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Una sumisa

Me mudo...

...y espero que vosotros conmigo.

Tras muchos años por aquí, con sus temporadas más y menos activas, ha llegado el momento de renovarse y comenzar en otro lugar (aunque más que comenzar se trata de un punto y seguido).

Gracias a todos los que de un modo u otro me hicisteis sentir comprendida y deseada también, por qué no decirlo. De verdad que agradezco todos y cada uno de los comentarios aportados e ideas a lo largo de estos años y espero me sigais aportando tanto en el nuevo blog, allí os espero.

Gracias por estos años

¡Seguidme!

https://unasumisa.wordpress.com/

No soy una persona barata

No soy una persona barata

AVISO: Todo lo que aquí pueda leerse es una mezcla de vivencias y relaciones diferentes y es un punto de vista personal que no tiene porque coincidir con el de los demás. No pretendo ni dar lecciones, ni señalar, ni nada similar.

No soy una persona barata, en ninguna de mis facetas, ni como amiga, ni como trabajadora, ni como familiar, ni por supuesto tampoco como sumisa. Puede que haya a quien una afirmación así le sugiera cierta presunción o altivez, pero nada más lejos de la realidad. El hecho de que no me considere una persona barata simplemente significa que le doy importancia a todo, TODO, y absolutamente cualquier gesto o palabra para mi tiene mucho valor, para bien y para mal, tanto lo que recibo como lo que doy. No me gusta regalar palabras, no soy de regalarle los oídos a la gente, y las cosas que hago, digo y muestro, lo hago siendo totalmente consciente de que quiero y es lo que deseo, además de ser lo que pienso y lo que me sale de dentro.

Todo esto en mi faceta de sumisa adquiere un matiz especial y que a menudo se contradice con lo que por desgracia algunas personas que se acercan a este mundo opinan de lo que debería ser una buena sumisa. La verdad es que me importa más bien poco lo que algún desconocido pueda opinar al respecto, y el tema de “buena sumisa” es algo que a mi parecer no merece la pena si quiera discutir; cada uno tiene su visión y no seré yo quien me meta a tratar de cambiarla o refutarla.

No, hoy no voy a hablar de ser buena sumisa, no es algo además con lo que me sienta especialmente cómoda, ya que no me considero ejemplo de nada. Hoy más bien pretendo ordenar en mi cabeza la importancia de todas esas “pequeñas” cosas que me hace desear ser la mejor sumisa que mi Amo pueda llegar a imaginar, o perderme en la más profunda de las frustraciones al no considerarme merecedora o suficiente de estar al otro lado de la correa.

Creo que uno de los principales motivos por los que no me considero una sumisa barata es mi percepción de lo que no solo ofrezco, sino de lo que soy capaz de dar y de hecho doy. Soy de esas que con la persona elegida es capaz de vendarse los ojos y anular cualquier atisbo de deseo o voluntad propias en pro del placer y satisfacción del otro. Con la persona que así me lo inspira no tengo límites ni fronteras, cualquier cosa que se me pida o se me proponga se torna en posible con tiempo, esfuerzo y dedicación. Límites, que en un principio parecían infranqueables, se han superado sin apenas ser consciente, en el momento oportuno y de la mano de quien lo hizo posible.

Posiblemente si mi experiencia y vivencias como sumisa hubieran sido más físicas serían muchos más límites los que habría superado, pero por diversas circunstancias la gran mayoría de mis relaciones D/s han transcurrido a distancia. Estoy acostumbrada ya a ese tipo de relaciones y eso hace que la parte mental se haya perfilado como lo más importante para mí como sumisa. No concibo una D/s en la que los encuentros ocasionales se restrinjan única y exclusivamente a sesiones, eso a mí no me llena, necesito más, necesito cierta rutina, cierta estabilidad, cierto contacto…necesito sentirlo constantemente, sentir que pertenezco, sentir que despierto interés y deseo, sentirme protegida y cuidada, sentir que crezco y que me hacen crecer.

Puedo prescindir de cientos de prácticas y de sexo, puedo prescindir de juegos en la intimidad, puedo prescindir de cuerdas, inmovilizaciones, spanking, cera o lo que sea, pero de lo que no se prescindir es del control. Si tengo una relación D/s los encuentros deben transcurrir en torno a ese control, a la sumisión y a la dominación. En ocasiones los encuentros eran tan fugaces que se limitaban a sesiones más o menos elaboradas que acababan en sexo, en las que poco o nada sentía la dominación porque quedaba relegada a un segundo plano y nunca me sentí plena ni satisfecha tras ese tipo de encuentros. Por el contrario en ocasiones, encuentros que transcurrían en una aparente normalidad, en lugares públicos, y en los que el sexo no estaba presente me han llenado mil veces más al sentirme, en ese caso sí, dominada y controlada.

La parte sexual es fácil satisfacerla si de verdad lo necesitas, incluso con algo más subido de tono que el típico “aquí te pillo aquí te mato”, pero sólo es eso, sexo, y en ese caso ni soy ni me considero sumisa con esas personas, simplemente una mujer con ganas de disfrutar en la cama.

Pero si hablamos de Amo la cosa cambia. Si hablamos de mi yo sumisa mis necesidades son totalmente diferentes. Como decía antes me gusta y necesito sentir el control permanente de un modo u otro. Ya he dicho que en el momento en el que me entrego no dejo nada guardado, lo doy todo, y en cierto modo espero algo similar de vuelta. Obviaré la parte en la que argumentar que a pesar de ser la D/s una relación asimétrica, no significa que la sumisa deba aceptar lo que el Amo le vaya a ofrecer sin más, no es mi caso. Sí, se trata de una relación asimétrica, pero eso para mí no excluye que cada parte deba aportarle algo a la contraparte.

¿Y qué es eso que yo busco que me aporte un Amo? Simplemente control. Me gusta saber que pertenezco y que además el Amo está orgulloso de ello, sentirme vigilada y casi examinada cada día con su consiguiente felicitación o reprimenda según corresponda, sentirme importante y deseada y saberlo. Aquí es dónde para mí cualquier detalle, por pequeño que parezca, cobra tanta importancia, aquí es donde esas rutinas se vuelven necesidad, donde  orden hace que me excite y me sienta suya.

No diré que  sea fácil hacer sentir ese control y esa dominación a distancia, pero sí es cierto que apenas unos minutos al día pueden llegar a marcar la diferencia entre el deseo y la adoración más absolutas o la mayor de las indiferencias.

Un escueto mensaje inesperado manifestando orgullo hacia la propiedad, una imagen o un gif sin necesidad de palabras en el que quede patente el deseo que se despierta, un mensaje de voz cuando sabe que estás ocupada y que no poder escucharlo hará que te mojes y solo pienses en el momento de escaparte para poder escucharlo, una simple orden a mitad de la jornada de algo tan “tonto” como “muéstrame lo que es mío, ya”…esos pequeños gestos que hacen que tu día cambie, que de pronto sientas el calor subiendo a tus mejillas, la humedad en tu entrepierna y una sonrisa de perra orgullosa se dibuje en tu cara. Son apenas un par de minutos lo que supone enviar algo así, y sin embargo el efecto que tienen en mí dura horas y hace que el sentimiento de sumisión, pertenencia y entrega siga creciendo y aumente más cada día.

Además hay otra cosa que es para mí fundamental en este tipo de relaciones D/s a distancia, dos para ser más exacta: la comunicación y las rutinas.

Cuando se sabe que el contacto físico directo no va a ser todo lo frecuente que se desearía la comunicación se torna esencial. Da igual que sea a través de llamada, videoconferencia o mensajes, pero de un modo u otro esa comunicación no se debería perder, o de lo contrario es muy probable que todo se vuelva monotonía y que poco a poco ese deseo de pertenecer se vaya apagando, puesto que llega un momento en el que si no se percibe que el Amo está orgulloso de la sumisa, si la sumisa comienza a sentir que no es suficiente, que está pasando a un segundo plano y que se convierte tan solo en un entretenimiento ocasional, irremediablemente acabará por sentirse abandonada y los sentimientos que eso genera habiéndolo dado todo son largos y complicados de superar. Sin embargo, si esa comunicación existe y es frecuente, la sumisa (al igual que el Amo) podrá manifestar esos miedos y esas sensaciones que de callarlas acabarán consumiéndola poco a poco. Por muy convencida que esté una de que lo está haciendo bien, que está entregándose todo lo que puede y lo que el Amo desea, si llega un momento en el que todo eso no queda patente es complicado mantener esa seguridad y convicción. Cuando los silencios se multiplican y cuando el Amo no expresa sentimiento alguno de ningún tipo, la sumisa tiende a sentir que fracasa y esa sensación es demasiado poderosa como para poder combatirla sola y en silencio, y acaba por destrozar toda esa confianza que se ha ido creando entre los dos, toda esa complicidad y deseo que antes estaban presentes 24 horas al día se desvanecen y dejan paso a otros pensamientos y sentimientos negativos que van haciendo que todo se desmorone.

A veces, cuando esto sucede, una se aferra a las rutinas que se establecieron en su día, esas cosas que han pasado a formar parte de tu día a día, desde llevar un diario de sumisión, el uso de un tipo u otro de ropa, el modo de peinarse o de maquillarse, ejercicios diversos o rutinas de masturbación…cualquier cosa que recuerde que se tiene Dueño pueden ayudar en esos momentos de ausencias o falta de comunicación, pero lo hacen durante un tiempo, porque después es fácil que se conviertan en recordatorios de lo que era y ya no es. Esas rutinas pueden volverse en tu contra y recordarte que tú sigues dándolo todo incluso en momentos en los que no se tiene en cuenta, que podrías incluso dejar de hacerlo y Él no lo sabría, y es en ese momento en el que la sensación de abandono y de no ser suficiente y de haberse equivocado comienza a hacer mella.

Las rutinas son maravillosas, despertarte por la mañana con la ilusión de que Él estará presente de un modo u otro porque tú le estás satisfaciendo en la distancia, saber que de algún modo Él controla tu día en la distancia y eres incapaz de dejar de pensarle, excitarte y ruborizarte cuando alguna de esas rutinas es percibida por la gente que te rodea aunque no sepan el porqué o el para quién. Esas rutinas le dan a una paz, seguridad, fuerza y deseo; hacen que pases el día esperando uno de esos pequeños detalles en forma de audio, mensaje o llamada, esperas ansiosa el momento en el que poder comunicarte con Él y sentirle más cerca, contarle que aquello que hiciste para Él te puso en una situación comprometida en público o que estuviste horas tratando de ocultar tu excitación al pensarle…todas esas rutinas en una relación D/s a distancia se convierten en pilares a los que no solo te aferras sino que te proporcionan esa necesidad de contacto y control permanente que la distancia hace imposible. 

