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Cartas desde el Gulag

DINOSAURIOS

[Música de Fondo: "Californication", de Red Hot Chili Peppers]

La gasolina está ya casi a un euro el litro. Joder, manda cojones. A este paso (ojalá) volveremos a las bicicletas y los patinetes, o a los largos paseos del brazo de bellas señoritas que portan coquetas sombrillas. ¿Por qué no? Siempre he dicho que si la naturaleza hubiese querido que nos moviésemos por carreteras nos habría dotado de ruedas en lugar de pies. Lo que ocurre es que nos hemos vuelto cómodos, y ya no sabemos ir a ningún sitio si no es dentro de un automóvil.

No es mi caso: tengo treinta y tantos y todavía no me he sacado el carné de conducir.

Es casi una declaración vital. Procuro ir andando a todos los sitios dentro de mi ciudad, bueno para mi corazón y para mi mente. Si tengo que desplazarme a otra urbe pillo el transporte público. En este sentido, soy más ecologista que los de Greenpeace, aunque no comparta muchos de sus métodos. Es que, sencillamente, me joden las dependencias. Me gusta pensar que soy un espíritu libre (una falacia: en el momento que entras en el mercado laboral pasas a ser un esclavo del sistema), que conservo un rasgo de antigua humanidad que me hace disfrutar de los paisajes y de los entornos, sin estar obligado a contemplarlos a través de un cristal, difuminados por la velocidad.

A pesar de todo lo anterior, respeto profundamente otras filosofías, ahora constreñidas por las cotizaciones del crudo Brent y todo ese tipo de idioteces impuestas por ese juego de adultos gilipollas que es la Bolsa, corolario último de este Metacapitalismo inhumano que nos gobierna ("malos tiempos para la lírica", decían los Golpes Bajos a principios de los 80). La gente está agobiada, sus vehículos pasan hambre, las pobres petroleras ganan menos, dignas de pena, por eso tienen que subir los precios del proletario-consumidor que, en última instancia, jamás de se entera de la verdadera causa de la subida.

Porque esa partida se juega en esferas muy alejadas de nuestro universo. Mueven fichas aquí y allá, incluso usando las matemáticas del caos (flujos entrópicos y esas cosas) para calcular las tendencias que hay que imponer a fin de que sus futuros beneficios cuadren. Bush Jr., que no es más que un títere descerebrado de poderes mucho más astutos que él, comenzó su guerra como una especie de pistoletazo de salida para la carrera petrolífera, creyendo que iba a controlar los pozos (ingenuo como todos los que no tienen una sólida preparación humanistica para afrontar la ostentación de poder), sin saber que le estaban dando la misma coba que al resto de la humanidad. Como propina cosecha muertos y caos, lo cual no es algo que deba tomarse a la ligera ni permitirse bajo ningún concepto. El Amo de Títeres que gobernaba sus hilos ha cortado éstos de repente, sin previo aviso, y ahora todos pagamos las consecuencias: en el precio del carburante y en la cantidad de cadáveres que surgen a nuestro alrededor.

Pero no nos engañemos, la culpa de todo esto es de los dinosaurios: ¿a quién se le ocurre morirse en las ciénagas hace millones de años para que las presiones tectónicas acaben convirtiendo tu cadáver y el de tus congéneres en inmensas masas de restos fósiles en estado líquido que los primates de la superficie acabarán usando como fuente de energía?

A nadie, señoras y señores, a nadie. Por eso se extinguieron.

Saludos desde el gulag.

YO Y TÚ SON SÓLO PRONOMBRES

[Música de Fondo: "Pet Sematary", de The Ramones]

¿Por qué junto letras? ¿Hay alguna razón especial? Para mí sí: es como una adicción descontrolada, como una droga oscura e intangible que no te deja respirar en paz hasta que has soltado tu dosis de ideas sobre las teclas (o el papel, el libro de los gustos está en blanco). En este sentido, estarán de acuerdo conmigo en que se trata de una dependencia extraña: en lugar de entrar, la sustancia trata de salir.

