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Thianna

Recta final

Mil fragmentos. Mil almas... Mil veces mil nombres. A oidos de cualquiera las voces sólo entonaban cantos sin sentido, galimatías incomprensibles que se alzaban desde el cónclave reunido en la sala del antiguo templo.

Las retorcidas columnas que sostenían la bóveda parecían mirar hacia abajo, hacia los cantores. Cada pliegue de la roca parecía mecerse al incomprensible ritmo. Durante miles de años nada había perturbado el descanso del impío edificio, y ahora este parecía disfrutar de la presencia de sus visitantes.

La figura de aquel a quien estaba consagrado el templo, presidiendo la sala, observaba atentamente con sus pétreos ojos. Su indefinido cuerpo se extendía por las paredes, indistinguible del resto de la barroca decoración, como abrazando a los cantores y escuchando con deleite su extraña cacofonía. Su sueño milenario estaba a punto de finalizar.

Fila tras fila se extendían a sus pies formando un hemiciclo que abarcaba toda la sala. Cada pequeño pedestal sobre el que se sentaban estaba unido a otro y a otro y a otro hasta converger en un único altar frente a la figura. Cada linea seguía su propio camino, formando sinuosas figuras sobre el suelo hasta llegar a los cantores de la última fila, sentados junto a la pared.

Tras estos, observando su obra en silencio, el maestro de ceremonias caminaba siguiendo el perímetro de la sala, mientras miraba fugazmente los múltiples ojos de su señor y que pronto se abrirían para mostrarle un nuevo mundo.

Habían pasado décadas desde que recibió de su padre la primera tablilla. Qué ciego estaba aquel anciano erudito. Años y años de su vida desperdiciados tratando de comprender algo que su hijo apenas tardó unos segundos en asimilar. La llamada fue tan fuerte cuando rozó la pulida superficie cubierta de aquella extraña escritura que se quedó sin aliento y su respiración se detuvo durante un instante.

El triste viejo no llegó a saber que la aparente congoja de su hijo poco tenía que ver con su inminente muerte. Una vida desaparecía y una nueva, renovada y visionaria, despertaba en pos de una misión. Décadas buscando una por una las demás tablillas, reuniendo indicios y encajando piezas.

Luego tuvo que encontrar el origen, el hogar donde descansaba aquel que se le había revelado y le había guiado mundo tras mundo recuperando cada eslabón de la cadena. Las puertas se abrieron como reconociendo el regreso de un hijo pródigo.

Por último tuvo que reunir a los cantores. Cada uno fue cuidadosamente seleccionado. El estigma que generación tras generación había pasado de padres a hijos le permitió reconocer a aquellos que debían interpretar su obra y traerlos al templo. Cada uno fue aleccionado para llevar a cabo su papel.

Ahora todos estaban aquí, entonando la canción y alimentando con cada nota, cada sonido y vibración de su garganta el regreso de El Que Espera con la promesa de formar parte de algo más grande que ellos mismos.

Algunos, los más débiles, comenzaban a mostrar las consecuencias de sus cánticos. Una mujer apenas a un par de pasos del director que orquestaba la cacofonía había perdido ya sus ojos, los cuales yacían a medio descomponer en el suelo en un pequeño charco de pus y sangre. A pesar de que sus cuencas estaban vacías la mujer seguía leyendo.

Las marcas que cubrían ya casi la mitad del cuerpo se desplazaban lentamente a través de la piel desde la tablilla a través de los dedos, en busca de su lugar, reescribiéndose y organizándose con cada nueva linea de texto entonada por los resecos labios de la mujer.

Al mismo tiempo la tablilla se oscurecía, apagándose mientras cada palabra entonada desaparecía de su superficie para unirse a sus compañeras sobre la piel de la mujer. Sólo unas manchas de sangre oscura bajo sus dedos descarnados iban quedando ya como única prueba de que algo hubo escrito sobre la piedra.

El niño a su derecha, obviamente más débil, no era más que un reseco saco de huesos y sólo el movimiento de su boca denotaba que algo de vida quedaba en él. Sin embargo su voz continuaba sonando igual que en un principio, clara y segura de sí misma, decidida a llevar a cabo su misión hasta su inevitable fin.

Más allá un robusto joven sujetaba extasiado otra tablilla, cantando con fuerza los compases de la partitura que le correspondían mientras las palabras se escurrían de la tablilla hacia su piel. Él también se convertiría en una carcasa sin vida, pero no importaba. Entonaría su canción hasta el final.

Levantando la vista el director contempló su obra. Un alma tras otra, fila tras fila, tablilla tras tablilla, se desplegaban ante él con un único objetivo. Terminar el cántico y pronunciar todos los nombres de El Que Espera.

"Pronto, pronto acabará todo", pensó el director, satisfecho. "No, no acabará", se corrigió. "Es un nuevo comienzo", se dijo orgulloso de la caótica sinfonía que sus ’músicos’ estaban interpretando. Mientras tanto, sobre su cabeza, más allá de donde podían llegar los sonidos de su obra, otros actores, esta vez involuntarios, entraban en escena.

(...)

Athareas no dijo nada cuando llegaron al sistema. Las dos fragatas Ëaressi, ocultas por sus campos de camuflaje, se mantuvieron a distancia de la enorme flota que acompañaba al Justicia del Tau’Va. Sospechaban que podían ser detectados. Al fin y al cabo esa nave monstruosa debería tener unos sensores acordes con su tamaño.

En cualquier caso eso ya no importaba. Se limitarían a observar. Esa era la parte fácil del plan. La difícil llegó varias horas más tarde desde el otro extremo del sistema en la forma del Kor Run’Al emergiendo al espacio real y dirigiéndose descaradamente hacia la flota Tau. Su traspondedor, como los sensores de las naves de Athareas confirmaban, emitían su identificación como nave exploradora Tau.

Casi instantáneamente un pequeño escuadrón de naves se separó del grupo principal y tomó rumbo hacia el Kor Run’Al, desplegándose para proteger a su nave capitana de cualquier posible ataque. Ninguna nave se destacó para interceptar a las naves Ëaressi, lo cual no significaba que no hubiesen sido detectadas. Athareas intuía que el comandante de la flota Tau no quería descubrir que sabía que estaba siendo observado.

Mientras tanto, a bordo del Kor Run’Al se recibían los primeros mensajes de los cazas que se dirigían a interceptarlo demandando el motivo de su aparición.

- Nave en vector 825 punto 23. Identifíquese - El piloto parecía muy seguro de si mismo. - Repito. Identifíquese o será derribada.

Kais miró a M’Yen y esperó a que asintiera. Entonces abrió el canal de comunicación y con igual calma que su hermano de la Casta del Aire respondió.

- Aquí el crucero de exploración Kor Run’Al, procedente de Vior’La y transportando al Honorable Embajador Dal’Yth M’Yen Kauyon J’Kaara Fio. - M’Yen frunció el ceño. Odiaba escuchar su nombre completo, pero el protocolo era ineludible.

- Recibido Kor Run’Al. - Se hizo una pausa que Kais sabía significaba que el piloto, también miembro de la Casta del Aire como él, estaba consultando con sus superiores. - Indique cual es su misión, Kor Run’Al. - Los cazas no habían abandonado sus posiciones agresivas.

- El Honorable Por’El desea hablar con el Capitán del Justicia del Tau’Va... personalmente. - La parte difícil.

- Recibido. Mantenga su rumbo y espere. - La única respuesta adicional fue que los cazas se colocaron alrededor del Kor Run’Al, escoltándolo.

- Ahora viene lo difícil... - susurró M’Yen pensando en voz alta. - Espero que el plan de nuestros invitados funcione...

Dos cubiertas más abajo, en una pequeña bodega de carga los ’invitados’ se disponían a hacer su parte en caso de que la treta funcionase. Los trajes sellados y las armas listas, y sólo una compuerta separándoles del vacío del espacio. Cada guerrero revisó el voluminoso generador que el compañero de al lado portaba a la espalda.

