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patetismo

Preguntas

Me ha descartado, me ha tratado mal, no me ha elegido y no piensa en mí.

Por qué entonces no me la quito de la cabeza? Por qué, aunque he decidido alejarme, olvidarla y dedicarme a otras chicas que me merecen más, sigo pensando en ella desde que me levanto hasta que me acuesto?

Por qué sigo profundamente enamorado de ella?

Otra vez como una mierda

Bueno, todo tiene su fin. Y ya puedo decir que oficialmente lo de Jessi ha terminado. Al menos, para mí.

Me estoy fumando un cigarro sin ganas. Sólo para relajarme. Y todavía no estoy lo bastante separado de las emociones de esta noche, pero me da igual. Hoy ha sido una mierda de día. He estado enganchado al ordenador todas las horas para conseguir terminar la obra que debía entregar mañana. Encima, el Barça ha perdido. Y para colmo, el mensaje de Jessi.

Debo explicar algunas cosas. Después de aquel fin de semana en el que estuvimos acariciándonos las manos y después traté de besarla, hablé con Jessi. Me dijo que de momento sólo podía ofrecerme su amistad. Decidí entonces que nuestra relación había terminado. Pero me negaba a dejar de ir al gimnasio a la hora a la que va ella, porque es el momento del día en el que me va mejor. Ella se acercaba a hablarme pero le cortaba la conversación enseguida. Hola y adiós. Creo que en el fondo esperaba alguna reacción por su parte. Y así fue.

Terminamos hablando. Le expliqué mi decisión y empezó a llorar cuando se la conté. Logró enternecerme y volví a caer. Otra vez hablando muchas horas cada día. Decidí que no podía seguir así y forcé un poco la situación. La invité a cenar y ella aceptó.

Y hoy me llega un mensaje al móvil, a las doce de la noche, en el que pone que le apetece mucho cenar conmigo, pero mejor que lo dejemos para más adelante, porque la sola idea de pensar en cenar conmigo le llena de nervios y de histerismo, y que no puede estar así. Me pide que la comprenda.

Me hace gracia. Que la comprenda.

Que comprenda a qué se debe que me busque en el gimnasio, que estemos tanto rato hablando tan a gusto, y que luego no sea capaz de quedar conmigo para cenar. Aunque tenga novio. ¿Sólo me quiere para hablar en el gimnasio?

No le he respondido al mensaje. Ni lo voy a hacer. Esta semana no voy a ir al gimnasio (me concedo fiesta para descansar el cuerpo), y a partir de la siguiente voy a cambiar de horario. No quiero verla. No quiero saber nada de ella. No la comprendo, no logro saber lo que le pasa conmigo. Qué esperaba que ocurriese en la cena? Que me lanzase a por ella? Eso le daba miedo? No entiendo nada.

Pero no me importa. Allá ella con sus disquisiciones mentales. Yo ya me he hecho demasiado daño y he perdido mucho tiempo con una chica que en definitiva no me valora demasiado. Me pide que la comprenda. Pero el que se siente tratado como un muñeco soy yo. Le he dado más valor del que me da ella a mí. Sólo me quiere para hablar en el gimnasio. ¿O no? No lo sé.

No me importa.

Por cierto, Gru, espero que tu embarazo vaya genial. Eres una chica coherente. ¿Por qué me cuesta tanto dar con gente así?

Como una puta mierda

Así es como me siento ahora mismo. Bastante herido, mal, sin saber qué hacer, sólo esperar. Y cada hora duele profundamente. Ayer estaba en un coche con Jessi y le cogí de la mano. Empezamos a acariciarnos los dedos. Lamentablemente, mi elevada carga alcohólica me hizo pedirle un beso. No me importó que hubiera más gente. Ella me dijo que no era el momento. Cuando llegamos a casa, ella se bajó para montarse en el asiento delantero y traté de besarla dos o tres veces. Me giró la cara. "No es el momento".

Me equivoqué totalmente y creo que le he fallado. He podido estropear con algo digno de un concurso de subnormales lo que podía ser el hecho más hermoso de mi vida. Cuando llegué a casa fui consciente de lo que acababa de hacer y le llamé para pedirle disculpas. Hoy no he sabido nada de ella, sospecho que mañana tampoco y tendré que esperar al lunes, en el gimnasio, para ver qué pasa.

Esto empieza a ser monotemático

Y sí, hacía tiempo que no escribía, porque han pasado bastantes cosas desde la última vez. El título de este post tiene que ver con que parece que estoy escribiendo una especie de diario sobre Jessi. Me encuentro ahora mismo en una situación que me desborda por todos los lados y que tampoco me acabo de creer.

He estado bastante en contacto con Jessi esta semana. El viernes pasado vinieron ella y sus amigos con nosotros a Arena. Estuvimos hablando gran parte de la noche, y cuando la tenía al lado era consciente de lo afortunado que me sentía, porque sólo me gustaba ella. Venía con un vestido oscuro que la hacía muy atractiva. Enseguida buscamos una conversación sobre nosotros, pero la aparición espontánea de su amiga Nuria hizo imposible llegar a nada. Llegué a mi casa, supongo, con la misma sensación que ella: que no habíamos terminado de hablar sobre lo que queríamos saber. Sólo le dio tiempo a decirme que lo de su novio no era mentira, y que llevaba ya con él tres años.

Al día siguiente quedamos por la noche. Por primera vez, decidí salir con ella y no con mis amigos. Y fueron unos momentos para mí bastante especiales, ya que llegamos a compartir una intimidad que no habíamos alcanzado nunca antes. Yo le dije que si sólo me veía como a un amigo, lo sentía mucho, pero no podía ofrecerle ese tipo de relación, porque mi interés hacia ella iba más allá. Fui muy sincero en todo lo que le expliqué. Y entonces ella me dijo que la relación con su novio era bastante extraña. Apenas se veían, él le ha fallado muchas veces y no tienen casi nada en común. Pero en cierto modo se había acostumbrado a esto, y hasta entonces le iba bien. Lo que ocurre es que nunca había aparecido nadie como yo, y por eso mismo se encontraba descolocada. Me dijo que me mentiría si me dijese que sólo me veía como a un amigo y que no quería nada conmigo. Que era un factor aparte que había aparecido en su vida y que estaba muy a gusto conmigo, pero que de momento no podía decirme nada.

Me encantó su sinceridad, su manera directa de decir las cosas. Después fuimos a su coche y estuvimos un rato hablando, pero sus amigos empezaron a ponerse muy pesados, a llamarla. Me doy cuenta de que sus amigos tienen esta tendencia extraña a querer absorberla. A mí esto me fastidió, sobre todo porque en el coche la conversación se centró en nosotros, en lo sorprendidos que estábamos por nuestro conocimiento mutuo. Me apetecía mucho besarla, y ella incluso al final no respondía a las constantes llamadas de sus amigos, pero aparecieron con el coche. Sólo les faltaba enlazar una cadena al coche de Jessi y llevarnos de allí. Luego fuimos al Celtic. Cristiá estaba preocupado por algún problema y quiso irse enseguida, aunque yo no había dejado de hablar con Jessi en toda la noche. Me encontré a Agustí y, cuando ellos se fueron, me quedé con él tomando unas copas, muy contento por los instantes que había pasado con Jessi.

Cuando llegué a casa rocé el cielo, porque ella me había enviado un mensaje en el que ponía que le había encantado estar conmigo y que no dejaba de sorprenderla. Y que era estupendo estar con alguien a quien no te cansas de mirar ni de escuchar. Al día siguiente, sin embargo, no recibí ningún mensaje más. Temí que se hubiera arrepentido de la noche anterior y que su opinión sobre mí hubiese cambiado radicalmente. Pero el lunes fui al gimnasio y estuvimos hablando cerca de cinco horas.

Ayer le propuse ir a cenar. Y hoy habíamos quedado para esta noche, pero se ha pasado la mañana mareada, pálida y vomitando, y me ha llamado para decirme que no podía porque se encontraba mal. No me ha parecido una excusa barata, porque he sido testigo esta mañana de que no estaba bien. Sin embargo, no dejo de guardar el miedo a que cambie de opinión, a que de repente ya no quiera saber nada más de mí o crea que lo mejor es que seamos amigos (porque esto último supondría que terminase nuestra relación). Cuando he sido capaz de dominar este miedo, le he escrito un mensaje para decirle que se recuperase, y justo cuando lo he enviado me ha llegado uno de ella. ¡Conexión! En su mensaje ponía que le sabía muy mal haber cancelado nuestra cita, porque le apetecía cenar conmigo. Y que esperaba encontrarse mañana mejor para que quedáramos. Hemos enlazado algunos mensajes. Pero no estoy bien.

