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Libertad y pluralismo


Libertad y pluralismo
ARTÍCULO DE ALEJANDRO LLANO, CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA,
 EN GACETA DELOS NEGOCIOS, JUEVES 12 DE COTUBRE DE 2006

Se cuenta del viejo Henry Ford que decía a cada uno de sus clientes: “Puede usted elegir para su coche el color que quie¬ra, siempre que sea negro”. La ironía de la frase estriba en que no hay liber¬tad real sin posibilidad de elección en¬tre varias opciones. Lo cual parece ob¬vio, pero no siempre se encuentra re¬flejado en la práctica. Por ejemplo, pre¬tenden algunos en nuestro país que haya libertad de educación siempre que sea en el ámbito de la escuela pú¬blica o, en el mejor de los casos, con el complemento de una enseñanza con¬certada férreamente reglamentada por la burocracia oficial. Es lo típico de la izquierda radical: proclamar sus ímpetus liberadores al tiempo que se dirige con mano firme el proceso supuesta¬mente liberador. Las ideologías totali¬tarias—y esto también vale para la ex¬trema derecha—mantienen a ultranza que la libertad tiene que fluir de una ordenación necesaria

Pero lo cierto es que la libertad no puede surgir de la necesidad. No hay más libertades que las que proceden de personas reales y concre¬tas, agrupadas volunta¬riamente en institucio¬nes, asociaciones o parti¬dos, Como decía Edmund Burke, cuando los ciuda¬danos actúan solidaria¬mente, su libertad es po¬der. Lo propio de la demo¬cracia es que el poder sur¬ge de la libertad. Lo carac¬terístico da la mentalidad totalitaria es que se pre¬tende que sea el poder el que imponga un modo de¬terminado de entender la libertad, lo cual es un con¬trasentido.

La esencia de la democracia no consiste en que se implante una de¬terminada corrección política. Lo que hace democrática a - una configura¬ción política es el pluralismo social y la presencia de alternativas. Dedicarse desde el poder político a descalifi¬car opciones que no atentan contra los derechos humanos ni son anticonstitucionales es algo escasamente compatible con un régimen de liber¬tades públicas. La madurez política exige que se respete a la minoría, so¬bre todo cuando prácticamente igua¬la en volumen a la mayoría.

Lo más inquietante de nuestra ac¬tual situación política es que los pre¬suntos representantes de media Espa¬ña están tratando de imponerse a- la otra media. Y su afán totalizante se di¬rige, además, a cuestiones medulares. Se trata de una especie de furor anti¬moralista que desprecia las más pro¬fundas convicciones áticas de un im¬portante sector de la población, al que ni se consulta ni se atiende.

Un ejemplo reciente lo constituyen las propuestas sobre la aprobación de la eutanasia por parte del consejo bioé¬tico de Cataluña. Respeto a su presi¬denta, Victoria Camps, tanto personal como intelectualmente, Pero no me pa¬rece realista su invitación a que se abra un amplio debate social sobre un tema tan decisivo como la posibilidad de acortar la vida y de legalizar la asis¬tencia al suicidio de personas sanas o enfermas. No hay más que fijarse en la composición de tal consejo para adver¬tir que no están representadas las pos¬turas favorables al respeto más cuida¬doso de la vida humana.

No me imagi¬no, por ejemplo, que quienes lo inte¬gran vayan a impulsar una investiga¬ción sobre los resultados de la legaliza¬ción de la eutanasia en Holanda.

He vi¬vido largas temporadas en ciudades alemanas fronterizas con los Países Bajos. Y he visto el temor reflejado en la mirada de personas maduras —ni si¬quiera ancianas o ancianos— que han fijado su residencia en Alemania para evitar ser víctimas de ese extraño afán que conduce a liquidar vidas con años de existencia por delante, sin contar con la autorización ni el permiso de los sujetos pasivos de la eutanasia. Dudo mucho, lo lamento, de que las voces contrarias a este abuso de la dignidad humana vayan a encontrar eco en las instituciones políticas o en los medios de opinión pública

Cuando las presiones se exacer¬ban, la objeción de conciencia repre¬senta la última posibilidad de defen¬der el pluralismo y salvar la libertad moral. Pero los ideólogos no quieren oír para nada de la apelación a la con¬ciencia. Lo más brillante que se les ocurre es supo¬ner que los obispos están detrás de este último es¬calón de la resistencia ci¬vil, Nos encontramos otra vez ante el viejo tru¬co de atribuir a la vícti¬ma la culpabilidad de los males que se le están causando. Ni en España ni en ningún otro lugar del planeta es la Iglesia la que tratada someter a otros. Eso se está haciendo, pero no lo están haciendo precisamente los ca¬tólicos. Cualquier persona mínima-mente informada lo sabe. ¿Por qué tanta insistencia en intentar difundir una falsedad pura y simple?

Por estos pagos se tiene una larga experiencia de que la libertad no pro¬cede del poder establecido ni es compa¬tible con el control político. No hay que esperar que la libertad descienda sobre los ciudadanos por graciosa concesión de los poderosos. Porque no existe más libertad que la que uno se toma. Y ésta, la libertad real, inseparable del plura¬lismo, hay que tomársela de una vez por todas.
SUMARIO

 

La confianza entre médico y el paciente

"Despenalizar la eutanasia afectaría a la confianza entre médico y paciente"
DiarioMédico.com
Miércoles, 25 de octubre de 2006
Andrés Ollero.

Tras la publicación de un libro sobre la vida y la muerte, Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, ha manifestado que el marco de confianza propio de la relación médico-paciente se deterioraría al despenalizar la eutanasia. Podría resolver un caso concreto, pero advierte de sus consecuencias jurídicas.
M. Esteban
25/10/2006
Bajo el título Bioderecho. Entre la vida y la muerte, Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, ha hecho un análisis jurídico de cuestiones como la eutanasia, el aborto y las técnicas de fecundación in vitro. En una entrevista concedida a Diario Médico, Ollero ha abordado las conclusiones de su libro, publicado por Thomson Aranzadi.

¿Qué efectos podría tener la despenalización de la eutanasia?
La profesión sanitaria se establece en un marco de confianza entre médico y paciente, y la despenalización lo deterioraría.

En Holanda los ancianos huyen de los hospitales porque no saben qué puede acabar allí sucediendo. Estamos ante un curioso paternalismo que consiste en obrar en contra del derecho de otro por su bien o porque no está en condiciones de expresar su voluntad.

¿Hay razones jurídicas para no despenalizarla?
Comprendo que desde el punto de vista moral predomina la compasión, pero jurídicamente hay que plantearse qué pasa al día siguiente.

El problema legal de la eutanasia tiene menos que ver con supuestos como, por ejemplo, Sampedro, que con lo que ha pasado o ha podido pasar en el Hospital de Leganés, en Madrid. Es decir, en qué medida se puede dar el caso de que en un centro se produzcan muertes en una cantidad estadísticamente llamativa como consecuencia de tratamientos contraindicados, según el informe de los peritos, algo que aún está por ver si es o no verdad. Si para resolver la situación de una persona se va a facilitar que en los hospitales puedan pasar estas cosas, habrá que andar con cuidado.

En cuanto al aborto, aboga por la defensa constitucional del no nacido. ¿Es suficiente la protección que el Tribunal Constitucional le otorgó en la sentencia de 1985?
El Constitucional no dice cómo debe regularse una materia, sino que establece un marco fuera del cual uno no puede moverse. Las leyes no tienen la última palabra, pues luego hay que interpretarlas.

Entre lo que regula el Código Penal y lo que se está produciendo hay un abismo.

¿A qué se refiere?
En España, con la regulación legal en la mano, podría haber un número mínimo de abortos. Sin embargo, la cifra es enorme porque la interpretación de la norma es extensiva. Por ejemplo, la ley habla de la posibilidad de abortar si hay peligro para la vida de la madre. El problema surge cuando ese concepto se sustituye por el de salud psíquica de la mujer, que consiste en una dolencia que nada tiene que ver con lo que está regulado.

¿Por qué es peligrosa una ley de plazos?
En nuestro país hay un sistema de indicaciones, es decir, todos los abortos son delito, pero no se castigan si concurre peligro para la salud de la madre, malformaciones genéticas y gestación tras una violación. Si hubiera una ley de plazos, durante un periodo determinado la madre tendría derecho a abortar. El Tribunal Constitucional excluye esta posibilidad porque al ponderar el bien jurídico de la madre con el del no nacido, dice que no pueden establecerse jerarquías a favor ni de uno ni de otro. Este sistema de plazos sí se recoge en el Estatuto de Cataluña, contraviniendo el espíritu de la sentencia del Constitucional, que ya veremos lo que dice al respecto.

¿Debe reconocerse el estatus de persona al no nacido?
En bioética hay una postura consolidada que defiende la existencia de la persona desde el momento de la concepción. Hay que argumentar desde el punto de vista jurídico, que no moral, que hay persona.

Los que defienden que no se basan en el Código Civil del siglo XIX, que establece el requisito de la figura humana porque no se sabía lo que de ahí iba a salir. Hoy en día se sabe incluso cuál va a ser el sexo del no nacido. El texto legal está lleno de sentido común al declarar que al no nacido se le tiene por nacido para los efectos que le sean favorables. Si no dice más claramente que el no nacido es persona es porque no se podía, o mejor dicho, porque no se veía. Hay un cambio en el concepto de viabilidad. Antes, al hablar de gestación, se entendía que estábamos frente a un proceso continuo. Ahora hablamos de embriones sobrantes, un concepto trágico que supone familiarizarse con la idea de que hay seres humanos que no son personas, algo que se había superado cuando se abolió la esclavitud.

Tiempos de agobio


Tiempo de agobios

Jaime Nubiola

La Gaceta de los Negocios, 16 de noviembre del 2006, p. 3


Los tiempos que corren son para muchos un tiempo de agobios. No sÛlo se agobian quienes ostentan altas responsabilidades en los destinos de los paÌses o en la compleja gestiÛn de las grandes fusiones empresariales, sino que se agobia el tendero de la esquina, el chÛfer del autob•s o la madre que acompaÒa a sus hijos al colegio. Los estudiantes se agobian por los trabajos que han de presentar, pero tambiÈn por la acumulaciÛn de fiestas, de mensajes en el mÛvil o de llamadas perdidas. Los jubilados se agobian, porque muchas veces ya no tienen nada que hacer y toman sobre sÌ las responsabilidades de sus hijos o de sus nietos. De hecho, el "ando agobiado" o el "estoy agobiada" es una de las frases m•s recurrentes en la conversaciÛn ordinaria como expediente f•cil para eludir las propias responsabilidades. Y tambiÈn ocurre con frecuencia al recordar a alguien cu•les son sus deberes u obligaciones que se reciba como recurso exculpatorio un "Por favor, no me agobie".

 Hace unas pocas semanas asistÌa a un congreso en una hermosa ciudad andaluza. El autob•s, que debÌa recogernos en el hotel para llevarnos por la maÒana a la sede del congreso, llegÛ con media hora de retraso. Era un dÌa lluvioso y con abundante tr•fico y en una maniobra poco feliz el enorme espejo retrovisor del exterior del autocar golpeÛ con un poste y se rompiÛ. Hubo que parar para arreglar el desaguisado, mientras el conductor con fuerte voz y un marcado acento andaluz atribuÌa la causa de su impericia al "mardito eztrÈ" al que —seg•n Èl—la empresa le sometÌa. El estrÈs es el nuevo nombre del agobio. Mientras "agobio" parece tener su origen en el "gibbus" latino, giba, que lleva a pensar que la persona agobiada es la persona cargada de espaldas, con el "stress" anglosajÛn se hace m•s bien referencia a la tensiÛn o la presiÛn que una determinada situaciÛn plantea.

