar en mis prácticas de la asignatura de Producción II una función que conllevase la responsabilidad de coordinar a más de diez personas y sacar adelante lo que está considerado como "el proyecto de fin de carrera". Además, era también una oportunidad de lujo para probar un campo nuevo en el mundo de la ficción audiovisual.
Ahora que han pasado más de tres meses desde que se entregué la memoria, es decir, que se dio por finiquitado el trabajo, veo con algo de perspectiva la experiencia y creo que fue positiva y, a juzgar por el resultado, no tan mala como temía.
Aún así, si busco con más detalle, recuerdo lo difícil que era trabajar en grupo, las sesiones maratonianas por las calles de Pamplona para conseguir financiación y las reuniones los domingos a las 10 de la mañana para cambiar, recambiar y volver a cambiar el plan de rodaje, la orden de grabación de planos, el storyboard y demás...

Por partes, la pre-producción resultó, sin duda, la parte más agotadora. Mi función consistía básicamente en adquirir una paranoia transitoria con el personaje de POL. Debía convivir con él, pensar que sería lo más beneficioso para que -lo que en el grupo acabamos llamando "nuestro hijo"-, estuviese bien alimentado (oséa, conseguir dinero para los gastos del equipo), cuidado (más de 10 personajes y 100 extras y figurantes que le acompañarían durante su azaña), y vestido (localizaciones vistosas, buena estética...). He de mencionar que el trabajo fue algo más liviano gracias a la ayuda que tuve de la directora -que me echó una mano en todo lo que pudo aunque tuviese miles de cosas en la cabeza-, de la cámara (y compañera de este weblog) -que cumplió como ayudante de producción y muchas veces dio la cara por mí- y mi novio que actuó de válvula de escape, muchas veces como cabeza de turco y aguantó mi paranoia porque vivió con POL además de con Janire.

El primer día de rodaje todo fue casi sobre ruedas (apunto "casi" porque nuestra conductora -y única transportista- nos dejó tirados a la primera de cambio).

chicos del equipo Aún así, nadie salió accidentado, el equipo acabó intacto y cumplimos con los horarios. En el segundo, se dejó notar el cansancio, pero cumplimos como leones y POL estaba a punto de nacer.
La post-producción fue lo más relajado para mí, el trabajo pasó a manos de los editores y la directora, cuyas cabezas echaron humo frente al ordenador durante una semana.

Y así nació POL. Con orgullo puedo decir que trajo un pan debajo del brazo porque obtuvo una buena crítica (que vino acompañada por 8 nominaciones a los premios KINO de la facultad, auque sé que también tiene sus detractores) y, cada vez que alguien se acercaba hasta mí para felicitarme o me comentaban que se había escuchado que había gustado mucho, sentía que había defendido mi puesto con la mayor dignidad posible y que cómo el "sufrimiento" se convertía en un dulce y satisfactorio descanso.

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Cine por la red
Web del corto

escribí una noticia

Corría el año 2002 cuando entré de prácticas en un periódico de mi ciudad. Tan sólo llevaba dos días deambulando cuando, el 3 de julio, el jefe de sección me encargó una noticia, para mí "la supernoticia". Se convirtió en todo un reto, que durante toda la tarde estuve maquinando delante del ordenador. No se vayan a pensar que era el notición del año que necesitaba mil horas de investigación, ni siquiera se iba a publicar al día siguiente. Se trataba de la inauguración de un festival de Danza y Música organizado por jóvenes. Seguro que se lo imaginaban.

Bueno, pues me puse como una loca a leerme todo lo que los jefes del cotarro habían hecho casi desde que empezaron a andar, escribí alrededor de veinte preguntas que podría tener como reserva por si me quedaba en blanco o no sé, debí de pensar que quizá con eso descubría el uranio. En fin, los entrevistados llegaron a la redacción, respiré hondo y me dije a mí misma: "Tranquila, ante todo que no se note que eres una cazurra". Les senté frente a mí en una mesa circular y papel y bolígrafo en mano, protegida por una grabadora que no se perdía ni un detalle, comencé a lanzar mis preguntas. La verdad es que los chicos se portaron como si fuera lo más normal del mundo, pero estoy convencida de que pensaron que era la primera vez que un periodista, o al menos alguien que portaba una grabadora, se tomaba tantas molestias con su idea.
Después de casi una media hora, les despedí. De seguido me puse en mi ordenador, pantalla en blanco me dispuse a hacer de esa información casi un Pulitzer, difusa idea que se desvaneció nada más pensar sólo el titular. ¡Qué difícil me resultó! Por no hablar, del resto del artículo, sí una noticia de esas que aparecen en página par, abajo a la derecha, es decir el último lugar por el que el lector pasa la vista, si es que llega a hacerlo. Por no decir, que aparecía en cultura, allá por la página 70, todo un notición, ¿verdad? A duras penas y con la ayuda de mi compañero de mesa, todo un profesional de la escritura de cabo a rabo, que debió acabar agotado con mis dudas, pude terminar mi articulillo.