¿Por qué? Porque creo que hasta ahora no he sido consciente del ínfimo nivel de autoestima que tengo. No acabo de creerme que pueda gustarle a una chica que me gusta mucho, y por eso temo que en cualquier momento ella se dé cuenta de que no valgo nada. Sería toparme de nuevo con la realidad. Estoy tenso porque creo que parece que va a llegar la culminación de algo, para bien o para mal, y no me gusta esperar. Tengo muchas ganas de cenar con ella y que lleguen de nuevo los momentos de intimidad que tuvimos el sábado, ya que me he propuesto ir más allá y revelarle todas mis inquietudes sobre ella (por ejemplo, las ganas que tengo siempre que la veo de besarla). Y hacer esto en el gimnasio es difícil y embarazoso. Ahora mismo me parece una posibilidad muy remota que lleguemos a quedar.

No sé qué pensarás de todo esto, Gru :) (mi favorita entre los millares de lectores de este blog).

Retorno a la adolescencia babosa

Hoy estreno, por primera vez, un título en una de mis anotaciones. Pero eso sí, no podía ser más acertado. Me doy cuenta de que he llegado a un punto en que Jessi me gusta demasiado. Me veo incapaz de pasar de ella porque lo pasaría peor no viéndola que sabiendo que no la puedo tener. Hoy pensaba charlar con ella unos minutos, pero justo cuando salía ha entrado un monitor en el momento más inoportuno y se han puesto a trabajar juntos en el ordenor. Así que me he ido.

Si tuviera diez años menos, o si este blog fuera más cutre de lo que ya es por sí mismo, escribiría un párrafo como éste:

"Oh, estoy enamorado de ella, me muero por una de sus sonrisas, pero el destino es cruel. Sufro porque ella es mi alma gemela. Estaría a su lado cada uno de los minutos que me quedan de vida. La tengo dentro de mi corazón".

Dios, qué poco he cambiado desde entonces. Qué lástima. Siento las mismas cosas que cuando estaba enamorado de mi profesora de latín, Pilar Gómez. Obviamente, me veo con muchos más recursos -es que mi adolescencia fue un cromo. Pero recuerdo de entonces la misma tendencia adhesiva hacia alguien, lo cual me trae de los nervios.

No me he enamorado de demasiadas chicas desde que tenía quince años. Como ya he dicho, la primera fue mi profesora de latín. Me apreciaba mucho y me consideraba su mejor alumno, pero yo en aquella época era tan tímido que apenas podía dirigirle la palabra. El último día que la vi, me regaló un libro para hacer ejercicios de latín clásico. Ella tenía que verme como un friki acabado, semiautista, pero quizá era el único alumno que se tomaba con interés sus clases. Alguna vez conversamos, pero no sabía relajarme y mis palabras eran demasiado forzadas y sosas.

La siguiente chica, Maribel, ya me pilló con dieciocho años, pero no por ello el asunto fue menos patético, sino más. Pasaba de mí totalmente y yo, cuanto más me rechazaba, más me empeñaba en perseguirla. No tenía nada que ver conmigo y ni siquiera era demasiado guapa. Supongo que las hormonas me pedían enamorarme de alguien, porque no le veo otra explicación. Además, se trataba de una época penosamente insegura, fruto directo de mi horripilante adolescencia. No me veía con la capacidad de tomar una determinación hacia ningún lado. Y encima ella me dedicó algunas dolorosas y sinceras frases: "Te veo una persona débil, que te dejas pisar". Al final me aparté de Maribel después de todo un año de este tipo de ataques hacia mi autoestima, pero tampoco pareció importarle demasiado.

Y la siguiente fue Olga. Este enamoramiento es más importante y de otra categoría que el de Maribel. Olga fue mi mejor amiga durante cinco años y al final caí en sus redes. Estoy seguro de que ella se lo pensó seriamente, y de que incluso jugó con esta posibilidad -creo que si hubiera tenido más cara, podría haber logrado algo más-, pero ya estaba saliendo con un chico -del que estaba enamorada, aunque pasaba bastante de ella- y encima me veía demasiado poco para ella (recuerdo una de sus frases míticas: "Yo sólo me quiero liar con chicos que estén muy buenos"). Dejé de quedar con ella después de pasarme varios fines de semana en casa llorando. Ya no mantenemos ningún tipo de contacto -supongo que se cansó de que yo no respondiera a sus mensajes. Todo aquello supuso de nuevo un grave atentado contra mi autoestima, pero creo que la regeneración fue bastante positiva, ya que salí de allí con mucha más confianza en mí mismo y decidido a mejorar todavía más (fue la época en la que me apunté al gimnasio).

Y ahora... Jessi. Es la heredera directa de esta línea de fracasos. Es curioso, todas guardan en común que, aunque no les gustaba, me veían como un amigo genial. Curiosamente, esto sólo me pasa con las chicas de las que me enamoro. Por eso, durante toda mi vida los contactos sexuales con chicas han sido variados. Nunca he estado demasiado tiempo con ninguna, es más, creo que prácticamente todo han sido líos más o menos fugaces. La fórmula es simple: no gusto a las chicas que me gustan, y no me gustan las chicas a las que gusto. Oh, Jessi, qué ganas tengo de hablar contigo. Quizá puedas volver a decirme que soy como un ser asexuado y entrañable.

Hacía tiempo que no escribía! Y es que he pasado varios días de desconcierto. Resulta que me enteré de que Jessi tiene novio, y de que le parezco un chico atractivo, inteligente y culto, que le puedo aportar muchas cosas, pero nada más.

Todo esto me lo contó por mail, ya que cierto día le pregunté directamente si yo le gustaba, y justo en ese instante apareció una amiga suya que nos cortó la conversación. Desde que leí sus palabras, Jessi habla cada vez más tiempo conmigo (una media de tres horas al día) y me envía más mails y mensajes aún -algunos con cierto contenido insinuante. He aguantado así tres semanas y en los últimos días me he sentido muy agobiado por esto.

Gru, leí tu comentario y me pareció estupendo. Creo que tienes mucha razón al respecto, pero el problema es que hasta hace poco me veía incapaz de actuar así con Jessi. Me gustaba tanto que disfrutaba -y disfruto- con cada segundo de su presencia y con cada una de sus palabras, y luego, cuando me quedaba solo en casa, empezaba a comerme la cabeza y a fin de cuentas todo acababa siendo peor. No entendía cómo una chica podía estar tanto rato hablando conmigo y después no ser capaz de llamarme para ir a tomar una copa o algo así. Y al final he llegado a la conclusión de que ella mantiene y alimenta este juego porque a todos nos gusta tener a alguien que nos va detrás para que nos suba la autoestima. No sé si me equivocaré, pero por primera vez en varias semanas, hoy, en cuanto he terminado mis ejercicios, me he acercado a la puerta y le he dicho a Jessi que tenía prisa y que no podía quedarme.

Ella ha esbozado una sonrisa bastante exagerada, en plan: "no te preocupes, no pasa nada, es lo mismo tanto si te quedas como si te vas". Lo cual me ha hecho reafirmarme en que mi decisión era correcta. Nunca más voy a quedarme como hasta ahora hablando con ella: si en efecto Jessi sólo estaba jugando conmigo, no le importará mi súbita desaparición, todo quedará igual y yo no perderé tanto el tiempo y, lo más importante, poco a poco dejaré de pensar en una chica que no me valora. Y si detrás de estas conversaciones y de todos estos mensajes y mails hay algo -cosa que dudo-, no entenderá mi actitud y en algún momento me pedirá explicaciones (creo que es lo más lógico, dada esta posibilidad). Así que se trata de una decisión que sólo me va a reportar beneficios, aunque sea para que me olvide definitivamente de ella.

De hecho, esta tarde me ha enviado un mensaje en el que me ponía en plan de broma que hoy me había escaqueado de ella, y que mañana fuera a verla porque estará trabajando en un stand de la feria que se organiza en mi pueblo. Le he respondido con un mensaje bastante ambiguo, en el que no le explico por qué hoy me he ido nada más acabar, y donde no le aseguro que mañana vaya a verla (cosa que no haré). Y, extrañamente, no me lo ha vuelto a responder (creo que es la primera vez que sucede algo así; normalmente ella siempre tiene que ser la que escribe el último mensaje). Quizá influya el hecho de que tampoco le he respondido ninguno de los tres últimos mails que me ha enviado.

El más grave problema para llevar a cabo mi determinación es que soy consciente de lo mucho que ella me gusta. Su sola presencia me desarma. Me gusta su olor corporal, su voz, cada uno de sus gestos. Y ahora mismo me doy cuenta de que parezco un baboso adolescente, así que añadiré, para romper un poco el tono, que me atrae también intensamente desde el punto de vista sexual, y que lo mejor que podría pasarme sería estar besándola desnuda, acariciando sus piernas y oliendo su cuello, sin preocuparme por el paso del tiempo. Pero la realidad es bien distinta.