Por último Jeriah se giró y revisó a su vez el generador de Aryadel como ella había hecho con el suyo. En silencio se miraron a través de los visores de sus cascos y rezaron a sus ancestros para que todo saliera bien mientras el zumbido de la energía disforme inundaba poco a poco el compartimento.

Varios millones de kilómetros más lejos, Athareas se unió a sus plegarias mientras les deseaba suerte.

(...)

El negro transporte de asalto se deslizó entre las torres de la ciudad casi rozando las construcciones. El piloto volaba como si de una misión de combate se tratase para susto de los ciudadanos que ocupaban tranquilamente las terrazas de sus residencias y disgusto de los controladores aeroespaciales que le habían dado permiso para aterrizar.

Tras seguirlo desde su nave nodriza lo habían perdido cuando alcanzó la superficie y se internó entre los edificios. Desoyendo los avisos de los controladores el piloto había iniciado su aproximación sólo indicando la confirmación de la pista que le habían asignado, pero los controladores no se atrevieron a tomar ninguna iniciativa dado el rango de su pasajero.

En la angosta y espartana bodega del transporte, con la puerta lateral abierta, el O’Shas’o observaba las torres, puentes y plazas que conformaban la capital de Da’Fio mientras permanecía de pie tras el artillero de estribor. Este observaba atentamente cada terraza, tejado y ventana en busca de inexistentes amenazas como su adiestramiento le ordenaba.

Tras ellos, la escolta, todos veteranos bajo el mando del O’Shas’o en Damocles, aprestaba su equipo y armas como si sobrevolasen territorio enemigo. El O’Shas’o los miró de reojo y suspiró ante semejante pensamiento. De improviso sintió el tirón del arnés de seguridad que le sujetaba al fuselaje para impedir que cayese al vacío.

El transporte ascendió casi en vertical siguiendo la pared de un gran edificio en el centro de la ciudad, y pudo ver fugazmente grandes salas de enormes ventanales y jardines en las terrazas. Su entrenada vista, aumentada por los filtros de su casco, pudo distinguir multitud de compatriotas ataviados con ostentosas y chillonas vestiduras caminando de un lado a otro o platicando en grupos en lo que obviamente era un importante centro administrativo.

Por fin la nave se detuvo en el aire y pudo ver la pista de aterrizaje. El transporte se había detenido a escasos metros del borde de la pista, con varios cientos de metros de vacío bajo ella. Un enorme acantilado de cristal y roca, repleto de terrazas y repisas ajardinadas se extendía bajo la nave.

Instintivamente los artilleros barrieron con sus visores conectados a las armas la pequeña pista, seleccionando blancos y estableciendo prioridades de tiro mientras el piloto desplazaba el transporte lateralmente inspeccionando cada metro y dirigiendo a su vez el cañón de la nave, que seguia cada movimiento de su cabeza. Sin embargo, los únicos ’blancos’ a la vista eran tres sorprendidas e inmóviles figuras junto al pavimento.

Una vez se cercioró de que la pista era segura el piloto acercó el transporte a la superficie de la pista sin extender el tren de aterrizaje e inmediatamente los miembros de la escolta saltaron al suelo tomando posiciones defensivas. Por un instante el O’Shas’o temió que los tres ocupantes de la plataforma saliesen huyendo o, peor aún, que comenzasen a disparar, pero los tres se mantuvieron inmóviles, probablemente absortos ante la repentina y teatral aparición de la nave.

Tras unos segundos el piloto extendió el tren de aterrizaje y la nave se posó suavemente a pocos metros del grupo, apagando los motores. El O’Shas’o soltó su arnés de seguridad y bajó de un pequeño salto seguido por su lugarteniente. Lentamente se acercó al comité de recepción dándole tiempo a que se recuperase del susto.

- Bienvenido O’Shas’o... Es un honor recibir a... tan importante defensor del Bien Supremo. - El tono balbuceante del miembro de la Casta del Agua sonaba tan falso a oídos del Comandante de Comandantes como la sonrisa que lo acompañaba. - Una entrada... digna de vuestra fama ¿Qué asuntos os han sacado de vuestro merecido... retiro? - La palabra ’retiro’ sonó más bien como ’exilio’ a los oidos del O’Shas’o, pero no hizo ademán de inmutarse.

El Chambelán miró de reojo la escolta negra y escarlata que estaba apostada alrededor del transporte y del O’Shas’o y luego miró a los dos guardias que le acompañaban, que asían sus armas como si pensasen tirarlas al suelo y salir corriendo de un momento a otro.

El O’Shas’o esbozó una siniestra sonrisa que inquietó aún más al Chambelán, el cual tuvo que recurrir a todo su adiestramiento para fingir cordialidad y mantener la calma. La visita resultaba preocupante, incluso inquietante, en estos momentos.

Varias embajadas de distintas razas discutían en Da’Fio sobre el siguiente paso que debía dar el Justicia del Tau’Va y su flota. Lo último que necesitaban era la intrusión de una vieja gloria de la Campaña de Damocles contra los Humanos. El equilibrio entre aliados ya era bastante precario.

- Deseo ver al Aun - dijo simplemente el O’Shas’o.

- Y... ¿el motivo de vuestra... petición? - El Chambelán sabía que no sería nada bueno. Conocía la lobuna sonrisa del O’Shas’o.

- Quiero que ordene al Justicia del Tau’Va que regrese a Da’Fio para ser desmantelado.

(...)

- Lord Fansworth, no podemos permanecer aquí eternamente - Jarr no parecía nervioso. Simplemente señalaba algo obvio. - Esas naves nos detectarán en cualquier momento - dijo señalando con un gesto de la cabeza la flota que orbitaba alrededor de Cadia.

- Por el momento están entretenidos bombardeando la superficie - A pesar de su pragmatismo Seamus no pudo evitar sentir lástima por las fuerzas imperiales que sufrían el continuo bombardeo de las naves del Caos. - Mantendremos nuestra posición entre los asteroides un rato más.

Seamus sabía que el mercenario vessorita tenía razón. Tarde o temprano uno de esos mostruosos cruceros se daría cuenta de que vigilaban el planeta al amparo de las rocas del cinturón de asteroides y se lanzarían tras ellos. Al fin y al cabo el Regos era un mercante del Imperio. Sin embargo se resistía a abandonar el sistema.

Había traído hasta aquí a las fuerzas de Sayëan, su amigo eldar, para que se internaran en medio del infierno que era ahora Cadia bajo el asedio del Caos. Aunque sabía que su amigo sabía lo que hacía (o al menos eso esperaba), no podía evitar sentir una gran preocupación por él y su misión.

- Está bien... - decidió por fin. - Preparados para abandonar el sistema. Volvemos a casa. - Había hecho cuanto podía.

Respondiendo a su orden, la mole del Regos maniobró lentamente entre las rocas para abandonar su improvisado observatorio y se dirigió al extremo más alejado del cinturón para evitar ser visto cuando saliese a campo abierto y realizar el salto a la Disformidad.

Ya fuera de la vista de las naves del Caos el enorme mercante salió de entre los asteroides y se dispuso a abandonar el sistema. El zumbido de los reactores inundó todo el casco mientras los acumuladores se cargaban. La tripulación, concentrada en las labores presalto, ni siquiera se dio cuenta de que no estaban solos.

La explosión detuvo por completo los motores de la nave, dejándola a la deriva. Seamus recibió un torrente de señales de emergencia a través de los cables que le unían al Regos como una extensión de su propio cuerpo. El dolor le hizo gritar hasta el punto que sus dientes crujieron amenazando con romperse.

Tras el Regos, el siniestro responsable del ataque salió a la luz emergiendo tambien desde las rocas. El escondite había resultado un arma de doble filo. Además de ocultar sus señales a las fuerzas que asediaban Cadia también habían ocultado a la nave que les acechaba. Un negro crucero con las inconfundibles marcas de la Inquisición se acercó para rematar a su presa.

(...)

En medio de las ruinas, un impasible Sayëan observaba a la mujer y sus guerreros mientras estos le rodeaban a él y su padre. A su vez, desconcertados y tensos, los guerreros de Sayëan rodeaban al pequeño grupo de intrusos en espera de una orden de su comandante.