 LlamÈmosle "estrÈs" o "agobio", se trata de un fenÛmeno f•cilmente identificable y que casi siempre puede remediarse aplicando un poco de inteligencia. Quienes lo padecen piensan que su causa est• en el exceso de actividades que tienen, pero, de ordinario, los problemas de agobio nacen realmente de la falta de atenciÛn. Los "estresados" —como el chÛfer de mi autob•s— se encuentran en ese estado de agitaciÛn que llamamos "estrÈs" por no haber prestado suficiente atenciÛn a la tarea que tenÌan entre manos. M•s a•n, si se observa con detenimiento se descubre f•cilmente que quienes se lamentan de estar agobiados es, de ordinario, porque tienen su atenciÛn desparramada en varias actividades simult•neas, en lugar de concentrarse en una sola cosa.

 Es un notable error antropolÛgico no advertir que si nuestra atenciÛn se dispersa en diversas tareas, incluso aunque sean placenteras o atractivas, los resultados son muchÌsimo m•s pobres que si atendemos a una actividad detr•s de otra tratando de poner en cada una de ellas toda nuestra atenciÛn. Los seres humanos no somos m•quinas multitarea, sino que alcanzamos nuestra plenitud cuando atendemos a una sola persona o a una sola actividad que ocupa por completo nuestro horizonte vital en ese determinado momento. Por ejemplo, quienes dedicamos nuestro trabajo a atender personas, a veces una detr•s de otra y con un tiempo disponible limitado, hemos de tratar a cada una como si fuera la •nica del dÌa, sin distraer nuestra imaginaciÛn con la persona a la que hemos de recibir despuÈs o con la actividad a la que al terminar la entrevista habremos de prestar atenciÛn. Esto requiere disciplina de la imaginaciÛn. Con car•cter m•s general, podemos advertir que muchas personas trabajan pensando en las vacaciones y est•n de vacaciones pensando en el trabajo: siempre tienen la imaginaciÛn en otro lugar distinto al lugar y la tarea en la que realmente est•n y eso hace que vivan con enorme insatisfacciÛn la realidad cotidiana que tienen entre manos en cada momento.

 Un grupo de flamenco cl•sico se llamaba "Hijos del agobio" y refleja bien ese nombre esta caracterÌstica de nuestro estilo de vida actual. Muchos de nuestros conciudadanos viven agobiados —asÌ nos lo repiten constantemente— y muchas veces no saben por quÈ. Creen que es por el exceso de obligaciones o por los atascos del tr•fico, pero realmente la causa de su estrÈs no est• en el exterior, sino en el interior: est•n agobiados porque les falta tiempo por dentro para vivir el presente y asÌ poder disfrutarlo, haciendo una cosa detr•s de otra, con paz y con una sonrisa.


*Jaime Nubiola es profesor de filosofÌa en la Universidad de Navarra (jnubiola@unav.es)

PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS

PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS

LA decisión de la Comisión de Sanidad del Congreso de pedir al Gobierno que regule la administración gratuita de la «píldora del día después», bajo prescripción médica, coincide con la constatación de que se está produciendo una peligrosa desviación en el uso de este medicamento por parte de los jóvenes. Al margen de las discrepancias, de gran importancia ética, sobre si se trata de un fármaco abortivo precoz -como la califica la Iglesia Católica- o un «anticonceptivo de emergencia» -según las administraciones autonómicas que ya la dispensan-, la píldora en cuestión no está diseñada como un sustitutivo de los métodos generales de anticoncepción, sino como un remedio último para evitar posibles embarazos. A pesar de este designio sanitario, una deficiente información sexual y una evidente laxitud en los requisitos de administración han convertido a la «píldora del día después» en la alternativa de muchos jóvenes para unas relaciones sexuales sin protección. El resultado, nada anecdótico ni jocoso, es visible en las colas que se forman de madrugada, en los fines de semana, ante los centros de salud de algunos de aquellos municipios donde se dispensa este fármaco. Hay razones para preocuparse por esta situación y para esperar un mayor control administrativo que evite la utilización desproporcionada de esta píldora. Alguna razón habrá para que un medicamento teóricamente destinado a evitar embarazos haya sido percibido por muchos jóvenes como una invitación a no tomar ninguna precaución en sus relaciones sexuales. Sin embargo, sea cual sea el fallo, existen razones médicas muy poderosas para que las administraciones públicas competentes tomen cartas en el asunto. La píldora del día después es eficaz entre el 85 y 95 por ciento de los casos si se administra en el plazo inmediato de setenta y dos horas, pero no previene, en absoluto, la transmisión de enfermedades venéreas o el sida. Por el contrario, la promiscuidad que genera el error o la ignorancia sobre sus propiedades empieza a mostrarse en el aumento del cáncer de cérvix y de otras patologías, como la sífilis.

Analizando la situación sólo con criterios de salud pública, es evidente que la «píldora del día después» requiere una intensa labor previa de educación sexual entre los jóvenes. Las estadísticas sobre el contagio de sida y el aumento de abortos entre las jóvenes son motivos suficientes para pensar que la educación sexual debería incidir más en el principio de responsabilidad individual y en enmarcar la sexualidad en el proceso de madurez personal. Quizá sea mucho pedir en las actuales circunstancias, pero también es posible prevenir embarazos no deseados y la transmisión de enfermedades venéreas si la educación sexual amplía su horizonte y, junto con técnicas y precauciones, empieza a trasmitir a los jóvenes una visión menos superficial sobre las relaciones personales y el sentido profundo de la sexualidad.

Una reflexión sobre el aborto

Una reflexión sobre el aborto

Incendios forestales y Abortos



Rebuscando entre las noticias que han salido a la luz a lo largo del verano, escojo una de comienzos de julio. Un estudio del CSIC puso nuevamente de relieve las cifras de aborto en España, resaltando el fracaso de la política en materia de educación sexual. Por lo visto, el problema principal es el de embarazos entre adolescentes; la causa del mismo, que las chicas, aunque conocen los medios anticonceptivos, no son conscientes de los riesgos del sexo inseguro; y el remedio propuesto, introducir antes la educación sexual en la escuela, para que así mejoren los resultados.

Me llama la atención este planteamiento. Es como si, ante los repetidos fracasos de un método para dejar de fumar, pensáramos que en realidad los fumadores no han tomado conciencia del peligro del tabaco y decidiéramos aumentar las sesiones de ese método ineficaz.

Quizá. ésta ilógica conclusión del estudio mencionado se debe a que estaba patrocinado por los laboratorios Schering, fabricante de anticonceptivos e interesado en todo lo que pueda agrandar su cuota de mercado.

Puede que el verdadero problema sea la concepción que algunos tienen de la educación sexual como un conjunto de técnicas para provocar el goce, y sólo el goce. Como si la sexualidad se redujera a esto... A mí me enseñaron todo lo que sé sobre sexo mis padres, con su palabra y con su vida. Ninguna otra persona habría sido tan indicada para educarme en cuestiones que tienen que ver con el origen de mi propia existencia: el profesor más competente no habría podido superarles, porque me habría hablado como a un alumno, pero ellos me hablaron como a un hijo. Estoy seguro de que mi educación sexual habría sido muy deficiente si no me la hubieran dado mis padres, sino un tercero entrometido.

Además, el contenido de una educación sexual entendida de esa peculiar manera, es más que probable que sea contraria al modo de pensar de los padres: cuando en los 90 se empezó a ir por los colegios públicos, sé de uno (¿la excepción o la regla?) en el que, después de hablar a los chicos, se les advirtió que no comentaran nada en casa, “porque no les comprenderían”. La educación sexual debe ser tarea de los padres, porque, si el Estado se mete, acabará violando el derecho de aquéllos, a la educación de sus hijos. Por eso me pareció especialmente acertada una campaña del Ministerio de Sanidad de hace unos meses, protagonizada por Antonio Resines, precisamente sobre embarazos de adolescentes, en la que el mensaje central no concretaba ningún consejo en un sentido u otro, sino que se invitaba a los hijos a buscar y a hablar con los padres y viceversa.

El número de abortos (70.000 el último al año) muestra que la educación sexual “oficial” se ha planteado mal habitualmente, con unos errores que no nos permitimos en otros ámbitos. Por ejemplo, los incendios forestales nos han llevado a prohibir las hogueras en el monte, no a promover un “fuego seguro”, o un “fuego con protección”.

Una “educación forestal” que no previniera contra estas conductas de riesgo sería la causa última del consecuente aumento de incendios, y sólo una ceguera irresponsable culparía únicamente a los excursionistas. En este caso parece que todos estamos de acuerdo de lo inoportuno que sería provocar conductas de riesgo favoreciendo el número de fuegos, eso sí, insistiendo que los fuegos sea “seguros” y nunca se olviden de la debida “protección”

¿Por qué, en el caso que comentamos, — no es fácil encontrar mayor agresión medioambiental que los 70.000 abortos— no aplicamos la misma lógica del sentido común y fomentamos una educación positiva que disminuya las conductas de riesgo?

Ideas aportadas por el profesor Iñigo Fernández Gallardo

INICIATIVA LEGISLATIVA POPULAR

INICIATIVA LEGISLATIVA POPULAR

El Congreso acepta una Iniciativa Legislativa Popular a favor de la diferenciación entre uniones homosexuales y matrimonio presentada por el FEF (Foro Español de la Familia)

«Legislar del mismo modo diferentes situaciones y relaciones supone una injusticia y va en detrimento de la estabilidad».

Con la iniciativa se trata, fundamentalmente, «de evitar confusiones entre los distintos tipos de uniones, garantizando la mayor libertad y pluralidad».

«Esta propuesta no discrimina ni va contra los derechos de nadie, sino que opta por el pluralismo social salvaguardando los perfiles y definición del matrimonio»,

La Iniciativa Legislativa Popular que busca impedir la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio fue presentada este viernes.

Su objetivo, aclararon los organizadores, es «llevar al Parlamento el sentimiento mayoritario de las familias españolas».

Los autores de la propuesta, el Foro Español de la Familia (FEF), expresaron su confianza de poder reunir en seis meses las quinientas mil firmas que exige la Ley para oblig]ar al Congreso a debatir y a votar en el Parlamento la propuesta.

En una rueda de prensa, los responsables del Foro aclararon que el objetivo de la iniciativa es «salvaguardar los derechos del matrimonio, la familia y los niños, en relación con otro tipo de uniones».

En concreto, la propuesta contempla modificar el artículo 44.1 del Código Civil «de forma que se especifique expresamente que la unión matrimonial es la posible para el hombre y la mujer»; y el artículo 175.4, de modo que «fuera de la adopción por el marido y la mujer, nadie puede ser adoptado por más de una persona».

José Gabaldón presidente del Foro indicó en la presentación de la icampaña que una de sus metas es permitir a la opinión pública «conocer la verdad de las instituciones para opinar críticamente».

Por su parte, Benigno Blanco, vicepresidente, constató que se debe «escuchar la voz del pueblo, la voz de la calle».

Tres mil fedatarios repartidos en toda España, serán los encargados de hacer la recogida de firmas con todas las garantías que exige la Ley y la supervisión de la Junta Electoral Central.

El FEF lanzará una campaña de información dirigida a la opinión pública, para que todos tengan la oportunidad de participar, aunque «como hablamos de un movimiento familiar, confiamos en que el boca a boca sea la primera campaña», afirmó Blanco.

Teniendo en cuenta que «el matrimonio es una institución valorada y querida por los ciudadanos españoles (de 100 parejas, 94 están casadas)», el vicepresidente del FEF confía en que «una iniciativa de tanto calado democrático sea escuchada».