La realidad es que el viernes conocí a una chica estupenda en Arena, con la que estuve hablando toda la noche, y con la que intenté liarme, pero fue imposible porque ella prefería ir más poco a poco (la recuerdo mirándome asustada desde abajo, mientras yo me lanzaba a su cuello e intentaba que cayera en la tentación). Pero sé que acabé gustándole, que regresó a su casa muy ilusionada conmigo. Quedé con ella para el lunes, pero me inventé una excusa y le dije que no podía ir, y que era mejor aplazarlo para el jueves. Y aunque ella me ha enviado mensajes para preguntarme si quedábamos el jueves, no le he respondido ninguno. No tenía ningunas ganas de volver a verla. Gran parte de la culpa la tiene el hecho de que Jessi ocupa casi todos mis pensamientos en este ámbito de relaciones, y siento mucho desinterés por esforzarme en alguien que no sea ella más allá del divertimento ocasional de una noche.

Y así está todo ahora... Gru, de verdad, muchas gracias por seguir leyéndome. Me siento orgulloso con gente que hace esa clase de comentarios.

Hoy ha sido un día extraño por muchas cosas. Lo único verdadero, en definitiva, es que la esencia de mi vida parece ser el bajón emocional, la pérdida de la ilusión, por pequeña que sea. El destino parece querer decirme una y otra vez que no tengo nada que hacer, que ya puedo intentarlo una, cien, mil veces, que el resultado va a ser siempre el mismo. Debo de ser la única persona de la tierra que le sale siempre un 1 a los dados.

Me he levantado esta mañana con determinación, decidido a que el tema Jessi llegara hoy a alguna parte. Me he duchado, he desayunado y he ido al gimnasio. A las dos ha llegado ella. Me he acercado y hemos empezado a hablar como siempre. Hoy me tocaba más que nunca, me acariciaba el brazo con las manos, me cogía de las muñecas. Y encima, en un momento dado me dice: "Leí tu mail, me gustó mucho". Nos hemos quedado solos en la sala, ella muy pegada junto a mí. He pensado que tenía que entrarle de alguna manera, darle un beso o empezar a acariciarle el cabello; pero Jessi me ha desconcertado tanto últimamente que no me atrevía. He decidido dar el paso de una manera más prudente, así que le he dicho que tenía miedo de que, al leer el mail, ella fuera a enfadarse. Me ha dicho que no, que le ha gustado mucho, y ha cambiado otra vez de tema. Hemos salido fuera porque ella quería fumar un cigarro. Y ha empezado a contarme una serie de historias que no tenían nada que ver con lo que realmente me interesaba. Así que de repente le he dicho:

"Perdona que cambie de tema de esta manera, Jessi, pero si has leído mi mail y te ha gustado, por qué no lo has respondido todavía?"

Y ella me ha dicho que no había tenido tiempo, y que prefería esperar a responder cualquier chorrada, pero que ya me lo respondería. Y ha vuelto a intentar cambiar de tema, pero yo, harto de todo y con ganas de tener una respuesta, le he dicho que podía darme una pista para que me guiara un poco. Pero ella en sus trece: "No, ya te responderé". Y entonces he optado por enfocar la pregunta de otra manera. Y le he dicho que lo que quería saber era si ella me veía sólo como un amigo del gimnasio con el que iba hablando de vez en cuando, o bien si yo era algo más. Quizá he sido demasiado directo, porque ella se ha puesto nerviosa. Ha dicho que necesitaba un cigarro, lo ha cogido y me he dado cuenta de que le temblaba la mano.

Para nada quería que todo resultase tan embarazoso. Así que le he dicho que si la estaba violentando, podíamos dejar la conversación, pero me ha dicho que no. Y ha empezado a decirme que por su forma de ser a veces la gente se cree cosas que no son. Y esto me ha molestado enormemente porque yo no he dado por supuesto que le gustara. Simplemente lo he preguntado, he reconocido que no lo sabía, pero quería la respuesta. Después de su primera frase mis opciones son como bastante nulas, pero deseaba que me lo dijera de una vez, que no quería nada conmigo, que sólo me veía como a un amigo, en definitiva, que le pone cualquiera menos yo. Prefería eso a tener que esperar un absurdo mail en el que intentará no quedar mal y decir las cosas muy suaves (porque aún no me lo ha mandado). Y entonces ella iba a decir algo, pero inoportunamente ha aparecido una amiga que iba a visitarla y entonces yo me he ido.

Poco después Jessi me ha enviado un mensaje en el que decía que no me crea que ella quiere escaquearse del mail, que me lo responderá (y dale con el mail). Y en fin, me fastidia, más que su actitud, la mala suerte milenaria que tengo con las chicas. Nunca gusto a nadie, y lo que es peor: incluso cuando parece que todo va bien, en definitiva se trata de lo mismo. Me ha entrado un desánimo importante el resto de la tarde, y he pensado en dejar el gimnasio y la vida de estricto deporte y dieta que llevo, ya que tener un cuerpo bonito no me sirve para nada, y estoy contento con cómo soy. Así que no entiendo cuál es el problema. Debo de tener algo que no resulta atractivo, algo sutil pero difícil de ver, al menos desde mí mismo.

Esta tarde he ido a Barcelona para recoger un par de webs que tengo que traducir y, a la vuelta, en el tren, una señora ha empezado a empujarme ansiosa desde detrás para entrar y conseguir un asiento. Y las he pagado con ella, porque me he girado y le he dicho de muy malos modos que hiciera el favor de no empujar. Me ha salido la mala leche y la frustración que llevaba concentrada desde este mediodía. Y me ha sabido mal de inmediato, puesto que su reacción ha sido poner cara de asustada y decir: "No, si no empujo nada". Y ahora la conciencia de que me he pasado varios pueblos con esa pobre señora, junto con lo de Jessi, hace que el día se me esté poniendo insoportablemente cuesta arriba y que pierda definitivamente los parámetros del mapa. Estoy desanimado y sin ganas de nada.

Siempre suelo reírme de mí mismo, pero cuando una misma situación se repite constantemente, cuando intentas algo y nunca te sale bien, acabas arrastrando una preocupante falta de autoestima y de fe en las propias capacidades. Y me molesta sobre todo que Jessi me gusta mucho: me encanta su olor corporal, su rostro, su manera de reírse y de hablar. No es como Eva, medio retrasada y bastante fea. Qué curioso, dos chicas que son polos opuestos, y cuyo único parecido es que las dos pasan de mí.

Ahora mismo me siento como una mierda. Tengo fiebre, me duele el cuerpo, me cuesta concentrarme y no voy a ir al gimnasio hoy, aunque ya puedo prever con relativa facilidad la respuesta de Jessi a mi increíble mail. Me encuentro bastante vacío, incapaz de hacer nada, de gustarle a nadie.

Me encuentro bastante mal. Salí el viernes y el sábado por la noche y no sé si mi malestar se debe a la sobredosis de cubatas, a haber dormido apenas siete horas en dos días, a todos los cigarros que me he fumado, a los nervios, a que me estoy resfriando o a todo en conjunto.

Lo peor de todo es que al malestar físico lo acompaña una acentuada decepción e inestabilidad, una intensa sensación de fracaso con los límites todavía no muy bien definidos. Me he pasado toda la semana hablando con Jessi al menos tres horas cada día. Me mandaba mensajes o mails por la noche, siempre alguna cosa. Ayer aluciné, me quedé fascinado, porque me envió uno en el que tuvo que invertir mucho tiempo, con mucho estilo y muy original, y con algunas frases que objetivamente me daban a pensar que le gusto o, al menos, que piensa bastante en mí. Me sobreanimé y me puse muy nervioso, pensando en cuál podía ser la respuesta. Decidí que, fuera lo que fuera, le iba a plantear claramente las cosas. Le iba a decir sutilmente que me gusta, y mucho, pero de manera que no diese lugar a ambigüedades.

Por la noche quedamos con Eva y una amiga suya. En cuanto empecé a beber me puse muy tonto e intenté liarme con ella otra vez -aunque todavía recuerdo una visita al lavabo en la que me sobrevino de repente el recuerdo de Jessi, que me iluminó de arriba abajo. Lo que ocurre es que Eva no estaba por la labor. Descubrió a David y se lanzó sin disimulos hacia él, y sin importarle demasiado lo que hubiéramos podido tener en un pasado. Al final desistí y acabamos la noche charlando en un banco de Plaza Universidad. Me sentía agresivo hacia ella, no porque me importase lo más mínimo, sino porque me molestaba simplemente el hecho de que prefierese a otra persona antes que a mí. Y empecé a cebarme con bastante crueldad, haciendo referencias a su pobre vocabulario, a su limitada inteligencia y a lo absurdo de sus opiniones. Mi única intención era hacerle daño. Mis amigos se reían e incluso colaboraban con las bromas, pero ella no pillaba ni una. Después Eva se fue y nosotros nos fuimos a desayunar.

