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LA FAMA DEL MALO

Después de Juan Pablo II, ¿quién había más famoso en el Vaticano? ¡Pues claro! ¡Ratzinger! No era tan difícil adivinarlo. Yo no recordaba bien la célebre profecía de Nostradamus y daba por hecho que el que viniera sería el último papa: el Papa Negro. Paciencia. Ése será el siguiente, el último antes de la llegada del Anticristo. Éste, Benedicto XVI, es el penúltimo y figura en la profecía, para mayor desconcierto, como el Papa del Olivo.
No parece ésa precisamente su mayor virtud. Tiene una imagen poco benévola este penúltimo papa de la cristiandad. Concretamente su mirada, es la de un asesino más que la de un pacificador. Y con su sonrisa dentada parece que te va a morder o que ya te ha mordido y se está relamiendo. Lo que más me hubiera pegado es que se asomara al balcón, levantara los brazos y gritara: “¡Os vais a cagar!”
Pero lo que no vamos a negarle es que se había hecho muy famoso a costa de condenar a todo cristo. Es el estilo que eligió para saltar a la fama y tenemos que admitir que le ha funcionado. Por lo demás, yo ya estoy oyendo los tambores. Y no digo que no termine pacificando pero seguro que nunca antes de haber beligerado a saco. ¡Que Dios nos coja confesados!

EXORDIO

Nunca se dejó de hablar en tercera persona de los males que aquejan a nuestro país. Empezaron a hacerlo a finales del XIX los regeneracionistas de la generación del 98. Continuaron los librepensadores de la elitista Institución Libre de Enseñanza, aquel college para señoritos de la burguesía progresista. Siguieron con el cuento sus vapuleados herederos de las generaciones de la posguerra. Retomaron la antorcha los chicos terribles del 68. Y enseguida, la exquisita gauche divine y los novísimos culturalistas. Los maleducados no han dejado de advertir que la educación era peor que deficitaria, sin que nadie se esforzara realmente en sentar las bases de una buena educación pública para todos. Los envidiosos no han dejado de señalar la envidia como el gran pecado capital de nuestro país, ni de denunciar los privilegios ajenos sin la menor intención de renunciar a los propios. Desde la mediocridad más patente se ha denostado a los mediocres que crean redes solidarias para cortar el paso a los individuos que destacan y evitar que les hagan sombra. Personas sin ningún talento han clamado contra el desprecio del talento. Se ha hablado con desdén de la gente, de la masa o incluso de la chusma, desde dudosas atalayas, como si los habladores pertenecieran a una casta incontaminada por esas lacras endémicas. En las Españas, el cojo se burla del cojo, el engreído del engreído y el tonto del tonto. Somos incapaces de vernos a nosotros mismos, de poner remedio en nosotros a las deficiencias que tan claramente reconocemos en los otros, a quienes llamamos “los demás”, como si en efecto estuvieran de más, como si sobraran. En nuestro país de ciegos, al tuerto se le saca el otro ojo antes que permitirle reinar. Se denuncia la intolerancia desde la intolerancia más agresiva y no hay mayor fascista que el iracundo que increpa a los fascistas. Hay altivos caballeros y damas progresistas que, si la tragedia volviera a desatarse, encabezarían los más sangrientos ajustes de cuentas convirtiendo en checas sus salones. Y muchos de los que denuncian la quema de libros no dudarían en alimentar nuevas hogueras con los libros que consideran verdaderamente despreciables. Pequeños tiranos claman contra la falta de democracia y, en nombre de la vida, se organizan las más siniestras danzas de la muerte. ¡Quién tuviera un espejo para mirarse a sí mismo! Sólo empezarían a cambiar las cosas si de una vez por todas sustituyéramos la persona del verbo y nos habituáramos a indicar en primera lo que tanto tiempo llevamos indicando en tercera. Pues hasta la fecha, siendo honestos, lo único que nos ha unido -desgarrándonos- a los ciudadanos vasallos y vengadores de las Españas son nuestros defectos.

CON LOS AÑOS

¿Cómo llevar lo de pudrirse poco a poco,
si con inocencia, sin con orgullo, si con miedo?
¿De qué país son las repeticiones,
para exiliarme de él?
Desarbolados, con las raíces en arenas movedizas
y hojas que nacen para secarse.
Cuánta grandezas en engañarse.
Qué solos estamos y qué graciosos somos.
Cuánta imaginación le ponemos.
Y a veces, que al mirarnos nos vemos,
qué escalofrío. Qué broma siniestra.
Qué esfuerzo por fingirnos.
Cómo cansa con los años la conciencia.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 11 de enero de 2003

Corazón de Madrid / Viva la vida

Cuando yo era joven e inocente, pensaba que ciertas cosas desaparecerían con el fin de la dictadura / Temo que el desembarco de Ana Botella en la escena pública de la ciudad nos hará retornar sin remedio a los tiempos del NO-DO / Vecinos, ¡a las urnas!

ESCONDAMOS LOS ANILLOS, PROTEJAMOS LOS MADROÑOS

Leopoldo Alas
Hace un año por estas fechas mis amigos y yo solíamos repetir, enmendando la plana al mismísimo Hegel, que ya ni las piedras son inocentes. Cuando yo todavía lo era, de joven, pensaba que ciertas cosas desaparecerían con la dictadura, como la expresión “hazme el amor”, que sin embargo se sigue utilizando incluso entre las últimas generaciones. También daba por supuesto que el tipo de mujer que alumbró el espíritu de la Sección Femenina de Falange se perdería felizmente para siempre en las brumas del pasado, pero me desengañó la aparición de Ana Botella en la escena pública, primero como señora del presidente y ahora como candidata a las próximas elecciones municipales en el número tres de la lista que encabeza Alberto Ruiz Gallardón. Va para concejala de Asuntos Sociales, como ya se dijo cuando empezaron a hacer el paripé, el uno lanzando su oferta y la otra fingiendo que dudaba. Fue un auténtico shock. Ahora es una pesadilla sin paliativos. Volverá el Nodo y veremos a Ana repartiendo caridad, rodeada de enfermos dóciles, de yonquis y fumadores conversos, de inmigrantes buenos, de resignadas mujeres maltratadas y de ancianos rendidos. Asegura que su vocación política pasa por el servicio a los demás pero es imposible no ver, detrás de tan dudoso disfraz solidario, a una mujer ambiciosa y temible en busca del Anillo del Poder. Bajará si es preciso a los infiernos de Mordor para conseguirlo, lo rastreará en los poblados del jaco, en las cunetas y en las aceras de la prostitución, en las cárceles que, como decía ayer Eduardo Haro, le van a dar “mucho trabajo porque su marido las va a llenar de pequeños y grandes delincuentes”. Un tribunal de Berlín ha enviado a un psiquiátrico al albañil de Mozambique que robaba anillos de boda, hasta 124, para Claudia Schiffer. Quería casarse con la modelo y necesitaba muchos anillos para que ella escogiese, pues no estaba seguro del tamaño de su dedo. Así me encontrarán a mí si el PP gana las municipales, buscando anillos como loco para evitar que Ana encuentre el que le dará un poder definitivo, convirtiéndola bien en alcaldesa, que no lo quiera Dios (el suyo intransigente o el que tenga competencia en este asunto), bien en presidenta del Gobierno, poniéndonos en lo peor: un escenario apocalíptico y probablemente posnuclear. Afirma que sus valores son de centro reformista y de diálogo pero, una vez asumido que se acabó la inocencia, ¿cómo pretende Ana que la creamos? Si ataca a los gays, si ensalza los valores del integrismo católico y familiar, si defendió al alcalde de Ponferrada, juzgado por acoso sexual a una concejal, si presentó el libro plagiado de Ana Rosa Quintana. Escondamos los anillos, protejamos los madroños de la ciudad para que no trepe por ellos. Vecinos, ¡a las urnas!