Quizás haya quien piense que son muchas cosas, que es mucho tiempo para estar pendiente de la sumisa, pero lo dije cuando empecé: no soy una persona barata. A mi sin embargo no me parece tanto, unos instantes cada día para mantener el contacto, el deseo y el control, unos minutos al día para compartir y disfrutar ambos de la relación, unos minutos al día a cambio de mis 24 horas al día pensándole, sintiéndole, deseándole, complaciéndole. Quizás en el fondo sí soy una persona barata.

La velada (2ª Parte)

La velada (2ª Parte)

Estaba nerviosa, inquieta. Sentía cómo su pecho y su vientre se movían agitadamente con cada respiración. Tenía que controlarse, debía tranquilizarse. Trató de concentrarse en los sonidos que escuchaba. Había llegado gente, pero nadie había entrado aún al salón. “A la derecha por favor, ahí está la cocina.” Era Su voz, pero…a la cocina, ¿por qué a la cocina? Nada tenía sentido. Si iba a ser una cena para los dos no entendía las compras de la mañana ni tanto ritual de preparativos para ella. Si iba a haber más gente, no era lógico que los hiciera pasar a la cocina… ¿Qué estaba sucediendo? Continuó escuchando ruidos que provenían de la cocina y se pronto sintió a alguien entrando en la habitación. Se tranquilizó, era Él, era Su olor. Le imaginó en la puerta, observándola desnuda sobre la mesa. Su respiración se aceleró. Escuchó cómo se movía alrededor de la mesa. Estaba apartando las sillas. Se agachó sobre ella y recorrió su desnudez con una mano mientras sus labios rozaban su cuello y se acercaban a su oreja…Ella se contuvo para no arquear su cuerpo, “quita, recuerda, tienes que permanecer quieta y en silencio” se recordó. “Buena chica, sé que no es fácil, pero merecerá la pena, confía en mí.” Esas fueron Sus palabras. Sintió que entraba más gente, se puso nerviosa, Él lo notó y la tranquilizó diciéndole que Él estaba allí, que no estaba sola. Comenzó a sentir como colocaban cosas sobre la mesa, rozando su cuerpo desnudo de vez en cuando con lo que ella pensó sería vajilla y cristalería. De pronto comenzó a sentir cómo colocaban cosas sobre su cuerpo. Estaba frío, pero no pesaba. No sabía lo que era. Tan solo le cubrieron su sexo. El resto seguía quedando expuesto, pero no por mucho tiempo. Poco a poco fue sintiendo cómo la cubrían con pequeñas cosas que colocaban cuidadosamente sobre su piel. Estaban frías. Ahora comenzó a entender el porqué debía permanecer quieta. Pero ¿quiénes eran esas personas? ¿Qué estaban haciendo? Y sobre todo… ¿No les extrañaba ver a una mujer desnuda sobre la mesa? No sabía exactamente qué sentir, era una mezcla de pudor, vergüenza, excitación… Por un instante se imaginó la escena desde fuera. Él debía estar deleitándose con aquel espectáculo, sabiéndola nerviosa y excitada, confusa y expectante. Estaría con una sonrisa sólo perceptible para aquellos que le conocieran, esa sonrisa que tanto le gustaba y que tan nerviosa la ponía cuando se la dedicaba. Escuchó el chasquido de cerillas, reconoció el olor al encender velas, y por un instante pensó en la cera caliente resbalando por su piel, pero no la sintió. Debían de ser mera decoración. Escuchó como la gente salía de la habitación, y poco después los escuchó salir por la puerta. En ese instante Él volvió a entrar en el salón, se acercó a ella y le preguntó “¿Quieres saber qué hacía toda esa gente? ¿Quieres saber qué es lo que va a suceder?” Con la voz entrecortada le respondió “Por favor Señor.” Sintió como Sus manos desataban la venda sobra sus ojos mientras le recordaba que no debía moverse, debía permanecer muy quieta. Le quitó la venda y lo primero que vio fue a Él. Tenía una mirada de satisfacción y divertida a la vez. Ella trató de ver qué había pasado. La luz era tenue. Había velas a su alrededor, sentía el calor. Miró hacia su cuerpo y lo entendió. Estaba cubierta por delicadas piezas de sushi con todas sus formas, variantes y colores. A su alrededor algunas hojas de vegetales como decoración y en efecto algo de vajillas y algunas copas. Ella iba a ser la principal atracción esa noche. Cuando fue consciente de lo que Él le había preparado sintió nerviosismo y excitación. Aquello era algo con lo que hacía tiempo que había fantaseado. Él lo sabía, pero nunca llegó a pensar que fuera a hacerse realidad. Volvió a buscarle con la mirada, con cuidado de no moverse para no tirar nada de lo que cubría su cuerpo. Él estaba allí, mirándola, admirándola. “Deben estar a punto de llegar. Espero que lo disfrutes tanto como yo.” Tras esas palabras esperaba que le volviera a vendar los ojos, pero en su lugar tomó un antifaz y se lo colocó. Ahora podría ver lo que sucedía a su alrededor, aunque restringido al campo de visión que le permitieran sus ojos sin mover la cabeza. El timbre no tardó en volver a sonar. “Vamos a disfrutarlo mi niña. Compórtate como yo te he enseñado.” Fueron sus últimas palabras antes de salir de la habitación. En seguida se escucharon voces entrado en casa y comenzaron a acercarse al salón. Ella trataba de tranquilizarse pero notaba como le costaba respirar tratando de no hacer caer ninguna de las piezas que le cubrían el cuerpo. Comenzó a ver las primeras caras, algunos les reconoció, a muchos otros no. Eran todo hombres. No había ninguna mujer. No acertaba a saber cuántos había. Muchos de ellos venían con alguna bebida en la mano y se acercaban curiosos a admirar la mesa, a admirarla a ella cubierta de sushi. Sonrió por un instante. Sí, era la atracción principal. No se le ocurría mejor manera de exhibirla ante Sus amigos. Tardaron en sentarse a la mesa, estuvieron un tiempo bebiendo y charlando a su alrededor. De vez en cuando le veía a Él vigilando que ella estuviera quieta. Le lanzó un par de miradas tranquilizadoras. Ella trataba de centrarse en las conversaciones. Todo eran elogios, todo eran felicitaciones a Su Amo, y a ella. Le hacía sentirse orgullosa y le daba seguridad. Llegado el momento Él les invitó a sentarse a la mesa. En ese momento las voces pararon y por unos breves segundos se hizo el silencio. No lo veía pero podía sentir las miradas sobre ella. A la cabecera se sentó Él, presidiendo la mesa, vigilando, observando, protegiéndola. Sin que el resto de comensales se diera cuenta, se acercó a su oído mientras inauguraba la cena y le susurró “disfruta, yo lo estoy haciendo.” Una sonrisa se dibujó inmediatamente al escucharle esas palabras. Tras haber inaugurado Él la cena pronto comenzó a sentir como el resto le imitaban. Algunos al parecer decidieron prescindir de palillos y utilizaban las manos, por lo que los roces sobre su piel eran fríos algunos y cálidos otros. Poco a poco iba sintiendo como iba quedando más desnuda, como su cuerpo desnudo iba apareciendo bajo los bocados de sushi. Los primeros en desparecer fueron los de sus pechos. Lo cierto es que sintió alivio de que así fuera, desde que se los habían colocado no paraba de pensar que con sus generosos pechos cualquier mínimo movimiento haría que se bamboleasen y tirasen la comida. La conversación se fue animando y pronto volvió a ser todo una mezcla de conversaciones, risas y manos y palillos sobre su cuerpo.