- ¿Y bien? ¿Vamos a comportarnos como seres civilizados o empezamos a dispararnos? - El tono, entre risueño y seductor, no daba pistas sobre cual de las dos opciones prefería. Sayëan temía que pudiesen ser ambas.

- Tal vez debiera disparar... - gruñó el Señor Espectral alzando el cañón shúriken.

- ¿Dispararías a tu propia hija, Viejo? ¿O es que tu estancia en ese ataud de Hueso Espectral ha deshecho todos los lazos de sangre que nos unen?

- ¡Tú no eres...! - El Señor Espectral dio un paso amenazador haciendo que la escolta de la mujer se pusiese en guardia.

- ¡Basta Padre! - Sayëan reprimió la ira del Viejo Haq alzando la mano - ¡Y tú, sé más respetuosa o seré yo quien olvide esos lazos! - A pesar del aire despreocupado de la mujer, esta se tensó al oir el tono de Sayëan. Lentamente se acercó a él mientras con un gesto indicaba a sus guerreros que bajasen las armas.

- Veo que has cambiado, Hermano... - Sayëan frunció el ceño, alegrándose de que su yelmo le ocultase el rostro. - Mis disculpas, Padre. No quería ofenderos - dijo respetuosamente al Señor Espectral.

- ¿Qué haces aquí? No creo que hayas venido para presentar tus ’respetos’ - preguntó Sayëan en un claro tono de reproche. - Deja esas vacías disculpas y habla.

- Sabes muy bien para qué he venido, Sayëan. No eres el único que habla con los Danzarines - Sayëan apretó los dientes. ¿Con qué derecho mezclaban a su hermana?

- ¿Intentas decirme que vienes a ayudar después de... de eso en lo que te has convertido? - Sayëan abarcó con un gesto al grupo de intrusos. - Los tuyos no destacan por su generosidad para con los demás.

- Estos a los que tanto desprecias también son tus congéneres... - se interrumpió cuando Sayëan la hizo callar alzando la mano bruscamente.

- No somos como ellos...

- ¿Entonces para qué estás aquí? - preguntó con sorna.

- Los Humanos...

- ...los Humanos no están preparados para controlar el Talismán - le interrumpió su hermana. - Y has venido a arrebatárselo. - Sayëan vaciló un instante. - ¿Lo ves? Estamos aquí por las mismas razones.

- No comparto tus métodos...

- No puedes culparme por disfrutar con lo que hago. En el fondo tú también lo haces, Primer Guardián.

- No permitiré que te hagas con el Talismán.

- Por supuesto que no, puedes quedártelo. Es lo que quieres, ¿no? Al fin y al cabo yo sólo quiero que los Humanos no se hagan con él.

- ¿Y por qué habría de creerte?

- Porque tienes mi palabra... y porque me necesitas.

- ¿Necesitarte? ¿Para qué?

Súbitamente el Cielo respondió a Sayëan. Los truenos hicieron retumbar su cuerpo y miró hacia arriba. Sin embargo en lugar de relampagos y nubes negras fueron otros signos de tormenta los que pudo contemplar. Inconfundibles estelas de fuego atravesaban la atmósfera provinientes del espacio mientras el espeso aire transmitía la onda de choque provocada por la reentrada atmosférica. Al cabo de unos segundos sintieron los primeros impactos contra el suelo.

Viejos Guerreros

- Estamos listos, O’Shas’o - dijo respetuosamente el asistente.

Con una leve inclinación de cabeza Kauyon Shi le indicó que había oido y continuó vistiéndose con calma. Su asistente colocó algunos discos de datos sobre la mesa del despacho y se acercó a su superior para ayudarle con la casaca del uniforme.

- La edad me está venciendo, T’Arkan... - dijo Kauyon con un fingido tono lastimero.

- Aún le quedan muchas batallas, O’Shas’o - El tono del asistente indicaba que Kauyon tenía parte de razón.

Habían pasado muchos años desde que se había vestido de uniforme para algo más que las formalidades propias del retiro, y aunque el viejo Comandante de Comandantes estaba todavía en forma, el peso de los años, demasiados para un miembro de la Casta de Fuego, se notaba en sus ojos.

- Esta es la última, T’Arkan - dijo Kauyon en un tono más serio. El asistente tomó acertadamente la expresión de su comandante como un indicativo de que era hora de trabajar y se acercó a la mesa del despacho mientras Kauyon terminaba de abotonarse la casaca.

- Han llegado los últimos informes - dijo mientras introducía un disco en la consola y activaba la computadora. - Nuestras fuerzas en órbita están avitualladas y preparadas para partir. El resto de tropas en cada guarnición esperan las órdenes para ponerse en marcha.

- ¿Hemos recibido algo del Kor Run’Al? - preguntó con interés mientras fruncía el ceño a un botón rebelde.

- Sólo la señal convenida y una escueta nota. - Pasó una hoja de papel a Kauyon, que la leyó lentamente mientras el asistente le ayudaba con el botón.

- ¿Eldar? - preguntó al asistente levantando una ceja, que se limitó a encogerse de hombros y volver a la mesa cuando colocó el botón en su sitio. - M’Yen tiene extraños amigos.

- Según Inteligencia el Por’El tuvo contactos diplomáticos con una embajada Eldar después de Damocles - Ambos se miraron un instante.

- Los Eldar que describe el Shas’El no tienen nada de embajadores o comerciantes. ¿Bieltan? - preguntó sabiendo la respuesta.

- Apenas tenemos datos de ellos, pero parte de la iconografía parece coincidir. Tal vez sean una rama escindida o un destacamenteo formado especialmente. En cualquier caso son Guerreros. El representante del grupo parece ser un oficial de alto rango.

- Están muy lejos de su casa... - musitó mientras se colocaba el cinturón.

A modo de respuesta el asistente encendió una gran pantalla que representaba un mapa del Imperio Tau. Con unos leves ajustes el mapa se amplió hasta abarcar practicamente toda la Galaxia. Un icono cerca del Ojo del Terror indicó la posición de Bieltan y una línea cruzó el mapa hasta la posición del Kor Run’Al.

- Muy lejos, ciertamente - El asistente también sentía curiosidad.

- ¿Y qué hay del Shas’ar’tol? - Esa respuesta también la conocía. El asistente negó con la cabeza y Kauyon suspiró levemente. - Sabía que esto pasaría - dijo resignado mientras buscaba el peto.

- No es culpa suya, O’Shas’o. Intentó convencerles... - El asistente le alcanzó la pieza principal de la armadura corporal.

- No seas condescendiente - cortó en seco a su asistente - Debí oponerme con más fuerza, evitar que construyeran esa... esa... - Cerró los ojos un momento, intentando calmarse. - ¿Dónde está ahora?

- El Kor Run’Al y las naves Eldar siguen al Justicia - Una mueca cruzó el rostro de Kauyon al escuchar la palabra ’justicia’. - Saben que los siguen, pero no parece que hayan iniciado intento alguno de evitar el seguimiento. - Ajustó la parte trasera de la armadura.

- No tienen miedo a un puñado de naves - Por un momento miró la descripción del Shas’El sobre las naves Eldar. - No son rival para esa nave ni su escolta. Ni siquiera nosotros lo somos.

- El Shas’El ha dicho que los Eldar tienen una posible solución para eso... - El asistente sabía que su comandante estaba tan sorprendido por ese plan como él mismo.

- ...que es tan estúpida que hasta podría funcionar - dijo Kauyon con un suspiro. - El chico es igual que su padre, ¿verdad? - miró a su asistente al mismo tiempo que comprobaba los ajustes de la armadura.

- Incluso mejor. O’shovah ha hecho un buen trabajo. - asintió el asistente dando por terminados los preparativos.

- Dejémosle hacer entonces. Nosotros ya tenemos lo nuestro - dijo el O’Shas’o mientras se observaba en el espejo. Esperaba no haber tenido que vestirse de nuevo ese uniforme, al igual que muchos otros que consideraban la roja y negra armadura como poco apropiada para un defensor del Bien Supremo.

