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Memorias de la Última Narradora

Osos de Trapo

He vuelto a subir al desván. Tenía que dejar una caja llena de cosas viejas que había empaquetado mi tía. Como no tenía nada más que hacer en todo el día he estado explorando de nuevo.
Hoy he encontrado una caja llena de juguetes viejos. La mayoría eran aviones de madera o libros de cuentos llenos de polvo con las hojas desgastadas y los dibujos amrillentos. Pero entre todas esas cosas había un juguete que me llamaba especialmente la atención. Era un pequeño osito de trapo al que solo le quedaba un ojo y que estaba completamente cubierto de polvo. Según le he visto he sbido que le conocía ya de algo. Todavía no he conseguido averiguar de qué, pero seguiré investigando. Por ahora lo he bajado a mi habitación y lo he lavado. Esta tarde iré acomprar algún botón bonito que sirva para reponer el ojo perdido. Después veré si le puede hacer algún otro arreglo para que pueda vivir sobre mi cama sin llamar demasiado la atención.

Dejar Correr el Tiempo

ElArcodelaEstrella


Una vez alguien dijo que si esperas el tiempo suficiente en una esquina de Nueva York, verás pasar el mundo entero ante tus ojos.

Es evidente que Cáceres no es Nueva York, ni mucho menos, pero yo adoro sentarme en las escaleras que suben al Arco de la Estrella y ver pasar este pequeño mundo. En estas tardes de Septiembre, que parece que la humanidad vuelve a despertar tras el letargo que suponen los meses de verano, esta parte de Cáceres se llena de caras de gente que pisa estas piedras por primera vez. De gente que viene para comenzar una nueva vida entre estos muros y los de las lejanas facultades. Y se llena de caras viejas y conocidas de niños y ancianos.
Adoro sentarme en estas interminables escaleras y ver pasar todo este pequeño mundo en las tardes de Septiembre

Mi Tierra

El forastero suele ver a Extremadura, mi tierra, como una tierra estéril y vacía, que muy al contrario de las regiones del Norte, como Asturias o Galicia, no luce un grato tono verde y florido, sino más bien que viste una sequedad amarillenta y pardusca.
Extremadura se ganó su nombre por la dureza de la tierra y lo extremo que antaño resultaba vivir aquí. Hoy en día la gente sólo quiere lo fácil y lo cómodo, y una tierra que en gran parte vive olvidada de la mano de Dios y donde vivir es más difícil que en el resto del país (tanto por su clima, como por diferentes cuestiones sociopolíticas) les parece un lugar horrible y muchas veces despreciable.
La mayoría de la gente se pregunta como es posible que los extremeños amemos tanto esta, nuestra tierra. Y no es que haya un secreto, no es que nos lo metan en la cabeza desde pequeños. Sino que es algo innato. Nuestro amor suele crecer cuando conocemos desde dentro y de corazón lugares que para el resto pasan inadvertidos por el desprecio y el olvido que vierten sobre nuestra tierra.
Y es que no cambiaría una encina de aquí ni por todos los bosques de Asturias. No cambiaría las calles de Cáceres ni por toda la Alhambra. No cambiaría Guadalupe ni por la más hermosa catedral de España. Ni Monfragüe por Doñaana. Ni Mérida por ninguna Roma. Y podría seguir así por mucho tiempo.
Y es que por muy hermosos que sean todos aquellos lugares no les puedo ver con los mismos ojos que veo los de mi tierra. Al igual que es imposible pediros que vosotros veáis estos parajes parduscos y amarillentos como yo los veo.
Pero aún así os invito a que vengáis y comprendáis esta tierra.
Nunca me había emocionado tanto al volver a casa.