En la rueda de prensa, también participaron Luis Carbonel, presidente de la Confederación Católica de Padres de Alumnos (CONCAPA); y Mercedes Coloma, representante de la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos de Centros de Enseñanza (FAPACE).

«Exigimos al Gobierno juego limpio», dijo Carbonel. «Que no apoye el Proyecto hasta que el Foro no entregue las firmas de esta Iniciativa Popular», añadió.

Por su parte, Coloma ofreció datos de un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) que sostienen que por once millones de uniones familiares hay sólo diez mil uniones homosexuales (un 80% frente al 0,9%) y afirmó que «la equiparación no resuelve las prácticas de una minoría».

Benigno Blanco volvió a recordar que «el matrimonio es una institución que existe desde los comienzos de la Humanidad, que no ha creado el Papa ni el Gobierno».

En este sentido, el vicepresidente de FEF niega que con esta Iniciativa Popular se niegue el derecho de los homosexuales al matrimonio, porque «todas las personas, sean cuales sean sus gustos sexuales tienen derecho al matrimonio; otra cosa --añadió-- es que algunas, por sus inclinaciones sexuales no opten a él».
o
«No se puede destrozar el concepto de matrimonio, ni confundir lo que es esta institución. Nuestra iniciativa no va contra nadie, sino a favor de la familia», dijo.

Respecto a la adopción, Blanco explicó que «el Código Civil reconoce la adopción como una forma de la filiación, y que por eso se excluye la adopción por varias personas». Además, por ser el matrimonio la «sede natural de la filiación» y porque se «adopta un niño para que ocupe el lugar de un hijo», lo natural es que sea el matrimonio el que tenga el derecho a adoptar.

Así justificó la modificación del artículo del Código Civil que afecta a la adopción, que propone la Iniciativa Legislativa Popular.

«La Ley debe hacerse en la regla general, buscando la mejor solución, lo más seguro y comprobado, sin hacer experimentos con la salud de los niños.
Para los demás casos, existen medidas asistenciales», así respondía Blanco a la pregunta de una periodista que preguntaba por los derechos de los niños que «ya viven en parejas homosexuales».

El FEF también se pronunció sobre la anunciada modificación de la Ley del Divorcio. En este sentido, Gabriel Gabaldón dijo que «la estabilidad entre un hombre y una mujer afecta al interés general, y que no es del mismo interés la ruptura».

Benigno Blanco aseguró que el FEF no había sido escuchado (pese a las peticiones formales) en la fase previa al anuncio de mobdificación de la Ley, pero afirmó que «presentaremos alternativas».

En seis meses tendrá que recoger quinientas mil firmas para prosperar

La propuesta busca «proteger la definición y los derechos del matrimonio, diferenciados de otros tipos de uniones, y basar los criterios de adopción en la tutela e intereses del menor».

Según Blanco, la iniciativa «es una demostración de la madurez de las asociaciones familiares, que están dispuestas a defender por los cauces previstos en el ordenamiento jurídico democrático a la familia y al matrimonio, frente a intentos legislativos que supondrían un grave ataque a estas instituciones».

En un comunicado, el FEF reconoció que la medida se toma «ante la falta de diálogo del Gobierno con las asociaciones familiares, y su pretensión de equiparar legalmente otros modos de convivencia esencialmente distintos al matrimonio, como las parejas de hecho o las uniones del mismo sexo».

Además, el Foro denuncia que «legislar del mismo modo diferentes situaciones y relaciones supone una injusticia y va en detrimento de la estabilidad».

La organización familiar aclaró que, con la iniciativa se trata, fundamentalmente, «de evitar confusiones entre los distintos tipos de uniones, garantizando la mayor libertad y pluralidad».

«Esta propuesta no discrimina ni va contra los derechos de nadie, sino que opta por el pluralismo social saÕlvaguardando los perfiles y definición del matrimonio», añadió en su nota el FEF.

Respecto a la adopción de menores por parte de homosexuales, el Foro basó su criterio «atendiendo a los derechos de los niños y la tutela e intereses del menor».

Benigno Blanco: "Las asociaciones familiares están dispuestas a defender, por los cauces previstos en el ordenamiento jurídico, a la familia y al matrimonio"

El Congreso de los Diputados admitió a trámite la Iniciativa Legislativa Popular presentada por el Foro Español de la Familia (FEF), el pasado mes de julio, para "proteger la definición y los derechos del matrimonio, diferenciados de otros tipos de uniones, y basar los criterios de adopción en la tutela e intereses del menor".

En declaraciones a Veritas, el vicepresidente del FEF y ex secretario de Estado, Benigno Blanco, señaló que, "la aceptación a trámite de la Iniciativa Legislativa Popular es, por una parte, algo obligado por parte del Congreso, al ser el ejercicio un derecho constitucional de los españoles".

Según Blanco, la iniciativa "es una demostración de la madurez de las asociaciones familiares, que están dispuestas a defender por los cauces previstos -en el ordenamiento jurídico democrático a la familia y al matrimonio, frente a intentos legislativos que supondrían un grave ataque a estas instituciones".

En un comunicado remitido hoy a los medios, el FEF reconoció que la medida se toma "ante la falta de diálogo del Gobierno con las asociaciones familiares, y su pretensión de equiparar legalmente otros modos de convivencia esencialmente distintos al matrimonio, como las parejas de hecho o las uniones del mismo sexo".

Además, el Foro denuncia que "legislar del mismo modo diferentes situaciones y relaciones supone una injusticia y va en detrimento de la estabilidad". La organización familiar aclaró que, con la iniciativa se trata, fundamentalmente, "de evitar confusiones entre los distintos tipos de uniones, garantizando la mayor libertad y pluralidad".

"Esta propuesta no discrimina ni va contra los derechos de nadie, sino que opta por el pluralismo social salvaguardando los perfiles y definición del matrimonio" añadió en su nota el FEF.

Respecto a la adopción de menores, el Foro basó su criterio "atendiendo a los derechos de los niños y la tutela e intereses del menor"

La propuesta deberá ser apoyada por 500.000 firmas, en un plazo de 6 meses a contar a partir de que la Junta Electoral Central lo notifique a los promotores. Una vez recogidas las firmas, el Congreso estará obligado a debatir y votar la IniciBativa Legislativa Popular en el Parlamento.

Compromiso personal

Compromiso personal

Juan Manuel de Prada
SIEMPRE he mirado con desconfianza la connivencia del poder político con la religión. En primer lugar, porque empaña las creencias de una equívoca connotación ideológica; en segundo, porque el poder político siempre trata de sacar tajada de dicha connivencia, exigiendo a cambio de determinadas concesiones una adhesión lacayuna de las jerarquías eclesiásticas. Por lo demás, la experiencia demuestra que la hostilidad del poder político es el humus fecundo que favorece el aquilatamiento de las convicciones religiosas: probablemente, la religión cristiana no se habría propagado con la pujanza que lo hizo si Roma no hubiese dictaminado su exterminio.
No participo, pues, de ese desaliento que parece haberse apoderado de una mayoría de los católicos españoles en los últimos meses, después de que la nueva facción gobernante haya multiplicado sus gestos de displicencia, desdén o declarada beligerancia hacia la religión que nos sirve de sustento. Por el contrario, creo que la coyuntura no puede ser más estimulante, pues nos incita a espantar la camastronería con que habitualmente vivimos nuestra fe. Jesús ya nos anticipó que nos perseguirían en su nombre: «Os entregarán a los sanedrines, y en las sinagogas seréis azotados, y compareceréis ante los gobernadores y los reyes por amor de mí para dar testimonio ante ellos». Y también dejó establecido cuál debía ser nuestra actitud cuando llegase ese día: «No les tengáis miedo. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; y lo que os digo al oído, predicadlo sobre los terrados». De eso se trata. Prediquemos nuestra fe en los terrados, sin miedo al vituperio y al aborrecimiento de nuestra época.
Quienes dispongan de una tribuna pública, haciendo uso de ella para que sirva de acicate y confortación. Quienes carezcan de ella, manteniéndose firmes en unas convicciones que van a la contra de los tiempos que corren; pues en su capacidad de resistencia se cifra el éxito final de la empresa. Pero no ha de ser ésta una resistencia pasiva y pusilánime, como pretenden quienes postulan una «fe privada» y casi clandestina, sino desvelada y dispuesta a revolverse contra su hostigador. A fin de cuentas, los gestos de displicencia, desdén o declarada beligerancia que nos dispensa la facción gobernante ni siquiera anhelan nuestro exterminio, sino más bien nuestra reclusión en catacumbas de tibieza y acoquinamiento; bastará con que nos neguemos a recular para que los hostigadores aprecien el material del que estamos fabricados. Y quizá sean ellos quienes entonces empiecen a acoquinarse.
La defensa de nuestra fe nos impone un deber de activismo. Aprovechemos, en primer lugar, los instrumentos que la ley pone a nuestro servicio: exijamos sin desmayo para nuestros hijos una educación religiosa en las escuelas; contribuyamos con nuestros impuestos al sostenimiento de la Iglesia. Aceptemos, en segundo lugar, que la fe no puede ser vivida en tiempos de tribulación como una rutina heredada, sino como un signo de identidad orgullosa en el que se dirime la supervivencia de nuestra genealogía cultural y espiritual; participemos en las liturgias de nuestra fe con gozo, espantemos ese marasmo de estolidez y hedonismo que han arrojado sobre nuestros hombros llenando las iglesias. Y, en fin, si la defensa de nuestras convicciones lo exige, salgamos a la calle armados de pancartas que nos identifiquen: nunca se habría visto una manifestación más multitudinaria y apabullante como la que congregase a los católicos que cada domingo van a misa. Cualquier cosa, antes que resignarnos a vivir en las catacumbas. Y, sobre todo, perseverancia, aunque la soledad nos incite a la claudicación: «Seréis aborrecidos de todos en mi nombre. Sólo el que persevere hasta el fin será salvo».

No puedo....¡PUEDES!

No puedo....¡PUEDES!

“No puedo”, poesía de Edgar Guest.
La traducción no parece muy conseguida, pero - a pesar de todo - el resultado resulta sugerente

No puedo es lo peor que se haya dicho,
Y causa más perjuicios que el embuste;
Muchos fuertes espíritus se quiebran
Y con ellos mueren buenas intenciones.
Surge de los labios del obtuso
Y nos quita el coraje cada día,
Vibra en los oídos cual aviso
Y se ríe de nuestros tropezones.

No puedo es el padre de no quiero,
Del terror y del trabajo desganado.
Debilita el tesón del artesano
Y vuelve indolente al industrioso.
Envenena el alma visionaria
Ahoga en pañales sus muchos planes,
Se burla abiertamente del trabajo
Y de las esperanzas y los sueños.

Nadie diga no puedo sin sonrojos.
Decirlo es motivo de vergüenza;
A diario el coraje menoscaba,
Marchita las mejores ambiciones.
Desdéñalo con todo tu desprecio,
No le des albergue en tu cerebro.
Ahuyéntalo como un espectro fuera,
Y un día cumplirás todos tus sueños.

No puedo socava la ambición
Y embotado la voluntad quebranta.
El hombre con propósito es su presa,
Y sucumbe ante el coraje y la paciencia.
Detéstalo con odio implacable
Pues si lo acoges sólo te hará daño.
Busca siempre tu meta con empeño
Y responde a ese demonio con un Puedo.