Apenas quedaban ya algunos trozos de sushi sobre sus piernas y alguno sobre su vientre, pero parecía que ya no iban a comer más. Todos se habían recostado sobre sus sillas y habían dejado los palillos sobre sus platos. Alguno la miraba con mirada de deseo, y parecían ansiosos. En ese momento de pronto lo pensó por primera vez. ¿Y ahora qué? ¿Qué es lo que se suponía que debía hacer? Él se incorporó, cogió la copa de vino que estaba tomando y se dispuso a hacer un brindis. “Chicos, ha sido para mí un placer compartir esta exquisita comida con todos vosotros, ahora degustemos el postre según lo acordado.” Todos se pusieron en pie. Chocaron sus copas y ella pudo ver mejor, ahora ya sin comida casi sobre su cuerpo, cómo eran los invitados. Había ocho en total, cuatro a cada lado. Tan solo reconocía a dos de ellos, y tampoco los conocía mucho. Cuando acabaron el brindis fueron saliendo de la habitación. Él se quedó. “Has estado perfecta y espero que lo hayas disfrutado. Pero no te relajes, ahora te toca disfrutar a ti de verdad. Tienes permiso para moverte, pero no para levantarte de la mesa hasta que yo lo diga. Y recuerda en todo instante que eres Mía y estoy aquí para cuidarte. Haz que ellos disfruten ahora y que vean lo buena perra que eres.” Apenas terminó de hablar comenzaron a volver todos los invitados. Estaban desnudos ahora. De nuevo se dispusieron alrededor de la mesa, pero esta vez no se sentaron. Comencé a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, acariciando mis piernas, mis muslos, otros recorrían mis hombros y mis brazos. Los pocos trozos de sushi que aún quedaban sobre mí pronto cayeron. Comencé a sentir cómo me humedecía. Mi respiración se aceleraba y cerraba los ojos. Fueron muy delicados al principio. Me rozaban con sus manos. Hasta que uno rompió el hielo y acercó su boca a mi pecho lamiendo y mordisqueándome un pezón. Casi al mismo tiempo una mano se deslizó entre mis muslos y comenzó a acariciar mi sexo. Otra mano pellizcaba mi otro pezón. Cerré los ojos y me dejé hacer. Me abandoné a la sensación de sentir mi cuerpo casi por completo cubierto por bocas y manos. Al rato mis manos comenzaron también a estar ocupadas, algunos de ellos las habían colocado sobre sus miembros semi erectos. Podía ya moverme y comencé a masajearlos sin dejar de sentir sus mordiscos, sus lametones y sus manos inundándome y recorriéndome entera. Solo mi boca quedaba libre de cualquiera de ellos. Por un instante bajé la mirada y me deleité con la escena. Me vi a mi misma rodeada de hombres, desnudos, que estaban disfrutando de mi anatomía. Los dedos se metían en mi sexo y yo me arqueaba y levantaba la pelvis. Otro aprovecho ese movimiento para también jugar con sus dedos en mi ano. Me había abandonado completamente a aquellas manos, aquellas bocas, estaba siendo manoseada por ocho hombres y me sentía la mujer más deseada del mundo. De vez en cuando abría los ojos buscando Su mirada. Estaba tranquilo, excitado, orgulloso. Mientras yo me arqueaba y contorsionaba mi columna sin dejar de masajear los miembros que me ponían en las manos oí como Él se levantaba. Se alejó y volvió con una cámara en la mano. Comenzó a tomar fotos de todo lo que allí sucedía. Comenzó a moverse alrededor de la mesa, inmortalizando cada instante. Yo me abandoné de nuevo, sentía como mi sexo se mojaba cada vez más. No sabía si podía correrme de modo que traté de controlar mi excitación. Me costaba, pero Él me había enseñado a hacerlo y era el momento de demostrarle que había aprendido. Me concentré sin dejar de sentir cada caricia, cada pellizco, cada mordisco. Ya habían cogido plena confianza y algunos comenzaron también a jugar con sus lenguas en mi sexo. Aquello hacía más difícil que me pudiera controlar. Él se dio cuenta y se acercó a mi “puedes correrte cuantas veces quieras mientras ellos sigan disfrutando de ti.” Entonces me abandoné y llegó el primero de mis orgasmos, gemí, jadee y me contorsioné hasta sentir como el hombre que estaba jugando con su lengua en mi sexo y sus dedos en mi ano arrancó aquel primer orgasmo. No tuve tiempo apenas de reponerme y me deleité en las manos que seguían sobándome con urgencia y deseo. Quería más. Continuaron jugando conmigo y de pronto sentí como las manos desaparecían de mi vientre. Se habían concentrado todos en mis pechos y en mi sexo, mis muslos…y de pronto un calor intensó aterrizó sobre mi vientre. Abrí los ojos de golpe y vi a mi Amo derramando la cera de una de las velas sobre mí. El resto de asistentes miraban y seguía jugando. Alguno se había retirado y observaba la escena mientras se masturbaba. Sentía la lujuria en sus miradas, el deseo. Uno de los que se estaba masturbando se acercó a mí y, mientras mi Amo continuaba jugando con la cera de la vela, se corrió también sobre mi vientre, mezclando su semen con la cera. A este le siguió otro, pero lo hizo sobre mi pecho, mientras mi Amo movía la vela sobre mi cuerpo para que semen y cera se derramaran a la vez en el mismo lugar. Uno a uno fueron corriéndose sobre mí mientras los que ya lo habían hecho observaban y se relajaban ya sentados en las sillas.

No sé cuánto tiempo duró aquello. Tampoco sé cuántos orgasmos me sacaron. Cuando todos hubieron acabado se fueron retirando para volver ya vestidos. Él se acercó a mí, me beso apasionadamente y mientras me felicitaba me tapó con una sábana. “Has sido todo un espectáculo. Ahora descansa. Cuando todos se marchen será mi turno.” Me besó de nuevo y se acomodó en el sillón. A medida que el resto llegaban ya vestidos se unían a Él. Vi como comenzaban a servirse copas y café. Yo me relajé, ladee la cabeza, me acomodé sobre la mesa tapada con la sábana, sintiendo aún los pegotes de cera mexclados con el semen de aquellos desconocidos sobre mi cuerpo. Poco tardé en quedarme dormida con sus risas y voces de fondo. Había sido increíble y aún debía satisfacerle a Él. 

La velada (1ª Parte)

No sabía lo que le esperaba aquella noche, pero no estaba preocupada ya que su confianza en Él era total y sabía que fuera lo que fuera lo que planeaba ella lo disfrutaría tanto o más que Él. Su único temor, infundado como siempre, era el de no estar a la altura y no satisfacer las expectativas que Él pudiera tener, siempre le aterraba no ser capaz de cumplir con lo que Él quería, no saber comportarse, aunque en el fondo también sabía que eso nunca sucedía, Él siempre le transmitía Su satisfacción y eso era lo que ella más admiraba y lo que día tras día la tenía enganchada a Él, saberse deseada y saberse partícipe de Su disfrute.

Sin ella saberlo del todo los preparativos habían comenzado ya por la noche, cuando Él la mandó a dormir antes de lo habitual. La acompañó a la cama, la tapó y la arropó. “Quiero que mañana estés relajada y descansada.” A ella le costó conciliar el sueño, los nervios por lo que sucedería al día siguiente ocupaban todos sus pensamientos, pero debía dormirse, debía obedecerle, y se centró en el sonido de música que llegaba del salón, donde le imaginaba relajado en el sofá viendo algún concierto mientras trasteaba por internet.

A la mañana siguiente se despertó pronto, y se dispuso a levantarse sigilosamente para preparar el desayuno para cuando Él se levantara, pero Él no estaba a su lado. Se paró un segundo y escuchó ruido en la cocina. Antes de que le diera tiempo a levantarse apareció el en la puerta, con el torso desnudo y con el desayuno. Ella sonrió, pero dudó un instante, no entendía lo que sucedía, la imagen siempre era la contraría, era ella la que debía despertarle a Él con el desayuno, no al revés. Él la miró desde arriba, aún tumbada en la cama, con la sonrisa de quien tiene una sorpresa que nadie imagina. Ella trató una vez más de sonsacarle algo, pero no solo no lo consiguió, sino que además se llevó de regalo una reprimenda por ello. Ella esperaba algún castigo físico por ello, pero no fue así, sintió como se contenía, y como simplemente torcía el gesto y salía de la habitación. Ella desayunó, lamentándose por haber tratado de sonsacarle, y olvidándose por un instante de qué sería lo que le depararía la noche.

Por la mañana salieron a hacer algunas compras, iban a tener invitados, eso sí lo sabía, y necesitaban algunas cosas para ofrecerles. Le sorprendió que no compraran nada de comida, apenas unos aperitivos y unas cuantas botellas de bebidas. 

Ya en casa la comida fue ligera, la de ella. Después de haber recogido la cocina mientras Él descansaba, le ordenó desnudarse y preparar la bañera. Le pareció muy extraño, un baño después de comer, pero sin titubear le obedeció. Cuando el agua estaba a la temperatura adecuada le avisó y Él se acercó. Le ayudó a meterse en la bañera y Él se sentó en el borde. “Hoy seré yo quien te prepare, sólo disfruta y deja que yo me ocupe de todo.” Ella se recostó y cerró los ojos. Él comenzó a enjabonarle el pelo, con suaves masajes, pasando sus dedos por su cabeza y bajando hasta el cuello para detenerse allí con un ligero masaje. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero casi se quedó dormida. Fueron Sus manos bajando por sus senos hasta meterse en su entrepierna lo que la despertó y la sacó de aquel estado de relajación. Su respiración comenzó a acelerarse y Él lo notó, por lo que apartó Su mano y volvió de nuevo hacia arriba. Después de acabar de lavarle el pelo la mandó ponerse de pie. Con un guante de crin y con fuerza se lo pasó por toda su anatomía. Recorrió todo su cuerpo, siendo más brusco en la zona de las piernas y los brazos, ella hizo un gesto de disgusto, pero a Él no le importó y continuo pasándole aquel áspero guante con fuerza por todo el cuerpo. Cuando acabó la enjabonó con mimo, dándole un ligero masaje en aquellas zonas en las que más se había detenido con el guante. Antes de aclararle el jabón cogió una cuchilla y le arregló el vello de su pubis. Afeitó el poco pelo que quedaba coronando la entrada a su sexo y repasó el resto de sus labios y su ano. Aquello le extrañó, pero no dijo nada, tan solo le miró y vio como Él sonreía, sabedor de que aquello la tenía aún más desorientada sobre lo que sucedería.

Al acabar de lavarla le cepilló el pelo con cuidado y se lo envolvió con una toalla. La secó con la toalla y al finalizar la envolvió con sus brazos rodeándola y aspirando su olor desde atrás. A continuación le quitó la toalla y cogió un bote de crema. Se la extendió por todo el cuerpo y justo cuando estaba finalizando sonó el timbre. “Ponte esto y espera aquí, ahora mismo vengo.” Le dijo Él señalando una bata que había dispuesto sobre un taburete junto a unas zapatillas que dejaban sus dedos al aire. Escuchó voces y se inquietó, no esperaban a nadie, todavía no, era demasiado pronto. Identificó la voz de una mujer, pero no le resultaba familiar, después sonidos que tampoco supo reconocer y acto seguido Su voz ordenándole que fuera al salón. Al entrar vió a una mujer, joven, muy bien arreglada, que estaba sentada en un reposapiés frente a uno de los sillones y con todo un arsenal de botes y utensilios de manicura dispuestos sobre la mesita. Miró extrañada, no sabía qué estaba pasando. “Ven, siéntate, esta es Valeria, va a ocuparse de tus uñas, no quiero que mi torpeza pueda estropear el más mínimo detalle para esta noche.” Ella obedeció y se sentó en el sofá. La bata era muy corta y no sabía cómo ponerse para no dejar más de lo necesario al descubierto, a fin de cuentas no llevaba nada debajo. Valeria le indicó que subiera los pies sobre sus rodillas y en ese instante se dio cuenta de que sería imposible en aquella postura evitar que no se le viera nada. A Valeria no pareció importarle y a Su Señor era evidente que le divertía todo aquello. Se quedó un rato de pie observando con su sonrisa en la cara, divertido viendo cómo ella se ruborizaba. “Os dejaré solas, voy a preparar algunas cosas. Valeria, ya sabes cómo lo quiero.” Amablemente ella le contestó sin apartar la vista de lo que estaba haciendo y Él se acercó a ella, le dio un beso en la frente y se alejó. La chica era agradable, aunque no le dio mucha conversación, se concentraba en su trabajo y en parte también se lo agradeció, así tenía tiempo de seguir tratando de entender qué era lo que iba a suceder aquella noche.