Últimamente observo que hay mucha, mucha gente que lo hace, que siente esa compulsión. Para eso llegaron las bitácoras, supongo, para liberar los demonios mentales de una gran cantidad de seres humanos. Bienvenidas sean. Ahora te paseas por ese universo extraño que es la Red y te das cuenta de que, después de todo, no estás tan loco como pìensas, o de que tus problemas no son tan graves como creías. Los de nuestras generación estamos viviendo una experiencia catárquica de consecuencias inimaginables. Nuestra descendencia vivirá en un mundo donde la comunicación plena en tiempo real estará a la orden del día. Veremos qué resulta de ello.

Leemos, escribimos, abosrbemos, escupimos... Qué bonito juego, aunque sea antiguo. En realidad, no hemos descubierto nada. Ya en el siglo XVIII a la gente le daba por intercambiar correspondencia sobre temas banales y mundanos, por el simple placer de escribir, de comunicarse, de no sentirse aislado en el mundo de las ideas. Ahora simplemente vivimos un renacimiento de esa tendencia, con la desventaja de que nos privamos de olores y texturas, del fuerte olor a tinta, de la estética del trazo de la pluma... Bueno, todo se andará.

Sigamos, pues, escribiendo, intercambiando esos sustratos de nuestro cerebro que antes tanto temíamos mostrar al público. Creo que le está haciendo mucho bien a nuestra sociedad que tendía al ostracismo.

Y no caigamos en pajas mentales: dejemos el estilo y la corrección para los estudiosos. Los bloggers son gente sencilla.

Por muchos años, espero.

EL CALOR DEL HOGAR

[Música de fondo: "Close to the Edge", de Yes]

Por fin, he vuelto. A mi casa y a esta bitácora. Después de casi dos meses de idas y venidas, tribunales de oposiciones (he sido juez por primera vez en mi vida), atascos de carretera, extranjeros ahumados color cangrejo, ensaladas a 6 € en platos de duralex... Qué sufrimiento el del verano.

Nuestra sociedad tiene una ligera tendencia al masoquismo, ¿no creen? Trabajamos como mulas durante el invierno para poder hacinarnos a gusto durante el verano. Por mucho que lo miro y lo remiro, lo desmenuzo, lo estudio, no logro comprender el concepto actual de veraneo. Lo que es por mí, anularía esa etiqueta del vocabulario y la reemplazaría por “calvario”. ¿Hay alguien que descanse durante estas fechas? ¿De verdad? Escríbanme un comentario, por favor, porque temo que me estoy volviendo loco.

Quizá todo se reduce a que el prisma desde el que lo miro esté tintado por los números rojos de la tarjeta de crédito, por la falta de efectivo para coger un avión (en primera clase), meter a toda la familia, y llegar a una isla paradisíaca donde no se vea un alma en quinientos metros a la redonda, donde la gente no te meta el sobaco en la boca con tal de pillar la última botella de leche de la estantería del diezmado súper, donde no tengas que aguntar una cola de cuarenta y cinco minutos para poder ofrecerles a tus hijos una triste pizza requemada (que luego te cobran a precio de ostras indonesias)... En fin, qué les voy a contar.

He vuelto, y eso es lo importante. Supongo que poco a poco iré recobrando la cordura

EL AMOR CONSIDERADO COMO UNA INTEGRAL INDEFINIDA

[Música de Fondo: "Left Outside Alone", de Anastacia]

QUE EL AMOR PUEDE TENER raíces cuánticas es algo que los científicos ya han comenzado a sospechar. Cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos de las corrientes de pensamiento matemático de los últimos tiempos, podrá entrever sin demasiado esfuerzo que las relaciones amatorias humanas, esa chispa misteriosa que hacen que nos atraigan unos y no otros de nuestros congéneres, acabará por ser demostrada aplicando las ecuaciones de la ciencia llamada Caos.

Porque me concederán que todo este asunto de los emparejamientos es francamente caótico, incluso desde el punto de vista de los fundamentos biológicos de la conducta.