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 1 de marzo de 2003

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

Pensé que a la ministra le escriben los discursos como ella se hace (dicen) sus propios trajes, y así le salen / En el aniversario de la Filmoteca, ella incurrió en una digresión sobre el cine que no venía a cuento: parecía un cineforum en los calasancios

PILAR DEL CASTILLO NOS EXPLICA EL SÉPTIMO ARTE

Leopoldo Alas
El lunes celebramos los cincuenta años de la Filmoteca Nacional. Fuimos al Doré con el director Adolfo Arrieta, que nos franqueó el paso avanzando como el despistado Monsieur Hulot de Tati. Y mereció la pena doblemente, por el magnífico cóctel que sirvió el restaurante Nabuco y por el discurso de Pilar del Castillo, que fue antológico. Pensé que a la ministra le escriben los discursos como ella se hace (dicen) sus propios trajes, y así le salen. Aunque diré en su honor que ha conseguido forjarse un estilo de maestra que, en lo que se refiere al área de Educación de su ministerio, le queda como un guante. A su derecha, el Secretario de Estado de Cultura Luis Alberto de Cuenca le había prestado el boli y, mientras su seño leía el discursito de marras, la observaba atentamente de soslayo. Por un instante sospeché que lo había escrito él pero un hombre tan culto y tan experimentado en ese tipo de actos jamás incurriría, salvo de mala fe, en una digresión sobre cine que no venía a cuento: pretenciosa, como para que los asistentes vieran lo mucho que ella sabe del tema, y a la vez superficial. Parecía un cineforum en los calasancios, un capítulo de Érase una vez el hombre o de El libro gordo de Petete. Sin olvidar que la mayoría de los asistentes eran cinéfilos y cineastas, aparte de varios cínicos. Es como si uno fuera a una central nuclear a explicar la fisión del átomo. Y ella dale que te pego, de la linterna mágica al cinemascope, de Griffith a Mizoguchi (que por influencia, supongo, de los restaurantes japoneses, pronunció en crudo: Mizuguichi. Ozu, en cambio, le salió de un solo bocado). Y todo para que los educandos reparáramos en la importancia de la memoria y en cómo no conviene hacer oídos sordos a la tradición, madre de toda vanguardia, incluso de la benemérita vanguardia civil, imagino. Sólo le faltó remachar con las palabras de Dalí: “Todo lo que no es tradición es plagio”. Aunque, teniendo al lado a quien tenía, quizá se trató de un amistoso gesto de discreción. Y no lo digo por Luis García Berlanga, que estaba como en off. Atinó la ministra, ahí sí, felicitando reiteradamente a Pedro Almodóvar, a quien se sentirá unida como víctima en los desastres del no a la guerra de los Goya, porque fue castigado con una sola estatuilla y porque no estuvo presente en la gala. Si el discurso nos hizo reír, no pudo por menos de deprimirnos hasta la médula comprobar cómo la ministra convertía el cine en una asignatura (pendiente, por cierto) de su renovado programa de estudios secundarios. Ésta es un hueso y nos catea a todos menos a Borau. Me dirán que es buena chica y que viste como Peter Pan, pero ¿y qué? También Tarek Aziz es idéntico al finado Bardem y –algo inquietante- Colin Powell recuerda mucho a Barrionuevo.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 8 de marzo de 2003

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

Si ya sabemos que vamos a morir, no lo hagamos más difícil / Isabel Coixet ha estrenado esta semana 'Mi vida sin mí', que narra los últimos días de una joven de 23 años La película tiene el sello de la factoría El Deseo

POR UNA NUEVA CULTURA DE LA MUERTE

Leopoldo Alas
A la entrada del Palacio de la Música nos daban una cajita muy pop de cleanex para que lloráramos a moco tendido con La vida sin mí, la cuarta película de la directora catalana Isabel Coixet, que se estrenó el jueves por la noche. Un simpático contrasentido, ya que el tono narrativo de esta historia sobre los últimos días de una joven de 23 años, magníficamente interpretada por Sarah Polley, que descubre que tiene un cáncer irreversible y decide no contárselo a sus seres queridos, es de una contención milagrosa. La protagonista elabora una lista de todo lo que debe hacer antes de morir y la cumple a rajatabla. Su firmeza y su decisión de callar para ahorrar sufrimiento a los suyos la hace cómplice de los espectadores, que participan al borde de la lágrima de esa valentía y, en definitiva, de una modo diferente de afrontar la muerte. Ann libra a su marido y a sus hijas de asistir a su agonía en un hospital, renunciando a someterse a inútiles controles médicos y viviendo intensamente hasta su anunciado fin. En efecto, urge una nueva cultura de la muerte donde la tristeza no se torne en dramatismo, lejos de su sombría escenificación burguesa. Si ya sabemos que vamos a morir, no lo hagamos más difícil. Yo perdí hace una semana a un primo hermano muy querido, Rafael Hidalgo Alas, que con sólo 43 años ha muerto de leucemia. Pero lo cierto es que se lo llevó por delante una sesión brutal de quimioterapia cuya misión era liquidar hasta la última célula cancerígena para poder proceder a continuación a un trasplante de su propia médula. Y si como al personaje de Coixet le hubieran dejado vivir su final, en lugar de cosificarlo como mero cuerpo enfermo en manos de la medicina, Rafa habría tenido tiempo para despedirse de la vida, de su familia y de sus amigos. Necesitamos, sí, una nueva cultura de la muerte, sin aprensiones. Volviendo al estreno, Isabel Coixet, que acudió en compañía de sus productores, los hermanos Almodóvar, ha declarado que Pedro no ha metido baza en el rodaje, pero entonces tenemos que hablar de afinidad estilística entre la pujante catalana y el consagrado manchego, ya que la película está impregnada del inconfundible estilo de la factoría El Deseo, en la elección de algunos episodios como la visita al padre en la cárcel, en la manera de planificar y de introducir la música, en la búsqueda de una emoción genuina aparentemente desprovista de retórica, en la frescura de los diálogos y, sobre todo, en el sabio y suave equilibrio entre el drama y la comedia. Y un tirón de orejas: la fiesta que hubo después en Arena se llenó de ilustres extras o comparsas excluidos de la exclusiva zona vip del piso de arriba. Ese apartheid dentro del apartheid me parece un esnobismo pasado de moda y una ordinariez.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 1 de noviembre de 2003

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

Alaska empezó a escribir su libro pensando en una docena de transgresoras, pero se le fue llenando y, al final, nombra a 400 / La octava edición del Festival de Cine Gay y Lésbico aterriza con fuerza: se proyectan 55 películas en 7 días

NO HAY MÁS TRANSGRESIÓN QUE LA DEL CUERPO

Leopoldo Alas
Vaya semanita. Confundo, entre brumas, los actos a los que he acudido, de tal manera que mi memoria transforma al hijo de la poeta portuguesa Sofía de Mello: ya no es él agradeciendo en el Palacio Real el XII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que recogió en nombre de su madre, sino el director de Martínez Roca Pablo Álvarez. Y no se dirige a la Reina, que estaba elegantísima (y qué afectuosa en la distancia corta, que gran profesional), sino a Alaska, sentada a su lado en el auditorio de la Casa de América. Presentaba su libro Transgresoras y ella también es una reina. Lo empezó a escribir pensando en una docena de transgresoras pero el libro se le fue llenando y al final menciona a más de 400. También dijo que en el poder político ya no las hay, que nuestras últimas mujeres transgresoras fueron las milicianas. Los políticos de hoy, hombres y mujeres, no son desde luego el colmo de la transgresión. Darían el pego si se siguieran el ejemplo de Divine, se cambiaran de sexo o se operaran de pies a cabeza. Ya no hay más transgresión que la del cuerpo. Por eso tiene sentido el libro de Alaska, que no en vano se ha hecho historiadora. La transgresión ya es historia y como tal la aborda ella. Como tal, la abordamos todos. También los gays fuimos transgresores y nos vamos normalizando en nuestra lucha por la igualdad. ¿Quién quiere y puede transgredir con la que está cayendo? Lo poquito que nos dejan. Ahora me veo en otro auditorio, el de CCOO, sentado en mi butaca junto a Luis Antonio de Villena en la gala de inauguración del Festival Internacional de Cine Lésbico y Gay de Madrid (la Fundación Triángulo, que lo organiza desde hace ocho años, pone gai con i latina pero yo me desmarco porque no sólo estoy por la pluralidad, sino también por la gramática). El festival coge fuerza. Este año se proyectan 55 películas, en 7 salas. Los presentadores, Javier y Pepa, fingían estar en un ensayo y que nosotros éramos dobles de figuración, incluidos los premiados: la actriz Anabel Alonso, que recibió una estatuilla por su personaje de Diana en Siete Vidas, y el director Pedro Olea, que la recogerá en la clausura del día 9, por haber dignificado a los gays con su cine (especialmente, con su mítica Un hombre llamado Flor de Otoño). Después proyectaron la película irlandesa Goldfish memory, de Liz Gill, una divertida comedia romántica que celebra el amor en todas sus manifestaciones. Intercambié saludos y abrazos con destacados miembros de la plana mayor de los gays, entre ellos Pedro Zerolo y señor o Miguel Ángel López, director de la revista Zero, que sería el responsable de comunicación si en efecto fuéramos la oligarquía gay, como nos llama mi amigo del PP Juan Soler. Es cierto que vamos a más, pero porque veníamos de menos y de nada.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 22 de noviembre de 2003