Entonces me llegaron tres mensajes de ella, uno detrás del otro. Me decía que mi problema es que soy demasiado analítico, que ella quiere un amigo y no un psicólogo, que por este motivo le corto bastante, que tengo que ser más payaso, que se anida un gran dolor en su interior, que había que dar tiempo al tiempo y que de momento no quería estar con nadie. Me quedé alucinado de inmediato y pensé en responderle con un breve "Me parece que te equivocas conmigo y mis intenciones hacia ti". Pero no lo hice, porque no le di importancia al asunto y preferí dejarlo ahí. Cuando llegué a casa, con el corazón acelerado y sin apenas poder respirar, tomé una ducha y antes de meterme en la cama vi que tenía una llamada perdida de ella.

Y esta tarde ha vuelto a llamarme. Se lo he cogido porque, ante su insistencia, me veía en la obligación de dejarle claro que nunca la había pretendido más allá de un lío pasajero. Y ha empezado a hablarme con su peculiar voz que se acelera y decelera, con una evidente desconexión entre sus ideas y una preocupante falta de coherencia. De vez en cuando me decía: "Siento un gran dolor dentro de mí", pero sin ninguna relación con el resto de sus palabras. Al parecer estaba convencida de que ella a mí me gustaba mucho, y que me había dolido su actitud de pasar de mí -que así es, pero no porque ella me importara demasiado, como he dicho antes, sino por el simple hecho en sí mismo. Y que no quería hacerme daño y que la entendiera. El asunto me pillaba ya tan lejano que, lejos de volver a ser cruel, le he dicho que se tranquilizara y, esta vez sí, le he dejado claro que no tenía por qué preocuparse, porque mis intenciones hacia ella no pasaban de divertirme una noche, y que mi problema quizá era que cuando intento seducir a veces digo cosas que no siento y que pueden hacerle creer a la persona otra cosa, como le había ocurrido a ella. Dudo que haya entendido un pensamiento de este tipo, sencillo a fin de cuentas pero que ya supone cierta complejidad para sus posibilidades, pero de todas maneras me daba igual. Le he colgado (después de asegurarle que por supuesto podíamos ser amigos y que nos íbamos a ver más veces, desde luego) y me he puesto a escribir lo que de verdad me interesaba: el mail de respuesta a Jessi.

Y aquí han llegado todas mis preocupaciones de hoy. Ayer tenía claro que Jessi esperaba una respuesta así. Después de lo de Eva, me he contagiado de ese sentimiento negativo y ahora me parece que quizá ha sido demasiado. He ideado una especie de examen de psicología de broma, en el que le hacía una afirmación y dos preguntas, camufladas bajo sesudas citas con las que he intentado parodiar el lenguaje académico.

La afirmación era ésta:

-Tu mail me ha impresionado, lo he leído mil veces y todavía no soy capaz de asimilar la idea de conocer a alguien como tú.

Y las preguntas, eran éstas:

-Cuando estoy contigo lo paso tan bien que me olvido de todas las demás cosas. Te pasa a ti lo mismo?

-Me gustaría acercarme más a ti y arriesgarme contigo. Y a ti?

Se lo he enviado a las seis o las siete de la tarde. Y aún no me ha respondido. La verdad es que lo que puede haber ocurrido abarca una infinidad de posibilidades, de manera que amargarse en estos momentos es una tontería. Quizá aún no ha leído el mail, o lo ha hecho y prefiere responderme cara a cara, o igual se ha asustado y ahora no sabe cómo arreglarlo. Esta última idea me paraliza. Realmente, Jessi acabaría conmigo si me responde algo como "Creo que te has equivocado conmigo" (sería una curiosa ironía, después de lo de Eva) o "No te he respondido el mail porque no quería hacerlo". Me entrarían ganas de dejarme caer al suelo y permanecer allí hasta la muerte, imposibilitado para la vida. Hace mucho tiempo que no encontraba a una chica así, y que respondiera tan bien a mis acercamientos, y lo último que deseo es que todo esto acabe derivando en un caso más de mi libro de rarezas, quizá el caso estelar.

Y es que arriesgar supone este tipo de cosas. Y soy consciente de que es muy posible que Jessi esté fría o avergonzada mañana y no sepa cómo actuar. Pero yo voy a ir al gimnasio aunque sea con muletas, porque no soportaría otro día en la incertidumbre y esperando respuesta. Seré sincero en todo lo que le diga e intentaré mantenerme sereno en caso de rechazo.

Bueno, ya hacía tiempo que no ponía ninguna nota. Y ahora siento remordimientos. La situación entre mis padres parece cada vez peor, porque apenas se hablan. Y me da la impresión de que yo, en lugar de arreglar las cosas, me dejo llevar siempre por mi enrarecido estado de ánimo y acabo estropeándolas más aún.

Eso es lo que me ha pasado hoy. No puedo con todo y me basta cualquier cosa para saltar o para actuar de malos modos. He dormido muy poco porque unos paletas han llamado a la puerta por la mañana. Querían subir al tejado para arreglar el techo de los vecinos de los alrededores, y como todos se han escaqueado, la única opción era venir a mi casa -precisamente, la única que no tiene problemas de ningún tipo. Y han venido porque mi padre les ha dicho que podían hacerlo tranquilamente, sin contar para nada conmigo. Al principio he seguido en la cama, aunque escuchaba el ruido del timbre, con la esperanza de que se fueran o de que probasen con otros vecinos. Pero como no paraban, me he levantado y les he abierto. Y he tenido que pasarme toda una mañana que yo pensaba dedicar a relajarme y a no hacer nada -el típico día de descanso que me doy siempre tras entregar una obra- pendiente de que pudieran entrar o salir. Y eso me parece estupendo si están arreglando algo perteneciente a mi casa. Pero cuando no es así, y encima los demás vecinos le echan morro al asunto, pues me enfado.

Pese a todo, cuando ha llegado mi padre no le he dicho nada. Simplemente le he explicado cómo estaba el asunto -a fin de cuentas él no sabía que los paletas no tenían nada que arreglarnos a nosotros-, y lo ha comprendido. Les ha dicho que no vuelvan más, que llamen a los otros vecinos. Me he serenado, aunque hemos tenido paletas hasta las seis y media de la tarde. Él ha vuelto al trabajo, y yo he estado leyendo hasta que me ha dado por poner una película, Cuestión de pelotas.

Y cuando más interesante se pone, llega mi padre y dice que quiere ver el rondo. Como sé que negarse equivale a tener problemas, he quitado la película pero no he podido evitar dar varios golpes y cerrar la puerta de mi cuarto con mala leche. Lo que peor me sabe es que mi padre ha sido consciente de todo y ha venido a pedirme disculpas y a decirme que si quería siguiera viendo la película, que ya se iba él al televisor de arriba.

Me he sentido fatal por mi reacción, pero es que no puedo con todo. Me supera la situación. Me siento muy mal cuando pienso en cómo están las cosas y me dejo llevar por mi confusión. Mi padre me ha vuelto a pedir disculpas y yo, sin atreverme a pedir perdón abiertamente, he reconocido que me he pasado y le he dicho que no tenía importancia. Me da la impresión de que mi padre está tan perdido como yo y eso me entristece. A veces tengo muchas ganas de huir y, de una vez, comprarme un piso o alquilarlo en el centro de Barcelona e intentar una nueva vida.

En cuanto a Jessi, pues sigo sin saber qué pretende. No hay ningún tipo de tono que apunte a algo, sólo actitudes suyas por las que yo podría pensar que le gusto, y otras por las que podría llegar a la conclusión de todo lo contrario. Al menos creo que se siente a gusto conmigo.

Hablé este fin de semana con Eva, y me sentí muy bien porque estuvo muy simpática y muy dulce. Tengo muchas ganas de verla de nuevo, pase lo que pase. Es una persona extraña, acelerada, pero hay algo en todo eso que me gusta, o al menos que me suscita interés.

Y el gimnasio... estoy dejando de tomármelo tan en serio. He acabado muy agotado después de un sacrificio de tantos meses. Ahora me apetece más mantenerme simplemente y no dedicarle tanto tiempo, aunque está claro que perderé forma. Lo mejor de todo es que creo que mi personalidad, mi forma de ver las cosas, está por encima de mi aspecto físico de cara a los demás. Esto mismo no podría haberlo dicho hace unos meses.

He aquí una foto con mis resultados. Me ha costado mucho llegar aquí, y ahora no le veo sentido.