Una vez Valeria hubo acabado con sus uñas de manos y pies, en un tono roja muy potente, Él ya había regresado. Dio su visto bueno y le comentó algunas indicaciones de cómo quería ahora que le arreglase el pelo y la maquillara. Ellas dos fueron al baño y allí Valeria continuó su trabajo. La verdad es que no entendía nada, ¿para qué tanto preparativo? Siempre era ella misma la que se preparaba siguiendo siempre Sus indicaciones para cualquier evento. El tiempo pasaba y lo único que hacía era pensar más y más en el porqué de todo aquello. Cuando la choca terminó quiso mirarse al espejo, pero ella le dijo que Él le había dicho que no lo hiciera, de modo que bajó la vista y se quedó sentada en el taburete en el baño. Valeria salió del cuarto y ella escuchó cómo se despedían en la puerta. Quería levantar la cabeza, girarse y mirarse, pero sabía que no debía hacerlo. Esperó paciente a que Él volviera. Cuando Él entró en el baño la hizo ponerse de pie y quitarse la bata, repasó su aspecto de arriba abajo, dando una vuelta a su alrededor. Por la expresión de su cara parecía satisfecho. “Simplemente perfecta mi niña.” Aquellas palabras eran todo lo que necesitaba escuchar para sentirse segura, sin miedos, confiada y deseosa de lo que fuera a pasar esa noche.

La llevó a la habitación y le dio unas últimas indicaciones. Ya era tarde, se había pasado muy rápido el tiempo, y los invitados estaban a punto de llegar.  Se dirigieron al salón, y ella vió que la mesa estaba totalmente vacía, no había nada aún preparado y era ya muy tarde. Se puso nerviosa, pero al mirarle a Él vio que estaba tranquilo, sereno, no parecía preocuparle que aún quedara tanto por preparar. “Tranquila, va todo según lo previsto. Ahora quiero que te tumbes sobre la mesa, boca arriba.” Sus ojos se abrieron como platos. Ahora sí que ya no sabía qué pensar. Trató de serenarse y simplemente obedecerle. Antes de tumbarse, sentada en el borde, Él cogió una cinta de seda roja y le vendó los ojos con cuidado de no estropear el recogido ni el maquillaje, después la ayudó a tumbarse boca arriba y le susurró al oído “a partir de ahora quiero que estés muy quieta. No te muevas. Pase lo que pase, oigas lo que oigas, sientas lo que sientas, no te muevas y no hables. Simplemente quédate como estás. ¿Serás capaz?” Ella titubeó por un instante, el suficiente para que Él añadiera “¿Acaso no confías en mí?” Inmediatamente ella le respondió: “Sí mi Amo, por supuesto. Seré capaz, estaré quieta y en silencio” Apenas terminó de pronunciar esas palabras sintió Sus labios sobre su vientre y el timbre de la puerta sonó. Era el momento, lo que quiera que fuera a suceder empezaría ya ahora.

Con el tiempo...Suya

Con el tiempo...Suya

“Lo que engancha del BDSM no es el dolor, la humillación o la dominación, sino tener a alguien con quien ser uno mismo y no tener que esconderse.” (@sumisa_aka)

 

Como todo el mundo imagino, cuando llegué a este mundo estaba perdida y la mayoría de las cosas que me atraían tenían más que ver con lo físico y con las imágenes que encontraba por las redes que con aspecto más mentales. Con el tiempo fue descubriendo mis propios gustos, mis propias predilecciones y fui tachando otras que a priori podían haberme resultado excitantes, pero que una vez me acerqué a ellas descubrí que no solo no me satisfacían sino que además me desagradaban. También sucedió lo contrario, me apasionaron prácticas que jamás hubiera imaginado que me pudieran resultar placenteras. Supongo que a cualquiera que se adentre en este maravilloso mundo le habrá sucedido algo similar.

Pero seguía estando equivocada, muy equivocada. La experiencia y los años te regalan algo muy valioso, que es el poder conocer, experimentar y sobre todo poder verlo todo en la distancia pasado el tiempo y descubrir que las cosas no eran exactamente como yo las veía en mi mente. No entraré ahora en analizar, o más bien en explicar todas esas situaciones y prácticas que ahora veo no me llenaban ni satisfacían y que además considero que algunas no eran las apropiadas para mí y que me, lejos de aportarme felicidad y alegrías, me restaron, poco a poco fueron haciendo que me alejara de mis propias necesidades y deseos y me creara falsas ideas y gustos en mi mente. Quizás alguien se pregunte cómo es posible crearse falsas necesidades, falsos gustos…pero es muy posible y me temo que más habitual de lo creemos. Imagino que una gran parte de reside en esa necesidad irrefrenable de querer satisfacer a toda costa, incluso pasando por encima de una misma, de sus propios gustos, necesidades y principios.

Con el tiempo fui descubriendo que el BDSM, para mí, no consiste en eso. Para mí el BDSM consiste precisamente en esa frase que introduce este escrito, en poder ser uno mismo, dejarse llevar, vivir, sentir…pero no a cualquier precio. No niego que haya quienes se puedan sentir enganchados a cualquier práctica dentro de este mundo, dolor, humillación, sometimiento, privación de sentidos o voluntad, cualquiera, pero no es mi caso. Yo de hecho me “desenganché” del BDSM, durante un tiempo cualquier práctica quedó relegada, no me interesaba, sabía lo que se sentía, y a mí eso de por sí no es lo que me llenaba, no lo necesitaba, no lo deseaba.

Con el tiempo me di cuenta de que en efecto era encontrar a esa persona lo que sí me mantenía aún ligada al BDSM, no me interesaba si un dominante había tenido sumisas o no, no me interesaba saber si le avalaban años de experiencia o no, no me interesaba su pasado, me interesaba su presente, la persona, sus anhelos, sus sentimientos, sus inquietudes y por encima de todo eso me interesaba lo que yo pudiera despertar en esa persona y ella en mí. ¿De qué me servía a mí una persona experimentada que no era capaz de entenderme, comprenderme ni hacerme sentir, eso ya lo había conocido? ¿Para qué una persona con unas habilidades y destrezas en prácticas si yo no me sentía segura y deseosa al practicarlas con él? Aclaremos llegados a este punto que no soy masoquista, no disfruto con el dolor per se, por lo que difícilmente va a complacerme que un dominante cualquiera, avezado en las artes del látigo por ejemplo, se deleite haciéndolo chasquear sobre mi piel una y otra vez sin no existe de por medio una relación previa.

Con el tiempo fui poco a poco haciéndome a la idea, la idea de que esto no es para mí, no al menos si pretendía vivirlo a mi manera, porque, como reza la frase del comienzo, si tengo que esconderme no es BDSM para mí. Limitarlo todo a lo que se vive entre cuatro paredes no es para mí, necesito, quiero no tener esos límites físicos, poder vivirlo en cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier situación, y no todo el mundo está dispuesto a algo así y tampoco lo comparte.

Y finalmente, con el tiempo, esa persona apareció. 

Con el tiempo se acercó a mí, con paciencia, con delicadeza y educación.

Con el tiempo fue metiéndose en mi vida, en mi día a día.

Con el tiempo fue derribando todas y cada una de las barreras que otros me instaron a levantar a lo largo de estos años.

Con el tiempo fue enseñándome a conocerle.

Con el tiempo permitió que yo misma me fuera descubriendo.

Con el tiempo hizo que sin yo saberlo, despertara de nuevo.

Con el tiempo volvió a despertar en mí el deseo, el deseo más básico y carnal. El deseo de sentir, de soñar, de servir, de arrodillarme ante Él y simplemente ser.

Con el tiempo…al final todo acaba siendo cuestión de tiempo, tiempo para conocer, tiempo para confiar, tiempo para curar heridas y tiempo para volver a vivir.

Tiempo es todo lo que tenemos por delante, tiempo de entrega, tiempo de disfrutarnos, a nuestra manera, tiempo para compartir, tiempo para experimentar, tiempo para sentirnos.

Y tiempo, poco, muy poco, es el que falta para que definitivamente y ante Él me arrodille y desaparezca la última barrera que nos tiene separados y llamarme Suya. En realidad sé que ya lo soy, soy Suya porque cada palabra pronunciada, cada mensaje recibido y cada imagen compartida me lo recuerdan en forma de sonrisa en la cara y humedad entre mis piernas. Cada mañana al despertar, cada noche al acostarme y apagar la luz es Su presencia la que me acompaña.

Ese vacío que fue creándose en mi interior con el paso del tiempo ha desparecido, ahora está Él ocupándolo.

Él es ese alguien con quien puedo ser yo y no esconderme, con quien puedo ser la niña caprichosa, la puta descarda, la payasa de sonrisa encantadora, la zorra insaciable y la más fiel de las perras que nadie pueda imaginar.

Vuelvo a ser yo, en toda mi esencia, sin peros, sin disculpas, sin remordimientos, sin dudas ni preguntas. Entera, plena, completa y entregada. Suya, Suya Amo Petrus.

El primer viaje...

El primer viaje...

Las indicaciones habían sido claras: “harás el viaje en tren, con el huevo en tu coño y esperando mis indicaciones”.

Ella no necesitaba más, a pesar de no haberle sentido nunca delante, esas eran palabras más que suficientes para hacer que su coño apenas ofreciera resistencia al metérselo y comenzara a lubricar sin necesidad de encenderlo. 

Poco a poco había ido conociendo sus gustos y preferencias y la víspera se había tomado su tiempo para preparase para él. Había dejado su vulva perfectamente rasurada hasta sentirla suave y lisa al tacto, sus manos y pies habían sido cuidados y preparados para presentarse delicados y elegantes, su cuerpo entero había pasado por una sesión de masajes y aceites para dejar la piel tersa y suave. También había elegido la ropa con cuidado, acorde a sus gustos, una camisa lo suficientemente apretada para marcar sus pechos y que sus pezones se vieran erectos cuando la excitación fuera en aumento, y un pantalón que marcara su imponente culo y que además mostrara lo mojada que estaba llegado el momento y permitiera un fácil acceso a su coño empapado en cualquier lugar y momento. Le había parecido extraño, pero esta vez sí le había ordenado que se pusiera bragas y así lo hizo. 

Llegada la hora y tras esas palabras que retumbaban en su cabeza, se subió al tren, buscó su asiento y colocó a sus pies la bolsa de viaje de la que sobresalía una vara…sí, eso también había sido idea suya y sin duda conseguía que un escalofrío recorriera su cuerpo de arriba abajo cada vez que la veía y sentía que alguien la miraba.