Con un gesto rápido y preciso, fruto de la experiencia y la rutina de los años, enfundó la pistola de inducción negra en su pistolera mientras el asistente recogía sus carabinas de un armero junto a la mesa del despacho, pasándole una.

Kauyon echó una última mirada a su alrededor. Aquella casa había sido su refugio desde su retirada tras la Campaña Damocles. Muchos guerreros habían muerto bajo su mando protegiendo el Bien Supremo en esa guerra contra el Imperio Humano, un alto precio para una raza amante de la Vida y la Paz como eran los Tau... y a pesar de todo habían construido el Justicia del Tau’Va

Brillante Pasado. Tenebroso Futuro

Sayëan miraba con el ceño fruncido las colinas que les rodeaban. Los vehículos estaban estacionados formando un perímetro defensivo y sus motores zumbaban ligeramente en espera de acelerar en caso de emergencia. Los guardianes y demás tropas estaban apostados protegiéndose tras los vehículos y la escasa cobertura que les rodeaba.

- Entonces, ¿no habéis encontrado nada? - El Kano parecía contrariado, pero más por la expresión de Brokaar que la situación en sí.

- Nada. No haber ojos. Ya no oler. - Brokaar usaba un tono que Sayëan sabía significaba que estaba enfadado.

- Tal vez hayan huído al vernos... - trató de tranquilizar a su jefe de rastreadores.

- No huir. No haber miedo en el aire - Brokaar estaba realmente enfadado... consigo mismo - Oler ojos y luego no oler nada. Desaparecer olor en viento.

Sayëan comprendía la frustración de Brokaar. Nadie discutía ni dudaba de las habilidades de rastreador del líder Kroot y su tribu. Sin embargo esta vez había percibido una presencia pero no habían sido capaces de encontrar ni un rastro de ella. Lo peor es que Sayëan sabía que esa presencia estaba ahí y no era una ilusión, pero el kroot no sería capaz de comprender que algo podía estar y 'no estar' ahí al mismo tiempo.

- Volver a buscar. Encontrar... - Sayëan levantó la mano para acallar al Kroot. Sabía que no le gustaría el gesto. Siempre intentaba tratarlo como aliado, no como un subordinado mercenario. Pero esta vez tenía que ser pragmático. Sabía que no encontrarían nada por el momento. La presencia no deseaba ser encontrada, así de simple.

- Seguiremos adelante. No tenemos otro remedio. - El tono fue tajante, cosa que no gustó a Brokaar, pero el Kroot se calló y asintió esperando las nuevas órdenes - Envía a tus guerreros delante del grupo principal. Tenemos que llegar a las ruinas antes de que anochezca.

A pesar de su aplomo Sayëan miró alrededor tratando de imaginar la noche de este oscuro mundo. No le gustó lo que imaginó. Durante un instante sintió en la nuca el escalofrío de la presencia que Brokaar había 'olido'.

Con un gesto indicó al destacamento que seguían adelante. Odiaba llevar a su gente tan a ciegas, pero no había tiempo que perder. Si el Imperio se hacía con el Talismán, a pesar del supuesto bien que podía hacer por la causa imperial en Cadia y los alrededores del Ojo Sayëan sabía que representaría un importante desequilibrio en el delicado tejido de la realidad.

Además en su interior Sayëan sentía, aunque se lo reprochaba, cierta reticencia a permitir que los humanos se hiciesen con el artefacto Eldar. Pertenecía para bien o para mal a su pueblo, aunque los Ëaressi se hubiesen autoexiliado del grueso de la población Eldar. Era su responsabilidad, en particular si llegaba a ser utilizado, algo que el Kano Ëaressi no estaba dispuesto a permitir sobre todo después de la muerte de Eldrad.

Sin más, en silencio y ordenadamente el destacamento reanudó su camino precedido por los guerreros de Brokaar y los exploradores Eldar que les acompañaban.

(...)

Casi no se veía nada ya. Por suerte habían alcanzado las ruinas antes de que fuese noche cerrada. Los Kroot habían examinado la zona y tampoco habían encontrado nada esta vez. Brokaar no había vuelto a sentir la presencia misteriosa y se había tranquilizado un poco. Parecía empezar a comprender que este mundo no era como los que había conocido antes.

El destacamento se había instalado entre los restos de los edificios que formaban una de las entradas de la ciudad. El arco de la enorme puerta aún se mantenía en pie. Los soldados no se alejaron de sus vehículos y trataron de descansar un poco. El viaje, tanto por tierra como por el espacio, había sido agotador, y lo peor aún estaba por llegar, por lo que cada momento de descanso era una bendición por corto que fuera.

- Es hermoso, ¿verdad hijo? - La susurrante voz del Viejo Haq trataba de tranquilizar a Sayëan.

- Si, muy hermoso... - respondió sin ganas mientras miraba a su alrededor. - Lástima que esté muerto - Sayëan se acuclilló al pie del arco y apartó la capa de polvo que lo cubría mientras su padre le observaba. Una inscripción en la roca apareció bajo el polvo acumulado.

- "Que este Sello proteja nuestras almas de la Oscuridad" - Sayëan miró a su padre, algo sorprendido.

- Los arcos eran más que una entrada, ¿verdad? - Sayëan se quitó un guante y lentamente pasó la mano sobre la roca, recorriendo con la punta de los dedos la inscripción que había ocultado el polvo durante milenios.

- Cerraban el campo que protegía la ciudad permitiendo el tráfico con el exterior... - El tono tenía un deje nostálgico.

- Parece que no les sirvió de mucho... - Sayëan frunció el ceño levemente al contacto con la roca. Una extraña sensación le recorrió el brazo. - ¿Qué...?

El flash de luz lo dejó aturdido un instante. Ante sus ojos el arco se tornó brillante y pulido, desapareciendo todo rastro del desgaste producido por el tiempo. El aire se aclaró y le llenó los pulmones con un agradable frescor de flores y vida.

Sayëan sabía que instantes antes llevaba el casco puesto y su traje, aparte del guante que se había quitado, estaba sellado al aire del exterior. Aquello era imposible. La explosión de vida y luminosidad que ahora le cubría tenía que ser una ilusión.

Asustado miró a su alrededor. El enorme cuerpo de Señor Espectral de su padre no estaba a su lado como instantes antes. En su lugar una reluciente calzada pasaba bajo el arco de entrada y para su sorpresa sus tropas allí acampadas habían sido sustituidas por... "¡Khaine!", pensó Sayëan.

Los habitantes de la ciudad entraban y salían de entre los edificios. Caminantes y vehículos pasaban sin cesar bajo el arco con tranquilidad. La mente de Sayëan le gritaba que lo que veía no podía ser real, pero era tan... tangible. Extendió la mano como para tocarlos algo pero no pudo ver su propio brazo. Era como si no tuviese cuerpo. De pronto sintió cómo era levantado en el aire por una fuerza incontenible.

Segun tomaba altura pudo ver cada vez más lejos. Los edificios de la ciudad se extendían hasta el horizonte, a su derecha. Frente a él la puerta formaba parte de un interminable muro de piedra que se alzaba muchos metros alrededor de las edificaciones separándolas de los verdes campos a su izquierda.

La fuerza que le sostenía en el aire le empujó sobre la ciudad, atravesando el campo transparente que la cubría. Hervía de vida y actividad. Por su tamaño debía tener millones de habitantes. Edificio tras edificio cubrían la superficie de manera interminable. Las hermosas construcciones de su raza embargaron su corazón y por un momento sintió que las lágrimas acudían raudas a sus ojos.

Estaba viendo un mundo Eldar. No un mundo-astronave, ni siquiera una de las colonias exoditas que había visitado. Era uno de los mundos originales, tal y como eran en tiempos del Imperio Eldar. Altas torres, gigantescos templos, lugares de estudio, descanso y meditación. Expresiones artísticas de los Eldar que Sayëan sabía habían desaparecido hace milenios, durante la Caída. Pero allí estaban, alzándose ante él en todo su esplendor.

La fuerza actuó de nuevo, apartándole de los edificios. "¡No! ¡Quiero verlo! ¡Aún no!", trató de gritar. Pero la fuerza tenía sus propios planes. Le arrastró fuera de la ciudad y lo llevó sobre los campos. Máquinas de inconfundible manufactura Eldar sembraban y recolectaban multitud de cultivos para proveer de alimentos a la ciudad. Pero la fuerza no se detuvo aquí.