Corazón de Madrid / Viva la vida

Rubi y Los Casinos volvieron a subirse a un escenario para homenajear al desaparecido Joe Borsani / Entre el público que acudió al Honky Tonk había 'fans' incondicionales, amigos leales y jóvenes boquiabiertos ante el poderío de una madurez radiante

TODO SOBRE JOE (AMOR A LOS BORSANI)

Leopoldo Alas
Hay muertos muy vivos, como Joe Borsani. No puede no haber nostalgia en su recuerdo pero la influencia de su energía artística y vital es poderosa. A él iba dedicado el concierto que dio el jueves su ex mujer María Teresa Campilongo, por todos conocida como Rubi, en el Honky Tonk. Fue el come back de una estrella que nos tenía castigados sin actuar desde hace años. Y ahí estaban de nuevo Rubi y Los Casinos con una formación potente: dos guitarras (Marisa de la Plaza, pequeña rockera rubia, casi una réplica de Marité que erotizó al personal, y Tito Larregui); el bajo, Daniel Funes, y el batería, un alemán apellidado Wölker. Rubi prescindió de los teclados, que ablandan mucho. Fue un concierto super guitarrero a tono con unos tiempos en los que, como pronostica Carlos Galán, el techno está agonizando y vuelve el rock, espero que el mejor, como en este caso: un rock and roll puro con un riff cadencioso muy stoniano. Rubi lleva 25 años en este país, es un referente fundamental de la movida y, además de historia y de muchas tablas, tiene y conserva una de las voces más privilegiadas y mejor educadas de nuestro maltrecho y desorientado panorama musical. Entre el público, fans incondicionales, amigos leales, jóvenes boquiabiertos ante el poderío de una madurez radiante. A pie de escenario, Mario Vaquerizo se sabía todas las canciones porque la rubia argentina fue su fetiche, su pasión de fan fatal antes de su encuentro, yo diría kármico, con Alaska, que jamás falta a las citas fundamentales. Allí estaba el pintor Pablo Sycet, autor de algunos de los éxitos que interpretó la banda, como Sombras grises y Al borde del abismo, ambas en colaboración con Nacho Canut, que también compuso la espléndida canción Te podría besar (pero no debo), y al que eché de menos. Por supuesto estaba la hija de Rubi, Juana, rodeada de sus más íntimos amigos. Y Carlos Borsani con los chicos del GAD. Y amigos de siempre como Ignacio Mateos y Luis Martínez de Merlo, que a su vez había dado el martes un recital en el Anticafé (calle Unión) de su última serie de poemas, Canciones del tiempo del sueño, acompañado por tres jóvenes músicos: Loic Martín Cochet (didjeridoo), Elsa Ferrer (viola) y Canco López (zanfoña y flauta). Pero volviendo al Honky Tonk, tras el concierto, muchos le pedimos a Rubi que se prodigue más. Y no faltará quien se anime a grabar un nuevo disco suyo, como le pedía una y otra vez nuestro querido Joe. Rubi arrancó con un temazo propio, Caí rendida, y concluyó con su gran éxito Yo tenía un novio, himno indiscutido de la movida que compusieron Joe Borsani y Armando Llamas. Y como colofón, para satisfacer el hambre atrasada del público, la fascinante This boots are made for walking, que en su día interpretó Nancy Sinatra (y tantos otros artistas). Queremos más.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 27 de diciembre de 2003

Corazón de Madrid / Viva la vida

Pepe Patatín y Bali se han asociado para llevar el que será sin duda punto de encuentro de la conexión moderna, la red de veteranos que venimos de los 80

BIENVENIDOS A LE KI, QUE ARROPARÁ NUESTRO INVIERNO

Leopoldo Alas
Navidad por la noche. Con la resaca física y anímica propia de un día así, tomo la calle de La Paz donde hace años, incluso décadas, tuvo su casa Chacho Carreras. Junto al teatro Albéniz. El local que está en el número 5 fue una coctelería llamada If en la que estuve alguna vez, no sé si haciendo tiempo para ver un espectáculo o tras haberme salido de él o después de una película en los cines Ideal. Ahora ha recuperado su nombre original, Le Ki, de la mano de Pepe Patatín y de Bali, que se han asociado para llevar el que será sin duda punto de encuentro de la conexión moderna, para entendernos, esa red de veteranos de la noche que venimos de los 80 -la edad dorada- y que hemos sobrevivido a las inclemencias del tiempo, al poder disolvente de la nada social, a los abismos de una cultura viva que todavía no se ha valorado como merece. Y que ha resistido en buena medida gracias a los locales que Patatín propició en la oscura década de los 90: entre los más singulares, La Gloria en la calle Vergara (de sus tiempos con Antonio Alvarado) y El Baticano (así, con B) en la calle Colón. Cuando llegué, ya estaban algunos invitados. Poco a poco, irían llegando más. Era una fiesta privada, de amigos. Qué mejor manera de presentar en sociedad el perfecto bar de copas del duro invierno que empieza. Mi querido Javier Furia y yo abordamos el asunto de los locales, que en otra época estaban claramente diferenciados: lo que era una discoteca de un disco bar, de un disco pub, de un bar o de un pub sin más. El tipo de música y el volumen son definitivos. También lo es que haya banquetas como en Le Ki, las de la barra y las de enfrente, con su repisa para apoyar las copas y debajo, dentro de poco, unos ganchos para colgar los abrigos (sugiere Furia). Nos saluda un pletórico Andrés Martín, de Vértigo Films. Cambio impresiones con otro hombre de cine, Paco Díaz, que tras su primer corto, Vámonos (sobre la pasión entre una olvidada actriz madura y una joven madre de raza gitana), se enfrenta al reto de rodar un largo, esta vez una comedia que podría tratar sobre el éxito humano que puede suponer un fracaso social. Acabo de charleta con los jóvenes Nikky y François, del trío musical Dirty Princess. Pero antes saludo a Juan Tormento y me cuesta apartar la mirada de su brazo tatuado. Siempre decimos que ahora vive en Berlín pero él deja claro que viene y va. De hecho, no falta a ninguna cita importante. Está hablando en la barra con el representante de actores Ramón Pilacés, que de pronto nos saluda imitando el acento argentino. Recursos del petardismo. Y si Pablo Pérez Mínguez, que irrumpe en Le Ki como un torrente, se ha puesto a disparar fotos con su cámara, significa, aunque suene pretencioso, que hemos empezado a escribir una nueva página de historia.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 3 de enero de 2004

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

No ha sido un buen año el 2003: guerra, accidentes, enfermos y muertos cercanos / El calor humano no tiene precio, como pude comprobar en una Nochevieja muy especial / Las uvas las tomamos con una gigantesca Carmen Sevilla / Feliz 2004