Cuando apenas había comenzado el viaje llegaron las primeras indicaciones: “enciende el huevo, levántate y ve al vagón cafetería. Pídete algo, siéntate y envíame una foto para ver la gente que hay.”

Tras pedir se sentó en un taburete mirando hacia la ventana y le envió la foto. Había un grupo de jóvenes que ocupaban casi toda la barra y un señor sentado dos taburetes más allá de donde estaba ella. Miraba por la ventana, con el móvil en la mano, esperando nerviosa y ansiosa el siguiente mensaje. El teléfono vibró: “sube la potencia del huevo y gírate hasta estar mirando de frente al señor que tienes al lado. Abre las piernas y no las cierres.” Despacio y sin que pareciera nada brusco hizo lo que le había ordenado y sintió como su coño se había humedecido más mientras leía el mensaje. Sabía que no era posible, pero tenía la sensación de que su pantalón de color claro delataría lo mojada que empezaba a estar. El señor levantó la vista de la revista que ojeaba, le echo una fugaz mirada y sonrió, para volver a dirigir su atención a la revista. Ella sintió a la vez alivio y decepción al ver que el desconocido apenas se había fijado en ella, pero no se había dado cuenta de que uno de los jóvenes que charlaba animadamente en la barra sí la estaba observando. Cuando sintió su mirada se tensó y sintió una punzada en su coño y al bajar la vista vio como sus pezones comenzaban a marcarse a través de la blusa. Se ruborizó y noto como el calor la invadió. Justo en ese momento volvió a vibrar el móvil: “levántate y ve al baño, hazte una foto de lo que el resto ve y envíamela.”

En el baño, al hacerse la foto y mirarse en el espejo se dio cuenta de que no solo sus pezones la delataban, también estaba ruborizada, pero su pantalón aún estaba seco, aunque no iba a ser así por mucho tiempo…

“Sube la potencia a ese huevo, siéntelo vibrando en tu coño, pellízcate los pezones con una mano y con la otra azótate el coño hasta que empiece a estar rojo.”

Mientras obedecía su respiración comenzaba a entrecortarse, cerraba los ojos y la imagen de su mano en su coño hacía que se mojara aún más, era consciente que después de eso lo más seguro es que el pantalón no pudiera disimular más lo cachonda que empezaba a estar.  Salió del baño algo mareada y aún con dificultad para respirar, con la blusa más desabrochada y el pantalón marcando su raja haciendo que se fuera humedeciendo con cada paso que daba. Volvió a la cafetería, se sentó de nuevo en un taburete con las piernas abiertas y recorrió el vagón con la mirada. El señor ya no estaba, en su lugar había una pareja, y el grupo de jóvenes de la barra ahora era más numeroso y ruidoso. El mismo joven que la había observado un rato antes la observó ahora, y sin duda se daba cuenta de que algo le pasaba por cómo la miraba. El teléfono siguió vibrando y los mensajes que leía hacían que su excitación aumentara. En apenas 5 minutos de mensajes e imágenes mostrando lo que esperaba al llegar su pantalón sin duda ya había empezado a mojarse y sus pezones cada vez estaban más duros. Deseaba salir de allí, ir al baño y masturbarse, pero no, no eran esos los planes que él tenía. 

“¿Estás muy húmeda?”

“Sí…” le contestó ella.

“Vas a ir al baño, vas a quitarte las bragas, te vas a sacar el huevo y lo vas a limpiar con ellas y luego te las vas a meter en el coño, que se empapen bien, y las vas a dejar allí.”

Sintiendo la mirada del joven clavada en su culo cuando se levantó, se dirigió al baño, estaba ocupado, así que tuvo que esperar, apretando las piernas y con movimientos nerviosos de pie en la puerta. Sabía que no era real, pero sentía como le resbalaban las gotas de flujo por la pierna. Una vez entró en el baño se bajó los pantalones y se quitó las bragas, estaban más mojadas de lo que imaginaba, se sacó el huevo que aún vibraba y unas gotas de flujo cayeron sobre su pantalón, estaba chorreando literalmente. Se metió las bragas en el coño, las empapó y las miró. Podía oler su excitación, ese olor que tanto la incomodaba y que tan nerviosa la ponía al pensar que alguien más lo oliera. Las dejó sobre el lavabo, se volvió a meter el huevo y se subió los pantalones, ahora ya no solo tenían una marca de humedad por delante, también tenían gotas de flujo en la parte de atrás. Hizo una foto de las bragas en el baño y salió esperando no encontrar a nadie en la puerta. 

Se dirigió a su asiento y siguiendo las indicaciones bajó la potencia del huevo y trató de relajarse. Cuando por fin había conseguido regular su respiración el teléfono volvió a vibrar, esta vez no era un mensaje, era un audio. Le tembló la mano, miró a su alrededor y dudó si levantarse para escucharlo en un sitio más discreto, pero antes de que le diera tiempo a reaccionar llegó otro mensaje: “no te levantes, cierra los ojos, escucha el audio y disfruta”

La respiración se le volvió a acelerar, con la mano temblorosa se acercó el móvil al oído, no había nadie sentado a su lado, pero si delante y detrás.

“Eres una buena perra, y eso tendrá su recompensa, pero no sin antes hacer que yo disfrute de ti. En un rato llegarás a la estación y yo estaré allí. No me verás, pero te estaré observando. Bajarás del tren, con el huevo todavía dentro y a máxima potencia. Te dirigirás al baño, y te acercarás al kiosco de periódicos, le dejarás el mando del huevo a la señorita que está allí y te irás al baño para sacarte las tetas por fuera de la copa del sujetador, sin quitarlo. Saldrás de la estación y te sentarás en el banco que hay enfrente, con las piernas abiertas, la espalda recta haciendo que esas tetas se marquen bien a través de la blusa y la mirada hacia el suelo. Hazlo. Te estaré vigilando”

Esa voz, ese tono firme y sosegado, autoritario…se olvidó de dónde estaba y de si alguien lo había escuchado o no…comenzó a marearse con la excitación, le temblaban las manos y apretaba cada vez más las piernas retorciéndose en el asiento sin darse cuenta. Ahora solo deseaba llegar.

Anunciaron su parada, ansiosa cogió la bolsa con la vara sobresaliendo, al mirarla un escalofrío recorrió de nuevo su cuerpo, seguía excitada, mucho… Bajó del tren y no pudo evitar echar una mirada tratando de encontrarle, pero casi instintivamente se ruborizó, bajó la mirada y siguió todas y cada una de las indicaciones de aquel mensaje de voz, solo recordar y reproducir el mensaje en su cabeza era suficiente para ponerla nerviosa. Fue al kiosco, le dio el mando a la chica, entró en el baño, dejó que sus tetas salieran de la copa del sujetador, se ajustó la blusa, y con pasos torpes se dirigió a la puerta de la estación buscando el banco. Se sentó dejando la estación a su espalda y esperó…estaba nerviosa, excitada, ansiosa y le costaba respirar. Repasaba el viaje que acaba de hacer una y otra vez en su mente, ya no pensaba en lo que iba a pasar, no podía, repasaba los mensajes, la cara del joven en la cafetería, la imagen de su braga empapada en el baño, el mensaje de voz, su voz…y de pronto sintió una mano grande y firme por detrás que le acarició la cabeza, bajó por su cuello y se metió en su blusa, y su voz le susurró al oído: “bienvenida perra, estoy orgulloso de ti, ahora vamos a disfrutar.” Y con un beso a traición mientras le pellizcaba los pezones hizo que olvidara todo y que volviera a chorrear.

Esperanza y fe

Esperanza y fe

Esto no es nada nuevo. Ya son unos cuantos años que se repite la misma situación.

Algunos pensarán que no debería seguir soñando, que debería dejar de hacerme ilusiones; pero no puedo. Hay algo que me lo ha impedido desde el primer momento, y no es otra cosa que pensar que es posible y que además funcionaría.

Hubo una época en la que lo vi realmente cerca, pensé que estábamos por fin en la dirección correcta. Todo parecía fluir, todo parecía encajar por fin…pero algo se torció.

Varias han sido las etapas de frustración, de no saber qué hacer ni hacia donde seguir. Pero también ha habido épocas en la que sonreía al despertar, incluso antes de abrir los ojos. Cada día era una nueva oportunidad para sentir que era Suya y que Él así me lo hacía saber. Cada día un paso más hacia esa situación que a día de hoy sigo anhelando. Cada día una nueva sorpresa que aguardaba. Como es lógico hubo sus más y sus menos, pero recuerdo esas etapas con cariño, y también con nostalgia.

Nunca he terminado de saber porque acababan, porqué de un día para otro todo se desvanecía y yo desaparecía. ¿Cómo era posible que todo aquello se esfumara de repente?

Esas dudas son posiblemente también las responsables de que a día de hoy siga creyendo en ello, siga ilusionándome y siga pensando que algún día se hará realidad, de nuevo. Porque pienso que esa complicidad, esas ganas de crecer y descubrir juntos no se han podido esfumar.

Quizás me equivoque y no existiera nada de eso por su parte; quizás todo son imaginaciones mías y en realidad no es más que un divertimento pasajero para él; puede ser. Pero el no saberlo es en parte uno de los alicientes para seguir peleando.

Porque sé que funcionaría, porque sé que encajamos y porque sé que juntos, de verdad, podríamos llegar a ser felices y tener cada uno nuestros espacio. Sé que es posible, y sé que yo aprendería a manejar todo aquello que ahora se me antoja tan difícil.

Hay tantas cosas que me gustaría descubrir, aprender y sí, también demostrar.

Tenía la esperanza de que esta última vez que nos vimos fuera de nuevo un comienzo. Yo estaba dispuesta, en realidad estaba ansiosa porque así fuera. Quería volver a comprometerme y volver a ser Suya, solo que esta vez quería ir un paso más allá. Creí que Él también lo quería, y estaba dispuesta a aparcar miedos e inseguridades, a compartirle todos mis temores y todas mis ilusiones. Pero no fue así.

A mi modo de verlo solo es cuestión de confiar, confiar el uno en el otro y, sobretodo y ante todo, confiar en que es posible y desearlo; desear ser libres ambos y compartir esa libertad y disfrutarla; porque eso sería disfrutarla dos veces.