Viajes de Vuelta

Malgasto mis últmos días en Praga antes de volver a casa. Cada noche paseo por sus calles silenciosas sacadas de una vieja historia del romanticismo plagada de damas pálidas vestidas con enrevesados trajes negros. Y ésa es la historia que me cuenta aquella ciudad escena y protagonista de tantos sueños y delirios de época pasadas.
Malgasto los últimos días de mi viaje en una ciudad encantadora. Patria de cuentos oscuros y románticos. Es Praga la última escala de mi viaje.
Madrid, París, Bruselas, Brujas, Copenhage, Berlín y al fin Praga.
De vuelta veré de refilón, atravesadas por el tren otras muchas ciudades. Pero ya acaba todo. Espero volver algún día y ver muchas otras tierras.

Echo de menos mi Cáceres. Pronto estaré de vuelta.

París

Madrid


Hola María:

Adoro París. Es un lugar maravilloso. Sus calles poseen algo indescriptible que la convierte en una ciudad única. Y sobre todo adoro Montmartre, donde aún puedes sentir en el aire la inspiración y los sueños de los poetas y los artistas que antaño caminaron por sus calles. París es una ciudad única. La llaman la Ciudad de la Luz, pero yo prefiero verla a oscuras, cuando las noche está cerrada y el silencio inunda sus calles plagadas de historia. Adoro verla de noche a la luz de la Luna y con la Torre Eiffel iluminada con cientos de focos parpadeantes. Ésa es la París que a mí mas me gusta. La París escondida de las noches y no la que vemos cientos y cientos de veces en las películas de Hollywood.

P.D.: Espero que este paquete no tarde mucho en llegar para que no se te estropeen los dulces que te mando en él (esa cajita que va envuelta), a mí me han gustado mucho, aunque no estoy muy segura de qué son. También te mando otras dos sorpresas. La primera es una Torre Eiffel pequeñita, que sé que siempre quisiste tener una. Y la segunda tiene que ver con el pintor de la plaza de Montmartre, que por cierto se llama Jacques. Cuando acudí a la cita para invitarle a un café conseguí convencerle para que me pintase el Sagrado Corazón para tí (éste sí me dejó que se lo pagase).

Espero que te guste todo.

Un Saludo Scherezade

Atardeceres mirando al Mar

LaSirenitaAyer, tras un paso fugaz por Bruselas y Brujas (día y medio entre las dos), llegué a Copenhague. Tras soltar las maletas en el albergue lo primero que hice fue ir a darme un paseo por las calles de la ciudad.
Recordé todos los cuentos de Andersen al caminar por estas calles. Aún hoy me olían a aquellos relatos viejos. Y cuando dí de cara con el mar me encontré con ella. Mirando extasiada al mar que la vio derretirse en sus espumas. Y me senté lo más cerca que pude y ví como se iba el atardecer en su mirada. Esperé allí junto a la sirenita el paso de algunas horas. Y cuando estaba agostada me despedí de ella y volví a caminar por aquellas calles, escenario de tantos cuentos.

Historias de Monmartre

Ya llevo una semana en París. Pero ahora no quiero hablar de la ciudad en sí, sino de lo que me ocurrió esta mañana. Fuí a ver El Sagrado Corazón, siempre me ha encantado, es un lugar precioso, y he decir que no me ha decepcionado cuando lo he visto en realidad. Pero mi historia comienza en un lugar muy poco lejos de allí. En la Plaza que hay justo al lado de la iglesia.
Esa plaza es una de las plazas más representativas de todo Montmartre, plagada de artistas y demás bohemios. Es un sitio encantador. esta mañana mientras esperaba a Jean-Pierre, un amigo que conocí hace algunos años en uno de esos intercambios de estudiantes, me senté en uno de los bancos de la plaza a mirar el trajín de uno de los barrios más románticos del mundo. Cuando llevaba alrededor de un cuarto de hora sentada se me acercó un hombre con un enorme pliego de papel. Tenía una sonrisa encantadora y me enseñó un retrato que me había hecho mientras esperaba.
El retrato estaba hecho con carboncillo y era precioso. Estaba sentada en el banco con un par de enormes bolsas llenas de cosas que me había pedido Jean-Pierre, mirando hacia mi izquierda, con los ojos perdidos en el infinito. Aparte el retrato sirvió para que me diese cuenta de la pinta tan absurda que tenía con la boina que me regaló Jean-Pierre hace un par de días.
Le pregunté al hombre que qué valía, pero me dijo que nada, que era un regalo. Tras discutir con él para que me dejase pagarle algo llegamos al acuerdo que que el Jueves volveré a la plaza y le invitaré a un café a media mañana.
Jean-Pierre se ha reído de mí y dice que me he echado un nuevo novio y que la chica del retrato es mucho más guapa que yo. Yo le he amenazado con quedarme con las pinturas y los pinceles que me pidió que le llevase.
Hoy hace un día precioso en París.
María gracias por hacerme el favor. Espero que te llegue pronto la próxima postal.