BIENVENIDA AL AÑO NUEVO EN COLMENAR DEL ARROYO

Leopoldo Alas
No ha sido buen año el 2003: guerra, accidentes, catástrofes, enfermos y muertos muy cercanos. En el recuento de fallecidos ilustres que El Magazine hizo la semana pasada faltaba mi amigo del alma, el gran músico argentino Joe Borsani, que nos fue arrebatado en junio. Al ver que su nombre no figuraba, fantaseé con la posibilidad de que siga vivo, en un largo viaje por Japón y otros países remotos. Así encara su ausencia Javier Furia. Sus seres queridos sentimos que la energía vital de Joe inspira nuestros actos y alienta los azares más sorprendentes. En la última noche del año, los mensajes SMS de felicitación superaron a las llamadas. Pero el calor humano no tiene precio. Quisimos pasar la Nochevieja con un amigo muy querido que lucha contra el cáncer: el realizador de televisión Lorenzo Zaragoza. Fuimos a cenar a su chalet de Colmenar del Arroyo: mi hermana Estela Alas, que hace años fue su novia, mi sobrino Mercurio Paniagua, mis amigos Félix Leiro y Julio Romero, del cogollito de íntimos. En la casa nos esperaban los mejores amigos de Lorenzo, el médico analista Pedro Martínez, que sigue fascinado con la India, y el músico Gustavo Ros, cuya estimulante conversación es al menos tan benéfica como su risa. Más el hijo adoptivo de Lorenzo, Juan Carlos Bayano, que luego se iba de fiesta con su novia y con una amiga, los tres radiantes, y su amigo el pianista filipino Richard S. Esteban, que tardó horas en elaborar una exquisita sopa de cebolla. En torno a la mesa nunca llegamos a estar todos sentados. Era un trasiego delirante. Se nos juntó el cordero con las uvas. Y ahora imaginen un televisor de 60 pulgadas en el salón (Lorenzo siempre ha estado a la última en tecnología). A ese tamaño, la televisión es aún más obscena. Sus programas se revelan absurdos y decadentes. Cumplimos con el rito de las campanadas bajo la presencia gigantesca de Carmen Sevilla y Ramón García. Me cuenta un amigo que Esperanza Aguirre estuvo enorme felicitando a todos los inmigrantes que han dejado sus países y a sus familias para aspirar a un mundo mejor, y dijo que son el motor de nuestra economía. Carmen de rojo intenso estaba más bien a la uva, a la braga roja, al oro en la copa. Y como el sortijón no cabía, metió en el champán su pulsera, que luego se bebió porque lo suyo es hacer patochadas. Julio Iglesias pidió paz en el mundo y a continuación saludó a las tropas destacadas en Irak que nos defienden, dijo. Pidió a las gentes de España que tengan más hijos y cantó El bacalao. Que quieren que les diga de todo esto. Da igual. Nosotros reíamos y nos hacíamos fotos sin descanso, hasta 450. Lo importante es estar entre amigos de verdad, poder bajar las armas, sin imposturas, sin reservas, sin añadir más problemas al gran problema de vivir. Y juntos plantarle cara al futuro. Feliz 2004.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 10 de enero de 2004

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

La vocación teatral mueve a sus fieles en un círculo cerrado de severos notables / "Dakota", con Carlos Hipólito al frente, es una obra que tiene premoniciones / El estreno de este montaje en el Albéniz congregó a la crema de la dramaturgia

EL TEATRO ES UN REDUCTO DE ALGO QUE SE ME ESCAPA

Leopoldo Alas
Será carencia mía o hartazgo, que es mucho decir porque he sabido mantenerme al margen de tan exquisito cadáver. Pero el teatro no me parece de este mundo. La vocación mueve a sus fieles en un círculo cerrado de severos notables, practicantes y aspirantes. Me acerco muy de tarde en tarde a sus misas, estrenos como el del jueves en el Albéniz, de la comedia rayante (juega con las trampas de la mente) Dakota, de Jordi Galcerán, que ha sido un éxito en Barcelona. Dirigida por Esteve Ferrer, con Carlos Hipólito, Elisa Matilla, Juan Codina y Ángel Pardo. Sería demasiado decir que el teatro en España es uno de los últimos reductos del pensamiento no único, aunque a muchos les gustaría oírlo. Era el primer gran estreno desde que murió de un infarto la mujer que ha dirigido el Albéniz los últimos 18 años. Y yo pensé: “Se nota, se siente, Teresa Vico está presente”. En la actitud sombría de muchos espectadores. Hipólito, que es un gran actor, verbalizó ese sentimiento al final de la representación como verbaliza al Carlitos de los Alcántara. Pero en esta obra no cuenta lo que pasó sino lo que va a pasar. Tiene premoniciones, sueños que anticipan la muerte de su primer hijo o la infidelidad de su mujer con un colega protésico dental, que su obsesivo delirio de celos hará realidad. No soy buen espectador de teatro. A la salida, me contó Paz Santa Cecilia que en algunos taxis de Cuba han puesto un dispositivo en el asiento trasero que activa el contador en el mismo instante en que el viajero se sienta. Se me ocurrió que en las butacas de los teatros podrían colocar un detector de cabezadas, frecuentes entre espectadores familiarizados con otros ritmos después de todo un siglo de cine. También porque muchos arrastran el cansancio del día. Y no me refiero a Dakota, cuyo cartel tiene algo de anuncio de Freixenet, con sus burbujas. Ni al selecto público que llenaba la sala, empezando por Santiago Fisas, el nuevo Consejero de Cultura de la Comunidad. Vi a Flotats salir flotando tras asistir a un montaje que bebe de Arte, aunque el motivo sea menos brillante: en la sobria y eficaz escenografía de Ana Garay, en la iluminación de Juanjo Llorens. ¿Pero qué digo, si el teatro ni me va ni me viene? Que estaba la crema y nata. Que Vicente Molina Foix repetía florero. Que Antonio Gala, a la salida, se deslizaba como un espectro vivo. Que la Asquerino lleva el pelo casi como Alaska, que Bibiana estaba imponente. Que vi a Andrés Amorós, al maestro Eduardo Haro, al chispeante Manu Berastegui, al joven actor Enrique Alcides y a la directora María Ruiz. ¿Y qué se puede hacer por el teatro más allá de subvencionar a sus profesionales, garantes de una musa periclitada? Yo haría lo que estuviera en mi mano por favorecerlo pero quede claro que, por fortuna no es asunto de mi competencia. Doctores tiene y le sobran.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 20 de marzo de 2004

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

El preestreno de "La mala educación" fue uno de los actos más repugnantes de la persecucón contra el director manchego / Se desató contra él la maldita homofobia que envenena incluso a personas cultas / Pese a todo, hay motivos para la esperanza

QUE TERMINE LA CAZA DE ALMODÓVAR

Leopoldo Alas
El jueves se estrenó La mala educación, la nueva y magnífica película de Almodóvar. Poco antes, había salido en televisión pidiendo excusas a los votantes del PP por haberse hecho eco del extendido rumor sobre una supuesta intentona involucionista del Gobierno saliente. No sirvió de nada. A las puertas del Palacio de la Música, se agolpaba una masa vociferante (señoras, pijos, agitadores infiltrados, cachorros de una ultraderecha otra vez visible) que insultaba a gritos al director ausente y a los espectadores que sacamos nuestra entrada para ver la película, en un estreno sin caras famosas (sí vi a Fele Martínez) que se convirtió en un acto de adhesión ciudadana a Pedro ante uno de los episodios más repugnantes de la caza desatada contra él en los últimos días. Si en efecto el rumor era falso, ¿por qué les enfurece tanto? ¿Por qué se querella Rajoy contra él? ¿No hubiera bastado con desmentirlo? Como admirador y amigo de Almodóvar, me siento herido por los gritos de esa masa cegada por la ira, en un episodio que a Carlos Borsani le recordó los ataques de lo guerreros de Cristo Rey en la Transición y que a mí me trasladó más lejos, a los años de Novecento. En las pancartas se leía “Almodóvar a la cárcel”. Le gritaban “hijo de puta”. A los que entrábamos en el cine nos tiraban huevos y nos insultaban. Gritaban: “Los artistas sois los fascistas”, “devuelve los Oscar, que son americanos”, “has entrado por detrás, como te gusta más”. Y en la manifestación en Génova de adhesión a los derrotados, hubo pancartas que decían: “Almodóvar maricón”. ¡Le estaban esperando! Se desató contra él la arraigada y maldita homofobia que envenena incluso a personas cultas como mi querida Carmen Rigalt, que ese día escribió aquí: “Los excesos de Almodóvar son bien vistos cuando se ciñe al mundo de los travestis, no cuando se refieren a la política”. Como si todo su cine no fuera un alegato político por la libertad y la autonomía moral, empezando por la de las mujeres y siguiendo por la de nosotros los gays y por la de las denostadas transexuales, todas las víctimas de un machismo asfixiante que se resiste, violentamente si es necesario, a perder su hegemonía. El cambio político agita viejos fantasmas que, en un guerracivilismo de opereta, envenenan nuestra convivencia, golpeada por el terror y por las dificultades del PP para aceptar su derrota con fair play. La libertad y la soberanía popular no se discuten. Pero a pesar de todo, hay motivos para la esperanza. La vieja Europa empieza a sacudirse las telarañas en Madrid. Alguien comparaba a Zapatero con Buster Keaton, situado justo debajo de la puerta cuando la fachada del edificio se le viene encima. Nos ha pedido a todos humildad, a los que se van y a los que llegan. Dejemos que gobierne el hombre tranquilo. Por el bien de todos. Y viva Almodóvar.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 27 de marzo de 2004