Yo creo en ello y por eso sigo aquí; por eso insisto, aunque en ocasiones crea que sea mejor quedarme en las sombras a la espera de alguna muestra. Pero sigo aquí, siempre he seguido y supongo que siempre seguiré. Porque creo en ello y porque se que aún me queda mucho que aprender y quiero hacerlo de Su mano.  Le quiero como amigo, como compañero y como Amo, y quiero que Él me acepte del mismo modo. Quiero poder decir "soy Suya".

Una tarde cualquiera, una conversación normal.

Una tarde cualquiera, una conversación normal.

Una tarde cualquiera, en medio de una conversación, surgió la pregunta:

-¿Qué quieres?- preguntó él.

¿Qué quiero? Quiero pasión, deseo y lujuria. Quiero a esa persona que es capaz de revolverme las entrañas con solo una mirada.  Esa que sabe guiarme silenciosa hasta donde ni yo misma pensé jamás que pudiera llegar. Esa con la que no necesitas hablar, pero que siempre está presente. Esa que se preocupa por ti, por su bien más preciado.

Quiero tardes de risas y llantos, juntos a pesar de todo. Quiero esa complicidad que tuvimos y de la que tanto disfrutamos, esa que me hacía adelantarme a cualquier deseo.

Quiero rutinas, protocolos y normas, que me recuerden a cada instante que hay alguien ahí que me desea y que piensa en mí.

Quiero que sin motivo me rodees con los brazos y me transmitas lo que sientes. Quiero que me reconfortes tras una dura sesión, o simplemente estés ahí en un mal día.  Yo lo estaré.

Quiero que no reprimas tus sentimientos conmigo, quiero que confíes y quiero hacerte entender que cualquier cosa que me cuentes importa.

Quiero confianza, sinceridad y seguridad. Quiero poder decirte todas esas cosas que pienso y se me pasan por la cabeza, las buenas y las no tan buenas. No tener miedo a hablarte por no molestar. No tener miedo a decirte que te echo de menos por no querer agobiar.

Quiero juegos, cuerdas, cera, varas…quiero lo que tú quieras y quiero disfrutarlo contigo. Quiero abandonarme a tus retorcidas ideas y no tener miedo. No pensar, solo cerrar los ojos, confiar y disfrutar. Quiero que sepas que yo lo deseo tanto como tú.

Quiero hacer sin pensar, vivir cada instante y que todo fluya. Sesiones de horas que parecen segundos. Un pellizco cómplice en medio de la gente. Un mordisco intenso cuando nadie lo espera. Un lamentón a traición que me dé escalofríos.

Quiero esas ocurrencias locas que los dos disfrutamos y el resto no pueden ni imaginar. Esas experiencias que solo tú y yo conocemos. Crear historias y vivir experiencias fuera de la rutina.

Quiero crecer y aprender más de ti, de tus gustos, tus deseos, tus fantasías y tus miedos. Quiero compartir los míos y hacer realidad lo que en mi mente es solo un sueño.

Quiero un “me acordé de ti” a las 2 de la mañana y un “mastúrbate para mí que quiero recrearme”.

Quiero que nunca falten las ganas, las ganas de abrazar, las ganas de jugar, las ganas de usar, las ganas de complacer, las ganas de más.

Quiero hacerte reír, quiero hacerte sentir feliz, quiero que estés contento y satisfecho de lo que tú mismo moldeas y creas. Que mires con orgullo y pienses “es mía”.

En definitiva, quiero sentirme tuya, quiero que seas mi Amo y compañero, y yo tu sumisa.

¿Y tú? ¿Quieres ser mi Amo?

-¿Que qué quiero? No lo sé. Nada en especial supongo.- contestó ella.

Y como una tarde cualquiera, en medio de una conversación, todas las ideas que abarrotaban su mente se negaron a salir.

Un polvo de los de verdad

Mi próximo polvo quiero que sea uno de esos de los verdad.

Uno de esos que empiezan con insinuaciones y miradas, con roces furtivos bajo la mesa o en las escaleras. Uno de esos que empiezan sin quererlo. Esos en los que las manos juguetean primero entrelazándose y las bocas se acercan sin llegar a besarse. Esos que  tras un rato de inocentes juegos pasan a otro nivel. Un nivel en el que la esencia dominante empieza a salir timidamente a la luz. Esa que hace que te cubra los ojos con una venda mientras aún estás vestida, aunque ya deseando jugar.

Quiero un polvo de esos que comiencen con la miel en los labios sin dejarte saborear. Uno de esos que con la venda en los ojos te hagan estremecer cuando sobre tu piel notas el contraste del frío acero con el calor de la cera. Ese acero que rasga todo aquello que se interponga entre tu piel y la suya. Ese acero que te arranca suspiros entrecortados al sentirlo sin verlo.

Quiero un polvo de esos en los que la aspereza de las cuerdas dejen la piel dolorida y enrojezida, un rojo a juego con el de la piel del trasero y las tetas. Esas tetas con los pezones cada vez más dispuestos a que unas pinzas los coronen. Ese culo pidiendo sentir el calor de una vara que silba en el aire y estalla al azotarlo.

Quiero un polvo de esos en los que anhelas y te arrastras a tientas por la habitación buscando saborear con tu boca lo que él te deje. Un polvo de esos en los que el sexo no es lo importante. Uno de esos en los que son las sensaciones las que nos guían.

Quiero un polvo de esos que te dejan temblando desde el primer instante en que eres consciente de que va a pasar. Uno de esos en los que todo vale. De esos en los que no puedes hablar porque tu boca está tapada por una mordaza, una mordaza que te impide lamer, pero te obliga a salivar. De esos en los que su saliva encuentra tu cara.

Quiero un polvo de los que deseas que nunca acabe, de esos en los que te sientes con fuerzas para probar todo y más. Un polvo que te haga suplicar tener las manos desatadas para poderte tocar, para poderle tocar. De esos que te obligan a decir su nombre y a ladrar.

Quiero un polvo de esos en los que los juguetes no son suficientes, de esos en los que cualquier cosa a mano se convierte en aliado. Uno de esos en los que tratas de averiguar lo que va a suceder por los ruidos que oyes en la oscuridad. Uno que te haga retorcerte por el frío de un hielo sobre tu piel, que se calma al sentir el calor de la meada sobre ti.

Quiero un polvo con sabor a lujuria, a perversión y deseo. Uno de esos en los que te sientes la mujer más deseada y las más usada. La más afortunada.

Quiero un polvo que dure toda una tarde. Quiero un polvo que nos deje exhaustos. Quiero un polvo que nos abra el apetito de más. Quiero un polvo de verdad, de esos en los que al final meterla y correrse ya da igual.

Mi próximo polvo quiero que sea uno de los de verdad.

Ella y yo...

Más de dos horas ante una pantalla, repasando cientos de fotos y escritos, cientos de momentos vividos, cientos de sueños e ilusiones. Reviviendo vidas que parecen de otros, mirando a los ojos a mi yo de hace años y escuchando atentamente lo que decía por aquel entonces.

Curiosamente poco ha cambiado. Las personas siguen siendo las mismas, y los sueños siguen siendo los mismos. La gran diferencia es que ella sí creía en ellos y yo ya no.

Supongo que las necesidades cambian. Ella estaba dispuesta a todo a cambio de que alguien la hiciera sonreir, verse guapa y atractiva. Habría (y de hecho hizo) de todo por conseguir la atención de quien quería. Arriesgó y se enfrentó a muchas cosas y personas por conseguirlo, y lo consiguió, aunque no del modo que ella quería, pero se conformó, y posiblemente por eso estoy yo ahora aquí sentada ahora. Porque no se hasta qué punto todo aquello la hizo feliz.

Ella y yo sabemos lo que hubo de sufrir y también lo que disfrutó, las dos sabemos las lágrimas que derramó, por placer y también por dolor y frustración.

La verdad es que en eso seguimos siendo muy parecidas. Cabezotas e impulsivas. 

En el fondo las dos queremos lo mismo, y no es un Amo, nunca lo fue.

En el fondo las dos sabemos que merecemos lo que anhelamos y pensamos que es posible, pero no nos lo creemos. Ella llegó a creerlo, llegó a rozarlo incluso con la punta de sus dedos, pensó que lo había conseguido, pero se esfumó como siempre...sin motivo ni razón, sin explicación y dejando mucho dolor.

Tras cada una de esas veces que ha visto desparecer su sueño se ha derrumbado, ha llorado, ha pataleado, le ha dolido el alma y le ha dolido el corazón, pero siempre ha salido. Yo también.

Y aquí estamos de nuevo, las dos, con sueños similares, pero más cautas, más desconfiadas, más observadoras y sí, también más reservadas, porque al final yo no dejo de ser la misma de aquellos maravillosos primeros años, la que se ilusiona cuando ve un atisbo de futuro, la que se pone nerviosa ante un nuevo día, la que desea superarse cada vez, la que en el fondo sueña con volver a sentir esas manos sobre su piel, esa voz clavada en su mente y esa sensación de orgullo, deseo y protección que la acompañe a lo largo de todo el día.

Somos la misma, pero ella sigue creyendo que es posible, yo ya no.

Somos la misma en la misma piel, y eso hace que sigamos manteniendo esta encarnizada batalla por conseguir un imposible para mi y un ideal para ella. Un compañero de viaje, un amigo, un protector y un guía, una persona que comparta más que una cama con nosotras, que nos entienda a las dos y que nos sepa domar también a las dos. 

Hace años eso era más fácil, solo estaba ella...ahora también estoy yo.

Ella quiere un Amo, ella quiere jugar, ella quiere ser usada y satisfacer, quiere cuerdas, cera, saliva, mordazas, plugs, varas, pinzas, correas...

Yo quiero un amigo, yo quiero un compañero con quien compartir mi vida más allá del BDSM, porque para mi no es solo cama, doma, castigo y placer, para mi no tiene sentido vivirlo a veces, a escondidas, sin compartir.

Yo no quiero un Amo como quien quiere un juguete. Porque tampoco yo soy un cachorro que no vaya a crecer. Crezco y mis necesidades cambian, evoluciono y cada día quiero aprender más.

Quiero...queremos...y somos dos a quienes satisfacer...y somos dos con quien pelear...y en el fondo somos la misma...la que se sintió dolorida, abrumada, avergonzada y feliz después de aquella primera vez...la que se siente feliz cada vez que siente que lo hace bien...la que se castiga cuando no llega esa mirada y ese gesto de aprobación...la misma niña, ahora con cuerpo de mujer, con tanto dentro para dar, tanto deseo de servir y tantas dudas grabadas a fuego con el paso de estos años.