Políticas familiares y uniones homosexuales

Políticas familiares y uniones homosexuales

Se adjunta un artículo del profesor RAFAEL NAVARRO-VALLS publicado en el periódico El Mundo, que recoge bastantes de las ideas eque expuso el ilustre académico en la sesión del pasado 8.9.04
En rápida secuencia, tres acontecimientos han vuelto a poner en primera línea de atención el llamado matrimonio entre homosexuales. La Conferencia Episcopal española rechaza el proyecto de legalizarlos en España. El Senado de los Estados Unidos se muestra contrario a una enmienda constitucional que intentaba definir el matrimonio como una «unión entre un hombre y una mujer». En Australia, el Partido Liberal, en coalición con el Partido Nacional, ha presentado un proyecto de ley para que las uniones homosexuales no puedan considerarse matrimoniales.
Respecto a la nota de la Conferencia Episcopal, ya se han producido los primeros comentarios a favor y en contra, aunque no ha dejado de observarse la solidez de los argumentos antropológicos y jurídicos utilizados. En lo que respecta al debate norteamericano, los votantes en contra de la enmienda se han apresurado a proclamar que «no son partidarios del matrimonio homosexual»: lo que quieren es que el tema lo regulen los estados. ..Y, respecto al proyecto de ley australiano, la aprobación parece segura, ya que la oposición laborista (socialista) ha anunciado que no pondrá objeciones. Según su portavoz para asuntos de justicia, en Australia el matrimonio siempre ha sido heterosexual. Por tanto, añadió, «no vamos a escandalizarnos si el Gobierno presenta un proyecto que simplemente confirma la ley vigente».
Tanto en España como en Estados Unidos y Australia, las respectivas posiciones -a favor o en contra- no han dejado de observar que la cuestión del matrimonio entre homosexuales tiene una importancia relativa, si la comparamos con otras como la seguridad o el paro. En este sentido, es ilustrativo que la incidencia de las uniones homosexuales legales, en los países en que se han admitido, es bastante baja. Hasta ahora, ha sido más el ruido que las nueces….Acaban de hacerse públicos en el Congreso anual de la Population Association of America (celebrado en la Universidad de Princeton del 1 al 3 de abril) los datos relativos a dos países pioneros en su legalización: Noruega y Suecia. Entre 1993 y 2001 se registraron en Noruega 1.293 parejas homosexuales (7 por cada mil); en cambio, hubo 190.000 matrimonios heterosexuales. En Suecia, entre 1995 y 2002, hubo 1.526 registros homosexuales (5 por cada mil) y 280.000 matrimonios.
No obstante esta baja incidencia de la unión legal homosexual, el problema radica en la distorsión de la noción de matrimonio que ha producido. Han transformado las relaciones familiares en simples relaciones socio-asistenciales o sexuales, produciéndose un impacto no positivo en el ecosistema de la familia conyugal. No conviene olvidar que el modelo matrimonial de Occidente no pretende esos reducidos efectos; lo que pretende es, junto al amor de los cónyuges, potenciar un estilo de vida que asegura la estabilidad social y el recambio y educación de las generaciones.
En el estudio al que acabo de aludir, se añade un dato de interés: el riesgo de divorcio es muy superior en las uniones homosexuales que en las heterosexuales. Realizado el ajuste de las distintas variables, la conclusión es que la probabilidad de divorcio en las parejas gays es un 35% más alta que en la de las uniones heterosexuales; en las lesbianas se triplica. De ahí que estas uniones se hayan denominado uniones de porcelana. Un ejemplo es el planteamiento del primer divorcio en Canadá de un matrimonio de lesbianas: la unión legal ha durado cinco días. De modo que, como ha detectado De Andrés, la posible aprobación en algún estado americano del matrimonio homosexual «ha disparado la imaginación de los círculos jurídicos norteamericanos, tradicionalmente avezados en sacar agua del desierto», es decir, siempre prestos a hacer negocio con las rupturas matrimoniales. La cuestión ha sido resumida por Jo Ann Citron, un abogado de Boston, de la siguiente manera: «Lo más importante que se logra con el matrimonio (entre homosexuales) es el divorcio». Y es que, ampliando la cuña del divorcio, ya de por sí amplia en el matrimonio heterosexual, con la inyección de la inestabilidad que producen las uniones legales homosexuales, se introduce una alteración en el propio corazón de la unión matrimonial, que hace algo más que proporcionar una salida rápida del matrimonio; también cambia las reglas para su entrada en él. Como añade Anderson, el marco legal de un divorcio rápido está diciendo a los futuros cónyuges «que inviertan menos en la comunidad marital, por lo que no debe sorprender que cada vez esperen menos de ella». ...
Estos y otros razonamientos son los que han llevado a destacados socialistas franceses a oponerse a la legalización del matrimonio entre homosexuales. Lionel Jospin, ex primer ministro, y Ségoléne Royal, ex ministra socialista de la Familia, han manifestado públicamente su disconformidad con un proyecto de ley presentado para equipar matrimonio y uniones homosexuales. En otro orden de cosas, más de 150 profesores de veinte países han publicado una declaración en defensa del matrimonio, a la que se han adherido 163 profesores de unas 80 universidades de cuatro continentes. Al mostrarse críticos con los proyectos de legalizar como matrimoniales las uniones entre homosexuales, insisten en no ser anti-gays, sino pro-matrimonio. La última iniciativa contraria a este tipo de matrimonios es la aprobación ayer mismo en la Cámara de Representantes norteamericana de una ley que prohíbe a los tribunales federales ordenar a los estados que reconozcan las bodas entre homosexuales realizadas en otros estados. Esta Ley de Protección del Matrimonio fue aprobada por 233 votos a favor y 194 en contra en la Cámara baja del Congreso. Su aprobación da nuevas fuerzas a los legisladores que se oponen al matrimonio entre homosexuales, tras el revés que sufrieron cuando el Senado rechazó una enmienda constitucional para prohibir las bodas entre personas del mismo sexo.
En fin, las contradicciones que encierra el llamado matrimonio homosexual se manifiesta también en la confusa encuesta que acaba de hacerse pública por el CIS…E
En definitiva, parece conveniente una más profunda reflexión antes de lanzarnos alegremente a la aventura jurídica propuesta recientemente en el Parlamento español. Prestar una mayor atención al desequilibrio en el ecosistema familiar que produciría el matrimonio homosexual no es muestra de homofobia alguna, sino de sensatez jurídica y respeto a las instituciones milenarias.
Rafael Navarro-Valls es catedrático en la
Universidad Complutense y experto en Derecho de familia.
6-8-2

Mar adentro: la falsedad de las medias verdades

Mar adentro: la falsedad de las medias verdades

MAR ADENTRO
Por Juan Manuel DE PRADA/

DESPUÉS de leer quinientas o seiscientas entrevistas a Alejandro Amenábar y recensiones críticas de su película (nunca los engranajes de la propaganda se habían mostrado tan engrasados), uno llega a la conclusión de que Mar adentro, antes que una obra de tesis, pretende ser una vindicación de la libertad del hombre para gobernar su destino. Cuando se le pregunta si aboga por la eutanasia, Amenábar esquiva la declaración tajante, para referirse a ese ámbito de autonomía personal en que cada hombre resuelve soberanamente si su vida merece o no la pena ser vivida; de este modo, la solución adoptada por Ramón Sampedro, el protagonista de la película, se presenta como un ejercicio de afirmación vitalista: el hombre es dueño de sus decisiones y, como tal, proclama su derecho a morir, libre de ataduras jurídicas o morales. La muerte se convierte así en un acto íntimo, sobre el que no ejerce imperio sino la propia conciencia; y, en consecuencia, Amenábar propone una película de corte intimista, que no aspira a juzgar las razones que impulsaron a Sampedro a abreviar sus penurias, sino a comprenderlas.

Hasta aquí las declaraciones de Amenábar, que la contemplación de Mar adentro desmiente concienzudamente. Pues si, en efecto, la intención del director hubiese sido celebrar esa capacidad decisoria del hombre para determinar los confines de su propia vida, tan respetable como la solución adoptada por Sampedro resultaría la de quienes, sobreponiéndose a las calamidades que los afligen, desean seguir viviendo. Pero no. Amenábar introduce una secuencia bastante rastrera en la que se mofa de un sacerdote (al parecer inspirado en una persona real, lo cual añade vileza al asunto), paralítico como Sampedro, que afirma su ansia de vivir. Al progresismo rampante y hegemónico, que tanto se regocija con el escarnio de lo religioso (de lo cristiano, convendría precisar), esta secuencia le resultará muy graciosa y estimulante; aunque, en puridad, se trata de una caricatura gruesa, de una abyección difícilmente superable, en la que Amenábar demuestra que su intención no era comprender las razones de cada hombre, sino justificar, a través del engaño y la tergiversación de brocha gorda, las razones de su protagonista y, de paso, burlarse de quienes, en medio de la postración, aún encuentran motivos para seguir respirando. El diálogo que mantienen Sampedro y el sacerdote se presenta como una situación cómica que apela a la risa del espectador a través de recursos tan bajunos como la deformación esperpéntica y el ensañamiento bufo. Por supuesto, este diálogo incluye afirmaciones de una falsedad vomitiva (así, por ejemplo, se sostiene alegremente que la Iglesia defiende la pena de muerte), que sólo un espectador ofuscado por el odio antirreligioso podrá digerir sin repulsa.

Resulta muy difícil enjuiciar una obra tan tendenciosa y manipuladora en términos estrictamente cinematográficos. Me atreveré, no obstante, a traer a colación otro pasaje de la película sobre el que los críticos, tan sospechosamente unánimes (elogiar Mar adentro se ha convertido en «razón de Estado»), pasan de puntillas, temerosos de suscitar las iras de quienes manejan el cotarro. Me refiero a la secuencia de la fantasía volátil del protagonista, que se inicia con uno de esos planos de helicóptero que tanto repudian los críticos cuando se trata de denigrar una película hollywoodense y se remata con un encuentro amoroso en la playa digno de un anuncio de colonias filmado al alimón por Claude Lelouch y Franco Zeffirelli en plena resaca de anisete. Cualquier otra película que hubiese incluido esta secuencia entre sus fotogramas hubiese sido tildada de cursi y almibarada; pero la «razón de Estado» impone un deber de silencio. El silencio de los corderos, que viajan en rebaño y balan el mismo ditirambo

Eutanasia: claridad de ideas

Eutanasia: claridad de ideas

JUSTINO SINOVA
Eutanasia

(El Mundo, 6-IX-2004)

El estreno de Mar adentro, la película de Amenábar sobre el tetrapléjico Ramón
Sampedro que se quitó la vida, ha reactivado de pronto la atención sobre la eutanasia. Ya tenemos el asunto instalado en la agenda de temas de esta vuelta de curso. La asistencia del presidente del Gobierno y de seis ministros al estreno —además de ser, según coligen muchos, una devolución a los favores electorales recibidos de una parte del mundillo del cine— ha dado pie para que se elucubre ya sobre la posibilidad más o menos próxima de cambiar la legislación sobre lo que alguien, erróneamente, llamó la «muerte digna».

Lo primero que hay que saber es de qué estamos hablando. La eutanasia consiste en poner fin a la vida de una persona enferma, disminuida o moribunda. Otra cosa bien distinta es la interrupción de un tratamiento médico extraordinario o desproporcionado cuando se ha certificado técnicamente que es ineficaz. Los dos actos son bien diferentes. El primero, que es el llamado eutanasia, interrumpe una vida; el segundo, señalado como encarnizamiento terapéutico, no la prolonga artificialmente. El primero es rechazable moralmente y está condenado por las legislaciones de la inmensa mayoría de los países; el segundo es un auxilio a un paciente cuando ya no se puede hacer más y se le están causando, por el contrario, penalidades añadidas. Nuestra legislación contempla hoy esta diferencia con claridad. El Código Penal de 1995 incluye la eutanasia en el artículo 143 junto a la inducción y la cooperación al suicidio, pues entiende que consiste en provocar la muerte, aunque aplica una pena menor al tomar en consideración la enfermedad (que debe ser grave) del paciente. De la otra conducta que consiste en la suspensión de auxilios terapéuticos desproporcionados, el Código no dice nada, pues entiende que se trata de no impedir una muerte por métodos condenados al fracaso.