Con rapidez se desplazó más y más. Reconoció las colinas que habían visto al llegar, pero estaban cubiertas de árboles y vegetación. Poco a poco fue deteniéndose hasta llegar al suelo y Sayëan se sintió sobrecogido.

Estaba en lo alto de un inmeso acantilado cortado a cuchillo. A sus pies el océano rompía contra las rocas. Un océano inmenso e inacabable hasta donde llegaba su vista. Inmensos veleros solares se deslizaban por su superficie sin apenas rozar las olas rodeados de multitud de otros pequeños barcos.

- Hermoso, ¿verdad? - Una suave y seductora voz surgió de la nada, sobresaltando a Sayëan.

Otro deslumbrante flash cegó a Sayëan durante un instante. Poco a poco fué recuperando la visión y pudo ver a su padre, alzado en toda su altura, junto a él en actitud protectora, como si algo amenazase a su hijo. Sayëan miró en la misma dirección que su padre.

- Lamento haber interrumpido tu sueño... pero no hay mucho tiempo. - La voz cubrió a Sayëan con un casi ponzoñoso halo de sopor que lo dejó aturdido. - Ha pasado mucho tiempo...

Sayëan miró sin decir nada. Ante él, rodeada de varios guerreros, una mujer le miraba con ojos cariñosos y amables a pesar de la ferocidad de su aspecto. La armadura de hueso espectral, metal y cuero cubría su hermoso cuerpo ciñendo cada una de sus curvas. Su delicada mirada contrastaba con las cuchillas y ornamentos macabros que cubrían la armadura.

- ¿Qué haces aquí? - gruñó el viejo Señor Espectral mientras daba un paso para interponerse entre Sayëan y la intrusa y su escolta alzando el cañón shúriken.

- Mmmm, tranquilo, no voy a hacerle daño - La intrusa alzó las manos enguantadas en negro a modo de disculpa - Sabes cuanto le quiero... además, deberías alegrarte de verme... Padre.

Descubrimiento

++++++ Informe Inquisitorial Ref. 8250-4332/Alfa
De: Inquisidor Darius Iacobi
Para: Cadia - Maestre Ordo Xenos

Pensamiento del Día:
"El servidor del Emperador es sabio en su ignorancia"

Venerado Maestre,

Han llegado a mi conocimiento hechos de trascendental importancia para nuestra lucha contra el Caos en el Sector Cadiano. Es posible que haya localizado un instrumento que con la ayuda del Divino Emperador incline a nuestro favor la desigual lucha que libramos a las puertas del Ojo del Terror.

Durante una investigación por cobardía de un alto oficial de la Armada del Sector (que ya ha sido ejecutado por su vil actuación) obtuvimos datos sobre la localización de un artefacto alienígena de gran poder por cuyas descripciones he identificado como una Fortaleza Negra (Ref. Cruzada: Eldar - Talismán de Vaul). A continuación le adjunto un extracto del diario de a bordo del crucero del citado oficial.

+++++++ Crucero Imperial CLASIFICADO
+++++++ Capitán CLASIFICADO

Fecha: CLASIFICADO
"Hemos completado el viaje por la Disformidad a duras penas. Los daños sufridos en la batalla sobre Cadia han dañado el reactor principal y nuestro corto viaje, aunque nos ha salvado de la destrucción total ante el enemigo, nos han llevado a un sistema desconocido en el interior del Ojo del Terror.

El Oficial de Ingeniería y el representante del Adeptus Mechánicus a bordo han examinado los daños y han llegado a la conclusión de que tardaremos al menos tres semanas en estar en condiciones de realizar un nuevo viaje por la Disformidad.

Para agravar la situación nuestro Navegante me ha informado que la señal del Astronomicón, imprescindible para determinar nuestra posición y rumbo y poder regresar a Cadia, es errática y difusa. El Navegante achaca este fenómeno a las interferencias y distorsiones provocadas por viajar en el interior del Ojo. En cualquier caso aún no ha sido capaz de determinar con exactitud nuestra posición y trazar un rumbo seguro a casa.

Mientras se inician las reparaciones, que espero el Divino Emperador permita acaben cuanto antes, he ordenado que se examine el sistema en busca de fuerzas enemigas. Se trata de un sistema formado por una única estrella amarilla, un pequeño mundo helado y un extenso cinturón de asteroides que según mi astrónomo podría ser el último vestigio de un planeta ya desaparecido. Sin embargo dicho cinturón podría esconder fuerzas desconocidas, por lo que nuestros cazas lo examinarán en detalle"

(...)

"Llevamos ya aquí una semana. El sistema está vacío y sin el menor rastro de vida. Las reparaciones no avanzan como estaba previsto debido a la falta de repuestos. Todos nuestros intentos de comunicarnos con la Flota han sido infructuosos y nuestra localización sigue siendo una conjetura.

Algunos de los oficiales han sugerido adentrarnos en el espacio profundo a velocidad normal, pero he desestimado la opción. Ahí fuera estaremos en 'campo abierto', sin lugar donde ocultarnos, y la nave no está en condiciones de combatir. Como alternativa hemos trazado planes para ocultarnos en el cinturón de asteroides en caso de detectar presencia enemiga."

(...)

"El oficial de guardia ha realizado un descubrimiento asombroso. Durante su turno de vigilancia afirmó que, al mirar por los ventanales del puente, la estrella del sistema le 'saludó con un guiño' (textualmente). Lo que habría quedado en una simple anécdota debida al cansancio y el tedio de estar varados en este sistema se convirtió en un entretenimiento para la oficialidad que, dirigiendo los instrumentos de la nave hacia la estrella del sistema descubrieron una extraña anomalía gravimétrica."

(...)

"¡Es un mundo! ¡Sagrado Emperador! ¡Un mundo invisible! ¡La anomalía que detectamos es la gravedad provocada por un mundo oculto delante de nuestras narices! ¡Al acercarnos todos hemos podido ver como su silueta cubría la superficie solar!"

(...)

"Estamos en órbita sobre el extraño planeta. Lo llamo planeta porque estoy seguro de que lo es. Los demás siguen refiriéndose a él como 'La Anomalía'. Su superficie absorve la luz y las otras ondas electromagnéticas ocultándolo de la vista y los sensores. Su aspecto es... desconcertante. Parece formado de oscuridad, algo que no debería sorprendernos dado que estamos en el interior del Ojo. Sin embargo algo me dice que su naturaleza no es demoníaca. No ha habido ninguna reacción a nuestra presencia. Mis consejeros se han enfrentado unos a otros tratando de encontrar una explicación ante semejante fenómeno. Algunos sostienen que realmente es un agujero negro, pero apenas ejerce la gravedad de un pequeño asteroide. Otros mantienen que es un 'canto de sirena', una ilusión, para atraer naves perdidas y han sugerido bombardearlo. Yo digo que es un planeta. Mañana enviaré cazas a confirmarlo."

(...)

"Ha sido emocionante. Hemos enviado una pareja de cazas a investigar el planeta. Sus sensores indicaron que la negrura ante nosotros no era sólida, por lo que les ordené atravesarla. Perdimos la comunicación cuando desaparecieron en ella y temí haberlos perdido. Sin embargo, Loado sea el Emperador, ambos cazas remontaron su vuelo hacia el espacio, apareciendo de nuevo bajo nosotros. Los pilotos han descrito una superficie desolada y yerma, no sabemos si de manera natural o por alguna catástrofe. Las imágenes tomadas desde los sensores confirman su relato. También han indicado que no dejaron de detectarnos cuando se internaron en la negrura y que conservaron el enlace de radio entre ellos. Parece que las señales pueden atravesar la oscuridad de fuera hacia adentro, pero no a la inversa."

(...)

"He tenido una idea brillante. Descenderemos con el crucero hasta quedar bajo la Oscuridad, en una órbita baja. Eso nos mantendrá ocultos del exterior mientras terminamos las reparaciones."