Una última recomendación, un disco que está siendo para mí un rayo de optimismo en esta época de confusión y agotamiento: Get Happy, de Elvis Costello. Una estupenda colección de canciones pop y soul en las que Costello deja claro que es uno de los compositores más importantes de los últimos años.

Hoy sólo puedo escribir una cosa. Lo explicaré cuando me vea con ganas.

Diana, hasta en tu despedida has sido una persona especial. Sé que siempre lo has sido y me has impresionado.

Esta anotación, desde su infinita modestia, es para ti.

Sigo sin verme animado a escribir. Ayer lo hice, pero con un mail que le mandé a Yolanda, una de mis mejores amigas. Creo que lo mejor es que ponga el mail completo para que la gran masa de mis lectores (ja, ja) sepa lo que ocurre. Pido disculpas de antemano por el estilo tan poco cuidado.

Hola Yolanda!

Me alegro mucho de que me hayas enviado un mail, la verdad es que tenía muchas ganas de saber de ti.

Mi última historia es con una de las monitoras del gimnasio, que se llama Jessi. Me he pasado el año acercándome a ella y escuchando su programa de radio para poder comentárselo y dármelas de tío culto e inteligente, y ahora resulta que le caigo bien y que quiere quedar conmigo. Pero curiosamente, siempre que quedamos aparece con un amigo. Obviamente, a la tía sólo le interesa de mí la parte en la que le hablo de su programa, pero por lo demás pasa. El último mensaje que le envié, en el que le especificaba claramente "podemos quedar y así te cuento cómo me va" (nótese el TE, singular), lo dribló con un regate digno de Ronaldinho: "Vale, estamos impacientes por escucharte" (nota ahora ese maldito plural con el que me da a entender que no va a quedar a solas conmigo ni loca). Y no sé qué hacer, porque son buena gente y ya me conviene relacionarme con gente del pueblo, pero por otro lado creo que ella está buenísima y me jode mucho que pase de mí, y mi primer impulso es ignorarla al 100% y que se busque a otro que haga teorías sobre su programa.

Y respecto a cómo me va en general, pues bueno. Sí, estoy trabajando con la editorial pero lo cierto es que ahora no me presionan tanto. Y por lo demás, te diré que la única alegría que he tenido estos días es que el Barça ha ganado (soy fan de Deco). Hace tiempo que tengo ansiedad por la noche y que me tiemblan los brazos, más que nada porque cada vez le veo menos sentido a mi vida y me siento bastante sin rumbo. Me veo tan impotente como me ocurrió con Olga, sólo que ahora ni siquiera puedo despejarme en la empresa, en un ambiente distinto, porque me paso el día trabajando en casa y comiéndome la cabeza. Encima hay muchos problemas entre mis padres y digamos que flota, de forma bastante cruel para mí, el fantasma del divorcio. Todo son problemas añadidos. Ayer me llamó un amigo a las dos de la mañana para decirme que una chica a la que conocíamos, y con la que yo había tenido un pequeño lío hace unos años, se había suicidado. Llevo todo el día pensando en esto, sintiendo mucha lástima por ella y también una gran incomprensión por el mundo en general, que la ha conducido a ese extremo. Era una chica joven, de 21 años, y guapísima, lo que ocurre es que había tenido problemas muy graves, muy difíciles de asimilar. Y si te digo la verdad, a pesar de lo escalofriante que me parece el asunto, siento hacia ella cierta admiración. Quiero decir que siempre he tenido muy mal concepto de los suicidas, pero sé que ella era una chica de carácter, que hacía lo que quería hacer sin dejarse influir por nada. Su suicidio lo veo más como un "Me he cansado, ahí os quedáis", como un gran aunque lamentable impulso de valentía y determinación. No sé, es posible que dentro de unos días esto que escriba me parezca una chorrada, pero ahora lo siento así.

Y bueno, aparte de un progresivo desencanto hacia la amistad en sí, estoy teniendo problemas incluso en un viaje a Cuba que quería hacer con un amigo en octubre y que se ha ido complicando hasta el punto de que lo más seguro es que no lo haga. Me hubiera venido sensacional para desconectar, que lo necesito. Y por otro lado, llevo días pensando en comprarme un piso como solución a lo que me ocurre, como una forma de poner una base en lo que ahora me parece un absurdo.

Disculpa por todo este rollo. En realidad no pensaba enviarte un mail demasiado largo, pero ha sido ponerme a escribir y salirme todo esto a chorro.

Un besazo!

Escribo de nuevo para explicar algo que ocurrió en la cena del otro día con Jessi y Cristià, y que acabo de recordar porque me fastidió mucho. Íbamos en coche hacia el ya legendario concierto de Els Brams, y vimos que en el siguiente semáforo estaba apostada una patrulla de la Guardia Civil. Yo iba en el asiento de atrás e intenté ponerme rápidamente el cinturón de seguridad, pero me fue imposible hacerlo antes de llegar al puesto: no había manera de encajar las piezas.

Nos detuvo un policía que iba de enterado y de gracioso. Y me dijo: "Deja estar el cinturón, hombre, que no te voy a decir nada por no llevarlo". Su tono fue más bien chulesco. Me fastidió que me dijera todo eso, y de esa manera, delante de Jessi, la verdad. En cierto modo me sentí ridiculizado por él y sin que hubiera forma de devolvérsela (a ver quién se atreve). Por suerte ella pareció no darle importancia, pero aquello me hirió en mi orgullo.

Cuando aparcamos, Jessi me enseñó unas fotos que tenía en el maletero. Para poder sacarlas, me dio un suéter de lana que guardaba allí por si conducía de noche y hacía frío. Y mientras lo aguantaba en mis manos, no pude evitar llevarlo a mi nariz y olerlo. Me encanta oler las cosas, sobre todo si sospecho que va a tratarse de un aroma placentero. Y así fue, el suéter tenía el olor característico de la lana junto con perfume de mujer. Quedé arrebatado durante unos segundos, sin ni siquiera contar que los tenía delante, aunque Jessi y su amigo estaban hablando entre ellos y quizá no se dieron cuenta. Eso espero!

Al final no voy a ir a Cuba. El viernes ya presentía que el asunto pintaba mal cuando llamé a Francesc para informarle de la oferta que había encontrado en Viajes Montesol: 575 euros por el viaje en avión y siete días en un hotel de tres estrellas. Francesc me dijo que hoy me respondería algo, porque tenía que preguntarle a su padre sobre seiscientos euros que le debían del trabajo y que tenían que pagarle para poder hacer el viaje. Y hoy me ha llamado y me ha dicho que sí que íbamos, pero, he aquí el problema, que también se vendría Manolín.

Lo que ocurre es que no soporto a Manolín. La última vez que hablé con Francesc me dijo que se había reconciliado con él y que ahora salían siempre juntos de nuevo. Y he aquí donde debo congratularme con una de las cosas que me gustan de mí mismo, y es mi facultad para intuir hechos que pueden suceder, simplemente a partir de la noción de causa y efecto. Porque entonces preví que quizá le proponía a su amigo venirse a Cuba, y así ha sido.

No lo soporto porque es un gañán de pueblo y porque ya me agobié demasiado con él en unas vacaciones a Murcia de hace bastante tiempo. Es una persona seca, brutal y con un componente de agresividad que no me hace nada de gracia, sobre todo si viajamos a un país en dictadura. Me veía capaz de hacer frente a la inconsciencia de Francesc, de atarlo corto, pero hacerlo además con otro peor que él y más peligroso me parece demasiado. Ya tuve una mala experiencia con otra persona en un viaje a Escocia y no estoy dispuesto a repetir algo así. Mañana me llamará y le diré cualquier excusa. Me ha dado un bajón tremendo y ya no me apetece nada el viaje. Eso sí, espero que no me propongan solucionarles a ellos el viaje desde Barcelona, como también intuyo que harán. Les deseo que se lo pasen muy bien, pero que vayan ellos solos. Ya superé aquella etapa en la que salía con personas con las que no me apetecía estar.

Este fin de semana tampoco he salido. Estaba cansado y no me apetecía. Para colmo, jugaba el Barça y me hubiera perdido al menos la primera parte. Y hacía una lluvia tremenda y no tenía ganas de mojarme. Aproveché para relajarme y ver películas. Me pareció estupenda Starsky y Hutch, imbatibles tanto Ben Stiller como Owen Wilson. Y también me gustó mucho el sentido folletinesco de El pacto de los lobos.

Una nota de frivolidad: el viernes salí con David y Ferran y descubrí una colonia que me encanta, que realmente me ha sorprendido: Kenzo Air. Su olor es totalmente indefinible en términos concretos. A mí me parece que refleja perfectamente el olor del aire de un monte lleno de árboles, en un día nublado y fresco.

