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El Hilo de Ariadna II

...y quién quiere navegar, si la tierra es tan hermosa?

Mañana mismo tomo dos aviones para ir a ver a mi familia. Dos vuelos dos. Solamente estaré una semana, pero voy a echar mucho de menos a una persona muy especial para mí: mi chica. Cuando me mira con esos ojillos tan dulces siempre logra arrancarme una sonrisa. Tiene un humor envidiable, y nunca me es difícil hacerle reír. Es muy cariñosa; me encantan sus abrazos y responde muy bien a los míos. Siempre besa como si hiciera siglos que no nos vemos, y ahí vuelve a sacarme una sonrisa. Le gusta escucharme y me gusta oir su voz. Es capaz de emocionarme sólo con sus gestos. Es la chica más bonita del globo. Es...

Creo que mi barco puede quedarse encallado en la roca indefinidamente. Ya ni siquiera me afectan los cantos de sirena; ahora soy yo mismo quien quiere quedarse en tierra y dejar de navegar por aguas enbravecidas, torrentes vacíos, lagunas engañosamente cálidas y demás extensiones de peligrosa agua. Hoy he decidido quedarme en tierra. Hoy... hoy le digo a todo el mundo que, de momento, he encontrado un camino.

El frustrado reposo del guerrero

El frustrado reposo del guerrero

¡Lo conseguimos! Por fin acabamos la página web de la asignatura de Métodos Numéricos, del segundo ciclo de Industriales, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (*respiro, tomo aliento*). Ha sido un trabajo realmente duro. Mi compañero en esta labor y yo hemos aprendido a manejar programas que ni siquiera sabíamos que existían. En cualquier caso, la página ha quedado genial; cuando la alojen en el server de la universidad ya os pasaré la dirección. Ya sabemos que hemos aprobado la asignatura, lo cual es una tranquilidad. El profesor nos dijo que nuestros exámenes eran catastróficos; ya lo sé, pero trabajar y estudiar a la vez no es fácil.

Y ahora que hemos acabado lo último del primer cuatrimestre, empieza el segundo casi sin avisar. Llevan ya una semana impartiendo clase y yo todavía no he podido ni tomarme un respiro. En fin, entre que las clases de alemán las llevo de p**a pena (en realidad, en lo que va de año he ido un día a clase), y que en mi trabajo hay cambios sustanciales, me ha subido el nivel de estrés.

En fin, este guerrero tendrá que ver a su Dama para encontrar paz y sosiego. Voy a envainar mi espada al menos durante... un par de eones.

Cantos de sirena

Cantos de sirena

ReigaR despertó al oir su melodiosa voz. No recordaba cuánto había dormido. ¿Un día entero? ¿quizás dos? No lo sabía. Ni siquiera estaba seguro de conocer a la persona que tenía delante. De repente vió su nave, encallada en unas rocas, y empezó a recordarlo todo.

ReigaR había desviado el rumbo de su navío, en algún momento de la travesía, atraído por los cantos de alguna sirena, y no vió el arrecife que las olas albergaban. Pero eso parecía un recuerdo lejano. -¿Cuánto tiempo llevo aquí?- preguntó ReigaR a la chica. La chica pareció sorprenderse por la pregunta, mas aún así respondió enseguida: -Algo más de dos meses-. No era posible. ¿Dos meses? Dos meses... -Tengo un rumbo que retomar- pensaba -pero aún así... en este lugar no se está mal. Es un lugar tranquilo, y hay de todo para poder vivir-. Ella era lo más misterioso de todo. ReigaR estaba seguro de que la voz que había escuchado el día que su nave encalló era la suya. Ahora él estaba en sus dominios, fuera isla o continente, y sabía que la vida no le iba a dejar muchas oportunidades para elegir.

ReigaR miró su navío y pensó que en un par de días podría repararlo y volver a zarpar. ¿Pero quería ReigaR realmente zarpar? ¿Iba a adentrarse en el embravecido mar aún a sabiendas de que sin cartas de navegación jamás volvería a encontrar el lugar? La chica tomó de la mano a ReigaR, invitándole con la mirada a que se quedase. ReigaR míró al horizonte, y acto seguido volvió su mirada hacia ella. -¿Qué ocurre?- dijo ella. ReigaR respondió: -He tomado una decisión-.

Lo que compre es lo de menos

Lo que compre es lo de menos

Cada vez que me hace falta ir al "hiper" a comprar algo, no me suele entrar pereza; es algo que me gusta. Me explico. Cojo mi coche, voy al Alcampo (no por hacer publicidad, sino porque es lo que tengo más cerca), aparco, y evalúo el número de cosas que tengo que comprar, así como sus volúmenes y masas: Tengo que ver si me hace falta coger un carro. Y les daré un consejo: no fumen y lleven siempre una moneda de cincuenta céntimos en el cenicero (se ahorrarán un quebraderito de cabeza a la hora de pillar uno de esos artilugios con ruedas). Según dicen, los carros tienden a ir a la izquierda, para que la peña se acerque más a las estanterías, pero vamos, es una teoría, porque la verdad es que los carros van a la izquierda, la derecha, o simplemente no ruedan.