(...)

"He examinado las imágenes tomadas por los cazas y las que hemos obtenido en la última semana bajo la Oscuridad. He hecho un descubrimiento aún más sorprendente si cabe: Ruinas. Los restos de una ciudad. El estilo de construcción no se parece en nada que haya visto antes. Es grácil y delicado a pesar del maltrato a que les ha sometido el tiempo. Desearía explorar las ruinas, pero las reparaciones están a punto de terminar."

(...)

"Las reparaciones han terminado. Debo cumplir con mi deber y regresar a Cadia cuanto antes así que lamentablemente no podré iniciar la exploración de los restos que hemos encontrado. Sólo hemos sobrevolado el área para tomar mejores imágenes que acompañarán mi informe. Sin embargo, tras informar del hallazgo al Mando Imperial si el Emperador y el Destino lo permiten, volveremos."

Extraños Aliados

El Shas'El había conocido otras razas, casi todas en el seno del Bien Supremo, pero ninguna tan antigua como los Eldar. A pesar de su disciplina y adiestramiento, no podía evitar sentir cierta curiosidad por estos seres ancestrales, casi tan viejos como la Vida en la Galaxia.

La inesperada aparición de los Eldar también había despertado en él ciertos temores. Sin duda tenían la capacidad tecnológica para causar la desaparición de Upsila, o al menos la tuvieron. Sin embargo sabía que era algo que no concordaba con su manera de actuar, más sutil y manipuladora.

Con curiosidad siguió observando cómo el enviado de los... ¿cómo se habían llamado?, pensó: "Ëaressi". Era la primera vez que escuchaba ese nombre. Conocía otros por múltiples informes, pero nada recordaba de estos desconocidos. El caso es que el enviado de los Ëaressi había solicitado permiso para subir a bordo del Kor Run'Al, sin escolta, para hablar con el Por'El M'Yen. Ahora el Shas'El era el tercer ocupante de una pequeña sala donde silencioso escuchaba la conversación entre M'Yen y Athareas.

- Esa nave debe ser destruida - decía con vehemencia en ese momento M'Yen. - Es una amenaza para todas las razas.

- Lo sabemos - El eldar hablaba con una frialdad que preocupaba al Shas'El. M'Yen estaba demasiado alterado para darse cuenta, o al menos no lo demostraba. - Pero los Ëaressi no tenemos capacidad para hacerlo - Athareas levantó una ceja como si de un guiño a M'Yen se tratase.

- Nosotros tampoco podemos, podríamos iniciar una guerra civil - De pronto M'Yen cayó en la cuenta de a qué se refería Athareas. - ¿El... Imperio? ¡Eso supondría traicionar a nuestros hermanos! ¡Por equivocados que estén...! - Athareas levantó una mano tranquilamente, haciendo callar a M'Yen, que pareció algo disgustado a pesar de acatar el gesto. El Shas'El se sorprendió de la facilidad con que el eldar manipulaba a M'Yen, que siempre había destacado por su arrojo y descaro. "...a no ser que M'Yen esté fingiendo", pensó de pronto el Shas'El.

- Es el único modo. - Athareas bajó la mano - Y lo sabes.

- ¿Me han traido para que contemple esta pantomima? - dijo inesperadamente el Shas'El. - Es bastante obvio que ambos ya han llegado a la misma conclusión. - El Shas'El miró ceñudo a M'Yen - No es necesario que finja estar abrumado por la sugerencia de traicionar a nuestros compatriotas, que han creado esa... cosa.

Athareas miró al Shas'El, el cual le devolvió y mantuvo la mirada. Durante un largo minuto se observaron fijamente mientras M'Yen, desconcertado por el silencio de ambos, los miraba alternativamente.

- Shas'El, le aseguro que Athareas no haría semejante sugeren... - El Shas'el cortó la frase con un ademán de la mano, pero sin apartar la mirada de Athareas. M'Yen miró también a Athareas sin comprender lo que ocurría, y para su sorpresa este esbozó una ligera sonrisa que por desgracia sólo mostraba amargura, y no alegría.

Acostumbrado a la diplomacia, el diálogo y en ocasiones la demagogia y la palabrería, M'Yen tardó en comprender que no siempre eran necesarias las palabras. Tanto Athareas como el Shas'El eran guerreros, y ambos comprendían mejor que M'Yen la situación. En un cruce de miradas habían evaluado las opciones y llegado a la misma conclusión.

- ¿Cómo lo haremos? - preguntó el Shas'El - El Imperio no nos creería si nosotros los Tau les contamos lo sucedido, o pensarían que es una trampa. Y mucho me temo que tampoco los Eldar...

- Tenemos medios para hacer llegar la información al Imperio Humano - tranquilizó Athareas al Shas'El - De hecho...

- ...ya les han informado, ¿verdad? - terminó el Shas'El.

- Apenas tenemos tiempo, y los humanos tardarán aún en reunir fuerzas para enfrentarse a esa flota. Era necesario darse prisa.

- ¿¡Entonces a qué ha venido todo esto!? - exclamó M'Yen contrariado. - ¡Si ya tenían tomada la decisión, ¿por qué nos han informado?!

- Porque nos necesitan para ayudar a los Humanos retrasando a la flota, Por'El - respondió el Shas'El en lugar de Athareas, que lo confirmó con un leve asentimiento. - Si nuestros hermanos intuyen que el Imperio les busca, desaparecerán. Debemos distraerles mientras los humanos se preparan. Además, estoy seguro que Athareas ha pensado algo más...

- Es necesario tener un seguro. No podemos permitir que esa nave escape de los humanos.

- ¿Qué quiere decir con eso? - M'Yen sabía que las consideraciones militares no eran lo suyo.

- Que sabotearemos el Justicia de Tau'Va para facilitarles la tarea. Y llegado el caso, destruirlo desde dentro antes de que huya, ¿no es así?

- ¿Y cómo vamos a hacer eso? - M'Yen estaba disgustado porque el plan se esbozase sin su intervención.

- Supongo que nuestro... aliado también habrá pensado en eso - El Shas'El miró a Athareas esperando la respuesta.

- Si me permite, desearía que viniesen a bordo los capitanes Aryadel y Jeriah. Ellos le explicarán los detalles.

Destino

Poco a poco el tejido de la Telaraña fue cambiando, al principio de manera imperceptible, luego acusadamente tiñendo el camino entre mundos de la oscuridad más penetrante que Sayëan había contemplado nunca. Sabía que su padre también lo sentía a través de los sentidos de su cuerpo de Hueso Espectral.

- Estamos llegando - susurró el Señor Espectral sacando de sus cavilaciones a Sayëan.

- Yo también lo noto, padre... la Telaraña se muere - dijo señalando con la mirada hacia el exterior.

- La Oscuridad la destruye, como a cualquier otra cosa que trate de florecer aquí... - Incluso a través del extraño tono producido por los circuitos de hueso espectral Sayëan podía notar la tristeza en la voz de su padre.

- Estamos llegando, Kano - confirmó el navegante del transporte. - Saldremos de la Telaraña en 5... 4... - Sayëan se limitó a sujetarse con calma mientras la cuenta atrás llegaba a su fin.

El habitual fogonazo al que estaban acostumbrados al romper la Telaraña esta vez no se produjo. En su lugar un cielo negro recibió las naves una a una, que parecieron detenerse en el espacio. Sin embargo, sabían que estaban sobre la superficie de un planeta, un planeta que no veían.

- Estamos a cien kilómetros sobre la superficie, Kano. - A pesar de su tono calmado el piloto parecía nervioso. Volaba a ciegas, sólo guiado por los instrumentos de la nave. - Iniciamos salto a la superficie.

Esta vez sí se produjo el fogonazo, aunque tremendamente amortiguado por las sombras que les rodeaban. Un instante más tarde un segundo fogonazo rasgó el espeso aire sobre la superficie colocando las naves bajo la siniestra capa de nubes que parecía cubrir todo el planeta.

Sobre ellos podían distinguir las nubes, oscuras e inmóviles, que desde arriba absorvían toda la luz impidiendo ver el planeta desde el espacio. Por debajo la luz absorvida se convertía en una perpetua penumbra apenas perceptible rota únicamente por algunos remolinos viscosos que iluminaban la desolada superficie.