El Mundo/ M2/ Corazón de Madrid / Viva la vida

La semana pasada defendí en esta página a Pedro Almodóvar / El miércoles, Fisas me llamó a su despacho. Mi artículo ha sentado fatal en las alturas del PP / No llegué a tener despacho como asesor literario de la Consejería / La verdad nos hace libres

LA BUENA EDUCACIÓN

Leopoldo Alas
Probablemente ha sido uno de los cargos que menos tiempo han durado en la historia de nuestra democracia. Con generosidad y un talante liberal que le honra, Santiago Fisas, Consejero de Cultura de esta Comunidad, me ofreció ser asesor literario. Acepté, aunque por dentro tuve que pelear con mis reservas mentales y mis prejuicios. Y asumí el cargo en enero. Sabían perfectamente quién soy, conocían mi trayectoria y acaso les gustaba la idea de que yo sirviera de conector entre el PP madrileño gobernante y una cultura que, por hechos bien conocidos, desconfía de su proyecto político y se ha distanciado del poder. Me atrajo la idea de trabajar a favor de una cultura abierta y me alentaban las palabras de Scott Fitzgerald: “La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad para aceptar dos ideas contradictorias al mismo tiempo. Uno debería saber que las cosas no tienen remedio y sin embargo estar dispuesto a cambiarlas”. Pero la semana pasada defendí en esta página a Pedro Almodóvar de la cacería que se ha desatado contra él por sus declaraciones, opinables tal vez pero suyas, reprobables para algunos o hasta dignas de querella para otros, pero libres, de un gran artista que lo es ante todo. Las iras desmedidas cristalizaron en los insultos que en el estreno lanzó a las puertas del cine una masa reaccionaria y exaltada, contra Pedro y contra los espectadores que pagamos la entrada para ver La mala educación. Yo estaba allí y debía contarlo. Por suerte, yo sí he recibido una buena educación. Y aunque gracias a Dios no me la dieron los curas, sé latín. El miércoles, Fisas me llamó a su despacho. Mi artículo ha sentado fatal en las alturas del PP. Lo de Pedro ha rebasado la frontera de su ya desatado ataque de nervios, en un clima de crispación general que aborrezco porque a estas alturas no toleramos vivir entre tinieblas. Fue una llamada al orden. Les incomodaba mi artículo tanto como puedo volver a incomodarles yo en el ejercicio de mi profesión de poeta, escritor y periodista independiente. Los políticos se deben a la obediencia que marcan las consignas. Yo sólo me debo a mi libertad (y a mi propio análisis de lo ocurrido el 11 de marzo) y entendí que debía aceptar la dimisión del cargo. No llegué a tener despacho. No pude colocar en mi mesa virtual los retratos de Truman Capote y de Joe Borsani. Ni la pequeña planta que crecerá en mi casa. Tampoco cumpliré mi modesto sueño de sisar unas horitas a la Administración Pública para avanzar en la escritura de mi novela A través de un espejo oscuro. Pero lo que de ninguna manera puedo hacer es agachar la cabeza ni opinar con límites. Es posible que deje amigos pero si, por conservarlos, alguien pretende que falte a la verdad, repetiré con Aristóteles: “Amicus Plato sed magis amica veritas”. La verdad nos hace libres.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 3 de abril de 2004

El Mundo/ M2/ Corazón de Madrid / Viva la vida

Hemos vivido un invierno en primavera / Lo invernal lo pone un talante que el terreno de lo profesional basa sus prohibiciones en criterios morales / El desaparecido programa de Lorena Berdún era un éxito desde todos los puntos de vista

ME LO DECÍAS Y ME LO HAS DEJADO DE CONTAR

Leopoldo Alas
Comentaba Boris Izaguirre, saliendo de una fiesta en casa del pintor Jorge Cardarelli, que hemos vivido un invierno en primavera o, como diría mi compañero de radio, el botánico ilustrado Pepe Plana, el tiempo de “las heladas tardías” (qué título tan bueno). Lo invernal lo pone también un talante que en el terreno de lo profesional basa sus prohibiciones en criterios morales. Me refiero a una moral y a una prohibición concretas. La audiencia es el primer fundamento de las cadenas de televisión para mantener en antena o quitar un programa. Pero si son públicas, financiadas con nuestros impuestos, responden además a otro tipo de motivaciones como el interés general o su capacidad de deleitar a los espectadores elevando su nivel educativo. Por eso me parece inaceptable que el nuevo director de Telemadrid, Manuel Soriano, especialista en purgas y defunciones de medios de comunicación, como en su día El Independiente (qué cruz llevamos los independientes), haya decidido fulminar sin contemplaciones el programa de sexo que presentaba Lorena Berdún con sabiduría, gracia y sensatez: Me lo dices o me lo cuentas. Un éxito por donde lo miraras. De audiencia, porque le sobraba en esa franja tardía, y era agradecida y muy fiel. Premiado, porque ganó el Ondas y estuvo nominado nada menos que para un Emy, es decir, con prestigio internacional. De notoria utilidad social y en un horario que no perturbaba la presunta inocencia de nuestros niños, maleados de la mañana a la noche por programas infinitamente más obscenos, inquisitoriales y degradantes. Soriano podrá esgrimir los argumentos que más convengan a su recién iniciada gestión, como de elefante en una cacharrería, pero no se nos escape que estamos ante un acto de censura guiado por una moral católica que cercena el espíritu y la letra de nuestras libertades, contradiciendo la pluralidad social que consagra la Constitución. Una cadena pública (y nunca fue más apropiada la palabra cadena para nombrar un canal televisivo) debe emitir de todo, en lugar de suprimir lo que funciona. Cada vez más gente reclama transparencia, debate, entretenimiento divulgativo. A Lorena, que se ha ganado a pulso estar en primera línea por su talento para abordar el sexo como si tal cosa, con una espontaneidad jamás fingida, de espléndida comunicadora, muy por delante de la adusta solemnidad de Elena Ochoa, o lo que es igual, sin perversión, con sentido del humor y un buen rollo que te cagas. Acudí al programa de despedida con mis compañeros sexulianos Vampirella, Alberto Comesaña, Mili Hernández y Santiago Pazos. A Lorena se le saltaban las lágrimas. Pero tenía de su parte nuestro calor incondicional, el de su productora, el de su magnífico equipo, el de su encantadora familia, el de su desinhibido público y naturalmente el calor de sus rendidos espectadores.

ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 10 de julio de 2004

El Mundo/ Corazón de Madrid / Viva la vida

CUANDO EL HETEROSEXUAL NO ES HOMÓFOBO

Leopoldo Alas
Solíamos ser gays los que defendíamos lo nuestro. Hasta que apareció en el panorama el heterogay, ahora llamado metrosexual para no herir la susceptibilidad prejuiciosa y homófoba del heterosexual, que todavía se siente amenazado si se le atribuye la palabra gay, aunque sea como sufijo. El prefijo metro, en cambio, no sólo no deja duda, sino que incluso les puede hacer sentir que, por muchas cremas que se pongan, la tienen grande. Y eso para un macho, simbólicamente al menos, parece muy importante. Ahora hay un anuncio en el que, con el fin de atraer a los chavales al mercado de la cosmética, animan al protagonista a cuidarse el cutis para ligar con las chicas porque es lo que a ellas les mola. Se trata de contrarrestar la idea de fondo que, por increíble que parezca, sigue ahí latiendo: que los ungüentos son cosa de mujeres y de maricas. Esto sería ridículo si no fuera algo muy serio. Tanto, que a la mujeres las matan. Tanto, que les aterroriza el homosexual que llevan dentro y pueden odiar y agredir a quien se atreva a recordárselo. Por eso destaco la labor que hace desde su programa el invencible Javier Sardá, que la semana que viene despide la temporada. En el prólogo al libro Vidas del arco iris, de Jordi Petit, dice Sardá que necesitaríamos varias vidas para saber cómo sienten los otros: la mujer, el gay. Una vida no basta para probar todas las posibilidades. De otra forma, se pregunta, “¿cómo es posible para un heterosexual entender cómo ama, cómo odia, cómo discute o cómo construye su mundo interior un homosexual?” Y nos recuerda que “la autoestima es la base del respeto social” porque “difícilmente te respetarán los demás si no empiezas por respetarte a ti mismo”. Yo también creo, orientaciones sexuales aparte, que la naturaleza humana es la que es, “nos gusten los hombres, las mujeres u otros seres de la creación”. Pero por más que la fuerza sea una sola que tú diriges, como nos enseñó La guerra de las galaxias, se agradece que alguien de su talla acierte en la dirección, hacia la luz (como en el túnel oscuro que siguen las almas de los muertos). Durante siete temporadas, de la mano de su hermano pequeño Boris Izaguirre, ha hecho una impagable labor normalizadora, una de cuyas cumbres ha sido el exquisito respeto con que ha tratado uno de los materiales más sensibles que ha tenido entre manos: la pareja de homosexuales, Juanma y David, que ganó en La casa de tu vida. Me decía Boris que, hasta que aparecieron ellos, la máxima representación gay en nuestro país eran Jesús Vázquez en bello y él en criatura de ciencia ficción. Y estaba encantado del salto que ha dado la sociedad con esta pareja de españoles a los que calificó, con gran simpatía, de “hirsutos, gordos, bajitos, feos, católicos y sentimentales”. Lo dice Ajo en un micropoema: “Esto supera la ficción. Debe de ser la realidad”. Gracias, Sardá.

El Mundo/ UVE / LAS PERLAS (9-8-04)

"TREINTONES Y CUARENTAÑEROS"

Son más prietos los treintones que los cuarentañeros. Entre los primeros, sobran triunfadores. En el mundo del cine, por ejemplo: desde Ernesto Alterio, Cayetana Guillén, Aitana Sánchez Gijón o Miguel Albaladejo a María Pujalte, Pepón Nieto, Ariadna Gil, Gustavo Salmerón o Achero Mañas, que se ajusta bien al modelo. Me cuentan que se fue a rodar a Irlanda un documental sobre el IRA y pidió hotel con piscina -que luego no usó- a una hora de donde estaban rodando. O sea, se le ha subido a la cabeza. Porque a lo que yo voy es que a muchos treintones se les nota la ambición, para lo bueno y para lo malo, pero les pierde la ansiedad y el orgullo. Van por la vida acelerados, son brillantes pero carecen de valores, son poco solidarios, consumistas y muy dados a la exageración, y sólo están dispuestos a entrar por la puerta grande. Como lo han tenido fácil, no aprendieron a valorar el esfuerzo. Todavía creen que el bacalao se puede partir con poco pulso. Los de cuarenta lo ven claro porque ya pasaron por eso, aunque lo vivieron con más alegría y menos histeria, con ilusiones propias de una generación espontánea que se enfrentaba al éxito sin avidez. Si los cuarentañeros maduraron haciendo del vicio virtud, para los treintones, que son los adolescentes de la madurez, el vicio lo es en sí mismo. Si los primeros eran paradójicos, los segundos son aviesamente contradictorios. No personalizo en nadie estos rasgos generacionales, pues sólo quiero hacer sociología de urgencia. Hay muchos treintones a los que admiro, aparte de los citados. En la música, por poner dos ejemplos, tenemos a Najwa Nimri o a Julieta Venegas. En la literatura hay nombres que se consolidan, como Blanca Riestra, Josán Hatero, Eugenia Rico o David Barba. Y en la televisión, dos triunfadores que el año que viene cruzan la frontera, como Boris Izaguirre y Jesús Vázquez. Pero el éxito no redime a los treintones de su soledad: sólo se ven a sí mismos y no han sabido tender un puente generacional, como los cuarentañeros, que se entienden de maravilla con los de veinte. Los treintones, que son narcisistas hasta la médula, empiezan y acaban en sí mismos. También ignoran, a la vez que temen y respetan, a los cuarentañeros. Pero deberían agradecer que estos se detengan a reflexionar sobre ellos para cantarles las cuarenta, advertirles y, si acaso, enmendarles la plana. Una vez que abran los ojos, van a querer cumplir los cuarenta cuanto antes para salir de su círculo infernal. Y serán más felices. Parafraseando a Sabina, deberían comprender que los cuarenta son “los treinta y todos”.

El Mundo/ UVE / LAS PERLAS (1-8-04)

"LA TELEVISIÓN ES LA PATRIA"

Leopoldo Alas
Cualquier noticia que se quiera minimizar, si la das en un breve, pasa de largo. Pero si la pones en portada, a cuatro columnas, también. Vivimos unos tiempos tan absolutamente inanes, crueles, inestables y desnortados, que en el fondo (luego también en la superficie), lo que mejor los expresa es el reality televisivo. Al final, en su coherente zafiedad, la televisión es nuestra patria, y ya en verano ni te cuento. Vivimos un mundo raro, raro, raro. Me decía hace poco Boris Izaguirre que la telerrealidad es el principio de un lenguaje televisivo genuino. Es cierto. Antes de Gran Hermano, la televisión se servía de los lenguajes de otros medios: la radio, el teatro, el cine. Pero en la telerrealidad encontró su verdadera naturaleza. Y la gente se ha ido acostumbrando a ella porque la necesitaba. Esta semana, Rufino, el padre de Mónica, la virgen de La casa de tu vida, abandonó el plató escandalizado por la oferta que le hacía una aguerrida empresaria: 250.000 € a cambio de la virginidad de su hija, con la colaboración del gigoló Ariel. Lo cierto es que el padre, un recto moralista que libra en la tele su cruzada para diversión de las gentes, fue desenmascarado, puesto que él es el primero que comercia con la virginidad de su hija. La dialéctica ficción/realidad, llevada a la telerrealidad, es el juego de espejos que más fascina a la audiencia soberana. ¿Qué es farsa y qué es verdadero directo? ¿Qué es pagado y qué es gratis? ¿Qué es un montaje y qué es espontáneo? Jordi González, con su delicioso acné y sus orejas de gnomo listo, como un Doctor Spock catalán a los mandos de una nave que en verano necesita a sus mejores capitanes para no perder la ruta, sabía bien que acababa de cruzar el Mississippi cuando, ante el desplante de Rufino, dijo mirando a cámara: “¿Se ha ido? ¡Que no cobre hoy! ¡Olé! ¿Os ha gustado?” Eso es hacer televisión. Luego hay cosas escabrosas, como la insinuaciones que hizo Karmele Merchante respecto a que alguien pudiera hacer fotos al cadáver de Carmen Ordóñez. En la telerrealidad no existen jerarquías. Da igual ser mejor que peor. Cada cual es como es y el hecho mismo de ser, no importa cómo, atrae a los espectadores por encima de la moral, de la estética y no digamos de la capacidad intelectual, que escasea y raramente es creativa. Warhol puso el primer mandamiento: los quince minutos de fama que cualquiera podría tener en el futuro. Estaba anticipando la esencia de la televisión, que es de este siglo. Aunque técnicamente naciera en el XX, su espíritu la estaba esperando en el XXI. Tiemblo sólo de pensarlo.