Nos dicen que enamorarse no es más que el resultado de un intercambio de feromonas, que es lo mismo que decir que caemos rendidos ante un olor, no ante unos ojos, unas tetas, o una línea de pensamiento afín (mis lectoras pueden colocar aquí sus referencias inversas: yo no me atrevo a intentar dar en la diana de las verdaderas preferencias femeninas). Pues qué bien, nos ha jodido... Tanto cuento, tanto poema, tanta literatura, para al final darnos cuenta de que somos tan animales como el puñetero perro de mi vecino que le huele el culo a las perras para averiguar cuál es la que le mola. Muy bonito, pero que muy bonito. Y lo malo es que es verdad. Yo mismo doy fe del poder hipnótico del olor de una mujer, y es evidente que a ellas les pasa lo mismo, sólo que lo manifiestan más abiertamente, porque los hombres-hombres que pueblan este país antes llamado España nunca reconocerían que caen a los pies de una peil tersa, fresca, que huele a aurora de la mañana, a rocío entre la niebla, a la brisa del mar en las playas del Atlántico... No, aquí son pechos y nalgas los que se llevan la palma. O eso es lo que pretenden vendernos.

Muy bien. Otro mito al garete. Los románticos tendremos que dejar de serlo, y abandonar la idea de atrapar la luna con una red de versos para entregársela a nuestra amada... apartar la guitarra de nuestros dedos encallados, renunciar a la idea de rasgar notas que atraviesen el alma, porque el alma no es más que un corolario de la Eduación de Schrödinger o del Principio de Incertidumbre de Heisenberg... tendremos que echar a un lado nuestras lágrimas, porque el H2O meclado con ClNa ya no lava la amargura de un sentimiento no correspondido...

La ciencia es buena, pero a veces es una hijadeputa. Habría ciertas cuestiones que sería mejor no investigar, usar el dineral destinado a investigaciones sin sentido para hallar la vacuna contra el SIDA, desterrar el cáncer de la historia humana, o conseguir nanofraguas que alimentasen a todas las criaturas que, en este mismo momento, están muriendo de hambre en el hemisferio sur.

Y que dejasen tranquilo al amor, por dios (que no es más que otro fenómeno cuántico, pero ya hablaré de ello en otra ocasión).

Saludos desde el gulag.

CUENTOS ALFABÉTICOS -- A --

[Música de Fondo: "Jesucristo García", de Extremoduro]

ATENCIÓN DIVERGENTE

Ella andaba por la calle con la donosura típica de las mujeres liberadas, esas que, de verdad, están por encima del bien y del mal. Era como si su cuerpo fuera diciendo: "Esto es lo que hay, compañeros y compañeras, al que no le guste que no mire". Al menos, esa fue la impresión que le dio a Miguel, que se quedó embelesado siguiendo su trayectoria. Casi sintió que sus ojos se quedaban pegados a aquellas curvas peligrosas que se cimbreaban como juncos bajo el envite del frío viento de invierno. Luego Miguel sacudió la cabeza, espantando fantasmas, y siguió a lo suyo, que en aquel momento era atender las demandas de un tipo que quería abrir una cuenta vivienda con tales y cuales intereses.

Su mirada volvió hacia el cliente (bajito, calvo, rezumando mala leche como si Miguel fuese el dueño de aquel banco), pero su mente siguió revoloteando en torno a aquellas caderas, a aquellas columnas marmoréas que se despeñaban hasta el suelo... La visión le dio un impulso diferente a aquel instante atrapado en mitad de una mañana monótona. ¿Qué estaba haciendo allí, perdiéndose el sol de primavera, el canto de los pájaros, la brisa cargada de aromas de flores? Miguel tuvo una revelación. Se levantó de un salto, se aflojó el nudo de la corbata y rodeó la mesa llena de papeles, tirándolos sobre el piso en una lluvia de celulosa. Salió del banco, bao el fuego cruzado de las miradas de sus jefes y las quejas rechinantes del calvo con cara de amargado. Oteó el horizonte a ambos lados, localizó a la chica en su punto de mira y corrió hasta ella. Ella se mostró sorprendida al verle aparecer. Miguel dibujó su mejor sonrisa y dijo:

--¿No serás un ángel que ha venido a salvarme?