Un debate sobre la eutanasia debe partir al menos del conocimiento de estos supuestos. ¿Los ciudadanos que responden a las encuestas tienen las ideas bien claras en un asunto tan complejo? Yo me temo que no. Por eso, es preocupante que el Gobierno se haya pronunciado, por boca de su vicepresidenta, a favor de la legalización «total y absoluta» de la eutanasia sólo condicionada a «un consenso social mayoritario». El problema es cómo se va a calibrar ese consenso. ¿Con un debate serio, sin etiquetajes frívolos, con participación de los expertos, sin emociones cinematográficas? El Gobierno tiene aquí una gran responsabilidad, y una prueba para su sensatez y su seriedad.

Clonación

Francia
Prohibida toda clonación humana

21-07-2004
103/04

Con cinco años de retraso, el Parlamento francés ha aprobado la nueva versión de la ley de bioética. La clonación reproductiva queda tipificada como crimen contra la especie humana. También es delito la clonación "terapéutica", pues la ley no admite que se creen embriones humanos para experimentar con ellos. Se podrá importar células madre o extraerlas de embriones congelados en Francia, de los que hay entre 100.000 y 200.000. Que no se conozca el número exacto es una "anomalía grave", ha dicho el ministro de Sanidad, Philippe Douste-Blazy, que por eso propondrá un reglamento estricto sobre la congelación de embriones.

Adopción por homosexuales: opinan los expertos

Psiquiatras y psicólogos españoles consideran negativo para los niños que sean adoptados por homosexuales

Los expertos coinciden en que es una «terrible injusticia» que el adoptado no pueda
contar con un padre y una madre.

Un gran número de psicólogos, psiquiatras y pedagogos se muestran contrarios a la adopción de niños por parte de homosexuales. Sin embargo, estos argumentos científicos no son atendidos por el Gobierno socialista, que mantiene su pretensión de legislar los matrimonios homosexuales y las adopciones. Los expertos inciden en que el debate social que se está generando es erróneo, pues se centra en defender los derechos de los homosexuales a adoptar, pero se olvida de que es el niño el depositario de este derecho. La Declaración Universal de los Derechos del Niño recoge este principio al establecer que el «interés superior del niño» debe ser el principio rector de los responsables de la educación del menor.

José R. Navarro Pareja
Madrid. Juan Pablo II contribuyó el pasado junio a centrar este debate al insistir que «las verdaderas conquistas sociales son las que promueven y tutelan la vida de cada uno y, al mismo tiempo, el bien común de la sociedad». «En este campo –añadió–, se dan algunas mal llamadas conquistas sociales, que lo son en realidad sólo para algunos a costa del sacrificio de otros». En una referencia clara a la adopción por parte de homosexuales, el Papa destacó el derecho de los niños a «nacer y crecer en un hogar estable, donde las palabras padre o madre puedan decirse con gozo y sin engaño». En este sentido recordó que la sociedad se beneficiaría en su conjunto «si no cede a ciertas voces que parecen confundir el matrimonio con otras formas de unión del todo diversas, cuando no contrarias al mismo, o que parecen considerar a los hijos como meros objetos para la propia satisfacción». El Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, ante la aprobación en el parlamento de una Proposición no de ley del Partido Socialista que solicita la equiparación legal plena de la uniones de personas del mismo sexo, también hizo público un comunicado el pasado 15 de julio en el que recordaba que el bien superior de los niños exige que no sean «adoptados por uniones de personas del mismo sexo», puesto que no podrán encontrar en estas uniones «la riqueza antropológica del verdadero matrimonio». Los expertos han coincidido en señalar que este tipo de adopciones supondrían un experimento demasiado arriesgado, que pondría en peligro el futuro de los niños y sostienen que ninguna experiencia de este tipo es válida, ni pedagógica ni éticamente.


Aquilino Polaino, Catedrático de Psicopatología
«Al adoptado se le debe educación y afecto; es una terible injusticia que no pueda contar con el modelo de padre y madre, conforme a su naturaleza, indispensable para la formación de su propia identidad de género. Cualquier persona sin esa identidad está incompleta en lo más íntimo. Y si se adopta un niño es para hacer de él una persona plena».

A. Vallejo-Nágera, Psicóloga
«No deseo a ningún niño lo que no he deseado para mi misma. Me gusta, siempre me gustó, tener un padre y una madre. Cualquier otra combinación de progenitores me parece incompleta e imperfecta», declara la colaboradora habitual de prensa y radio y autora de “Hijos de padres separados”».

Juan José López-Ibor, Pte. Asoc. Mundial de Psiquiatría
«Un niño “paternizado” por una pareja homosexual entrará necesariamente en un conflicto en sus relaciones personales con otros niños. Se comportará psicológicamente como un niño en lucha constante con su entorno y con los demás. Creará frustración y agresividad. ¿Y cuántas cosas más? En definitiva, un ensayo que repercutirá en su persona».

Eduardo Bonelli, Psicólogo infantil
«Si no cuidamos la familia española, nuestra sociedad no podrá mejorar ni avanzar en ninguno de sus aspectos. Una familia necesita el equilibrio de un buen padre y una buena madre porque nadie los puede sustituir. Un niño necesita emocionalmente contar con ellos para poder evolucionar como ser humano».

Enrique Rojas, Catedrático de Psiquiatría
«El ser humano necesita firmeza y flexibilidad, autoridad y condescendencia, corazón y cabeza, fortaleza y ternura. Se trata de características complementarias que son aportadas por el padre y la madre. Es imposible una educación completa en un ambiente homosexual. Es antinatural condenar a un niño a una educación privada de padre o madre».

Charo Glez. Martín, Pedagoga
«La sexualidad no es algo anecdótico por eso, ignorarla es prescindir de una realidad que al final se impone. El acoger a un hijo y educarle implica todo el ser, y por ello influye la orientación sexual. Los niños y niñas necesitan de la dualidad y su falta supone unas carencias insustituibles».

Mónica Fontana, Especialista en Terapia Familiar
«Si la relación entre dos mujeres o entre dos hombres es natural, ¿por qué hay una imposibilidad biológica para procrear? Además, está comprobada la mayor promiscuidad de las uniones homosexuales, que se rompen cuatro veces más. Imaginemos las consecuencias sobre los niños –tan necesitados de seguridad y de estabilidad – por un segundo abandono».

Eduardo Ortiz, Psicopedagogo
«La adopción de niños se presenta como un “derecho” para los homosexuales. Pero los discursos sobre derechos y deberes dependen también de un trasfondo de creencias y valores. Hoy precisamente, ese trasfondo está en crisis. ¿Cómo puede plantearse así la adopción de parejas homosexuales?».

Jose María Sémelas, Psicoterapeuta
«Realmente hay un consenso generalizado entre los psicólogos y los psiquiatras de que el niño o niña, por su propia naturaleza humana en formación y desarrollo continuo, necesita de un padre y de una madre y no del rol o papel que se le quiera dar a éstos», declara el psiquiatra madrileño.

Fernando Trullols, Psiquiatra
«La adopción por homosexuales, sin perder nunca el enfoque humano hacia esas personas, es inadecuada. Un niño necesita complementariedad hombre–mujer, que no se le prive de lo que ha funcionado bien durante miles de años: una familia. El interés superior del niño debe ser lo más importante». José Domingo Pérez Psicólogo «Lo primordial no es el derecho a adoptar, sino el derecho de un niño que carece de padres a ser adoptado. Y, además, ser adoptado por las personas idóneas. ¿Es capaz una pareja de homosexuales de educar a un niño en todas sus posibilidades?».

Vicente Villar, Doctor en Farmacia
«Lo importante es ver si la adopción por parte de personas homosexuales es buena para los niños. El equilibrio de los dos sexos es fundamental para el desarrollo evolutivo infantil. El niño tiene derecho a ser adoptado por una pareja heterosexual para no quedar polarizado en una única dirección sexual».

Jose Ignacio Prats, Psicopedagogo
«El niño establece vínculos distintos y complementarios con el padre y con la madre. Tiene derecho a desarrollarse y a alcanzar su identidad personal donde experimente las características específicas de la feminidad y la masculinidad. No es lícito experimentar con seres humanos. Es un error antropológico».

Gloria Tomás, Médico
«Las leyes naturales establecen la alteridad sexual. De ahí surgen los hijos y ahí se ampara su protección. La adopción de homosexuales va contra la naturaleza y la felicidad humana. Supone por tanto una perversión de lo que la persona está llamada a ser»

Josefina Eugui, Médico
«La adopción de niños por homosexuales no debe ser legalizada por que debe tenerse en cuenta el bien del niño. Lo mejor para éste es la familia natural formada por un hombre y una mujer. Los estudios científicos sobre el buen resultado de la adopción por homosexuales son pocos y con fallos de realización».

Javier Romero, Médico
«La maternidad y la paternidad no son un derecho, son un acto de generosidad de los padres. Los niños que no han conocido el rol masculino o el femenino tienen una mayor tendencia a la homosexualidad que los que se han criado en familias compuestas por padre y madre, según lo demuestran los estudios»

Carmen Ávila de Encío, Psicóloga
«La psicología homosexual es contraria a la ordinaria de un varón o mujer. La orientación sexual antinatural nunca puede constituir un derecho, y esta orientación desviada propondrá modelos de conducta no adecuados. El niño tiene derecho educado en la normalidad».

J. Manuel Carbonell, Psicólogo
«En condiciones “normales” las aportaciones del padre y de la madre son mucho mejores que otros modelos. Desde los poderes públicos se debería apoyar a los padres que tienen dificultades para formar a sus hijos. Esto tendría un coste mucho mayor pero sería más rentable para la sociedad»

Mar Sánchez, Psicóloga
«El planteamiento de la paternidad es un acto de generosidad. La verdadera vocación de la paternidad no habla de los derechos de los padres, sino de los derechos de los niños. La práctica totalidad de expertos en la formación y educación de los niños se muestran contrarios a la adopción por homosexuales».

Salvador Peiró, Pedagogo
«La adopción de los niños está pensada para la salvaguarda del menor, para evitarle procesos educativos malformantes, de acuerdo con la dignidad que todo sujeto posee intrínsecamente. En general, y en todos los casos, el menor ha de prevalecer ante el adulto».

Sobre el dolor

RÍMINI, martes, 24 agosto 2004 (ZENIT.org).-«Cuando el dolor es ofrecido por Dios no es obstáculo para la alegría», constató el lunes un capellán de hospital, el padre Vincent Nagle, ante los participantes del «Meeting por la amistad entre los pueblos» anual que promueve esta semana el movimiento eclesial Comunión y Liberación (CL) en la localidad italiana de Rímini.

El sacerdote estadounidense, que desarrolla su labor en el «Sturdy Memorial Hospital» de Boston, compartió su experiencia pastoral en la presentación del libro «Sulle frontiere dell’umano. Un prete tra i malati» («En las fronteras de lo humano. Un sacerdote entre los enfermos») –Ediciones Rubettino--, en el que el periodista y escritor Emilio Bonicelli entrevista al capellán.

El padre Nagle explicó que «lo que resulta menos comprensible al hombre es el dolor inocente», como el de «un hombre encarcelado injustamente a causa de las acusaciones infundadas de su hermano».