El Mundo/ UVE / LAS PERLAS (5-8-04)

"TODO NOS CABE, NADA NOS LLENA"

Leopoldo Alas
La nave Messenger inicia su viaje de siete años hacia Mercurio, en un desesperado intento de contactar con los dioses, que ya no nos toman en serio. ¿Por qué iban a hacerlo si somos una especie que no se respeta a sí misma? Nadie respeta a nadie y menos ahora que en la actualidad se solapan el rosa y el negro. La onda macabra se inauguró con la muerte de Carmina Ordóñez y continúa con los rumores sobre el estado de salud de Rocío Jurado, convaleciente en la UCI tras una operación de diez horas que, según dijeron los familiares, ha sido un éxito, a la espera de un parte médico que, en el momento de escribir esta columna, no se ha hecho público. Pero había que ver a los depredadores, en este caso no del corazón sino de la vesícula, especulando sobre si la Jurado tendrá cáncer o qué tendrá cuando no lo dicen. A Mila Ximénez no le extrañaban las especulaciones puesto que la cantante “es un personaje público dentro y fuera del hospital”. Como diciendo: que pague por ser famosa. En su rol de aristócrata vividor con valores del despotismo ilustrado, Lecquio arremetía contra la incultura de la gente que todavía estigmatiza el cáncer como si fuera un castigo de los dioses y proponía, frente a ese oscurantismo, el ejemplo que ha dado la familia del ex presidente Suárez a la hora de afrontarlo. Decía que “lo primero que hay que hacer es asumirlo”. Pero en caso de que lo padeciera, no parece que la Jurado se esté escondiendo cuando en la clínica madrileña han habilitado cuatro habitaciones para las visitas. No quisiera yo caer en las garras de estos comentaristas, ni en la salud ni en la enfermedad. El dolor y la muerte, que antes se trataban en secciones más serias, digamos, han invadido el mundo del corazón (en un puño, habría que añadir), lo cual no significa que no sigan siendo temas estrella de la actualidad internacional. Del dolor se informa con la misma ligereza con que se infringe, a menudo con alevosía, como la soldado torturadora de la policía militar de EEUU Lynndie England, un símbolo de la ignominia. Ella ha declarado que obedecía órdenes. Otra cosa es que luego lo pasara en grande sacando fotos de sus víctimas humilladas. Por eso es fundamental que los artistas se posicionen claramente como hace Nacho Duato en su último trabajo, Herrumbre, con el que intenta despertar las conciencias frente a la indiferencia que provoca el horror de la tortura. Los periodistas no parecen tan dispuestos, y menos estos contertulios que viven de hurgar en las heridas. Somos unos seres crueles, ávidos y vacíos y esto no hay mensajero que lo remedie.

El Mundo / UVE / LAS PERLAS (28-07-04)

"LADRAN, LUEGO CABALGAMOS"

Leopoldo Alas
Ladran los curas, luego cabalgamos. Prefiero verlo así porque si no, se me envenena la sangre con el solemne ataque del arzobispo de Santiago, Julián Barrio, al matrimonio gay, hoy que por fin se va a hacer justicia social para acabar con un discriminación legal que contraviene el principio constitucional de igualdad. La cosa no irá mal cuando estos se ponen nerviosos. En efecto, siempre ladraron contra el progreso, desde mucho antes que don Quijote y Sancho toparan con la Iglesia en la novela inmortal de Cervantes. Habría que tirar de hemeroteca para recordar lo que decían cuando se aprobó la ley de divorcio. Con el matrimonio gay ocurrirá lo mismo y las cruces que ahora se hacen los curas, la lata que dan, quedarán en el anecdotario de la infamia. Con lo jodido que de por sí es vivir, qué empeño tienen algunos en cercenar libertades y en imponer una moral jurásica que luego son ellos los primeros en contravenir, con obscena hipocresía. Es lo que hace el presidente Bush. Primero lo intuimos, luego empezamos a saberlo y por fin podemos verlo, con toda su crudeza, en el excelente documental de Michael Moore. De Fahrenheit 9/11 sales con la certeza de que ese hombre perderá las próximas elecciones en EEUU pero también te preguntas cómo es posible que todavía no le hayan sentado en el banquillo por inmoral (él, que invoca a Dios con las manos manchadas de sangre y de petróleo) y por corrupto (sus negocios con la familia Bin Laden y con otras fortunas de Arabia Saudí antes y después de los atentados del 11-S). Pero lo más grave es su peligrosa estupidez, manifiesta en la escena del colegio de Florida, cuando su jefe de gabinete le comunica que el país está siendo atacado y, durante los diez minutos siguientes, incapaz de reaccionar, Bush se pone a leer Mi amiguita la cabra, se aferra a un cuento infantil. Esos ojos lo dicen todo. Hablan de su incapacidad y de su mezquindad. La humanidad no está en condiciones de permitirse que su destino común quede en manos de individuos como ése. Mientras tanto yo, por si acaso, me sigo cultivando (como las perlas). Contra la ignorancia dominante, que es la raíz de todos los males, leo La cultura de la conversación (Siruela), de Benedetta Craveri, nieta de Benedetto Croce. Contra la amenaza de una nueva homofobia y contra la idea heterosexista de la homosexualidad como transgresión (Bataille), me fortalezco con la visión de Genet (el cuerpo, el placer, la dignificación de lo vergonzante), que Didier Eribon analiza muy bien en su ensayo Una moral de lo minoritario (Anagrama). ¡Qué transgredan ellos!

Sobre "Los chicos de la banda", de Mart Crowley

Este año se estrenó en España la versión que hizo Luis Antonio de Villena de la famosa obra de Crowley. Incluyo aquí la crónica del estreno que publiqué en El Mundo (7 de febrero de 2004), seguida de las notas que hace algunos años escribimos Félix Leiro y yo para una versión que finalmente no llego a realizarse.

El Mundo / M2 /Corazón de Madrid / Viva la vida (7-02-04)

LO QUE HA CAMBIADO Y LO QUE PERMANECE

Leopoldo Alas
La famosa obra de Mart Crowley, mal traducida en español como Los chicos de la banda (lo correcto sería Los chicos aparte, pero no tiene sentido cambiar el título por el que ya se conoce), se estrenó en Nueva York al filo de la militancia, un año antes de los sucesos de Stonwall que alumbraron el movimiento de liberación gay. Aquí se hizo una adaptación literal en 1975 que protagonizaron Joaquín Kremel y José Luis Pellicena. Ahora podemos disfrutar, en el teatro Lara, de la actualización que ha hecho Luis Antonio de Villena, muy bien traída al presente. Se acabó la represión, el miedo a las redadas, las humillaciones, el sentimiento de culpa y las crisis de autoestima. Hoy, siete gays juntos en casa de uno de ellos (más el regalo, el boy que interpreta José Ramón Villar y que en su día hizo David Carpenter), no tienen por qué ocultarse ni sentirse amenazados. La homofobia del heterosexual de la obra, que hace Jesús Noguero, ya no podía ser tan palmaria y sólo se vuelve agresiva contra el personaje de la loca, magistralmente defendido por Pepe Pascual. Aunque en el fondo operen los mismos prejuicios, la derogación de las leyes persecutorias, las todavía tibias conquistas legales, la incorporación del colectivo de gays y lesbianas a la sociedad de consumo, su explotación mediática y el discurso oficial de la tolerancia (a excepción de la Conferencia Episcopal, que ha perdido el oremus), han transformado la sociedad. Hoy, incluso la felicidad es posible. De ahí que el personaje del anfitrión, que encarna Jesús Cisneros, sea el más difícil: el marica atormentado que hace daño a los demás porque no se acepta. Al contrario, el personaje que mejor se adapta a la nueva realidad es el de Ismael Martínez: un gay consciente, libre y sin dobleces. Y con muy buen cuerpo, hay que decirlo. Las preferencias del público se repartían entre él y Alejandro Tous, que es toda una revelación. Espléndido Juan Carlos Naya componiendo, con gran dominio de recursos, el personaje del homenajeado, decadente antagonista del anfitrión. Eficaces y solventes Jesús Ruymán (novio posesivo, monógamo y conciliador) y Emilio Buale (el negro que compone, junto con la loca, la pareja de verdaderos marginados). Entre el público había viejas glorias como el actor José Sazatornil o el periodista Antonio de Olano. Un clásico como Emilio Laguna. Una señora actriz como Emma Penella. El joven y delicioso actor heterogay Eloy Azorín (heterosexual evolucionado, para entendernos). Y la pandi, claro: el político Pedro Zerolo, el escritor José Infante, el director de cine Adolfo Arrieta, el bibliotecario José María Nogales o el televisivo Arturo Tejerina (que prepara un show teatral con Marian Conde). Una noche amistosa para disfrutar de lo que ha cambiado y reflexionar sobre lo que permanece.