Ahora, es el día, en el que han pasado dos años desde aquella primera toma de contacto con el mundo laboral y para que no se me olvide nunca las gotas que sudé mi madre, en un afán de madre (no tiene otro nombre) me ha colocado la noticia en la entrada de mi casa, justo al lado de las llaves. Pero, que quieren que les diga, fuera del resto de la página, en un marco, aún parece algo. Para mi sorpresa, en casa de mi tía cuelga de un imán de nevera con forma de cóctel, donde la grasa de la cocina se ha instalado y parece hasta todo un incunable.

me hicieron una entrevista de trabajo

me hicieron una entrevista de trabajo

Salí con peor sensación que cuando entrego un examen de -2. Fue algo así...

-Buenas tardes.

-Hola.- ¿Buenas? Llevo 45 minutos esperando atacada de los nervios. Me he comido la mitad del bote de mini-caramelos que hay sobre la mesa.

-He visto que no tiene ninguna experiencia más, ¿por qué ha elegido nuestra empresa para su primera vez?- ¡Será seco el tío! Ya sé que no tengo experiencia, pero un poco de delicadeza... ¡Será posible? Con todo lo que me he preparado y ahora no se me ocurre ninguna respuesta. A ver que me sale....- He seguido el servicio de la empresa y creo que, debido a su calidad, es un buen lugar para adquirir una sólida experiencia base y luego poder desarrollarla. -Je, je. Soy una jefa.

-Ya. Si cree que damos un servicio de calidad, ¿cuáles cree que son nuestros puntos fuertes?- Estaba tan nerviosa que mantenía la vista fija en su boca como si las preguntas fuesen a salir antes si le miraba.

UFFF. Si ya me había imaginado que con mirar un par de veces la página web no servía. Voy a ver si salvo el pellejo. -Emm...pues -los caramelos me han hecho salibar demasiado, creo que le he escupido. ¡Qué vergüenza!. Sin duda lo mejor es la confianza que los clientes tienen gracias a esa calidad de la que se han aprovechado durante todos estos años-Bueno, doy un poco de pena, pero espero que no me mande a casa de una patada.

-Si ha seguido nuestro trabajo, ¿qué cree que se podría mejorar o cambiar? Imagínese que tiene el poder para hacer lo que quiera.

BUAH. Me voy a tirar de la moto y a hacer la pelota, que nunca falla. -Creo que así está lo mejor que podría estar.- Me he sobrado-De todas formas, como habrá podido leer en mi currículum, no soy de aquí y tendría que estudiar un poco más la empresa para hablar con conocimiento de causa-. ¿Conocimiento de causa? !Menuda pijez¡ ¡Que se acabe ya por favor!

-Bien, ¿tiene carné?
-No.
-¿Sabe informática aplicada?
-No, pero aprendo rápido.
-¿Legunaje HTML?
-No. -Me está fusilando, tres noes seguidos ¡Basta de martirio!
-Muy bien, nada más. Ya te llamaré mañana.
-Gracias -He quedado fatal, pero más vale ser agradecida. Éste no me llama aunque esté de baja media plantilla. ¡Otra vez será!

Cogí un puñado de caramelos y me marché por donde había venido.
Y ahora os preguntaréis si me contrataron o no. Pues para vuestra sorpresa (y la mía) me llamaron y empecé la semana siguiente a la entrevista con un contrato de becaria (oséa más explotada que la cantera de mi pueblo). Éso sí, segura de que no me volverían a echar en cara que no había currado antes.

que mentí y me pillaron

Debía yo tener siete años y mi hermano uno. Mi madre estaba haciendo sus cosas por casa y me encargó a mí supervisar al enano mientras él jugaba en la bañera.

textoalternativo

Total, que pensé que mi pobre hermanillo tenía el pelo demasiado largo -como era tan pequeño debí confundirle con el hermano el hermano de la Nancy-, cogí unas tijeritas y empecé a cortárselo. Un poco del flequillo y otro poco de las patillas...

Cuando terminé, guardé los instumentos de trabajo e hice como si no hubiese pasado nada. Entonces se acercó mi madre y me preguntó qué había hecho. "Nada" dije yo. Así siguió el diálogo:

-¿Qué le has hecho a tu hermano en el pelo?
-Nada.
-¿Seguro?
-Sí.- A parte de no tener flequillo, las escaleras en la cabeza parecía las que teníamos que subir hasta el tercer piso sin ascensor en el que vivíamos.
-¿Entonces que hace todo ese pelo junto al bote de champú?
-No sé. Yo no he hecho nada.- Y me marché con todo mi morro a ver la tele.

