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Cuando la cotidianeidad rebasa el absurdo

Nieve negra

Esta semana, el temporal de fríos continentales ha dejado mi ciudad de acogida (sí, soy un pobre emigrado) vestida con un 'manto de blanca nieve'.
Entrecomillo la clásica frase, ya que la nieve es blanca... el primer o segundo día. A partir de entonces, va poniéndose gris. Eso, si no está cerca de las carreteras, ya que entonces se vuelve directamente negra. En cambio, en el campo va quedándose marrón oscuro, al mezclarse con el barro. Por otro lado, la textura pasa de ser algodonosa a ser una especie de granizado blandengue.
En resumen, la nieve está demasiado bien vista. Sólo merece la pena ver la nevada recién caida desde la ventana de tu casa, con la calefacción encendida, y sin tener que ir a trabajar.
Supongo que se pueden hacer analogías con la mayoría de la gente 'encantadora': Atractivos desde lejos, buena prensa, pero en cuanto los ves de seguido más de 2 ó 3 días, ves que son sólo agua cristalizada, en fase de descongelación.

Hala, chanko, inúndame con tus respuestas!

P.D. Por cierto, L, M ó X estoy disponible para vislumbrar el esplendor del macedonio. Hacia las 20? SMS?

Sobre la identidad...

¿Qué somos? ¿ Qué es lo que nos hace ser 'YO'?
Me temo que realmente somos lo que los demás creen que somos. Da igual que seas una persona generosa, ya que si la mayoría de tus conocidos te consideran tacaño, entonces... ERES tacaño.
¿Es por tanto la imagen que se da más importante que el ser? No, para nada. Lo que digo es que el ser está definido por la imagen que se da. Y no me refiero sólo a la estética.
Después de esta perorata pseudofilosófica, dejo un nuevo tema abierto para que el 'chanko' lo inunde con su verborrea, y de paso no me critique. Admitirás, señor chanko, que he estado realmente inspirado! :D

Por cierto... has preparado tú mismo esa página clon... ¿o me empiezo a preocupar?

La insoportable levedad de ser... yo

Ahora resulta que la principal decisión que tomas en tu vida es donde vas a morir. O mejor aún, durante toda la puñetera vida tomamos decisiones que nos encaminan a morir.
Imaginémonos una propuesta tan atractiva para cualquiera como la siguiente: 'Cariño, ¿nos vamos a pasar las navidades a Tailandia?' Quien podría negarse, ¿verdad? Pues ahí estaba el destino, esperando como un cabrón.

Lost in translation

Este fin de semana he visto la famosa película de la pésima actriz Sofia Coppola. Y me ha puesto nervioso.
Sí, nervioso, porque he visto que hay más gente que se siente como yo, rodeado por un mundo que no comprende. Ni siquiera en ser raro se puede ser exclusivo, en este mundo donde convivimos con otros 5000 millones de personas.
La caricatura que puede resultar Tokyo a principios del tercer milenio se trasalada a las ciudad normal en la que vivo, al trabajo normal que tengo, y a las relaciones normales con la gente que me rodea. Por ahora, sólo me ocurre a veces. El resto del tiempo, me integro perfectamente en este extraño mundo. Trabajo y gasto. Y pago mis impuestos. ¿Necesita alguien algo más de mi? Creo que no.
Soy un diminuto integrante de esta máquina que llamamos sociedad, en la que todos participamos para...
llegar a una meta? Mejorar nuestro nivel de vida? Cargarnos el mundo? Cual es el objetivo?
Yo, realmente, no lo sé. Y es entonces cuando me siento perdido. Pero no te preocupes. No me pasa a menudo.
Acabo de comprarme una cámara digital y soy feliz.

Lo normal es lo que hago yo

Una entrevista al cantante Alex Ubago.
P: Ligas mucho?
R: Bah... no creas... lo normal.

Reflexión: En contra de lo que parezca, lo 'normal' no es lo que hace la mayoría, no. Lo normal es lo que hago yo.