De su convivencia diaria con el dolor, la enfermedad y la muerte, reconoció que «el hombre no quiere el sufrimiento, y si lo acepta es sólo en nombre de algo nuevo que provenga de fuera de sí mismo».

«Que un inocente sufra por otro es algo que me convence –admitió el padre Nagle—, porque es la razón de Cristo».

Es por ello que «cuando el dolor es ofrecido por Dios no es obstáculo para la alegría, es más, es rescatado: el ofrecimiento de hecho es descubrir la utilidad de adherirse a lo que está ocurriendo», reveló.

Profundizando en este punto, el padre Nagle aludió a «Jesús, quien pudiendo hacer todo, realizó cuanto el Padre pedía, escandalizando a todos por la aparente inutilidad de aquel gesto: en el ofrecimiento todo se convierte en útil» .

«Además, si también como enfermo se puede encontrar la felicidad de la vida, entonces la enfermedad no representa la última palabra sobre el hombre», afirmó el capellán estadounidense.

De padres sindicalistas de Los Ángeles (EE. UU.) –un católico poco practicante y una judía atea— con ocho hijos, Vincent Nagle no tenía claro su camino, a pesar de contar con estudios universitarios en San Francisco y Berkeley y haber pasado cinco años en Marruecos, Arabia Saudita y Egipto.

Fue a los 40 años de edad cuando se trasladó a Italia y conoció a don Luigi Giussani, fundador de «Comunión y Liberación». Habiendo considerado ya el sacerdocio, el encuentro con la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo (www.fscb.org) –nacida en 1985 en el seno de CL-- le reveló que se puede ser sacerdote con plenitud de gozo.

Tras seis años de estudio en la Universidad de Santo Tomás y en el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos, fue ordenado sacerdote en 1992.

Al introducir el libro de Nagle, Bonicelli reconoció el impacto que le produjo la certeza con la que el capellán se hace compañero del enfermo, con el espíritu de quien sabe que «el hombre que sufre es Cristo presente

Democracia y verdad

SOBRE LA DEMOCRACIA Y ALGUNOS MALENTENDIDOS
POR IGNACIO SÁNCHEZ CÁMARA.
Catedrático de Filosofía del Derecho. Universidad de La Coruña/

TODOS hablan de democracia, pero no todos al hacerlo hablan sobre lo mismo. En unos casos, las discrepancias se deben a que la entienden de distinta manera. En otros, a que algunos llaman democracia a lo que no lo es, a lo que es otra cosa, incluso a lo que se opone a ella. Por eso no faltan las tergiversaciones y suplantaciones, y, también, los malentendidos. De entrada, aclaro que hablo de democracia en el único sentido en el que creo que existe verdaderamente, en el sentido representativo y liberal. Hay otros modos de concebirla que no son, a mi juicio, «democráticos»: la democracia radical, asamblearia, directa y totalitaria. Si no me equivoco, algunos malentendidos y errores sobre la democracia surgen porque se introducen en la concepción representativa y liberal principios opuestos a ella, procedentes de esas concepciones alternativas.

No faltan entre nosotros ejemplos y síntomas de estos malentendidos. Por ejemplo, cuando el Gobierno considera que las críticas de la Iglesia católica a su proyecto de extender la institución del matrimonio a las uniones homosexuales entraña una falta de respeto al Parlamento y, por ello, a la soberanía nacional y una ilegítima intromisión en la política. Bien es verdad que este anatema socialista sólo se exhibe cuando la Iglesia se opone a sus decisiones, no cuando las apoya. Y también es cierto que no considera intromisiones las tomas de posición de otras instituciones y grupos sociales. El resultado es que la Iglesia debe callar mientras que, pongamos por caso, una Asociación de Gays del Bajo Aragón tiene todo el derecho del mundo a opinar. Aquí no estamos ya ante una mera tergiversación de la democracia, sino ante la pura hostilidad antirreligiosa. Otro ejemplo lo suministra el derecho que se concede a la mayoría parlamentaria en las comisiones de investigación de impedir comparecencias solicitadas por una minoría. Cosa que, por cierto, no sucede en otros países democráticos.

La democracia es una forma o método político que posee valor moral, pero que no garantiza la moralidad de sus resultados, pues éstos dependerán, sobre todo, del criterio y de la formación moral de la mayoría de los ciudadanos. Se concede, por lo demás, una valoración excesiva al consenso como método para determinar lo que es o no correcto en el orden moral. Si es dudoso en el ámbito de la política, es falso en el orden moral. El diálogo verdadero puede ser camino para descubrir la verdad, pero no para inventarla o crearla. El acuerdo de voluntades es una excelente fórmula para determinar el contenido de las leyes, pero no para discernir entre el bien y el mal en sentido moral. La democracia es una forma de gobierno, no un método científico ni un criterio de la moralidad. Es una condición necesaria, pero no suficiente, de la justicia, pero no tiene nada que ver con la verdad, ni en sentido filosófico, ni científico, ni moral. Expresa un acto de voluntad, una forma de tomar decisiones colectivas. Pero la mayoría no tiene necesariamente razón. Lo que tiene es la fuerza democrática. Si abusa de ella, degenera en tiranía. Y abusa cuando reclama a la minoría no sólo el cumplimiento de la ley sino también la identificación de su propia opinión mayoritaria con la justicia y la verdad.

Todo esto, por lo que se refiere al principio de las mayorías. Pero éste no agota la esencia de la democracia. La formación de la opinión mayoritaria requiere la existencia de determinadas condiciones sin las que la democracia no puede existir. Así, el respeto a la decisión mayoritaria debe ir unida al respeto a las minorías y a la libertad de crítica. La opinión mayoritaria no posee un carácter sacrosanto sino meramente cuantitativo. Incluso cabe conjeturar que, desde el punto de vista moral, siempre será más acertada la opinión de la minoría (no, sin duda, de todas ellas; sólo de la que forman los mejores). Cuando una minoría o un grupo o institución discrepan de la decisión de la mayoría no vulneran la democracia sino que, por el contrario, la ejercen. De este derecho no debe quedar excluido nadie; ni siquiera, por cierto, la Iglesia católica. Si la opinión de la mayoría fuera siempre expresión de la justicia, o bien nunca debería cambiar o bien la justicia se identificaría con el capricho de las eventuales mayorías.

Andan por ahí algunos demócratas extraviados a quienes les desasosiega la posibilidad de que una religión o una doctrina filosófica se atribuyan el conocimiento o la posesión de la verdad. Y piensan, es un decir, que tamaña pretensión destruye la democracia a manos del dogmatismo oscurantista. Pueden sosegarse. Ni las leyes lógicas ni las teorías científicas se oponen a la democracia. Tampoco las verdades reveladas de la religión o las pretensiones de las doctrinas filosóficas de alcanzar la verdad. Donde, desde luego, no se encuentra la verdad es en las Ejecutivas de los partidos ni en las votaciones parlamentarias. Entre otras razones, porque no es su misión la de determinar lo verdadero y lo falso. Cuando el Papa u otras autoridades religiosas pretenden declarar la verdad revelada de la que son depositarios, o cuando Platón, Tomás de Aquino o Husserl aspiran a establecer la verdad filosófica, ni acatan ni se oponen a la democracia. Se encuentran en otro nivel. Sólo quienes aspiran a imponer por la fuerza a la mayoría (y a la minoría) su propia opinión vulneran la democracia. Un ejemplo, por si coopera con la claridad. Supongamos que el Parlamento español legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Tan demócrata es quien está favor como quien está en contra, mientras no aspiren a imponer su criterio por la fuerza sino mediante la convicción. Tan antidemócrata es la minoría que, salvo el caso de objeción de conciencia, incumple la ley y pretende imponer por la fuerza su criterio, como la mayoría que impide la libertad de crítica y tilda al discrepante de antidemócrata. Decir lo que se piensa y proclamar lo que uno estima que es la verdad nunca es contrario a la democracia. Si lo fuera, desde este mismo momento, proclamaría que dejo de ser demócrata. Sólo faltaría que la ilustración y la democracia consistieran en liberar al hombre de la autoridad de Dios para someterlo a la tiranía de la plebe. Los laicistas frenéticos olvidan el fundamento religioso (cristiano) de la democracia y, despreciando lo que ignoran, socavan los fundamentos de los principios a los que se adhieren. No hay mejor fundamento de la igualdad y de la dignidad del hombre que su condición de hijo de Dios, ni más firme base para la solidaridad y la fraternidad que la hermandad de todos los hombres como hijos de Dios. Por lo demás, obedecer a los hombres puede ser servidumbre; obedecer a Dios es libertad. Todo cristiano sabe que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Por mi parte, concedo a la mayoría el derecho a gobernar, si bien no de forma absoluta e incondicionada, mas no le concedo el derecho a legislar en el ámbito de la moral, propio de la conciencia y no de la opinión pública.