Por otro lado, me doy cuenta de que Jessi podría llegar a gustarme mucho, por lo que conozco de ella ahora mismo. Me he leído el guión que me pasó de su programa de radio, y le voy a proponer una cita para comentárselo. Me da por pensar que lo más seguro es que no acepte, pero continúo creyendo que si es así, al menos me servirá para quitarme estos pájaros de la cabeza. Si no puedo conocerla más a fondo, como a mí me gustaría, solos ella y yo, es mejor que terminen ya todos estos acercamientos, y en este sentido que yo percibiera desinterés por su parte ayudaría mucho. La cena del jueves fue una ocasión fallida, pero tampoco me dio muchas oportunidades: no fue culpa mía, como ya escribí días atrás. Ahora sólo me falta saber si esto se debió a una mala planificación involuntaria o a algo consciente, un "te quiero conocer pero no tanto".

Llevo varios días disfrutando de un grupo fantástico, The Scruffs, de finales de los setenta. Tienen un disco imprescindible: Wanna Meet The Scruffs?, bastante desconocido, y que lleva camino de convertirse en uno de mis diez favoritos. Está lleno de temas potentes, energéticos pero con un gran sentido de la melodía. No hay ningún momento irregular, es un disco emocionante de principio a fin, con el sonido algo descuidado pero es que, al fin y al cabo, lo que importan son las canciones. He aquí una imagen de ellos:



El compositor y cantante es el rubiales. Parece que tienen otro disco editado en los noventa.

Pero en fin, toca ponerse a trabajar.

Ayer me comporté como un auténtico ansioso porque al final Jessi sí que me ha llamado. Bueno, en realidad me ha mandado un mensaje en el que me decía que había quedado con su amigo Cristià para cenar y que si me apetecía ir con ellos. Hemos estado cenando en una pizzería del pueblo en la que servían comida en abundancia y una sangría bastante cargada -o sea, en su punto.

Me lo he pasado muy bien, el único problema es que me apetecía mucho intimar con ella y conocerla más, y es difícil hacerlo si en conjunto somos tres. Con esto no quiero decir que Cristià me molestase, para nada, todo lo contrario porque me cae muy bien. Lo que ocurre es que con Jessi me apetecen otras cosas, y a fin de cuentas hemos estado toda la cena contando anécdotas y no he podido darme a conocer a ella como me hubiera gustado. Después hemos ido a un concierto que se daba justo al lado de mi casa (como el de ayer), pero con un grupo malísimo de rock catalán, Els Brams. La verdad es que ha sido un poco absurdo estar allí porque ni siquiera se han animado a tomar una copa. Jessi iba saludando a todos los que conocía y yo, mientras, charlaba con Cristià.

En un primer momento, mientras llegaba a casa, he atribuido el hecho de que no me haya sido posible darme demasiado a conocer a mi propia apatía, a mi condición de persona insulsa y aburrida. Sin embargo, al poco rato he racionalizado esta autocrítica y he visto que no tenía sentido. Todo ha sido de esta manera porque la noche tampoco permitía demasiado más. En realidad las circunstancias no daban mucho de sí, y yo me he limitado a actuar como he podido. Lo que debo hacer enseguida es proponerle otra cita a Jessi, pero esta vez ella y yo solos, y tengo una excusa estupenda porque me ha pasado el guión de una fotonovela que emiten en su programa de radio. Quizá no acepte, pero sé que quiero conocerla más y debo poner los medios necesarios. Al fin y al cabo, si viera desgana por parte de ella podría olvidarme del asunto y concentrarme en otras cosas.

Lo que me gusta de ella y me genera interés es que la veo inteligente, con un sentido del humor parecido al mío, y además me parece muy guapa y creo que tiene un cuerpo muy excitante. No obstante, me parece que la había idealizado en cuanto a su madurez, y hoy la he visto más como la chica de 24 años que es en realidad, pero esto no me parece malo (yo tampoco tengo muchos más: 26). En cierto momento me ha enseñado una fotografía de su carnet de conducir: estaba guapísima! Y sólo tenía 18 años. Me han dado ganas de pedirle la foto o bien arrancarla del carnet.

Gru, siempre aciertas. En realidad llevo días pensando en lo que me dices: que lo mejor es despreocuparse sobre el hecho de gustar a los demás y dedicarse a ser uno mismo. Tenías mucha razón cuando me comentabas que la realidad externa es percibida de manera muy distinta por todas las personas, y que a veces estas percepciones tienen un elevado componente de arbitrariedad, por lo que centrarse en la opinión externa, además de que te impide ser feliz porque no haces lo que quieres hacer, sino lo que crees que desean los demás, es bastante absurdo. Y por otro lado, me alegro de que te guste mi sinceridad. Tengo claro que aquí sí intento mostrarme tal y como soy y escribir abiertamente cómo percibo las cosas que me pasan, sin filtros de ningún tipo. Supongo que el día que acuda a un psicólogo y le cuente a él todo esto, dejaré de escribir en este blog. Pero mientras tanto, me parece un medio genial para explicarme.

Nada más. Me voy a dormir, porque mañana tengo que recoger un CD para traducir. Me encantan las calles del Ensanche de Barcelona, que es donde está la empresa. Tienen una especie de belleza misteriosa y poética que no ha dejado de gustarme nunca. Aunque otro día contaré más sobre esto.

Por un día me apartaré de lo racional a la hora de tratar de explicar lo que me ocurre, más que nada porque necesito explotar de alguna manera y porque el desánimo me ha entrado, de manera paradójica, después de una ducha reconfortante. Para colmo, ni siquiera puedo escuchar música porque justo al lado de mi ventana se ha organizado un concierto para lo de las ferias, y hay un grupo de matados dando la brasa a todo volumen con Led Zeppelin y Jimmy Hendrix (siempre me he preguntado por qué los grupos de pueblo no son capaces de ir mucho más allá de estos nombres cuando se trata de tocar "rock de calidad"; ahora la gente chilla, patéticamente emocionada porque el grupo en cuestión ha empezado con Hey Joe).

Todo viene porque Jessi al final no me ha llamado. De acuerdo, asumo mi fracaso, de hecho no pasaría nada si esto fuera algo eventual, pero es que me he puesto a pensar y desde el año pasado este tipo de desenlaces extraños que no conducen a nada es lo único que me encuentro cuando me acerco a chicas que me gustan.

Todo empezó con Vero, en Granada, aunque debo reconocer que con esta chica me lo busqué yo solo, porque era de todo menos fiable. Viajé de Murcia a Granada, alquilé una habitación doble en un hotel y estuve con ella parte de la tarde -frotándonos y poca cosa más, porque tenía la regla y se negaba a hacerlo, aparte de una mamada y una masturbación que me supieron a gloria, eso sí. A las dos horas se fue porque tenía que acabar un trabajo de la universidad "inaplazable". Me dijo que como muy tarde estaría lista a las dos de la mañana, y que entonces regresaría para estar conmigo el resto de la noche y despedirme en la estación. El resultado fue que a las dos no sólo no apareció, sino que tenía el móvil desconectado y al día siguiente me quedé solo en la estación de autocares mientras esperaba el que me llevase de vuelta a Murcia.

El siguiente caso también ocurre en Granada, varios meses adelante, en noviembre. Voy allí a visitar a Iván y, de paso, quedo con Isa, una chica a la que había conocido en un pub a principios de febrero y que me había dejado un gran e idealista recuerdo, ya que además de simpática, físicamente correspondía por completo a mis preferencias: morena y con los ojos azules muy brillantes. Estuve con ella durante cuatro horas en un mismo local, y la conversación fue muy fluida y divertida. Al salir, me comenta por iniciativa propia que se lo ha pasado estupendamente conmigo, que le da la impresión de que me ha conocido desde siempre y que, si otra vez voy a Granada, me puedo alojar en su casa sin problemas, porque si ella tiene otros planes los anulará para estar conmigo. Como es lógico, salí bastante animado de aquella cita y además quedé con ella para el día siguiente. ¡Me las prometía felices! Al otro día llego a la hora convenida al sitio de la cita, y espero un cuarto de hora, media hora, tres cuartos de hora... Llamarla no sirve de nada, porque tiene el móvil desconectado. Estupefacto, vuelvo a casa absolutamente derrotado, sobre todo cuando recibo un mensaje de ella en el que me dice que lo siente, que no ha podido ir porque se ha quedado dormida pero que me vaya bien el viaje de vuelta y que ya sé que en Granada tengo una amiga. La vuelvo a intentar llamar, pero lo desconecta de nuevo.

