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Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Oveja? no! sólo gente con prisa

Oveja? no! sólo gente con prisa

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.

Ovejas? no, sólo gente con prisa!

Ovejas? no, sólo gente con prisa!

Cuando llegas a Madrid y te introduces en una de esas bocas de metro que parecen tragarse a las personas para expulsarlas tiempo después en otro lugar recóndito, te llama la atención el semblante de la gente, la velocidad a la que pasan, el cómo caminan con la mirada perdida...
Te llegas a plantear si más bien no se tratarán de rebaños de ovejas que han decidido darse una vuelta por la capital disfrazados de personas. Al principio te niegas a ser como ellos, decides que todo aquello que hagas lo harás con consciencia: - voy a Sol porque quiero ir, no porque la gente me lleve, -piensas-, nunca caeré en el rebaño, - te repites-, pero al cabo de unos años te sorprendes al darte cuenta de que tú eres la primera que trata de salir del metro para subir a todo correr las escaleras y si puedes dar un mochilazo a alguien para que te deje pasar, es igual, la educación queda de lado. No se tratan de rebaños de personas, como pensaba al principio, es más bien una selva, y la ley todos la conocemos: el grande devora al chico.
Sin embargo, hay que depositar un poco de confianza en las cruentas manadas que están ahí fuera, es imposible estar en Madrid y no tener prisa por llegar a algún sitio, a algún concierto, a alguna exposición, al trabajo... En este caso el fin sí justifica los medios porque es casi seguro que el destino merece la pena.