¡Menuda cazada! Se me había olvidado borrar las pistas de la fechoría. No creo que me cayese ningún castigo, pero lo que sí me quedó claro fue que, si quería ser peluquera, tendría que barrer después de poner guapos a mis clientes.

monté en camello

Podría haber escrito la primera vez que me subí a una bicicleta o que cogí el volante de un coche, pero no. Lo que más me marcó fue la primera vez que me subí a lomos de un camello. Aunque para ser sincera, ahora creo que era un dromedario porque sólo tenía una joroba, pero bueno.

Tenía once años, esos años en los que tu madre te repeina y te pone pantalones ajustados de flores con una camiseta larga y como cinturón una riñonera fucsia. Estabamos de vacaciones en Lanzarote y mis padres en un arrebato de "Ya veras qué bien se lo pasa la niña" decidieron ir al Timanfaya. Además de la atracción de ver cómo hacen las chuletas con el calor de la tierra, personalmente a esa edad me dejaron alucinada, lo que más llama la atención es ese "estupendo" paseo en camello.

La cuestión es que casi me vi obligada a subirme en una especie de sillas verdes de madera, no muy robustas, a cada lado del animal. El animalito estaba tranquilo, o eso quería pensar yo, se levantó y casi me caigo pa' lante. Los que no hayan visto nunca cómo se levanta un camello, yo se lo explico: Echan todo su cuerpo hacia delante y luego hacia atrás, pero con un movimiento rápido que hace que tu cuerpo se balancee y acabes a una altura considerable y con poca sujección. La fila de camellos comenzó a andar y eso parecía un columpio de arriba a abajo. Al otro lado tenía a mi madre que, cámara en mano, intentaba inmortalizar la feliz cara de su hija entre tanto traqueteo. Por el contrario, su hija menos cara de felicidad tenía de todo. No hacía más que aferrarme a la silla y gritar al guía que mi camello estaba cojo y que parara de una vez. Parecerá una tontería, pero te lo piensas cuando el camellito empieza a andar por unos desfiladeros estrechísimos y tú vas en una silla de cuatro palos balanceándote de un lado a otro.

Mis gritos eran cada vez más fuertes para que me bajaran de allí y con casi lágrimas en los ojos iban a la inversa de las risitas del resto de turistas. Ya saben, estos mayores que se ríen de los buenos momentos que pasan los niños cuando sienten miedo por cosas que a ellos les parecen una tontería. Por suerte, el mal trago pasó y cuando el camello por fin se detuvo e hizo el ademán para que nosotros pisaramos suelo firme, suspiré y me cogí un rebote con mis padres por haberme embaucado en semejante viaje. Prometí que nunca más subiría en un animal de esos y menos mal que por estos lares del norte aún no hemos optado por este medio de transporte tan poco contaminante.

fui a un chino

El otro día recibí un mail en cadena en el que un amigo de una amigo de otro amigo (al que nunca he visto) aseguraba que todos los días, desde que suena el despertador hasta que nos metemos en la cama de nuevo, hacemos cosas que nunca habíamos hecho antes.

Nada más leerlo no lo creí. Pensaba que las posibilidades de probar cosas nuevas deben ir disminuyendo conforme te haces mayor. Además ¡mi vida es tan aburrida! Pero ahora, una semana después de recibirlo, he de reconocer que este "desconocido amigable" tenía toda la razón.

Sin ir más lejos, ayer fui por primera vez a comer a un chino. Allí todos los tópicos que siempre habían llegado hasta mis oídos se hacían realidad: olor a comida china, decoración granate y rosa y osos panda, dragones y bambú hasta en la sopa.

entrada

Para pasar desapercibida y que no se notara que era la primera vez que comía en un restaurante pedí un rollito, pan chino (que, por cierto, sabe a churro), una ensalada china, arroz y pato en bandeja quemada. He de reconocer que la comida no me desagradó, pero, muy mi pesar, los tópicos además de estar en el ambiente y sobre la mesa también estaban en mi cabeza... que si gato o paloma, que si no dejes nada en el plato porque se lo dan al siguiente. Así fue imposible concentrarme en degustar lo que tenía delante.

A duras penas conseguí dejar el plato como una patena (me habían dicho que dejar algo es hacer de menos a estos orientales) y, cuando pensaba que la hazaña estaba terminada, el camarero nos trajo una agua de borrajas en vasito a lo que llamaban "chipito de floles". Me lo bebí después de haberlo olisqueado y salí de allí acordándome de la teoría desconocido a la que le faltaba una claúsula en la que dijese que hacer cosas por primera vez es algo muy emocionante, pero que tiene su riesgo.