Ella y yo, la misma pero tan diferentes y a la vez tan parecidas.

¿El Amo es Dios?

Twitter es una auténtica mina de frases tipo "el Amo es Dios", "lo que dice el Amo se hace y punto", "el Amo siempre tiene razón" y cosas por el estilo.Yo no puedo evitar que al leer este tipo de frases algo se me remueva por dentro y surja un conflicto en mi interior.

Para mi el Amo no es Dios. El Amo para mi es una persona, como tu y como yo. Una persona con sus cosas, sus debilidades y sus fortalezas, sus vulnerabilidades, sus inseguridades, sus aciertos y sus errores.

A menudo veo como de un modo u otro se endiosa al Amo, se le pone en un altar y se le considera un ser no solo superior, sino perfecto. Esa postura a mi no me vale. Es cierto que cuando queremos o amamos a alguien le endiosamos, no vemos más allá de esa parte que nos encandila, esa parte que nos llena o esa parte que en cierto modo queremos alcanzar. Nos ocurre con Amos, amigos, parejas, familiares o incluso compañeros o personajes públicos. A mi entender esa reacción es en cierto modo natural y es fruto de una necesidad de un modelo a imitar o una figura a la que obedecer sin cuestionar si está bien o mal.

En parte me resulta algo egoísta. En las ocasiones en las que he tratado de guiarme por ese modelo, esa certeza de que Él tiene la verdad absoluta y nunca se va a equivocar, algo ha terminado saliendo mal. Cuando me dejo llevar por esa idea termino olvidando algo realmente importante, a mi misma. Termino haciendo las cosas sin pensar en las consecuencias, sin pensar si a mi eso me llena o por el contrario me deja un vacío, si nos lleva a algún lado, si es un paso más o solo una comodidad. Al final siempre he terminado igual, sintiéndome más pequeña cada vez, más inferior no solo a sus ojos, sino a los del resto de personas, he acabado considerándome una persona que no merecía la pena y que tan solo era capaz de acatar órdenes sin si quiera sentir placer o disfrutar haciéndolo. En definitiva, cuando me olvido de mi, termino haciendo las cosas porque sí, como rutina, sin motivación, sin inspiración y creando un vacío cada vez mayor en mi interior. Un vacío que solo me lleva a un lugar, al del reproche, al de cuestionarme qué estoy haciendo o para qué lo hago. 

Cuando endiosamos todo es perfecto y maravilloso, todo parece fluir, todo es fácil, solo hay que dejarse llevar. El problema surge cuando vemos un comportamiento, una actitud que no esperábamos y que nos rompe los esquemas. Cuando de pronto todo eso que creíamos que era la persona sobre el pedestal flaquea, tiene un momento de debilidad o incluso nos parece que ha fallado. ¿Es eso cierto? ¿En realidad ha fallado? No creo que sea así. Lo que ha fallado es nuestra percepción, quien ha fallado es ese ser que nosotros mismos hemos creado, perfecto, infalible y extraordinario. En ese momento te desmoronas, te cuestionas todo, incluso aquello que sí hacías con ilusión, con motivación y con devoción.

No es justo, no es justo para ti y tampoco para Él. Cargarle con la responsabilidad de una perfección que tu esperas o asumes como cierta se puede terminar volviendo en tu contra.

Cuando aceptamos al Amo aceptamos a la persona. Aceptamos que puede o no tener la razón, puede o no equivocarse, puede o no ser justo... Aceptamos que a pesar de todo queremos pertenecerle, queremos que nos guíe, que nos eduque, que nos acepte como somos y nos ayude a mejorar, a ser lo que se espera de nosotros. Aceptamos a una persona en la que confiaremos y creeremos, a la que respetaremos y obedeceremos, una persona que consideramos siempre hará lo que considere mejor y más apropiado, aunque a veces quizás pueda equivocarse, pero no le cuestionaremos, porque lo hemos aceptado libre y conscientemente.

Es cierto, el Amo es superior, Él tiene la autoridad, Él manda, pero no es Dios. Ni siquiera es mi Dios. Es mi Señor, mi guía en el camino de la sumisión y la superación, la mano que buscaré cuando me pierda, la figura que miraré cuando necesite entender...pero no es mi Dios, no es mi vida, no es la solución a mis problemas, ni tampoco es quien va a determinar mi felicidad. Yo tengo que tomar las decisiones de mi vida y encontrar mi felicidad. Él me ayudará si lo considera, me aconsejará si quiere, pero no puedo cargarle con el peso de mi felicidad. No es justo.

Mi Amo es mi Señor. Él hará, dirá y pedirá lo que crea sea lo correcto, y yo aceptaré, aprenderé y obedeceré, porque Él es mi Amo, no porque sea mi Dios.

Una vez tuve un "Amo"...

Una vez tuve un “Amo” al que le encantaba pedirme fotos mías. Fotos mías en las más humillantes actitudes que jamás hubiera imaginado, fotos mías que lejos de excitarme al hacerlas me hacían sentir inferior, fotos mías que consiguieron que me diera asco a mi misma, fotos mías que provocaron en mi un rechazo total y absoluto a las cámaras. Fotos mías que luego usó para enseñárselas a sus amigos sin mi consentimiento, con el único fin de mofarse de mi. Este “Amo” jamás tuvo ningún interés por mi, de hecho yo no le atraía en ningún aspecto, él ya tenía pareja, aunque nunca la conocí. Tan solo me usó como bufón para chulearse ante sus amigos.

Una vez tuve un “Amo” que insistía en cederme, insistía en cederme a desconocidos, a desconocidos a los cuales les exigía dinero, dinero que yo nunca vería. Un “Amo” que no quería tocarme, que solo quería que otros lo hicieran, aunque él no estuviera presente, aunque yo no estuviera de acuerdo.

Una vez tuve un “Amo” que decía que el cariño en la relación D/s era dañino, que el cariño enturbiaba la jerarquía. Un “Amo” que por “mi bien” me abandonaba durante días y volvía cuando quería saciar sus deseos y fantasías, sin importar mis sentimientos ni mis necesidades. Un “Amo” gracias al cual he mantenido a raya mis sentimientos y rara vez he sido capaz de expresarlos o verbalizarlos.

Una vez tuve un “Amo” que era un hombre muy ocupado, muy trabajador, siempre ocupado con negocios y clientes y con poco tiempo para mi, tiempo que en realidad era el que su mujer le daba cada vez que tenían una pelea. 

Una vez tuve un “Amo” que me prohibía hablar con él de nada que no fuera sexo, que me castigaba cuando yo trataba de entablar conversaciones que me llevaran a conocernos más, que me dieran claves para saber qué buscaba. Un “Amo” que me prohibía hablar con otras personas de nada relacionado con nuestra “relación” y que me ponía trampas para ver si lo hacía.

Una vez tuve un “Amo” que me quiso presentar a sus amigos, amigos que después de drogarme se aprovecharon de mi, un “Amo” al que poco le importó que en aquel momento yo careciera totalmente de voluntad y que hizo que durante años desconfiara de cualquier persona que se interesara por mi un día de fiesta por la noche.

Una vez tuve un “Amo” que tras ganarse mi confianza me tendió una emboscada en medio de la nada, con otra mujer, para hacer lo que ya le había dicho que yo no quería hacer. Un “Amo” al que no le sirvió un “no” salido de mi boca, al que no le sirvió un “no” salido de la boca de ella, un “Amo” que solo entendió que le había fallado y mentido al irme corriendo.

Una vez tuve un Amo que después de cada sesión me dejaba tirada en suelo y desaparecía sin decir palabra. Un “Amo” al que no le importaba lo que yo pudiera sentir después de cada sesión, al que no le interesaba “aguantar” mis comentarios y preguntas para tratar de entender y mejorar, un “Amo” que desaparecía cuando esto ocurría y volvía cuando él lo deseaba.

Una vez tuve un “Amo”, sí, un “Amo” que me enseñó a ocultar, a mentir, a tragar, a callar, a odiarme, a desconfiar…

Una vez tuve un “Amo”. Lo tuve y sólo espero nunca volver a decir: una vez tuve un “Amo”…

Mi yo egoísta

Confianza, respeto, honestidad, comunicación, complicidad, entendimiento, empatía, dedicación y comprensión. Estas son algunas de las cualidades que son esenciales para mí en una persona, y también lo son en una relación D/s, puesto que a pesar de lo que puede que algunos opinen, yo necesito saber que antes que nada soy persona, aunque luego mi voluntad quede supeditada por completo a Sus deseos.

Me considero una persona sumamente insegura en ciertos aspectos, rara vez he admitido estar estupendamente, ya que soy muy crítica y perfeccionista, principalmente conmigo misma y todo aquello que de mi dependa, hasta extremos de sentirme mal o culpable por cosas ajenas a mi persona y mi control como puede ser un atasco cuando tienes un compromiso, o un día caluroso cuando tienes visita. Me llego a sentir culpable de cualquier cosa que suponga en mi mente que la persona que está conmigo no está a gusto y, como es lógico, tiendo a ver problemas donde no siempre los hay.

¿A qué viene todo este rollo? Pues a que debido a mi forma de ser estoy constantemente buscando la interacción y la comunicación, para poder conocer aquello en lo que fallo, aquello que no estoy haciendo bien, para poder así enmendarlo y seguir luchando por ser la mejor. En ocasiones esta necesidad de información puede confundirse, pero en realidad es bien simple, si pregunto es porque realmente quiero saber, me gusta conocer el punto de vista y la percepción de la otra persona para saber cómo actuar y hacia donde caminar.

Esto aplicado a una relación D/s se me hace en ocasiones cuesta arriba, ya que una vez más me enfrento a mi endiablada mente que quiere saber todo y analizarlo, mientras que mi parte más sumisa me pide a gritos que calle, que espere a que se me conceda el privilegio de la palabra y que complazca sin cuestionar.

Soy consciente de que en ocasiones puedo resultar pesada con tanta pregunta o cuestionamiento, pero no son quejas ni mucho menos juicios hacia mi Amo, son inseguridades que lucho día a día por superar.

Egoístamente diré que necesito reconocimiento y dedicación, cuando no lo recibo por parte de mi Amo me siento perdida, frustrada y abatida, siento que algo no hice bien. Un gesto, una caricia, un brazo rodeando mi cintura, unos dedos que se entrelazan con los míos…cualquier cosa es válida para sentirme valorada y valiosa. No hablo de amor, no hablo de besos apasionados ni de que me diga que me ama, que lo soy todo y demás, no pido eso. A mí me basta muy poquito, pero ese poco lo necesito.