NOTAS PARA UNA VERSIÓN DE "LOS CHICOS DE LA BANDA", DE MART CROWLEY

Se mantiene la anécdota central (una fiesta de cumpleaños), el escenario (la casa de Miguel, en los aledaños del barrio de Chueca, en la zona noble: calles como Almirante o Tamayo y Baus) y los personajes. El punto de vista frente a la homosexualidad que plantea la obra original resulta en muchos aspectos anticuado; los conflictos que viven los personajes ante su condición están justificados por unas circunstancias hiostórico sociales que han cambiado, así como la posición del mundo heterosexual mayoritario frente a los gays, pero sólo de una manera formal. En los primeros setenta, a pesar de haberse iniciado el movimiento de liberación, la represión, como puede apreciarse en la obra de Crowley, generaba el miedo a las redadas, las humillaciones, la marginación, la crisis de autoestima, el sentimiento de culpa… Los personajes de Los chicos de la banda están determinados en su conducta por estos condicionantes.

A finales de los noventa, derogadas las leyes persecutorias y tras la explotación mediática del fenómeno gay, su incorporación a la sociedad de consumo y las conquistas legales (ley de parejas de hecho), siete gays juntos en casa de uno de ellos no tienen por qué tener un sentimiento de amenaza exterior ni por qué ocultarse. De ahí que Alan, el heterosexual de la obra, no pueda ser alguien ante quien haya que disimular ni mucho menos un homófobo agresivo. Para adaptarlo a los tiempos, ha de ser un exponente de la tolerancia oficial. Evidentemente, no puede mostrar una actitud discriminatoria porque su mentalidad liberal se lo impide, aunque en el fondo sigan operando los mismos prejuicios que la sociedad mantiene. Se trata de ir rascando a lo largo de la obra ese maquillaje de comprensión/compasión para poner de manifiesto el arraigo de una discriminación que, en este caso, sería positiva, y a la que en buena parte está contribuyendo la actitud del propio mundo gay:

1) El propio concepto de mundo gay está señalando un apartamiento y una consideración de los homosexuales como minoría que busca sus señas de identidad en el gueto.

2) En la homologación que se pretende con la sociedad evidentemen-te heterosexual, se reproducen los mismos modelos de integración que la sociedad invocaba para negar la homosexualidad:

a) Se acepta el modelo convencional de familia.

b) Se reproduce el sistema de clases (gays con tarjeta de crédito frente a los maricones de siempre)

c) Se establece una jerarquía de valores y se discrimina a los gays que la desafían.

d) Hebraización del mundo gay: se genera un sentimiento de nacionalismo sin patria, junto a un sentimiento de superioridad que empieza a despertar antipatías (se confunde orgullo con arrogancia).

Así las cosas, nos hallamos en un momento decisivo: la posición social respecto a la homosexualidad podría derivar en una reacción que reavivara los fantasmas de la represión o bien podría superarse la cuestión por arriba y que la homosexualidad, por aceptación espontánea, dejara de ser un tema de debate. La consideración de los homosexuales como un nucleo aparte o una minoría más o menos numerosa intenta negar la evidencia de que la homosexualidad surge de la propia sociedad, de cualquier raza, de cualquier religión. No es una realidad aparte sino interna. No se trata ni de fomentarla, como intenta hacer el mundo gay, ni de reprimirla, como siempre se hizo. No es una cuestión de integración (los gays no son gente que viene de fuera) sino de respeto (el que merece cualquiera).

LOS PERSONAJES:

MIGUEL. El anfitrión. Procede de una clase acomodada. Tiene un pasado izquierdista, pero empieza a identificarse con posiciones conservadoras de un pragmatismo cruel. A pesar de su aparente seguridad, de su carácter desprejuiciado y de su nivel cultural, en el fondo es un inadaptado. Tiene complejos y no se acepta del todo a sí mismo, lo que le lleva, en momentos de crisis, a refugiarse en el dudoso consuelo que le proporcionan las enseñanzas de un gurú indio. Dentro de sus contradicciones, tiene una lucidez despiadada que le empuja a desenmascarar cruelmente a Jaime (antiguo compañero de universidad), proponiendo el juego de las llamadas con el único fin de poner en evidencia sus prejuicios.

ANDRÉS. Socialmente proviene, como el anterior, de una clase media acomodada pero su sentido crítico y su autonomía moral le han conducido al desclasamiento, de ahí que se encuentre a gusto trabajando en una gasolinera; al librarse de las ambiciones, se libra de las frustraciones. Eso no evita sus crisis neuróticas y su frecuente recurso a la terapia gesthalt, pues le cuesta aceptar la idea de que ha fracasado. Confidente de Miguel, es el que al final le hará ver su mezquindad.

BORIS. Si en la obra original era un personaje de extracción social humilde, en esta versión es un snob, burgués pero con un sentimiento de inferioridad frente a los otros debido, más que a su ostensible pluma, al hecho de que provenga de un país del tercer mundo. Al contrario que en la obra original, es el personaje con quien mejor se entiende el heterosexual Jaime, porque representa para él el aspecto más tópico del marica de toda la vida.

GABY. Es fotógrafo de moda y el personaje con una visión más ceretera de la imposibilidad de adaptar la pareja gay a la concepción que la sociedad establecida tiene del matrimonio. Mientras que su novio Fernando, un homosexual converso (en el sentido de que ha tenido una trayectoria heterosexual, al haber estado casado y haber tenido hijos), intenta reproducir el esquema de fidelidad y exclusividad que le han inculcado, Gaby sólo acepta vivir en pareja si se preserva su libertad sexual y el derecho a su intimidad.

FERNANDO. Es profesor en un instituto de ESO, lo cual implica que la mayoría de sus alumnos son menores de edad y, en consecuencia, que su condición de homosexual debe permanecer oculta ante los padres y ante las autoridades del colegio. Mientras que Gaby puede ser él mismo debido a su profesión, Fernando se ve condenado a fingir un yo social, con la coartada de que estuvo casado y tiene hijos. De hecho, si se casó fue debido a que tenía tan fuertemente impresos los prejuicios heredados, que no pudo imaginar siquiera que era homosexual hasta que la evidencia se le impuso.

HORACIO. Es negro y trabaja como empleado en unos grandes almacenes. Tanto fuera como dentro del mundo gay, padece una discriminación. Fuera, además de negro, es un marica que debe ocultarse, porque trabaja en una empresa fuertemente convencional. Entre los gays, se le señala de vez en cuando su supuesta condición de inferior, lo que le acerca a Boris.

FALO. Joven de unos veintidós años que vive en un barrio de la periferia. Se busca la vida como chapero y, por tanto, no se le considera como un gay más (debido a la ambigüedad sexual típica en la prostitución masculina con hombres), sino exclusivamente como un cuerpo deseable. Es un catalizador para el morbo y el desahogo.

ORIOL. Catalán, oveja negra de buena familia, culto, refinado. Su familia tenía una editorial prestigiosa en la que llegó a ocupar un puesto influyente, pero el negocio familiar fue absorbido por una editorial potente y él se quedó en la calle, llevando vida de señor sin tener un duro. Es el antagonista perfecto de Miguel. Se odian y se necesitan, son el uno el espejo del otro. Miguel es consciente de su superioridad intelectual y le reta continuamente porque de alguna manera necesita la satisfacción de vencerle. La seguridad de Oriol tiene un punto débil: su aspecto físico poco agraciado y su recurso constante a la cosmética, que Miguel ridiculiza; sin embargo, para que nadie le ataque por su fealdad, ya se ocupa él de autoflagelarse.

JAIME. Al igual que en la obra original, la crisis con su esposa le lleva a casa de Miguel. Su reacción, como ya se ha señalado, es de simpatía y comprensión, como si todo eso le pareciera de lo más normal y él no tuviera ningún reproche que hacer. Por el hecho de ser heterosexual, es deseado y, en cierto modo, acosado por todos los invitados, lo cual empieza a resquebrajar la solidez de su actitud tolerante. El juego de las llamadas tiene como objetivo desenmascararle. Miguel sabe algo que tanto él como los demás ignoran, y se reserva esa información hasta el desenlace, cuando Jaime se ve forzado a llamar a su mujer Sonia y ésta le confiesa que es lesbiana y que está enamorada de su hermana (la de Jaime, claro). Mientras la homosexualidad está fuera de su vida y de su familia, Jaime no tiene ningún problema en aceptarla; cuando atañe a su mujer y a su hermana, las cosas cambian sustancialmente y, sin poderse contener, pone de manifiesto su verdadera postura: lo hubiera entendido de haber sido con un hombre, pero no puede entender que Sonia haya preferido a otra mujer, menos aún a su hermana, de quien nunca imaginó que fuera lesbiana. Él pensaba que su familia y su matrimonio eran perfectamente normales.