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Rumbo norte

He vuelto...

He vuelto...

He vuelto, como los fantasmas de Poltergeist, como Terminator, como las golondrinas en primavera y las rebajas en julio. He vuelto. Y lo he hecho porque a veces pasan estas cosas en la vida que son como puntos de inflexión y que marcan inexorablemente, un antes y un después en nuestras vidas. He aquí mi punto de inflexión:
Como bien sabeis, sorteo que se me pone a tiro, sorteo en el que participo. Y me da igual que el premio sea un millón de euros que un lote de papel higiénico (este último, lo gané...). Lo importante, como dice el dicho, es participar. De modo que el jueves participe en el sorteo de entradas para el estreno de una obra de teatro en Metropoli.com. Cooking with Elvis, se llamaba. Pues bien, habeis acertado !Gané dos entradas! Así que Benny y yo nos fuimos el sabado para el teatro. En qué hora, Dios mio!

El argumento iba de una mujer ninfómana y anoréxica que vivía con su hija pequeña, gorda como una vaca y comedora compulsiva, y su marido, un tetraplejico imitador de Elvis que a ratos, sin venir a cuento, se levantaba de la silla de ruedas y se ponía a cantar como un poseso. Entre canción y canción, tanto madre como la hija se acuestan con el panadero de la esquina, que aunque en la historia tiene 29 años, esta representado por un actor que podría ser mi padre.A su vez, el panadero acaba enrrollandose con el padre inválido, que claro no pone inconveniente porque no puede moverse (excepto cuanto canta). En una de estas la hija gorda pilla al panadero dandose el lote con el padre y decide cargarselo y comerselo a pachas con su madre, lo que hace que esta se cure de la anorexia. Por si esto fuera poco, durante toda la representación hablan y tropiezan con una tortuga gigante que se llama Esteban y que también se acaban comiendo en un ataque de hambre de la niña.

Cosas como esta hacen que la gente se haga alcohólica. Nuestra intención el sabado era salir, pero despues de estar dos horas sentados viendo semejante estupidez (que para más inri, estaba mal hecha), nos tomamos un par de cervecitas y a la cama, a intentar olvidar. No sé ni como pudimos dormir. En fin. La naturaleza que es sabia, digo yo.