Bajo las naves el suelo se movía a gran velocidad, cubierto de tremendas grietas y cañones aún más negros que la tierra muerta de la que parecía estar hecho. No había nada más. Ninguna construcción, ni montañas, nada vivo o que lo hubiese estado en el pasado. Sólo una piel oscura agrietada por el paso del tiempo y la presencia de la Oscuridad.

- ¿Dónde estamos? - preguntó Sayëan a través de su casco. Al otro lado del enlace la habitual respuesta inmediata fué sustituida por un silencio lleno de dudas.

- Creo... creo que volamos hacia el norte, a unos doscientos kilómetros del blanco - Obviamente el piloto no estaba seguro de su posición sin referencias seguras ni más guía que unas coordenadas casi tan antiguas como el propio planeta.

- Sigue la ruta prevista - dijo Sayëan en un tono lo más calmado posible tratando de contagiar dicha tranquilidad al piloto.

- Tranquilo, el camino es correcto - le susurró su padre mirándole de soslayo.

Confirmando sus palabras apareció ante ellos una ligera elevación en el horizonte que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en una meseta que abarcaba toda la superficie delante de ellos como si un muro dividiese el mundo. Las naves se elevaron ligeramente para alcanzar la meseta y continuaron su vuelo apenas unos metros sobre el suelo.

Al diferencia del resto de la superficie, la meseta parecía estar cubierta de colinas y otros accidentes en el terreno. Sin embargo, el suelo seguía siendo oscuro y muerto.

- Descendamos - dijo repentinamente el Señor Espectral - Ahora.

- Descended - ordenó Sayëan al piloto, que transmitió la orden al resto de naves con cierto alivio en su voz.

Con un siseo apenas perceptible las naves se posaron en la superficie levantando una ligera polvareda. En unos segundos las primeras escuadras se desplegaron formando un perímetro de seguridad. Cada guerrero dejaba un camino de huellas en el polvo desde las compuertas hasta su posición.

Incluso con los cascos puestos cada uno podía sentir el aire seco y caluroso que les rodeaba. Sin duda nada vivo podría soportar mucho tiempo la sofocante y espesa atmósfera del planeta.

Sayëan descendió del transporte escoltado por una escuadra de Ejecutoras y esperó junto a la compuerta a que desembarcase su padre. Este bajó con cuidado de la nave, irguiéndose cuan alto era mientras contemplaba sin ojos el terreno circundante. Sayëan lo observó recorriendo el enorme cuerpo con la mirada.

Durante el viaje por la Telaraña los técnicos habían terminado de ensamblar y ajustar las armas del Señor Espectral, revisando cada detalle en busca de desperfectos o averías. El hueso espectral estaba desgastado por el tiempo en muchos lugares que habían sido delicadamente reparados y protegidos con materiales más mundanos formando una segunda coraza. Sayëan lamentó que los arreglos tuviesen que ser tan poco elegantes, pero hacía mucho que los Ëaressi apenas disponían de la tecnología necesaria para mantener un señor espectral en perfecto estado.

- Estoy bien, hijo mío - dijo su padre intuyendo sus pensamientos. - Soy viejo, pero aún puedo luchar.

Como recalcando sus palabras, el Señor Espectral sopesó el arma principal que portaba, un enorme cañón shúriken que al contrario que los de otros señores espectrales sostenía con sus propias manos. Por un momento, con la coraza improvisada y sus armas, Sayëan vió en su padre lo que fué en vida: Un guardian sosteniendo su catapulta, listo para el combate. En el fondo, la intención de quienes habían cuidado del cuerpo del Señor Espectral había sido precisamente esa. Un enorme guardian.

- Haremos el resto del camino por la superficie - No tenía sentido arriesgar las naves. - Sacad los vehículos.

Obedeciendo sus órdenes, los vehículos del destacamento fueron sacados con cuidado de las bodegas de los transportes. Falcones, serpientes, motos y otros vehículos fueron formando dentro del perímetro mientras los guerreros esperaban para abordarlos. Una vyper modificada para el transporte, copiada de las usadas por los Arlequines, se detuvo junto al Señor Espectral, dispuesta para transportarlo.

Un ligero siseo a su espalda llamó la atención de Sayëan, que se giró lentamente.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó preocupado.

- Estar bien... Aire raro... No vida. Pero estar bien. - La gutural voz de Brokaar denotaba el esfuerzo que le estaba suponiendo cada bocanada de aire. Sin embargo a cada segundo que pasaba su pecho parecía respirar con más facilidad. La proverbial adaptabilidad de los Kroot nunca dejaba de sorprender a Sayëan. - Oler ojos. - dijo de repente el jefe Kroot mirando a su alrededor.

Encuentro

El Kor Run'Al llegó sin novedad a Upsila Tartarus tras reavituallarse y reforzar su dotación en Vior'La. M'Yen estaba en su camarote cuando le informaron que estaban llegando, desde donde se dirigió al puente. Por el camino, al ver a las tropas prepararse vió confirmados sus temores: Esta misión ya no era una excursión arqueológica o una embajada. Ahora el Shas'El estaba al mando y M'Yen sólo era un observador. Sin embargo, lo peor aún estaba por llegar.

Entró dubitativo en el puente. Si el Shas'El estaba al mando, no tenía muy claro cual sería su papel en la misión. Tal vez ahora podría preguntárselo. Lo encontró mirando al espacio por el ventanal principal del puente, de espaldas a la puerta.

- Ejem... - carraspeó para llamar la atención del Shas'El, pero este no se volvió. "Maleducado", pensó - ...pensé que ya habíamos llegado... - Un gran campo de estrellas ocupaba todo el ventanal.

- ...y así es - respondió para su sorpresa Kais, el piloto, que también miraba hacia el ventanal en lugar de sus instrumentos y pantallas, de los que rara vez levantaba la vista.

- Entonces, ¿hay algún problema con la navegación? - Algo iba mal.

- Las coordenadas son correctas - El tono de Kais fue mecánico, pero tenía un deje extraño, casi de miedo.

- ¿Y dónde demonios está el sistema? - Tanto misterio empezaba a exasperar a M'Yen.

- Simplemente... - El Shas'El habló por fin - ...simplemente no está, Por'El - dijo volviéndose hacia M'Yen. Tenía la misma mirada que cuando salió del despacho del Comandante Farsight.

- Eso no es posible. Ya deberíamos tener contacto visual - caminó hasta la consola del piloto y observó las pantallas - ¿...qué es eso? - señaló con el dedo un punto en el centro de la pantalla de navegación.

- Una estrella enana - Dijo Kais como si resultase obvio.

- El sol de Upsila Tartarus es una estrella amarilla, he leido los informes. - El Shas'El y el piloto permanecieron callados, dejando que M'Yen llegara a sus propias conclusiones - No puede haber mundos habitados orbitando una estrella enana... - miró sucesivamente al Shas'El, al piloto, la pantalla y el ventanal, perplejo - ...no... no puede... ¡Bien Supremo!

Por su mente fueron pasando apresuradamente distintas teorías, cada cual más rocambolesta, que fue descartando sucesivamente. Sabía que no podía ser casualidad. Si no, no estarían aquí.

- No han podido... ni siquiera ellos serían tan... - Volvió a mirar al Shas'El - Conozco a los humanos. Estuve en las negociaciones después de Damocles. Ni siquiera ellos decretarían un exterminatus a todo un sistema... ¡Ni siquiera tienen tecnología para hacerlo! - De pronto M'Yen abrió mucho los ojos, llegándo él mismo a la terrible respuesta.

- No ha sido un Exterminatus Imperial, Por'El - Confirmó por desgracia el Shas'El.

- Es imposible... - M'Yen repasó mentalmente la lista de posibles causantes una y otra vez, llegando siempre a la misma conclusión - ...no han podido... no pueden hacer eso... Por el Bien Supremo... es imposible... - tanteó una consola hasta apoyarse en ella, aturdido.