Pues nada, pongamos que no nos hace falta carro. Vamos a la sección de informática a comprar la tarrinita de CD's, que ya toca, unas cuchillitas de afeitar... y poco o nada más. Ahora es cuando vas a la sección de bebidas alcoholicas ¿a qué? ¡Pues a qué va a ser! A ver si las promotoras están dando chupitos, y si no, pues te alegras la vista un rato ¿no? Pero vamos, no hemos venido a ver a las promotoras. Vamos a pagar.

¿Cómo elegimos la caja? Normalmente, suele haber la misma cola en todas. O hay poca gente en todas, o todas parecen el estreno de Matrix. Elegimos a la cajera. Y no elegimos a la cajera más despampanante, no. Elegimos la que nos transmita más dulzura. Esperamos la cola y mientras tanto preparamos la mejor sonrisa para dedicarle. Estamos avanzando hacia la casilla de salida, y saldremos como caballeros. Ella apenas te mira, te saluda con un "buenas tardes", o lo que toque decir, y tú le respondes lo mismo, pero esbozando una sonrisa. Y no una sonrisa forzada. Es por esto por lo que debemos previamente buscar la dulzura. Ella, en la mayor parte de los casos, te devuelve una sonrisa más amplia. Una persona sentada viendo tantas malas caras a lo largo del día agradece una sonrisa. Y se la vamos a dar porque se lo merece.

La despedida, igual de dulce. Antes de llegar al coche debes sentirte como si te hubieras comido una tableta de chocolate blanco. Dulzura. Eso busco. Eso doy. A veces puede alegrarte tu peor día, palabra.

Metro de vuelta a casa

Metro de vuelta a casa

El hombre, cuando se enamora, solamente encuentra un camino: de frente. La historia comienza con un chico que quería a su novia como nunca había querido a ninguna otra mujer. Su novia vivía en otra ciudad, muy lejos, así como a más de dos mil kilómetros, pero eso no era mayor problema para él, porque era capaz de asumirlo -todo merecía la pena por ella-. Tras nueve meses juntos, ella no vió futuro a la relación y ella le dejó. Fue terrible. Quedaron en tomarse un tiempo, pero en su fuero interno, él no vió una vuelta a estar juntos. Él aún sigue ahí, planendo ir a verla para hablar cara a cara, como deben hacerse estas cosas, y no por teléfono. Por teléfono se piden pizzas, no se corta con nadie. Pero aún no ha llegado el día. Y él sigue ahí, en la estación llamada 'Esperanza', viendo pasar los convoyes, mirando el reloj, y temiendo tener que montar en el último metro de vuelta a casa.

Es terrible que corten contigo por teléfono. Recuerdo que una vez me lo hicieron, y me resultó algo cercano a la repugnancia. En otra ocasión fue peor, ya que me dejaron un mensaje en el contestador. Una voz llorosa a la que no se le entiende nada (salvo que ya todo se acabó) y que de paso te amarga la mañana. Por favor, si alguna chica quiere tener una relación estable conmigo, absténganse las cobardes.

En fin, volviendo al tema, depués de eso siempre hay alguien que te dice algo así como "no te preocupes, si mujeres hay a montones". Gran error. El hombre no concibe en esos momentos su existencia con otra mujer. Dirá "sí, pero es que yo no quiero a otra mujer". Natural. Cuando vives tanto tiempo en la luz y de repente todo se torna en tinieblas, los ojos tardan en adaptarse y poder ver algo. Paciencia. Paciencia. Paciencia.

Son esos momentos en los que quedas con tanta gente... incluso aquellas personas que hace tiempo que no ves... y sueltas toda la basura que encierras en tu interior, cuando exteriorizas tu decepción y desaprobación de la decisión de tu pareja, y notas como un nudo en tu garganta te solicita agua; el agua que la noche anterior soltaste por tus ojos. Y vas viendo lo buena que puede llegar a ser la gente: te escucha.

Ánimo y suerte, este homenaje es par ti, Jh...

Señales en la noche

Señales en la noche

Sábado, la noche empieza y no tengo plan. Bueno, solamente es cosa de hacer un par de llamadas y ya tengo solución al problema de salir. Hoy tengo muchas ganas de salir, así que si nadie quiere acompañarme, saldré solo. Tras realizar el citado par de llamadas, resuelvo que un chico y una chica serán mi compañía esta noche. Cojo mi viejo Volkswagen, pongo la radio, desenfundo un cigarrillo y conduzco hacia la capital con una sensación extraña y agradable a la vez: una especie de premonición de que la noche será divertida. Necesito que sea divertida.