Ella se rió a carcajadas, le miró de arriba a abajo, y, tomando su mano, respondió:

--Sí.

COLESTEROL EXPRESS

[Música de Fondo: "Nevermore", de Alan Parson's Project]

AUNQUE PAREZCA EXTRAÑO, en los últimos tiempos se están recogiendo pruebas fehacientes de que hay vida inteligente en los Estados Unidos de América. Primero fue Michael Moore, que incluso llegó a ganar un óscar con Bowling for Columbine, sátira feroz sobre las políticas de autodefensa de la sociedad norteamericana. Luego vino, del mismo autor, el excelente documental Farenheit 9/11, una crítica desgarrada en forma de docudrama veraz y preciso sobre los tejemanejes de los Bushes, padre e hijos, demostrando el pucherazo de las últimas elecciones presdienciales y exhibiendo sus contactos reales y contrastados con la familia Ben Laden. Esta última película ha sido prohibida en todo el territorio estadounidense, con la vana esperanza de que los gringos que aún mantienen neuronas operativas no posen sus ojos y oídos sobre él, no vaya a ser que les dé por pensar más de la cuenta. Vean, típica medida imbécil de Jorgito Bush; este hombre no quiero darse cuenta de que el poder de la Red es imparable.

Por si al sistema no le crecieran ya suficientes enanos, surge ahora un nuevo cortometraje que atenta contra una de las vacas sagradas del estilo de vida americano: las cadenas de comida rápida. Se trata del absolutamente transgresor Super-Size-Me, cuya traducción (tomándose bastantes libertades) podría ser algo así como: "Cébame como a un cerdo". Se trata de una experiencia real, grabada de forma exhaustiva, protagonizada por el propio director. Durante3 treinta días, el tipo en cuestión desayunó, almorzó, y cenó en un McDonald's, pidiendo siempre los menús supuestamente sanos y equilibrados de la carta, ajustados a las necesidades calóricas para una correcta nutrición (?). A la vez, un equipo médico controlaba diariamente los cambios que se producían en su organismo, avalado por un notario que levantaba acta de las sesiones. Transcurridos veinte días, los doctores aconsejaron a este kamikaze de la dieta que interrumpiese el experimento, ya que su salud estaba en serio peligro. No lo hizo. Completó el período de treinta días de autocastigo nutritivo. Resultado: engordó casi catorce kilos y sus niveles de colesterol y triglicéridos alcanzaron cotas próximas al envenenamiento. El colega se encuentra bien en estos momentos, después de someterse a un intenso proceso de desintoxicación y de prometer que no volvería a pisar un burguer en lo que le queda de vida. Como podéis suponer, la documentación de un hecho del que todos tenían constancia pero contra el que nadie se atrevía a alzarse, en un país donde casi el 40% de la población padece graves problemas de ob(s)esidad, ha supuesto una verdadera bomba.

He puesto la mula en búsqueda porque quiero ver ese documental, y me gustaría que todo el mundo lo hiciera. Quiero que, de una vez por todas, dejen de atentar contra nuestra cultura culinaria; quiero que paguen indemnizaciones millonarias por convertir en desgraciados a miles de jóvenes en todo el mundo. Es un sueño, claro. Luchar contra un fenómeno social es muy difícil. ¿Qué se puede esperar de un país que todavía no cree que los efectos perniciosos del tabaco estén plenamente demostrados?

Las tetas, eso sí, son muy peligrosas.

Saludos desde el gulag.

EL FINAL DE LAS OVEJAS ERRABUNDAS

[Música de Fondo: "(Sittin' on) The Dock of the Bay", de Ottis Redding]

IGUAL ES QUE NO me he explicado con suficiente claridad: estoy harto de todos los gilipollas que me rodean. Que no se me malinterprete, mi afirmación no es un silogismo categórico, y no quiere decir que todos los que me rodean sean gilipollas, es sólo que la sociedad actual parece primar la falta de cerebro como un rasgo distintivo del liderazgo.