Manipulación del lenguaje

Santiago ARAUZ DE ROBLES
La perversión de las ideas comienza con la perversión del lenguaje. Si las palabras se vuelven ambiguas, se puede manipular –sin compromiso, sin límites y en todo caso sin mala conciencia– el concepto que significan.
Ahora asistimos, pasiva o interesadamente, y desde luego con alivio, a un profundo vaciamiento del significado real de muchas palabras que son fundamentales porque se refieren a realidades humanas básicas. Así «muerte». Según la real Academia, muerte es «cesación o término de la vida». Es decir, la llegada a su fin natural (eso significa término) de la existencia de una persona. La terminación traumática, artificial, de la vida se designa con otros verbos o sustantivos: matar que equivale a «quitar la vida» a otro, o asesinar; siendo el homicidio el «hecho de matar a un hombre», a un tercero, mientras que el suicidio significa matarse a sí mismo. El hombre es el único ser que sabe desde que tiene uso de razón que va a morir –algunos animales sienten la proximidad de su fin, pero no lo saben ni se preguntan por la importancia de ese hecho–. Carlos V recordaba a su hijo Felipe que nada es tan cierto como el morir ni tan incierto como su fecha, precisamente porque se trata de un hecho natural. Este significado rotundo de la palabra muerte, y el correlativo respeto radical a la vida, –como primer valor en que se apoyan todos los demás: la existencia personal como desarrollo consciente del hecho de vivir, la cultura como emanación humana, la sociedad como trenzado de muchas vidas con algo en común– hace que las acciones atentatorias al vivir se designen con otras palabras, como acabamos de ver. Y que la muerte natural esté nítidamente diferenciada por ejemplo, de la eutanasia que es el «acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable», o del aborto, que es «interrumpir la hembra... el desarrollo del feto», en definitiva hacer inviable el nacimiento de la persona que lleva dentro. De manera que se coincide en el efecto –extinguir la vida, oponerse a ella– pero sin querer advertir que son muy distintas las causas (naturales o provocadas), los medios o procesos (el agotamiento natural de la historia personal, o la violencia), los agentes (uno mismo, o tercera persona), y el momento (antes de poder comenzar a escribir la propia historia, en plenitud de facultades, o ya en el ocaso de la vida). Existe un empeño o al menos una complaciente tolerancia en desdibujar contornos y unificar: todo es lo mismo –se dice–, la muerte es simplemente el negativo de la acción de vivir. Como significando, ¡qué más da cómo se llegue a ese punto! Lo cual no supone sólo irresponsabilizar conductas en torno a un hecho tan absolutamente radical como la muerte, sino de alguna manera trivializar también el sentido mismo de la vida. Cuando alguien dijo que lo más grave del aborto es su aceptación social, puso el dedo en la llaga. Y esa constatación coincide con otra igualmente importante: estamos pasando de la cultura de la vida a la cultura de la muerte, sin casi advertir fronteras. Lo cual es paradójico en una sociedad que, por lo demás, se muestra enormemente confiada en sí misma. En esa sociedad –vamos aceptando– cuentan las obras de los hombres, sus resultados, en cuanto que de ellos nos beneficiamos; pero cuenta apenas el hombre mismo. Y no porque se crea –que sería una satisfacción– que las obras humanas perduran, sino porque lo realmente «importante» es que, mientras se realizan, nos son útiles a los demás. La relativización del lenguaje va a vaciar de contenido, de su verdadero contenido, a la palabra muerte, y permite jugar socialmente con la muerte de las personas, enfocándola única o principalmente desde su utilidad social.
¿Y qué ocurre con la palabra matrimonio? Según también la Real Academia (que no hace invenciones de gabinete, sino que recoge la realidad natural, etimológica, social, histórica y cultural), matrimonio «es la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos...». Se duda –lo saben bien los juristas– si su raíz latina es «protección de la madre», o «donación de la madre». Mujer-madre, en todo caso, en su relación con el hombre, como realidad designada por la palabra matrimonio. ¿Por qué, pues, el empeño diario y tenaz de violentar esa realidad profunda de la palabra para aplicarla a cualquier otra forma de relación interpersonal? En lo que tengan de realidad social, natural o provocada, objetivamente valorada o por el contrario sobredimensionada, muchas relaciones entre personas bien del mismo sexo, bien de distintos sexos pero con intención de permanencia –¿por qué negaríamos, por ejemplo, algún tipo de efectos a una relación tan hermosa como la de la amistad?–, deberán de ser objeto de regulación legal, posiblemente. Pero el aplicarles la palabra matrimonio, y confundirlas con la institución del matrimonio, supone, por una parte, desnaturalizar el verdadero matrimonio, y, por otra, imponer a estas uniones de homosexuales o incluso a las uniones de hecho unas exigencias, en cuanto a la consideración de la verdadera naturaleza profunda del «otro», la intención de indisolubilidad, la procreación, el «rol» social, etc., que son contrarias a la esencia de las mismas. Con lo cual, aparte de legislar mal, aparte de no adecuarse la ley a la realidad que se regula aparte en definitiva de ejercerse absolutamente mal la función legislativa, estamos creando una confusión mental que es contraria a la racionalidad y a la higiene de las ideas. Todo ello a partir de una perversión intencionada, o cómoda, escribía al principio del lenguaje.
No por el hecho de repetir una inexactitud lograremos convertirla en verdad. Por el contrario, la Historia («poco a poco, siempre arregla todas sus cuentas la Historia») acaba pasando factura. La obligación de todo político, incluso de cualquier responsable social, es no violentar la realidad de los hechos, que son tozudos, para luego buscar respuesta idónea a las demandas sociales de cada momento. Una respuesta adecuada, que no siempre la confusión, porque, perdidos sus valores, el hombre acaba por no saber quién es, por no saber si es verdaderamente hombre, por no saber, como decía alguien, incluso si «soy de los míos», de la especie humana.



Santiago Araúz de Robles es abogado

LA FAMILIA: REALIDAD MÁS VALORADA

POR UN LARGO DEBATE
Por JAVIER CREMADES Abogado/
EL próximo otoño será, probablemente, uno de los más calientes que se recuerden en política. Zapatero y su Gobierno, que estrenan su primer curso político completo -con toda la legislatura por delante-, afrontan una agenda que comporta el debate y la adopción de medidas de gran calado para la sociedad española. Es opinión generalizada entre líderes políticos e intelectuales que la gran cuestión de esta legislatura es la apertura del melón constitucional para redefinir la organización territorial del Estado. No es ese mi criterio. La plasmación constitucional de ese debate, ya iniciado, producirá sin duda cambios, pero no supondrá la fragmentación de España. El dique de contención de la Constitución -y su proceso agravado de reforma- marcará el alcance de esa transformación, que probablemente pase por conceder a las Comunidades Autónomas algún poder en las decisiones del Estado que les afecten -derechos de codecisión, a través de la segunda Cámara-, y por algunos cambios semánticos en las definiciones, que resten ansiedad a la jaleada parroquia nacionalista. A pesar del fundado temor de muchos, España no corre peligro por ese flanco: el esqueleto político de los españoles seguirá bien armado.

Pero una sociedad no es sólo vertebración del poder, sino que tiene y necesita unos órganos vitales a los que también afecta la acción del Estado. En este sentido, es de mayor alcance la propuesta del ministro López Aguilar de equiparar las uniones homosexuales al matrimonio, otorgándoles incluso el derecho a la adopción. Es esta una cuestión delicadísima, que está siendo objeto de profunda discusión en buena parte de los países de la comunidad internacional de nuestro entorno, porque afecta al corazón de la sociedad: la familia.

Especialmente intenso, y esclarecedor de lo que realmente está en juego, resulta el debate que mantiene la izquierda francesa con motivo del desafío que el alcalde de Bègles, Noel Mamère, presentó al Estado anunciando la celebración de una «boda gay» para el pasado mes de junio. La respuesta de la Mesa Nacional del Partido Socialista francés (PS) a ese desafío fue la propuesta de su primer secretario, François Hollande, de preparar una proposición de ley para equiparar las uniones homosexuales al matrimonio, aprobada sin votación. No prosperó, sin embargo, otra propuesta de reforma legal para permitirles la adopción de niños y la patria potestad conjunta. En este punto los socialistas franceses se mostraron muy cautos y prefirieron esperar hasta que tenga lugar «un largo debate». Ante esta decisión, Lionel Jospin y otros destacados líderes socialistas manifestaron su disconformidad (Le Monde, 13-V-04). Se quejaban de que la idea estaba poco pensada y lamentaron que el PS hubiera hecho del matrimonio gay una prioridad artificial, dejando que la provocación de Mamère fijase el orden del día.

Ségolène Royal, ex ministra socialista de la familia y compañera de Hollande, con quien comparte cuatro hijos, fue más contundente al entrar en el fondo de la cuestión, en declaraciones a Le Monde: «La familia y la autoridad parental son valores que es necesario reforzar en nuestra sociedad, donde una buena parte de los adolescentes sufre por la ausencia de adultos que ya no ejercen su papel de referentes». Según la ex ministra socialista, el marco legal para las parejas homosexuales no debía ir más allá del vigente pacto civil de solidaridad (PACS), abierto a uniones de distintos tipos. «Por tanto -añadió-, si se trata de mejorar un contrato civil a favor de la igualdad de derechos, sí. Si se trata de una confusión de los puntos de referencia y una provocación injustificada a las convicciones familiares y religiosas, no». Royal también advirtió del riesgo de impedir el debate tapando la boca a los disidentes: «No es ser homófobo ni reaccionario -dijo- creer que son respetables y legítimas las opiniones de quienes mantienen reservas sobre el matrimonio homosexual».

Por su parte, también Lionel Jospin, que era el primer ministro en 1999, cuando se aprobó el PACS, reclamaba «la libertad de debatir verdaderamente», asombrado de que en la izquierda los tabúes no siempre están donde cabría esperar: «Veo que se esboza una nueva tentación biempensante, incluso un temor a ser acusado de homofobia, que podrían impedir que el debate se desarrolle honestamente. Pero se puede reprobar y combatir la homofobia y a la vez no ser favorable al matrimonio homosexual, como es mi caso» (Le Journal du Dimanche, 16-V-04).

Al explicar su postura, Jospin insiste en que no se deben confundir los deseos individuales con las leyes e instituciones. «En el debate que se ha iniciado, oigo hablar de deseos, de rechazo a las discriminaciones, de derecho al niño -cuando se debería poner por delante el derecho del niño- y de igualdad de derechos, como si el principio de igualdad de derechos debiera anular toda diferencia. En cambio, he oído hablar poco de instituciones, que es lo esencial». Pues bien, «el matrimonio es, en su principio y como institución, «la unión de un hombre y una mujer». Esta definición no obedece al azar. Ante todo remite no a una inclinación sexual, sino a la dualidad de sexos que caracteriza nuestra existencia y que es la condición de la procreación y, por tanto, de la perpetuación de la humanidad». En efecto, prosigue Jospin, «el género humano no está dividido entre heterosexuales y homosexuales -ahí se trata de una preferencia-, sino entre hombres y mujeres. Por su parte, «el niño no es un bien que pueda procurarse una pareja heterosexual u homosexual: es una persona nacida de la unión entre un hombre y una mujer». En fin, según el político socialista, no se puede desnaturalizar el matrimonio para dar cabida en él a otras opciones: «Se puede respetar la preferencia amorosa de cada uno sin institucionalizar automáticamente las costumbres».

Mientras el mundo entero delibera cuidadosamente lo que conviene hacer sobre esta trascendental cuestión, en España Zapatero quiere resolverla de forma inmediata. Sorprende mucho que se trate de atajar prácticamente en un trimestre una propuesta tan espinosa sobre la que apenas se acaba de iniciar en España un primer intercambio de pareceres y sobre la que hay planteados serios interrogantes éticos, jurídicos (art. 32.1 de la Constitución española), psicológicos y pedagógicos.

La familia sigue funcionando relativamente bien en España y no conviene hacer experimentos con ella. Los españoles, como señalan una encuesta del CIS tras otra, la siguen considerando como la realidad más valorada, por encima de todas las demás instituciones sociales y políticas. Ante las dudas que tantas personas y grupos de diferente cariz plantean sobre las medidas anunciadas es necesario abrir un verdadero y profundo debate social en el que psicólogos y psiquiatras, pedagogos, médicos y juristas aporten sus opiniones, para que todos puedan fundar su posición. También convendría conocer mejor a la comunidad homosexual, a través de información objetiva, que nunca debe convertirse en propaganda. Es necesario, además, antes de decidir si podrán ser entregados niños en adopción a dos hombres o a dos mujeres homosexuales conocer la opinión de los menores, como prevé la Ley del Menor para toda decisión que les afecte. El interés del menor es un punto clave en la institución jurídica de la adopción, que nunca y en ningún lugar se concibe como un derecho de los que adoptan, sino del niño adoptado a crecer en un entorno estable y adecuado para su desarrollo como persona.

Necesitamos, en definitiva, debatir con luz y taquígrafos, sin chantajes ni improvisaciones, si esta alteración del matrimonio y la adopción es justa y nos conviene a la mayoría de los españoles. Estoy seguro de que, frente a los precipitados anuncios en los primeros meses de Legislatura, el Gobierno no hurtará a la sociedad española el debate largo que la cuestión del pretendido matrimonio entre homosexuales demanda.

Adopción

Abogados y educadores defienden el derecho del niño a tener un padre y una madre

BARCELONA, martes, 25 mayo 2004 (ZENIT.org-Veritas).- Profesionales de toda España implicados en los derechos, educación y desarrollo de los niños se están manifestando por escrito contra la adopción de menores por parejas homosexuales y pedirán al gobierno español que defienda su derecho a poseer un referente masculino y otro femenino.

La asociación Profesionales por la Ética ha iniciado una campaña de adhesiones a un manifiesto redactado «ante el propósito del gobierno de reformar el Código Civil y permitir la adopción de menores por parte de parejas homosexuales» que se enviarán a las máximas autoridades responsables.

El manifiesto señala que «los niños tienen derecho a formar parte de una familia semejante a la familia natural, constituida por un hombre y una mujer, únicos seres que, juntos, tienen capacidad de procrear».

También defiende el derecho de los menores «a crecer en un entorno que les permita el desarrollo de su personalidad física, intelectual y moral» y recuerda que «no existe el derecho del adulto a tener un hijo ni por filiación natural ni por filiación adoptiva».