Entramos en el primer pub de nuestra noche. Reconozco a un chico que conocí en cierta fiesta, así que lo saludo, y poco después me presenta a sus tres amigas. La noche iba bien y estaba bastante cómodo con toda la compañía. De repente, mi mirada se detiene a unos metros sobre una chica que no sé por qué, pero me llama la atención. No es una chica espectacular, no viste de manera extravagante, ni nada raro. Me recuerda a alguien, pero ¿a quién? ¿la conozco? ¡Qué coraje me da cuando me pasa esto de no acordarme! Ella se percata de mi mirada, y yo respondo con una sonrisa a este encuentro. Nada anormal por el momento. Vuelvo a mi realidad (mi compañía) y me dicen que quieren ir a otro pub. Pero el chico y sus tres amigas quieren ir a otro pub diferente. Hora de elegir; odio tener que elegir entre lo correcto y lo que me apetece. Me apetece ir con el chico ese y las tres chicas, pero lo correcto sería ir con el primer chico y la chica. ¿Lo correcto? ¡Pero qué digo! ¡Lo correcto es hacer lo que me apetece!¡Es sábado, joder!

Voy al segundo pub. Las tres chicas son majísimas y el chico parece un tío suave. Me siento cómodo. De repente advierto la presencia de la chica que estaba en el otro pub. Nuestras miradas vuelven a cruzarse. ¡Ya sé a quién me recuerda! ¡Jajajaja! Y yo comiéndome el coco. Se parece a Mira Sorvino. Pero con el pelo castaño. ¡Jajaja! Qué arte. Nuestro encuentro es similar al anterior y hacemos lo mismo: cruzar miradas como dos idiotas.

Salimos la tropa en pos de la conquista de una tercera sala. Nunca había entrado. Una de las chicas conoce al portero y nos ahorramos una cola impresionante. Ya estamos dentro. Esto es enorme. Go-gos, el DJ por ahí enmedio, un chico haciendo malabares con fuego, y muchísima gente. Pero nada era tan impresionante como el hecho de encontrármela por tercera vez. Ahí estaba, hablando con alguien, y esta vez mi mirada no recibió respuesta. "Mírame, mírame", pensé, pero nada, no funcionó. Voy a tener que dejar de creer en las teorías de Shopenhauer. Se fue y no recibí la bendición de su mirada. Pero... ¿tres veces? No, soy demasiado reacio a creer en la casualidad. Es una señal. Tiene que serlo. ¡Voy a tres sitios y la encuentro en los tres! Tengo que ir a por ella y preguntarle su nombre; aún estoy a tiempo. Tres, dos, uno... tiempo. Es igual. A la porra con las señales. Me estoy montando una película que lleva a ninguna parte. Vámonos.

Y fuimos al cuarto sitio. Ahí es donde iba a acabar mi noche y mis tontas teorías. Al menos la compañía era grata, y eso era más importante y real que mis castillos en el aire. Pero... ¡no puede ser! Entra ella y pasa por mi lado, más cerca que en ninguna de las tres veces anteriores. Cuatro sitios que piso y en todos está ella. Como un fantasma. Pero ella es real. Vamos, ReigaR, pregúntale el nombre. ¡Ya! Me acerco, la miro, y antes de que mi boca pudiera formar fonema alguno, ella dijo: "¿tú estabas en el otro pub, verdad?". Claro que estaba, en el primero, en el segundo, y en el tercero, donde también descubrí que ella me había visto pero, según deduzco, no cuando yo la ví. Pero ahora eso no importa. ¡Se va! Impídelo, ReigaR. Las señales te han revelado algo. No le hagas ese feo a las señales, joder. Ya sabes su nombre. ¡Úsalo!

Epílogo: Y lo usé. Me apetecía mucho bailar y lo primero que se me ocurrió fue convidarla a bailar. Aceptó de muy buen grado. No volveré a dudar de las señales. Al menos no de momento. Bailamos hasta el amanecer. Ella y yo solos. La sala estaba llena de gente, pero en ese momento eran todos unos simples monigotes de relleno. Nuestros cuerpos se abrazaban y nuestros labios se rozaban suavemente en las elegantes ocasiones que el baile nos sugería. Después, la llevé a su casa en mi brioso corcel (mi Volkswagen). No sé si volveré a verla... ¿quién sabe lo que el destino me tiene deparado? Pero me llevo algo de todo esto: He reforzado mi fé en las señales.

"Por los frutos conoceréis el árbol"