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Terruño

Diecisiete años he tardado en encontrar un folio en blanco donde dar albergue a mi persona. Sin buscarlo, he tropezado con este terruño que fue mío y que rendí a los enemigos de mi alma inquieta.
Un llanto de bebé me devuelve al mar que me arrastra y nado, porque sé nadar. Pero nací ardilla y volveré a subir las altas montañas que me separan de esa isla verde de la que partí y a la que volveré, trayendo conmigo a ese bebé.

Tierra neutra

... porque las distancias físicas no son más que una burla infantil frente a los afectos; porque una cafetería donde tres personas se reúnen para contarse cómo van sus vidas, no siempre es un lugar accesible; porque las letras escritas son formas mágicas cargadas de imágenes y sentidos. Dos se van a Estrasburgo, una de ellas, con una beca Erasmus y (a mi parecer) la necesidad de hacer un paréntesis de lo cotidiano; la otra, va allí a buscarse la vida, y a buscarse a sí misma, con toda la consistencia que tienen los deseos por cumplir; la tercera, que soy yo, se queda en casa, al menos por el momento, a la espera de cómo se desenvuelven los acontecimientos de tono y forma adulta.

Ya veremos que vigencia tiene esta tierra neutra, porque ninguna se engaña, y sabemos de la letanía y del hastío. Pero este sabor es nuevo y tiene cierta gracia saborearlo a medias.

Veamos qué pasa.