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Nazareth

De las espadas forjarán arados

(Isaías 2,1-5)

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: "Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor". Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Zaqueo

(Lc 19, 1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
- Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
- Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:
- Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó:
- Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Los últimos serán los primeros

(Lc 13, 22-30)

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?"
Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados."
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."

Jesús corrige la ambición de sus apóstoles

(Mt. 20, 20-28; Mc. 10, 35-45)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."

Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."

El buen samaritano

(Lc. 10, 25-37; Mt. 22, 34-40; Mc. 12, 28-31)
Se levantó entonces un doctor de la ley y le dijo para tentarlo: "Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?". Respondióle Jesús: "¿Qué está escrito en la ley?¿Qué lees en ella?". Y le contestó:"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo". Y Jesús le dijo: "Has respondido muy bien, haz eso y vivirás".
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: "¿Quién es mi prójimo?". Jesús respondió:
"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó ý cayó entre ladrones, que lo despojaron, lo hirieron y se alejaron, dejándolo medio muerto. Un sacerdote bajaba por aquel camino, lo vio y pasó de largo. Igualmente un levita, que pasaba por el mismo lugar, lo vio y, tomando otro camino, pasó de largo. Mas un samaritano que iba de viaje, llegó donde él y, al verlo, se llenó de compasión; se acercó, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; lo montó en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al mesonero diciendo: 'Cuida de él y lo que gastes de más yo, a la vuelta, te lo pagaré'".
"¿Quién de los tres te parece que fue el prójimo del que cayó entre ladrones?". Y él contestó: "El que se apiadó de él". Y le dijo Jesús: "Anda y haz tú igual".

Salmo 23 (22)

Yavé es mi pastor, nada me falta;
por prados de fresca hierba me apacienta,
hacia las aguas del remanso me conduce,
y recrea mi alma;
me guía por senderos rectos
por amor de su nombre.

Aunque vaya por valle tenebroso,
no temo ningún mal,
pues están junto a mí tu vara y tu cayado.

Tú me preparas una mesa
ante mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y llenas hasta arriba mi copa.

De gracia y dicha me circundas
todos los días de mi vida;
habitaré en la casa de Yavé
por muchos, muchos años.

Misión de los 72 discípulos

(Lc. 10, 1-12; Mt. 10, 9-16; Mc. 6, 8-12)
Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos y los envió delante de sí, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares donde él había de ir. Y les dijo:
"La mies es mucha pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al dueño que envíe obreros a su mies.
¡Andad! Mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja, ni sandalias; no saludéis a nadie por el camino. En cualquier casa que entréis decid primero 'Paz a esta casa'. Y si allí hubiere un hijo de paz, se posará sobre él vuestra paz, pero si no, retornará a vosotros. Permaneced en esa casa, comiendo y bebiendo lo que tuvieren, porque el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa.
En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os sirvan; curad a los enfermos que en ella haya y decidles: 'El reino de Dios está cerca de vosotros'. Pero en la ciudad donde entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: 'Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos pegó a los pies nos lo sacudimos'. Sabed que yo os digo que en aquel día la suerte de Sodoma será más llevadera que la de esta ciudad."