Un fuerte abrazo. Scherezade.

Madrid

Madrid


Hay una imagen de Madrid que adoro. Es la imagen que posee según la ves llegando a ella a través del Paseo de Extremadura. Los edificios de la Plaza de España sobresalen por encima de toda la arboleda.
Madrid es una de esas ciudades en las que todo parece que está en su sitio. Una de esas ciudades en las que cuando caminas a través de ella todo parece tan sumamente armónico que no te parece una gran ciudad.
Adoro caminar por la Gran Vía y por todas las calles de la vieja Madrid.
Puede que no sea una de las ciudades más hermosas del mundo, pero posee un encanto oculto que los viandantes preocupados por sus vidas mundanas parecen olvidar. Pero en Madrid cualquier turista atento tienen la impresión de que la cosa más inimaginable puede ocurrir a la vuelta de la esquina.

Antes del Comienzo

Y bueno, ya pronto me marcharé.
Hoy ya he dejado hechas mis maletas y tengo todo preparado para irme mañana a primera hora.
Ahora tengo esa sensación de vacío que se tiene antes de hacer algo nuevo que deseas con toda tu alma, pero que a la vez te da algo de miedo. Sé que por mucho que disrute de mi viaje voy a hechar mucho de menos mi habitación, mi casita, mi desván, y sobre todo, mi Cáceres de siempre.
No va a ser mucho tiempo, pero ahora me da esa sensación de que va a ser un viaje interminable.
Sólo espero que a la vuelta todo me parezca mucho mejor que antes, que es lo que suele pasar cuando pisas tu tierra después de mucho tiempo.

Bien pues esto es una despedida, aunque prometo escribiros siempre que pueda. Y si es posible, mandaros algunas postal

Un tierno abrazo. Scherezade, la Última Narradora

La Doncella Embrujada

En los lejanos tiempos de la reconquista, hubo un tiempo en el que la vieja Cáceres recibió el nombre de Al-Qazires. Cuenta la historia que por aquel entonces la ciudad estaba bajo el dominio de un brujo musulmán y que las batallas por conquistar la ciudad eran largas y cruentas. Los cristianos eran incapaces de tomar la vieja ciudad.
El brujo tenía una hija, cuya belleza era tal que ningún trovador era capaz de acercarse siquiera a los vagos retazos que aún guardan las memorias de las oscuras murallas de Cáceres. Su belleza era triste y en su mirada habitaba una melancolía profunda e inabarcable. Su padre trató de desposarla multitud de veces, pero ella siempre aseguró que no era aún el momento de que se ofreciese su mano, y se negó incluso a los hombres más ricos de todo el Islam.
Pero la verdad era otra muy distinta.
Ya se había enamorado, pero de un capitán cristiano. Ella sabía que su amor era imposible y por ello ambos amantes se veían a escondidas fuera de las murallas de la ciudad. Y su amor se fraguó en los silencios de las noches cerradas. Pero entonces las batallas se intensificaron y la pasión de la guerra se hizo más latente en ambos bandos. Y los amantes debieron de separarse.
Tras muchos meses de espera el capitán cristiano pidió a la princesa mora que se viesen de nuevo, y ella no pudo negarse. Se encontraron de nuevo en las afueras de la ciudad, cobijados por la oscura noche, y fue la última vez que se vieron.
Aquella Noche de San Juan la ciudad cayó bajo el dominio cristiano. La princesa hubo entonces de confesar su pecado, había entregado las llaves de la ciudad a su amante. El brujo fue incapaz de contener su cólera y realizó su venganza sobre su hija.
Muchos quieren contar que la convirtió en una gallina de oro y que sus sirvientas fueron condenadas a ser 12 polluelos de dicho metal y que sólo en la noche de San Juan recuperaba su verdadera forma y huía a través de la calles de Cáceres para que no pudiesen verla llorar por el dolor de su culpa.
Pero el final es muy distinto, y más amargo si cabe. Su padre la ató a los pilares del Aljibe, en la Casa de las Veletas, y la dejó morir lentamente, ahogada. Aún hoy resuenan los lamentos de la vieja princesa en las calles de Al-Qazires. Y sus gritos agonizantes resuenan a través de las aguas del aljibe.