Más casos: en Murcia conozco hace unos meses a dos hermanas de Argentina que residen en Valencia, Paola y Carla. Enseguida me siento muy atraído por Carla y busco la conversación con ella. Me parece una chica muy inteligente y muy guapa, y además me da la impresión de que conectamos. Me comenta que está pensando subir a Barcelona y yo le propongo que cuando venga, si quiere, se aloje en mi casa, y a ella le parece perfecto, e incluso me indica que la añada al messenger para estar en contacto. Cuando vuelvo a casa, hablamos varias veces por messenger hasta que ella me dice que por vacaciones va a ir con su hermana a unas playas de Valencia, y que si me apetece ir con ellas. Obviamente, me parece genial y así se lo digo. Pero pasa el tiempo y no la vuelvo a ver más por el messenger. Me entero por Iván -que las conoce- que ya han ido a esas playas y, encima, ese mismo día veo cómo Carla entra en messenger e inmediatamente desaparece, lo cual es clara señal de que me ha desadmitido. A continuación, la borro como contacto y ahí queda todo.

Más. Lo de Txell ya lo expliqué, así que para no aburrir más de la cuenta sólo diré para quien no sepa qué ocurrió que es más de lo mismo: ella me gusta mucho, me propone una cita, no puede acudir y luego no vuelvo a tener noticias.

Otros seudocasos, porque no me gustaban tanto como las otras, pero lo mismo a fin de cuentas: una chica que está de vacaciones en Inglaterra y que me llamará para quedar cuando vuelva -no lo ha hecho- y otra que incluso me pregunta cuándo podemos quedar, le propongo un día concreto y no vuelvo a saber de ella.

Y ahora... ¡Jessi!

Me convencí a mí mismo de que no debía ser fatalista, de que no tenía por qué salir mal como siempre desde hace un año y medio, ya que racionalmente no tiene sentido. Y sigo pensando que desde el punto de vista del sentido común los casos no guardan ninguna lógica entre sí, a no ser que de alguna manera mi personalidad deslumbre demasiado en un primer momento -lo suficiente para que ellas crean que tienen ganas de volverme a ver- para luego rebajarse en un plazo corto de tiempo desde que dejan de estar en contacto conmigo, lo cual las conduce a arrepentirse de sus propuestas. Porque lo que más me llena de incompresión es, precisamente, que en casi todos los casos son ellas las que me sugieren una nueva cita. Podrían callarse si realmente no les convenzo, porque así evitaríamos perder el tiempo y, sobre todo, yo no me quedaría con esta conciencia de maldición que tengo ahora mismo. Quizá es que blasfemo demasiado, pero no sé, de un tiempo a esta parte no soy demasiado supersticioso y creo que la realidad tiene mecanismos más sencillos. Aunque en este sentido, debo reconocer que, como habéis visto, ahora mismo me siento perdido.

Por cierto, chicas, si queréis proponer a alguien una cita para después desaparecer del mapa, habéis encontrado al hombre adecuado. Estoy deseando aumentar mi lista de casos, pues quizá en el Guinnes hay algún récord de estas características, y si no siempre podrían hacerme un hueco en El diario de Patricia entre todos los demás frikis, con un cartelito debajo que ponga: "Cuando una chica quiere quedar conmigo, sé que no la volveré a ver".

Anteayer me fui a la cama con un constante dolor de barriga y comido por un mosquito, y apenas pude dormir. Me desperté con fiebre y con un un engorroso malestar. Ni siquiera podía trabajar porque me mareaba en cuanto me ponía de pie o me sentaba. Tenía gastroenteritis. Encima, el día en sí fue muy extraño. Por la mañana el viento soplaba fuerte y en cuanto anocheció, empezó a tronar y a llover. Estuve mal todo el día, aunque me esforcé en trabajar en los momentos que me sentía mejor.

Hoy he dormido mucho y me he despertado con la satisfacción de saber que me encontraba perfecto. Bueno, mi estómago aún está delicado y no puedo comer mucho, pero ya no tengo fiebre. Me encanta estar sano y sentirme en plenas facultades.

Jessi no me ha llamado, pero curiosamente no me importa mucho. Observo el asunto con una mezcla de orgullo y superioridad, convencido de mi valor y ajeno a la importancia que me den los demás. Ella se lo pierde.

Ayer por la noche estuve hablando con Iván por messenger, y después con David. Me gusta mucho hablar con Iván, me siento identificado con su sentido racional de las cosas -el mismo que yo utilizo para dar orden a lo que me rodea-, hasta tal punto que se me olvidan todos los encontronazos que tuve con él el año pasado. Me cuesta comprender algunas de sus actitudes y, de hecho, me desencanté bastante con él, pero supongo que es difícil borrar una amistad después de tantos años. Siempre queda algo. Y en cuanto a David, me doy cuenta de que a veces presiona para planear un fin de semana conforme a sus intereses, pero otras va a su rollo y no tenemos noticias de él. Este comportamiento contrasta con mi concepto de la amistad como, en cierta manera, fidelidad. Yo siempre trato de integrar a mis amigos en cualquier plan que me pueda salir.

He descubierto otra gran y desconocida canción, Mad Lover, de The Monos, grupo que tiene el honor de no aparecer citado ni una sola vez en Internet, pero sospecho que es de finales de los setenta y que probablemente no hayan editado nada más. En todo caso, su existencia queda justificada con creces sólo con este tema, sereno, triste y bello.

El viernes decidí que no tenía ganas de salir este fin de semana. No me apetecía hincharme de nuevo a cubatas y, además, tengo que entregar a mediados de semana una obra bastante extensa, por lo que quería aprovechar para trabajar. Por otro lado, María Rosa me envió un enigmático mensaje en el que me preguntaba qué tal estaba. Le respondí que muy bien y que teníamos que quedar algún día, pero ahí quedó todo. Ferran tiene razón al decir que a veces parece que María Rosa venga del más allá: de vez en cuando se manifiesta en una expresión unilateral y fuera de contexto, para a continuación desaparecer misteriosamente.

Sin embargo, he estado muy relajado en mi habitación, avanzando poco a poco en la traducción y fumando junto a la ventana, por la que ya empieza a pasar el reconfortante aire fresco de septiembre. He tenido a dos chicas en la cabeza: Jessi y Olga. Lo de Jessi es normal en mí: siento presión por lo que pueda pasar. Lo de Olga ya no lo es tanto. Volví a pensar en ella a raíz del encuentro inesperado con Dani el pasado fin de semana. Muchas veces la echo de menos y me entran unas ganas terribles de marcar su móvil y reaparecer en su vida. Pero casi inmediatamente aparecen de nuevo las sensaciones que me hicieron dejar de responder a sus mensajes, hasta que se cansó de mandármelos: la baja autoestima, sentirme continuamente despreciado, la percepción de "no ser suficiente". Todavía me dan ganas de patear -metafóricamente, claro- a Sergio cuando lo recuerdo junto a Manolo en aquel bar de estilo neoyorquino en Edimburgo, diciéndome: "Lo que yo creo que pasó es que a Olga nunca le entraste físicamente". En el fondo yo también había pensado siempre lo mismo, pero me irritaba que las cosas fueran así, que Olga no pudiese ver más allá conociéndome tal y como me conocía. Había una conexión perfecta, una sensación de intimidad absoluta desde el primer día que nos hablamos.

Todo fue degenerando cada vez más, hasta que me di cuenta de que no podía pasar más fines de semana encerrado en mi habitación y llorando. Me sentía fatal cada vez que quedaba con ella y volvía a casa muy consciente de que era una persona a la que nunca podría conseguir. De este modo, llegué a la conclusión de que lo mejor era no volverla a ver. Así se lo dije una tarde, por teléfono, de manera muy directa, y todavía recuerdo su respiración ansiosa y su enfado por incomprensión. Lamentablemente, no pude resistirme a sus correos electrónicos y a sus múltiples mensajes de móvil, porque seguía enamorado de ella, así que volvimos a quedar varias veces más, cada vez entre espacios de tiempo más alejados. Por último, cuando me di cuenta de que lo único que fundamentaba mi amistad hacia ella era la posibilidad de conseguirla enteramente -o todo, o nada-, dejé de inventarme excusas para pasar directamente a no responderle. Y ahí quedó todo. Hace dos años que no sé nada de Olga.

Soy consciente de que fui muy importante para ella, y de que lo tuvo que pasar mal cuando se dio cuenta de mi decisión de apartarla de mi vida. Lo hice por mi propia salud y también, por qué negarlo, por resentimiento: yo dejaba de darle lo que más valoraba de mí, mi amistad. Curiosamente, dejar de verla coincidió con una etapa de autoestima estable en la que me sentí apreciado por bastantes chicas. Y de hecho, fue a partir de ahí cuando empecé a frecuentar el gimnasio y cuando mi personalidad se transformó de alguna manera, cuando logré ser como quería ser en determinados ámbitos. Afiancé más mi autoconcepto personal, lo que me daba mucha más seguridad.