Profesionales por la Ética también invita a abogados, médicos, educadores, etcétera a defender el derecho del niño a «no ser discriminado ni sometido a experimentos traumáticos».

El manifiesto señala que «los niños, desde los primeros meses de vida, elaboran la figura del padre y de la madre independientemente de que conozcan o no a sus padres biológicos y que la figura masculina con la que tienen más relación constituye su referencia de padre, mientras que la mujer que está más cerca del niño constituye, a sus ojos, la figura de la madre».

«La legislación española --recuerdan-- establece que el régimen jurídico de la adopción se fundamenta en los principios de integración del niño en una familia y en la primacía del beneficio del menor que va a ser adoptado».

La asociación española también advierte de la falta de «estudios científicos rigurosos sobre las consecuencias que tendría en los niños la adopción por homosexuales».

El manifiesto recuerda algunos nombres y asociaciones que han mostrado su rechazo o prevención respecto a la adopción de niños por parejas homosexuales, como la Asociación Española de Pediatría, el primer ministro de Australia John Howard y líderes socialistas como Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Lionel Jospin.

Finalmente, alude a una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que dio la razón a la Administración francesa cuando ésta negó la adopción al homosexual Philippe Fretté.

EN DEFENSA DEL MATRIMONIO

Ignacio Aréchaga

Los obispos advierten que “si el Estado procede a dar curso legal a un supuesto matrimonio entre personas del mismo sexo, la institución matrimonial quedará seriamente afectada. Fabricar moneda falsa es devaluar la moneda verdadera y poner en peligro todo el sistema económico. De igual manera igualar las uniones homosexuales a los verdaderos matrimonios es introducir un peligroso factor de disolución de la institución matrimonial y, con ella, del justo orden social”.
El gobierno responde, por boca del ministro de Justicia, que “la jerarquía católica no puede ni debe interferir en la actuación del legislador en el ámbito que le corresponde” y que así como nadie discute a la Iglesia su derecho a regular el sacramento del matrimonio, el Estado reclama la autoridad para regular el matrimonio civil.

En la réplica del gobierno se advierte ya una experimentada táctica: convicciones que forman parte del patrimonio moral de la civilización, pasan a ser etiquetadas como creencias religiosas personales e intransferibles, lo que permite descartarlas de entrada a la hora de legislar. López Aguilar señaló que “desde ese mismo respeto que el gobierno profesa a la Iglesia, reclamará respeto a lo que para la mayoría de la sociedad está fuera de discusión”.

Pero si hay algo que no está fuera de discusión es una ley sobre el matrimonio, que afecta a los ya casados y a los que se casarán. Los ya casados se unieron sobre la base de un concepto de matrimonio que ahora se pretende alterar. Por lo tanto, tienen algo que decir. Y los que se casarán tomarán también su decisión teniendo en cuenta el tipo de matrimonio que la ley diseñe.

Este debate, que está abierto en España como en otros países, exige una discusión seria. Lo que importa no es si una postura sobre el matrimonio coincide o no con creencias religiosas o ateas, sino la sabiduría de sus argumentos, las consecuencias que se derivan de ella, las razones jurídicas que la avalan.

Por eso no tiene sentido decir que la Iglesia católica pretende “imponer” su doctrina a la sociedad. Todo grupo que se pronuncia sobre una ley pretende influir en ella, lo cual es un mecanismo sano en una sociedad democrática que busca la participación de los ciudadanos. Por la misma razón podría decirse que la Federación de gays y lesbianas pretende imponer su peculiar concepción del matrimonio a la sociedad. O que Greenpeace quiere imponer su particular visión a todos cuando se pronuncia sobre las centrales nucleares. Al final, la ley se adoptará por mayoría en el Parlamento, y los que tengan más votos impondrán su concepción del matrimonio a todos los demás.

Pero lo que está en juego no es la contraposición entre matrimonio civil y canónico, sino algo que afecta a la razón de ser del matrimonio civil. Cuando en 1998 se discutió en Francia el llamado Pacto Civil de Solidaridad (PACS), que daba un estatuto legal a las uniones de hecho, también a las homosexuales, y las equiparaba en algunos derechos con el matrimonio, las Iglesias (católicos, protestantes, musulmanes y judíos) se manifestaron en contra. Pero también hubo una declaración, firmada por más de 18.800 alcaldes (unos dos mil de izquierda, seis mil de derecha y más de diez mil independientes), en “defensa del matrimonio republicano”, en la que se oponían a refrendar las uniones homosexuales. Y eso que el PACS, después aprobado, no tiene ni mucho menos el rango de matrimonio.

Los alcaldes firmantes de la declaración recordaban que la República hizo del matrimonio una celebración laica, presidida por el alcalde: “No hay otro acontecimiento en la vida del ciudadano, de su nacimiento a su muerte, que reciba tal honor”. Los alcaldes temían el descrédito que podía sufrir el matrimonio civil, al equiparar en ciertos derechos a las uniones homosexuales con el matrimonio. “Este pequeño grupo [activistas homosexuales], que tiene que hacer tanto ruido al ser muy minoritario, se preocupa poco de las consecuencias de la ley sobre el conjunto de la sociedad”. Si hay que reconocer con solemnidad pública las uniones homosexuales, “¿por qué no la unión polígama? –se preguntaban los alcaldes–. ¿En qué es menos respetable que la familia homosexual?”. Cuestión no meramente teórica, habida cuenta de la creciente presencia en Europa de grupos étnicos que admiten la poligamia.

LIDERAZGO, CUESTIÓN DE CARACTER

Santiago Álvarez de Mon, Profesor del IESE y autor de “Desde la adversidad. Liderazgo, cuestión de carácter”
En un marco que combina a la perfección tradición y modernidad, como es el Pazo de Mariñán (A Coruña), Santiago Álvarez de Mon abrió la III Edición de la Universidad de Verano Creación y Talento Innovador, que organiza Cooperación Internacional en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid y la Diputación de A Coruña.
Profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones en el IESE, escritor y comunicador por excelencia, sabe transmitir una pulsión eléctrica a sus ideas, también ante un auditorio arrolladoramente joven como el del Pazo de Mariñán. Las constantes vitales de su producción literaria –principalmente dirigida a grandes directivos de empresas– son el liderazgo, el optimismo como valor moral y la formación constante del carácter. A través de estas ideas desarrolla una antropología integral del trabajo que inserta esta realidad en la vida entera de la persona. Estas ideas son las que expone en su último libro Desde la adversidad. Liderazgo, cuestión de carácter.

— ¿Existe el héroe? ¿Se puede improvisar frente a la catástrofe o es una cualidad que se cuece “a fuego lento”, a través de los años y de la educación?

— No creo en los héroes, confío más en la persona que ofrece prestaciones excepcionales en situaciones cotidianas. Creo en la rutina, no en el efectismo. No me gusta el ruido del “hombre público” que descuida su vida privada. ¿Quién puede decir cómo soy verdaderamente sino mi mujer y mis hijos? Ese es realmente el hombre real, así sucedía con Abraham Lincoln, no era un hombre agraciado en absoluto, pero se fue haciendo a sí mismo poco a poco, de año en año. Lo mismo sucede con cada uno de nosotros. Somos talentos medios que, a través del trabajo, del esfuerzo conseguimos la grandeza de gestionar los propios talentos personales.

— Sus clases de Dirección de Personas en las Organizaciones encierran un gran contenido de antropología, de psicología; rezuman sociología. ¿A qué se debe?

— Para saber dirigir hay que conocer qué relación se debe establecer con cada persona y cómo lograr que ésta se encuentre, dentro de la empresa, en el lugar que le permita desarrollar al máximo sus capacidades. Sólo a través de la antropología se puede trascender la simple organización para buscar el bien de cada uno y de la empresa en su conjunto. De esta manera, conociendo la historia de la empresa, de los directivos, de los empleados, se acertará en las decisiones de futuro.

Además, con frecuencia en mi labor de consultor he tenido que ejercer de sociólogo. Así puedo recomendar la toma de decisiones o la gestión de crisis. En las empresas, la interrelación de personas es constante, por eso es tan importante identificar los tipos de personas, sus capacidades, para descubrir al conciliador, al optimista, al luchador, al negativo...

Por encima de la adversidad

— ¿Puede ser creativa la rutina?

— En mis cursos del programa Master, hablo precisamente de “gestión de la meseta”, ese conjunto de cosas que suceden en lo cotidiano y que es tan importante para la vida de la empresa. Si se explora en la vida de las personas excepcionales, se descubre una infancia que permite desarrollar posteriormente ideas creativas en situaciones de crisis y de adversidad.

Es el caso de Lance Armstrong y su lucha por superar el cáncer. La fuerza interior de una persona acostumbrada una vez y otra a superar las dificultades, a enfrentarse creativamente al sufrimiento. Ahora que ha superado esa etapa, no todo se detiene, sino que debe enfrentarse a otros retos como puede ser el de asimilar su sexto Tour de Francia sin que el “personaje” haga desaparecer a la persona. Es importante no olvidar quién soy en cada momento, y esto es difícil cuando se ha alcanzado un cierto nivel de popularidad. Lo mismo sucede con Josep Carreras, Christopher Reeves o Andrea Bocelli. Todos ellos han pasado por una situación de fuerte adversidad y han sabido salir del paso creativamente.

Para todo esto se necesita disciplina, paciencia, responsabilidad, sobriedad; de otra manera, la miseria puede llegar a abrumar.

— Cuando habla del líder, ¿se refiere solamente a la capacidad de liderar de los altos directivos o este concepto se puede aplicar a mandos medios?

— Yo no hablo de líderes sino de liderazgo y de ninguna manera someto este término a la dictadura de un puesto laboral. Me refiero a la madre de familia, al científico en su laboratorio, al abogado que pretende lograr una administración de la justicia más ágil o, incluso, a la labor de un ciudadano que ejerce ese derecho y ese deber de actuar en la sociedad.

El valor moral del optimismo

— Usted habla con frecuencia del valor moral del optimismo. ¿A qué se refiere exactamente?

— Es necesario no dejarse llevar por la impaciencia y relativizar para conseguir la ventaja competitiva. Por otra parte, también es preciso manejar la propia vida, y la carrera profesional con humildad, y no viajar por ella mirando siempre por el espejo retrovisor, es decir, tratando de corregir la propia vida. Antes que nada, es preciso aceptarse, reconciliarse con el propio pasado y no estar de vuelta. Hay quien es viejo ya a los 25 años, porque piensa que ya lo ha vivido todo. Otros preferimos estar abiertos a la novedad de cada día, aceptándola como viene. Esto no es un conformismo fácil; un realismo ingenuo del que cree que a fuerza de pensar “no va a pasar nada malo” logrará que no suceda, sino que es querer la vida tal y como es.

— ¿Hay un estrés bueno, que genera la tensión necesaria para acometer empresas, y uno malo, que anula la creatividad?

— Efectivamente, es así. Está el estrés que me genero a mí mismo, cuando no quiero lo que me está sucediendo. No lo acepto y no consigo verlo como un reto. Es preciso aprender a gestionar la capacidad de respuesta. Esto es lo que es capaz de hacer un buen maestro con sus alumnos, cuando les reta y logra que hagan una buena tarea. Hay que salir de los límites del propio sector, proyectarse y distinguir el estrés que no aporta nada, solo ruido.

También es bueno dejar que hable el propio cuerpo, que distingue bien cuándo una tarea me disgusta y me genera malestar y cuándo simplemente me cansa. La biología tiene maneras de mostrar que la razón se está equivocando, y lo hace a través de un lenguaje que no engaña. Un dolor persistente, una lumbalgia, un dolor de cabeza que no para... son síntomas de que algo falla.