Paseos Nocturnos

CáceresAyer estuve paseando por toda la parte antigua de Cáceres. Era de noche y tronaba, pero necesitaba andar y despejarme un poco las ideas.
He tenido que retrasar todo mi viaje por el cúmulo de acontecimientos de estas últimas semanas. Papeleos, problemas con la casa y uno de mis primos que nos pegó un buen susto. Pero a finde cuentas ya está todo arreglado. Cierto es que las cosas nunca vienen solas.
Ayer decidí darme todo aquel paseo para despejarme, para pisar por fin tranquilamente de nuevo todas las piedras de la cidad vieja. Cáceres es una ciudad encantadora, que enamora por sus calles y por sus noches oscuras. Cuando andas a solas entre sus empinadas cuestas y algunas de sus angostas callejuelas podrías soñar que eres parte de toda la historia de una ciudad de fronteras de la época de la reconquista. Puedes sentir la historia escrita en cada una de las piedras de una ciudad que en toda ella es un monumento.
Yo anoche, mientras andaba por la vieja Cáceres bajo la lluvia y los relámpagos que iluminaban el cielo, soñé que era una dama de las historias de antaño. Soñé que sobre mí narrarían historias por siglos y siglos. Soñé que era la protagonista de miles de leyendas que cuentan de esta ciudad. Soñé que yo había vivido los relatos que acontecieron dentro de sus murallas. Soñé que pasadas tantas vidas eran mis labios los que las relataban.

Un Rincón de Recuerdos

Ayer subí al desván. Era muy pronto por la mañana. Mi tía aún estaba durmiendo y yo había hecho un poco de café. Abrí la ventana y me senté en el marco con la taza cogida entre las manos dejando que la brisa matinal meciese el olor a café recién hecho por toda la habitación.
Hace siglos que no limpiamos el desván y ahora está lleno de polvo. Pero a mí me gusta que esté así. Es como tienen que ser los desvanes, desordenados y llenos de cosas antuísimas y polvorientas, pero llenas de pequeños momentos de los de antes.
No sé cuanto tiempo pasé sentada en la ventana, mirando como las nubes desgarraban el cielo azul. Supongo que cuando me vaya echaré de menos estas cosas, pero no puedo dejar mi viaje atrás por ellas. Adoro la ventana del desván.