Hace dos días soñé que me reencontraba con Olga. Hablábamos en la mesa de un bar junto a una tercera persona, que no recuerdo. Me sentía afectado por un flujo de emociones descontroladas, provocado por la presencia de Olga. No pude evitar tomarle la mano, que ella aceptó, pero inmediatamente me di cuenta del error que cometía y la aparté, avergonzado. Ella reaccionó volviéndomela a tomar y apretando su frente contra la mía, en un gesto de cariño. Y entonces desperté, dándome cuenta de que, aunque a veces la echo de menos, la clara percepción de lo que son mis intereses personales va a impedir que alguna vez busque de nuevo a Olga o trate de revivir nuestra antigua relación.

Me gustan los placeres inmediatos, y disfruto agotándome en ellos. No me basta con beber un cubata, fumar un cigarrillo o jugar una partida a la consola, tengo que acabar como una cuba, vaciar el paquete o desgastarme los ojos frente a la pantalla. Creo que mi obsesión por la muerte es una consecuencia directa de mi profundo amor por la vida. No entiendo la vida sin placer, para mí vivir es la constante búsqueda de la felicidad instantánea. Me encantan palabras como "diversión" y "pasárselo bien", son consustanciales al ser humano e inquebrantables en su pureza.

Y bueno, sólo puedo decir que me ha dado por escribir esto después de jugar un par de horas a un videojuego estupendo, volver a mi habitación a trabajar y fumarme tranquilamente un cigarrillo mientras escucho una colección de canciones desconocidas de pop de finales de los setenta. Las ferias de mi pueblo empiezan dentro de poco y a través de la ventana puedo escuchar el pabellón deportivo convertido en eventual discoteca. Es algo raro en mí, pero me siento animado por la vida en sí misma y por la perspectiva de la novela que tengo que escribir. Me gusta disfrutar de este tipo de sensaciones, para una vez que las tengo.

Bueno, antes que nada, te diré, Gru, que me alegro mucho de ver de nuevo tus comentarios por aquí, con tu sensatez habitual, y que me halagan tus cumplidos. En realidad no sé por qué escribo todo esto. Supongo que por una parte me atrae el componente exhibicionista de hablar de intimidades, tal y como me ocurre en la vida real, pero por otro lado no me molesto en dar publicidad a este blog y es más, muchas veces pienso que cuanta menos gente lo lea, mejor. Por otro lado, es evidente que, hasta que me decida a acudir a un psicólogo, en cierta manera me sirve de terapia ya que me obliga a profundizar en mí mismo mediante el lenguaje, y comprenderse mejor también equivale a funcionar mejor. Y supongo que también me mueven las ganas de escribir y de tratar de hilar con las palabras lo más fino posible, con la más absoluta precisión. En todo caso, Gru, me encantaría saber más de ti y de las cosas que apuntas sobre tu adolescencia.

Y en cuanto a hoy, antes de irme al gimnasio, por la mañana, el cielo ha empezado a teñirse de gris hasta que ha empezado una tormenta tremenda, con agua a raudales, que me ha hecho dudar incluso sobre saltarme el entrenamiento diario. Pero he decidido ir: el entrenamiento es sagrado. Allí, de nuevo la sala vacía, y otra vez el aburrimiento absoluto. Le he pedido ayuda al monitor que se parece a Fran Perea para un par de series de bíceps. Entonces me ha comentado que Sergio se había dado de baja hacía unas semanas, porque le han trasladado de lugar de trabajo. Me he quedado bastante sorprendido, porque contaba con él para empezar a entrenar otra vez en serio, y porque además, como ya dije, me caía muy bien y teníamos una confianza muy agradable. Tras pensarlo un poco, le he preguntado a Fran Perea si podía darme el número de móvil de Sergio para continuar en contacto con él, y no ha habido ningún problema. Supongo que le llamaré dentro de poco para saber qué tal le va y para que de alguna manera me siga aconsejando, porque dado el gran resultado que me ha dado su dieta de definición, esperaba con muchas ganas la dieta de volumen. Estoy ya hasta las narices de no tener azúcar en el cuerpo desde la tarde. Ahora intentaré quedar con Agustín para entrenar juntos, pero claro, no es lo mismo.

Por fortuna, cuando he vuelto a salir a la calle hacía un sol radiante y los charcos se estaban secando. Dedico demasiado tiempo al ejercicio físico porque quiero mantenerme tal y como estoy ahora. Me doy cuenta de que esto me imposibilita hacer muchas otras cosas. Quizá a partir de otoño me lo tome de manera más relajada, aunque siempre que me propongo algo así luego tiendo a todo lo contrario. Últimamente, por cierto, he estado pensando que quizá yo no esté tan mal como suelo verme, ya que más o menos voy teniendo mis posibilidades a lo largo del año, y muchas de ellas no prosperan porque soy yo quien no se arriesga a algo más. Podríamos decir que un 70% de las oportunidades que tengo se producen con chicas que en el fondo no me interesan. Y el otro 30% corresponde a chicas que me atraen, que son lo que en realidad busco, pero inesperadamente aparecen con comportamientos extraños por los cuales siempre acabo sin saber de ellas. Yo me quedo con la clara impresión de que me han apartado de su vida sin darme ningún tipo de explicación, lo cual demuestra la importancia que me concedían y me ratifica a mí mismo en mis pensamientos negativos.

El último caso de este tipo me ocurrió con Txell. Era mi amor platónico de cuando trabajaba en las oficinas de la empresa. Se sentaba justo detrás de mí y poco a poco fui ganando su confianza. Siempre he estado convencido de que le gusto, pero por desgracia tiene novio desde hace años y unos meses atrás compraron una casa entre los dos. Además, es una chica bastante recatada y adicta a la seguridad, incapaz de cometer una locura -al menos por sí misma. Desde que los dos dejamos aquellas oficinas, habíamos quedado algunas tardes en que lo pasamos muy bien: había total compenetración -sin llegar a la confianza de dos amigos íntimos- y era indudable que se despertaba una química inexplicable que me hacía sentir muy a gusto a su lado, del mismo modo que opino que ella lo estaba conmigo.

Hace unos meses empecé a pensar demasiado en ella y llegué a la conclusión de que lo mejor era ser sincero. Nuestra situación me parecía extraña; sin ser amigos, quedábamos para vernos. Decidí explicarle lo que ocurría por mi parte: quedaba con ella porque siempre me había gustado, y no me importaba lo que ella tuviera que decir al respecto. Me bastaba con que conociese mi concepto de nuestra relación. De hecho, al mismo tiempo ella me propuso una cita, así que todo parecía idóneo: mis ganas de contárselo con sus ganas de quedar conmigo. Pero a los pocos días me envió un mail en el que me decía que habían ingresado a su madre y que de momento no podía quedar, y que ya me avisaría. Yo le envié otro diciéndole que no se preocupase y que podía contar con mi ayuda para cualquier cosa que necesitara. Pues bien, desde entonces no sé nada de ella. Nunca me volvió a escribir, y de aquello ya hace meses. Su actitud me molesta bastante, pues no le costaba nada informarme de cómo estaba su madre, si había mejorado, sobre todo teniendo en cuenta que yo me había prestado a echarle una mano sin tener por qué hacerlo. Esta actitud no cuadraba para nada con la sensación de chica coherente y madura que Txell siempre me había dado. Ahora mismo podría añadir la frase "pero es lo que me suele pasar con las chicas que me gustan". Me niego, porque aunque me hayan pasado cosas así muchas veces, de esta manera sólo consigo justificarme a mí mismo y rendirme al victimismo. A fin de cuentas todo no es más que mala suerte.

No puedo concluir estas aburridas anotaciones de hoy sin hacer referencia a una injusticia que yo mismo cometí ayer: hice referencia a la estupenda canción de Bo and the Generals antes que a otra que hace más tiempo que escucho. Estoy hablando del grupo Poppees y su canción Jealousy, un clásico absoluto y desconocido, una joya que contribuye a hacer más feliz al que la escucha. Suenan 100% Beatles, aunque con un determinado matiz inquietante que no acaba de definirse pero que hace más rica la canción. Todo un tesoro del pop. Al menos este grupo es algo más conocido, pero tampoco mucho más. Sólo tienen un par de ep's editados antes de modificar su nombre por el de Liverpool Five (normal, estaban obsesionados). Por cierto, Jealousy está producida por Cyril Jordan, uno de los principales compositores de los Flamin' Groovies, y otro fanático reconocido de los Beatles. Y bueno, estupendo! Sí que hay una imagen de ellos en Internet. Pequeñita, pero algo es algo:



Y también tengo que citar la impresionante versión de La Costa Brava de Nada me importa, de Los Módulos. Me gusta La Costa Brava: su encanto se explica por su sencillez y su efectividad.