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Historia de un naufrago

Anhelos

Mi desesperación en esta isla ha llegado a tal punto que he pensado en suicidarme. Soy incapaz de autoabastecerme, el hambre y el sueño son los culpables de que mi ingenio no resurja. Me he percatado de la forma fácil y cómoda que he vivido durante todo este tiempo. Aún así, una pequeña esperanza de salir de este infierno sobrevive en mi. Echo de menos todo lo que me rodeaba, mi coche, mi perro Spaik, el olor a amanecer, la sonrisa de la camarera del restaurante donde solía comer, el contacto de la almohada debajo de mi cabeza, el sonido de la llamada de un amigo... pero sobretodo lo que mas anhelo es la familia que nunca tuve, el amor que nunca conocí y la felicidad que siempre soñé.

El naufragio

Todo ocurrió muy deprisa. Apareció una fuga en la popa del barco sin motivo aparente, el capitán organizó las tareas lo mejor que pudo aún sabiendo que la fuga era demasiado grande para salvar el barco. La oscura noche invitó a la tormenta para que no pudieramos escapar de sus entrañas. Entre ordenes y gritos yo intentaba sacar agua con un cubo por debajo de mis rodillas pero las olas devolvian el agua que yo sacaba. El mástil se derrumbó y la parte trasera había acumulado tanta agua que se estaba hundiendo, era nuestra perdición.

Aquello es lo último que recuerdo del naufragio. Desperté acostado en la playa de una isla con un fuerte dolor de cabeza, estaba exhausto y aturdido. Cuando conseguí recuperarme busqué por todos los rincones a mis compañeros, pero no había rastro de ninguno. La isla estaba completamente desierta, la playa era virgen y la naturaleza intacta de la mano del hombre. Cuando el barco naufragó no debería de haber estado muy lejos de la isla, pero era muy extraño que no me ahogara mientras permanecia a la deriva. Llevaba dos dias sin comer ni dormir, todo el tiempo lo pasaba pensando en lo que sería mi futuro hasta que encontré un baúl en el otro extremo de la playa, dentro hallé este cuaderno y algunos lápices. Mi soledad se había reducido, ahora tenía un compañero al que le podía contar mis pensamientos.