Después de que sonasen las campanas de la iglesia volví al mundo real. Un pequeña hoja se coló por la ventana y sobrevoló la habitación hasta ir a para a una pequeña caja de cartón.La seguí con la mirada hasta que se detuvo. Entonces me levanté y me acerqué a la caja. Dejé la taza de café ya casi vacía sobre una viejita y endeble mesa de madera oscura y carcomida, cogí la hojita y la miré por un instante. Luego miré la caja y la abrí.
Dentro había un montón de papeles viejos y amarillentos. Comencé a revolverlos y ver que eran. Principalmente había algunos recordatorios de comunión de los hermanos de mi abuela y algunas fotos muy viejas. Entre todo aquello encontré el libro de familia de mis abuelos. En las primeras páginas estaban grapadas una foto de mi abuelo y otra de mi abuela.
Mi abuelo tenía una cara fuerte, de hombre muy respetable, pero su gesto era amable y casi estaba riéndose en la foto. Mi abuela tenía esa expresión de ilusión por vivir, y esos ojos iluminados. Estoy segura de que estaba mirando a mi abuelo cuando se echó la foto, sólo podía tener la mirada así por eso.
Ella era muy guapa. He buscado más fotos suyas, pero sólo he encontrado fotos muy muy viejas de gente que no reconozco. Pero hay más cajas. Este rincón del desván nunca lo había explorado, pero ahora tendré que volver a hacerlo. Las fotos tienen colores ya muy desgastados, y me encanta verlas así, casi irreales.
Guardé todo de nuevo en la caja. Pero el libro de familia me lo he quedado, y he metido la pequeña hojita dentro. A fin de cuentas ha sido ella la que me ha guiado hasta el rincón más escondido del dasván, aquél que yo nunca había explorado.

Lágrimas

Desde hace varios, bastantes diría yo ya, vivo en casa de mi tía en Cáceres. Ella me ha cuidado como una madre desde que mis padres se mataran en un accidente hace siete años. Todavía recuerdo todo lo que lloré entonces, cuando por fin me dí cuenta de que se habían marchado.
Han pasado muchas cosas en mi vida. Han pasado muchas cosas en la vida de todo el mundo. A veces las cosas vienen bien y a veces la vida te arranca algunas de las cosas que más quieres en el momento en que menos te lo esparas. La vida es eso, es saber llorar, pero también saber reír. Por mucho que duelan las cosas, siempre llega un momento en que te sobrepones, no olvidas, pero sí puedes seguir adelante.

Pero yo no quería hablar de todo esto ahora.

Como decía, llevo viviendo con mi tía desde hace ya algunos años. Ella siempre me ha enseñado a crecer y a vivir disfrutando mi vida. Yo siempre he sido un espíritu nómada, ansioso de ver el mundo y de conocer todo aquello que se extendía más allá de la polvorienta ventana del desván. Y ahora voy a hacerlo. He conseguido convencer a mi tía de que me deje ver Europa, al menos. En algo más de una semana haré las maletas y cogeré un tren sin ningún destino aparente, yo adoro viajar así, y me marcharé.
Sé que a veces mi vida parece escrita como un doloroso cuento de hadas. Por eso siempre me identifiqué tanto con Scherezade, y ahora podré vivir mi propia aventura y volver cargada a mi viejo palacio con muchísimos nuevos relatos.
No espero encontrar la felicidad en mi viaje. Sólo espero descubrir la vida. Y ya sé que está hecha de ilusión y lágrimas.

Punto de Partida

Las cosas, incluso las más nimias historias, comienzan siempre por alguna razón. Ésta, mi historia, el pequeño cuento de mi vida tiene su punto de partida en el pequeño café irlandés de Navalmoral. Ayer estábamos sentados en sus grandes bancos de madera Héctor y yo. Ha´cía muchísimo que no nos veíamos, y estuvimos hablando durante horas.
Las cosas han cambiado tanto en los últimos años. A veces cuando ahora miro hacia atrás me parece todo tan lejano, y las imágenes vienen a mi recuerdo con un sabor añejo, como de un pasado borroso, y a veces, incluso ajeno.
Seguramente no volvamos a vernos en mucho tiempo, pero le prometí que seguiría sabiendo de mí, que por muy lejos que estuviera ahora seguiría cerca en su memoria. Y ése es el comienzo de mi historia. Ésa es la razón de todo esto. No más que un poco de su ayuda en el diseño y algo de hueco en su espacio web.
Y mis palabras.
Pronto me marcharé lejos, sola. Pero antes de partir a mi largo viaje escucharé algunos cuentos, y narraré otros tantos.
Ahora soy Scherezade, la última narradora.