A ver, ¿cuántos de vosotros tenéis un jefe francamente idiota? Vale, vale, bajad ese bosque de manos. Con lo cual queda confirmada mi teoría, por supuesto. La ley es simple: la cantidad de neuronas de un individuo (o individua, que de todo hay) es inversamente proporcional al puesto que ocupa en la escala de mando. No me preguntéis por qué, quizá Van Doren con su preclara mente sea capaz de hacer un estudio sociológico comparativo, pero no es mi caso. La deducción que hago es fruto de años y años de observación directa en todo tipo de quehaceres, podría llamarse un trabajo de campo, y he visto cómo mis sospechas se confirmaban ampliamente.

¿Cuántas veces os han obligado a hacer algo de una forma obviamente estúpida sin atender a vuestras opiniones de que hay otra manera mucho más rápida para llevarla a cabo? ¿Cuántas veces habéis repetido el mismo informe porque a tal o cual jefecillo de medio pelo no le gustaba “el enfoque”, o “el estilo”, o “la estructura” (como si ellos supiesen el significado de los citados conceptos)? ¿Cuántas veces habéis tenido que reparar los fallos que ellos mismos han cometido, pero cuyas culpas recaen sobre ti?

Yo digo que ya basta. Proletarios del mundo, exijamos un urgente lavado de cerebro en los cuadros de mando, políticos inclusive, para que los rebaños de obreros sufridores podamos desempañar nuestros trabajos con un mínimo de dignidad. O, mejor aún, hagamos que los sueldos de los prebostes que rigen nuestros destinos sean divididos a partes iguales entre sus subordinados si no son capaces de pasar al menos uno de los sicotécnicos que nosotros sí tenemos que hacer para acceder a uno de esos trabajos de mierda que llenan los escaparates de las empresas de trabajo temporal.

Que ya está bien, hombres y mujeres, que ya está bien.

Saludos desde el gulag.

AL CALOR DEL AMOR EN UN BAR

[Música de fondo: "Cocaine", versión de Eric Clapton]

NO ES NADA DIFÍCIL convertir una antiguo tugurio frecuentado por pensionistas en una moderna cafetería de lo más “in”. Como primera medida, se procede a coger a los vejestorios por la parte superior de sus guayaberas y luego se les da una patada en el culo, de manera que aterricen en la acera, donde no molesten mucho. Luego se tiran unos cuantos tabiques, se les pega una mano de pintura de color “modelno” (en tonos pastel, pero de los que hieren la vista), y se colocan estanterías al vuelo llenas de cachivaches sin sentido de esos que nadie saber lo que son en realidad, aunque visten mucho y dan caché. Seguidamente se procede a dar la jubilación anticipada al antiguo equipo de camareros envejecidos y decrépitos, sustituyéndolos por un batallón de chicas muy monas vestidas con un uniforme corto de generoso escote (es recomendable, eso sí, incluir a un par de homosexuales, por aquello de los cupos). Como guinda para el pastel, se contrata a un cocinero de la nouveau cuisine para que confeccione aperitivos intragables pero de indudable contenido estetico. Y ya está, ahora podemos quitar el horroroso cartel de Bar Eusebio, y sustituirlo por otro de neones pálidos que se llame, un ejemplo, DuGaston’s, o Cherie Lulu, o Transvaal Experience.

También hay que hacer una presentación en sociedad, por supuesto. Tendremos que elegir con cuidado los asistentes a la inauguración. Serán preferibles niños bien con polito Chemilacó y niñas monas vestidas de Mango o Cortefiel. Borjamaris, Damianes, Pepemas, Mariajos, Sandras, Nurias... Ya me entienden, pieles tostadas por los rayos UVA, muñecas con tendinitis a causa del Paddle... Pero no se cierren a la presencia de un par de barbudos intelectuales: los de su calaña son grandes aficionados al alcohol, y pueden aumentar sus beneficios sin dar demasiado la lata. No hay ni que decir que el evento estará amenizado por un trío de músicos marginales, con chica delgaducha incluída, que entonarán baladas insoportables pero muy modernas. Se servirá un catering con los delicatessen de su cocina, a base de pequeñas cagarrutas de fuá y vegetales orientales. Las croquetas están prohibidas, y la razón es que parecen provocar ataques de gula en los comensales. Es preferible que los platos queden llenos, por motivos evidentes.