- No, Por'El, no es imposible... - El Shas'El le miró como si compartiese su perplejidad y sus temores - Hemos sido nosotros, M'Yen.

Trató de recuperar la compostura. Respiró hondo y cerró los ojos un momento, como esperando que al abrirlos Upsila estuviese donde debería. Por desgracia, al abrir los ojos el espacio permanecía vacío.

- Los informes decían... - trataba de recordar, pero estaba demasiado aturdido para encontrar un dato concreto.

- Treinta mil millones, M'Yen, hemos matado a treinta mil millones de humanos.

Sin embargo la sorpresa de M'Yen se vió interrumpida por otro evento inesperado, cayendo sobre él como un jarro de agua fría. El Puño de Vaul rompió la Telaraña justo frente al Kor Run'Al, llenando el ventanal del puente de la nave Tau. Atónito, M'Yen no era capaz de articular palabra cuando el enorme crucero, inconfundiblemente Eldar, se detuvo ante la pequeña nave de exploración.

- ¡Piloto! ¡Maniobras evasivas! ¡Calcule un salto de emergencia de inmediato! - El Shas'El, como militar, estaba mucho mejor preparado para reaccionar, y había evaluado correctamente la situación. No podía enfrentarse a una nave de guerra con más de diez veces el tamaño de la suya.

- Ejecutando - respondió mecánicamente el Piloto mientras manipulaba los controles. En unos instantes el enorme crucero desapareció del ventanal mientras el Kor Run'Al maniobraba desesperadamente para alejarse de él. - Salto en 5, 4,...

- ¡Espera! - gritó M'Yen de pronto. Kais detuvo la cuenta por un instante.

- ¡Piloto! ¡Ejecute! - increpó el Shas'El al Piloto - ¡Esto es una misión militar! ¡Yo estoy al mando!

- ¡Shas'El, conozco esa nave! - M'Yen parecía suplicar.

- Salto abortado - dijo el Piloto.

- ¡He ordenado que ejecute el sal...! - las palabras murieron en la boca del Shas'El cuando se dió cuenta que el Piloto no había abortado el salto por el ruego de M'Yen. Otras dos naves de similar diseño, pero más pequeñas, flanqueaban al Kor Run'Al, bloqueando el rumbo por el que debían saltar.

- Shas'El... - El tono de M'Yen era más tranquilo ahora, más diplomático. - Si nos quisieran muertos, ya lo estaríamos. - Señaló con la cabeza las dos naves más pequeñas. - Esas ya estaban ahí, ocultas, o habríamos detectado su entrada en el espacio normal.

- No se ha detectado ninguna ruptura del espacio - dijo el Piloto como para confirmar, y reforzar, las palabras de M'Yen. Kais también había reconocido las naves. - Mensaje entrante.

- Páselo - gruñó el Shas'El, sabiéndose atrapado. - Sólo audio.

- Soy Athareas de los Ëaressi, al mando del Puño de Vaul. Quiero hablar con el Por'El Dal'Yth M'Yen Kauyon J'Kaara Fio. - Incluso el propio M'Yen se sorprendió de escuchar su nombre completo. La voz que lo había pronunciado inspiraba a la vez autoridad y calma, como si supiese, lo cual era seguro, la impresión y temor que reinaba en la nave Tau.

Razones para luchar

A pesar de la extraña voz procedente de la enorma máquina, Sayëan podía apreciar el tono paternal que su padre utilizaba. El Señor Espectral, el Viejo Haq, como lo llamaban informalmente los jóvenes (casi todos los Ëaressi, dicho sea de paso) había pasado las últimas horas preguntando a su hijo sobre los acontecimientos de las últimas décadas durante las cuales había permanecido dormido.

Los circuitos a los que estaba conectado le proporcionaban datos y energía, pero el antiguo Kano prefería escucharlo todo de viva voz. Durante un momento Sayëan pensó que su padre símplemente disfrutaba escuchando a su hijo.

Fuera del transporte, la Telaraña se extendía infinita. Hacía horas que habían atravesado el portal alojado en la base del Megalito de Cadia, cerca de Kars Galedon. Segundos más tarde de hacerlo, cargas explosivas habían vuelto a enterrar el portal para ocultarlo de ojos indiscretos. Por ese camino no podrían regresar. Sayëan tampoco había esperado hacerlo.

El Viejo Haq no hizo comentario alguno mientras su hijo hablaba. Sólo preguntaba, sin cuestionar las decisiones tomadas y los caminos seguidos. Un Kano hacía lo que debía hacer, sin esperar aprobación u oposición. Representaba a los Ëaressi, y ellos lo aceptaban. Y ante todo, el Viejo Haq aún era un Ëaressi, y no iba a cuestionar las decisiones de su hijo.

Era extraño observar a la enorme máquina sentada y encorvada casi cómicamente dentro de la bodega del transporte, escuchando atentamente cada palabra. Cuando llegaron al asunto del Talismán y los Arlequines, que habían desembocado en su nuevo despertar, la lisa y normalmente inexpresiva faz del Señor Espectral pareció fruncir el ceño. Sayëan sabía que no era posible, pero tal vez el espíritu del antiguo Kano era capaz de alterar el Hueso Espectral que conformaba su enorme cuerpo.

El Señor Espectral escuchó incluso con mayor atención cada palabra, meditando cada frase de Sayëan, que no omitió detalle alguno. Al final, Sayëan quedó callado mirando a su padre como esperando consejo o una palabra de ánimo. El Viejo Haq permaneció en silencio, reflexionando.

- ¿Cómo está tu madre? - dijo sin más la máquina, sorprendiendo a Sayëan.

Los Ëaressi no se casaban formalmente, siguiendo su costumbre de evitar ceremonias y protocolos innecesarios y poco prácticos. Sin embargo Sayëan sabía lo mucho que su padre y su madre se habían querido. Él era el mejor ejemplo de ello. Sin embargo, no acertaba a encontrar relación alguna entre la pregunta y la situación actual.

- Está bien, en la Esperanza. Continua con su trabajo de sanadora. - Durante un momento Sayëan añoró su despreocupada vida anterior a la de Kano - Los envié a Ulthwé - recordó a su padre.

- Athareas sabrá lidiar con los Videntes. Hubiese sido un buen Kano si no se hubiese empeñado en defender mi candidatura. - De nuevo otro cambio de tema... ¿o no? - Cuida bien de tu madre, espero - Obviamente, todo iba relacionado, incluso la informalidad de los Ëaressi en las relaciones.

- La hace sonreir - dijo Sayëan sin pensar.

- Eso es bueno. No es bueno estar sólo durante siglos - Durante un momento Sayëan se sintió culpable por despertar a su padre después de tanto tiempo, hasta que cayó en la cuenta de que el comentario de su padre tenía una doble intención - Incluso el Kano tiene derecho a una vida - La enorme cabeza del Señor Espectral se ladeó un poco, esperando.

- Tal vez más tarde. Ahora hay mucho que hacer - Sayëan trató de evitar el tema. Ahora no era momento para sentimientos.

- Entonces, ¿por qué luchas? - El Viejo se inclinó sobre su hijo, como si le mirase fijamente con unos ojos que realmente no tenía. - Recuerda lo que significa ser Kano, hijo mío. Los Ëaressi seguimos teniendo corazón - El Señor se golpeó ligeramente en el pecho con un monstruoso puño de combate mientras un extraño sonido salía de su cuerpo. Sayëan reconoció una extraña forma de risa y por fín captó la ironía.

El Viejo Haq, el último de los Señores Espectrales de los Ëaressi, y por tanto, último pedazo de Hueso Espectral que los Ëaressi habían conservado. Hueso Espectral, la materia de la que estaba hecha la civilización Eldar, y el núcleo de su mundo de origen, Bieltan. Por un momento, Sayëan recordó Bieltan, aunque nunca lo había visto con sus propios ojos, y recordó el símbolo de su mundo.

Sin embargo, durante un instante, su mente voló hasta Ulthwé. Entonces, la risa del Señor Espectral aumentó durante un instante hasta que apartó la 'mirada' de su hijo. "Ya sé por qué luchas, hijo", pensó el Viejo Haq.