Fiestas populares

El griterio me llena los tímpanos. Estoy en la zona segura, con padres cuidando de su progenie y abuelitos con puros. Algún grupo alborotador se distingue a escasos 10 metros, y algo de champán nos salpica. No pasa nada, porque es el día grande de las fiestas. Nos hemos reunido todos allí porque va a bajar un monigote vestido de casero, colgado de su paraguas, desde el campanario de una iglesia. Llega la hora y puntualmente, comienza el descenso. Hay un peligroso descorche de botellas de champán alrededor, me protejo los ojos, nunca se sabe. Llueve champán pero no pasa nada, porque son fiestas! Un señor que bota a mi lado ha encendido un puro y lo sujeta con su mano floja. El puro encendido bota, y bota, y bota a escasos 10 centímetros de mi cara. Yo también trato de botar en contrafase, para aumentar la distancia con el puro, pero esta maniobra se ve entorpecida por un pisotón. El monigote ha realizado la mitad del recorrido, y la verdad, ya queda poco por hacer. Se ha cantado la misma canción 15 veces, se han descorchado las botellas de champán y se han encendido los puros. ¿Nos vamos ya? NO! Hay que esperar a que se asome al balcón de la catedral y nos desee buenas fiestas, y para esto faltan unos diez minutos...
Siempre me pasa lo mismo: Veo estas celebraciones populares con ojos de marciano. No me integro, no acabo de verle la magia a la felicidad por decreto, a beber en exceso porque el calendario marque una determinada fecha, a ser sonriente con esa gente a la que no saludas el resto del año. No entiendo los puestos callejeros donde venden la misma mercancía que en las tiendas baratas el resto del año. No entiendo porqué a los chavales les da el arrebato de bañarse en las fuentes, si ayer hacía el mismo calor y a nadie se le ocurrió.
Pero debo ser YO el raro, porque la gente a mi alrededor se lo está pasando de fábula!
Ay, Dios, qué aburrido soy!

La paradoja de ser yo

Pacifista convencido con fascinación por la segunda guerra mundial y el cine bélico, pregonero de la vuelta a una vida más sencilla rodeado de cachivaches electrónicos, suspirando por ser escritor cuando lo único serio que he escrito en mi vida es este blog, odiando el tipo de trabajo que sé hacer bien, ese soy yo. Y aún así, soy feliz.
Supongo que se trata de la eterna insatisfacción humana, que obliga al banquero a acumular más millones, al alpinista a subir una montaña más peligrosa, al empedernido ligón a buscar una mujer más especial aún. Nunca estar contento con lo que se tiene es tan humano como practicar sexo de frente.

Perdido en la inmensidad del oceano

Empiezo este weblog sin saber bien qué es lo que quiero. Sólo sé que seré uno más entre millones de ellos, y no porteneciendo al género femenino, ni a algún grupo social minoritario, las probabilidades de que esto sea leido por un ojeador casual son similares a las de que me toque la lotería sin comprar billete.
No me importa, me servirá para desengrasar mi escritura, labor útil para futuras labores más útiles aún, que supongo iré desentrañando en este 'vómito' semanal que espero crear.
La denominación de 'vómito' a lo que pretendo escribir aquí es más ajustada de lo que me ha parecido al principio: Sin pretender ser provocador, maloliente, ácido y de extraños colores, sí que pretende ser una escritura espontanea de cuyo contenido ni siquiera el autor se haga responsable.
Con la ventaja adicional que da el anonimato y la casi certeza que esto será tan leido como un diario que guardara en mi mesilla de noche, puede incluso que sirva de terapia personal, y pueda romper las ataduras que constriñen al pedazo de artista que (seguro) llevo dentro.
Sintiéndome sólo, mejor dicho, múltiplemente sólo mientras vislumbro los 7000 weblogs que no pretendo ojear, me pregunto porqué es la soledad el sentimiento más habitual de la humanidad hoy en día. ¿Es esa soledad autoimpuesta, o es simplemente la ausencia de problemas más graves de los que preocuparnos? ¿Por qué es tan habitual sentirse sólo en las ciudades atiborradas de carne humana? ¿Es el progreso en realidad una forma de huir de lo que nos hace humanos, y nuestro cuerpo, nuestro cerebro, protestan por ello? ¿Es demasiado pedante esto que estoy escribiendo?
Bueno, lector inexistente, te ruego disculpas, pero comprende que es mi primer texto en mi primer weblog. Tengo que coger el ritmo!