Una vez asegurada la insigne clientela, ¿qué hacemos? La respuesta es obvia: nada, todo seguirá en marcha por sí mismo. Es el momento de retirarnos para atesorar beneficios mientras contribuímos al desarrollo de las futuras generaciones de este país antes llamado España. Ciudadanos limpios, bellos, aseados, y sin criterio. Es lo que necsitan los bancos, ustedes me comprenden, gente que se trague sus bolos con alegría y buen humor, sin protestar, que es un signo inequívoco de mal gusto y pésima educación.

Saludos desde el gulag.

AMARGOS RECUERDOS

[Música de fondo: "Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor", de Borodin, interpretado por el coro de bellas katyuskas rurales del koljós del norte...]

Hoy nieva como si dios estuviera sacudiéndose la caspa de los hombros. Aquí en mi celda solitaria, apenas compartida con otros veinte desgraciados, garabateo mis ideas sobre unos pedazos de papel higiénico usado. Los recuerdos vienen a mí, atropellados, como los golpes de Pyotr y Yevgeny, los guardias armenios que se encargan de mantenernos en calor. Echo de menos tantas cosas, tantas... Pero sobre todas ellas, incluso por encima de mi osito de peluche, la imagen de Natasha se alza sobre todas las demás. Natasha, mi amor, mi delirio, mi perdición... ¿dónde estarás ahora? ¿Yacerás en la cama de algún preboste de las altas esferas de Moscú? ¿Te habrán obligado a satisfacer sus instintos más bajos y rastreros? ¿Quizá seas la esclava sexual de alguna matrona uzbekistana? ¿Acaso habrás acabado en las casas del placer de Murmansk, allá donde Pedro el Grande perdió el gorro..? Natasha, mi pobre Natasha, apartada de mis brazos por el destino cruel. Aún recuerdo cómo introducías tus delicados dedos en mis globos oculares, cómo mordías la punta de mi lengua cuando intentaba besarte, cómo hundías la afilada puntera de tu botín de cabritillo en mi escroto dolorido... Y todo para demostrar tu afecto y tu abnegación.

Natasha, secuestrada por los soldados cosacos allá en nuestro palacete a orillas del Volga, donde vivíamos felices con mis padres y Nicolai, el bello jardinero bieloruso. No teníamos jardín, pero Natasha aducía que sería un verguenza dejar en el paro a un chico tan bien dotado como Nicolai. Así era Natasha, siempre atenta, siempre dispuesta a hacer lo que fuera por los más necesitados... Como aquella tarde, por ejemplo, en que accedí al establo para enjaezar a mi montura y los pillé a ambos desnudos en mitad de la paja. El pobre Nicolai se había quedado sin ropas, tras ser asaltado por unos malévolos bandidos ucranianos, y ella, ni corta ni perezosa, se había despojado de las suyas para cubrir su musculoso cuerpo antes de que pillase un resfriado.

Natasha... ¿Cuánto dolor puede sufrir un hombre? Aquí en el gulag, apartado de la corte y de la francachela de la alta sociedad, sin saber si vives o mueres, mi alma se angustia cada segundo. Mis compañeros de celda, mientras hacen cola para abusar de mí, tratan de consolarme con animosos golpes en las corvas, o con pellizcos de comprensión en las orejas.

El papel higiénico se acaba, entre mancha y mancha de dudosa procedencia. Tendré que esperar al próximo caso de disenteria para poder seguir con estas memorias. No tengo prisa; aquí el tiempo casi no tiene sentido.

Saludos desde el gulag.