Me ocurre lo mismo en el sexo o durante una sesión. Cuando todo acaba espero  un gesto, un indicio de que supe satisfacerle, algo que me demuestre que lo hice bien. Incluso cuando eso no aparece puedo llegar a sentirme culpable y plantearme que si no hizo esto o aquello es porque no estaba a gusto, porque yo no supe comportarme a Su altura; que si no me folló de tal manera  fue porque no le excito, que si no me sometió o golpeó más fue porque le aburrí, que si acabó así es porque no lo disfrutó.

Lo sé, son cosas que pueden llegar a cansar y a agotar, pero soy así (por mucho que odie esa frase, es cierto), y lucho cada día por cambiarlo o al menos aceptarlo y suavizarlo. La angustia y decepción conmigo misma que puedo llegar a sentir incluso cuando todo ha ido perfecto son cosas que no le deseo a nadie. Tampoco pretendo que me comprendan, pues no creo que sea sencillo de entender cómo alguien puede pensar como yo lo hago cuando su Amo ha elegido estar ahí, conmigo.

A veces me sorprendo de cómo puedo seguir luchando contra mí misma, no entiendo que no sea capaz de asumir y aceptar las cosas tal como vienen y que no sea capaz de dejarme llevar, pero lo cierto es que echando la vista atrás hay muchas cosas que ya he superado en mayor o menor medida, cosas que en su día suponían una pared infranqueable y que han quedado reducidas a una piedra que de vez cuando toca volver a saltar.

Sé que puedo superarlo, sé que voy en la dirección adecuada y por el camino correcto, esto es lo que me repito una y mil veces para llegar a creérmelo, pero la palmadita en la espalda también la necesito. A fin de cuentas ¿quién soy yo para cuestionar si mi Amo está o no satisfecho y orgulloso de mi? Yo no puedo saberlo y a veces ni siquiera intuirlo. Por eso se me hacen tan necesarias y esenciales cosas como una charla después de una sesión, un gesto después de un castigo, una mano firme que me recuerde mi lugar cuando dude, una mirada que me calme y me diga que todo va bien, que Él está ahí y que yo lo estoy haciendo bien…o no.

¿Por qué hago lo que hago?

 

Esta es una pregunta que viene a mi mente a veces y que debido a mi forma de ser me provoca muchos quebraderos de cabeza.

Lo cierto es que de naturaleza soy una persona a la que le gusta agradar a los demás, pero siempre con unas ideas y principios firmes que no me gusta contradecir.

Al igual que a los nipones, a mi no me gusta la palabra “no”, me resulta hiriente y grosera, y siempre he tratado de evitarla, lo que a menudo me ha llevado a situaciones poco agradables, pero también a otras muy placenteras. De hecho, a pesar de haber evolucionado algo en ese aspecto, aún es hoy el día en el que me cuesta pronunciarla, sin ir más lejos este fin de semana.

El hecho de ser como soy hace que cada vez que en mi mente aparece un “no” que por el motivo que sea no soy capaz de verbalizar, acudan después muchas sensaciones, sentimientos y preguntas que me hace replantearme una y mil veces las cosas y pensar en sí debí haber sido más fuerte y haber pronunciado ese “no” en voz alta.

En lo relacionado con mi sumisión esa incapacidad de decir “no” ha sido el principal detonante para encontrarme donde me encuentro, por lo que no puedo decir que me hubiera gustado ser de otro modo. Estoy contenta con mi situación actual, no me arrepiento de haber llegado aquí y de cada una de las cosas que he experimentado y practicado he sacado algo; no diré aprendido, pues a menudo hace falta más práctica para aprender, pero sí que he sacado algo.

Uno de los primeros momentos en los que estos enfrentamientos aparecieron en mi mente fue la primera vez que recibí azotes. Mi mente me decía que no los quería, que no me gustaban y que no los disfrutaba, pero por más que mi Amo me preguntaba si me dolía, si quería que parara, yo no era capaz de decirle que sí, que dolía y que no quería más. Nunca me he considerado masoca, no me gusta el dolor, al menos eso es lo que siempre me ha dicho mi mente, pero por el contrario, después de tantos años, sigo sin decir que no a bofetones o azotes, pues sé que a pesar de todo después me sentiré orgullosa de haberlo soportado e incluso disfrutado al sentir que Él así lo ha hecho.

Imagino que todo esto quizás deja patente que la respuesta a la pregunta inicial sería que lo hago por Él, pero no es del todo cierto. También lo hago por mi, porque sé que me atormenta más el sentirme fracasada o débil que el remordimiento de lo vivido.

Pero creo que en cierto modo también es una autodefensa, un modo de que en el caso de que a mi mente le dé por contradecirme y “regañarme” yo tenga un razonamiento por el cual no sentirme directamente responsable. Es complicado, pero es la dinámica de mi mente en todas y cada una de las decisiones que tomo.

Por suerte sé que esto no ocurre con todo el mundo, hay a gente a la que me resulta mucho más sencillo decirles que no en situaciones similares, pero eso también me da una pista. Si con otras personas el “no” me resulta más sencillo de pronunciar, quizás es que en el fondo es con Él con el que no lo quiero pronunciar. Y no del todo incierto, creo que mi afán de superación y mi constante búsqueda de Su aprobación, satisfacción y reconocimiento me llevan a probar prácticamente todo aquello que Él me proponga.

Sé que de ser otra persona ahora mismo no me aventuraría a determinadas prácticas, sé que de ser otro mi vida se asemejaría más a la de una persona vainilla, y es que necesito mucha confianza para “dejarme llevar”, necesito complicidad para ser capaz de relajarme y tratar de disfrutar ante lo que mi mente se niega en un principio. De hecho en los momentos en los que por el motivo que sea me encuentro distante de Él no hay mucho que fuera capaz de hacer o “dejarme” hacer, en esos momentos estoy segura de que el “no” saldría por mi boca…y lo ha hecho en alguna ocasión.

La verdad es que no me preocupa saber si lo que hago lo hago por mi o por Él, de hecho supongo que lo hago por nosotros; a mí lo que realmente me preocupa es no ser capaz de desconectar mi mente después para que no analice todos y cada uno de los aspectos de la situación al haber dicho “sí”. Ella se empeña en argumentar que mis principios son opuestos, que por ejemplo el dolor no me gusta, por lo que no debería aceptar. Eso es lo que realmente me tortura, estar “obligada” a analizar y diseccionar cada uno de los detalles de las veces en las que ella dijo “no” pero yo dije “sí”. Y lo odio porque yo no me siento culpable ni me arrepiento de haber dicho que sí, pero hay algo en mi interior que no cesa en su empeño de poner en duda mis sentimientos, y eso sí que es algo a lo que con mucho gusto diría “no” si me fuera posible.

Redes sociales, Grey y el BDSM.

Antes de nada comenzaré diciendo que no me considero una experta en el tema, ni en BDSM ni en relaciones D/s, siempre he pensado que soy bastante ignorante, que me queda mucho por aprender y por supuesto que jamás se puede llegar a dominar algo que es tan variable y subjetivo, pues depende de los propios gustos y pensamientos de las personas que lo practican.

Imagino que todos estaremos de acuerdo en que existen tantos tipos de posibilidades, prácticas y relaciones como tipos de personas hay en este mundo. Los gustos difieren y no tienen porqué coincidir con los nuestros para que los consideremos válidos o no. Yo soy la primera a la que determinadas prácticas me tiran para atrás por diversas causas, pero no es ese motivo para descalificar o crucificar a quien las encuentra atractivas, placenteras y sugerentes.

Cuando comencé a leer e investigar sobre el BDSM, hace ya unos años, lo más habitual eran los blogs, las páginas web y las salas de chat, principalmente el IRC. Hoy parece que las páginas web han quedado relegadas a “bibliotecas” de videos y fotos con material de todo tipo, los blogs cada vez son menos habituales y el IRC ha sido sustituido por las redes sociales del momento como Twitter o Facebook.

En aquellos tiempos de IRC las cosas no eran mejores ni peores que ahora, pero sí creo que eran diferentes. No sé muy bien si es percepción mía o realidad, pero lo cierto es que pienso que hace unos años había más información sobre el tema, sobre prácticas, consejos, ideas, etc. de lo que hay ahora. Hoy en día la mayoría de lo que encuentro parecen ser verdades absolutas y cuentos de príncipes y princesas que poco o nada tienen que ver con la realidad, al menos no con la mía. Es completamente estúpido resumir en una frase el sentir de personas tan diversas que habitan este mundo. Es totalmente incoherente tratar de unificar los gustos de un colectivo entero. Es cierto que hay determinadas cosas que sí son comunes a todos, como diferenciar entre BDSM y maltrato, y tener siempre presente que Doms y sumisos/as son personas, pero claro, es que señoras y señores, eso es así en el mundo del BDSM y en la China, vamos, que es sentido común.

Hasta aquí imagino que el que más y el que menos estará de acuerdo conmigo. Pero entonces…¿a qué viene esa tendencia de criticar, juzgar e incluso ridiculizar a quienes tienen una visión diferente? Sí, me estoy refiriendo al tema tan de moda últimamente, el del exitoso libro y consiguiente película de Grey (lo siento pero las cifras hablan por sí solas y sí, es un éxito, nos guste o no). Ante todo hay que tener en cuenta que estamos ante un libro, una novela de ficción, que lo que pretende es vender y enganchar a un público determinado, por lo que como es lógico tiene que idealizar la experiencia para atraer y no espantar. No se trata de un manual de BDSM ni nada similar, no creo que su finalidad sea la de instruir o enseñar a aquellos que quieran introducirse o profundizar en este magnífico, apasionante y sufrido mundo. Es una novela y punto. Deberíamos pensar en ella como tal y no darle la importancia que no tiene. Si gente ajena a este mundo se lleva una percepción equivocada de lo que las personas que vivimos esto tenemos, allá ellos. Si nos atañe directamente porque alguien de nuestro entorno conoce nuestras tendencias y percibe en la novela o la película lo que no es, es tan fácil como hacerles ver la realidad de lo que cada uno vive y experimenta. Me van a perdonar en las palabras, pero a mi es que me la suda la idea que la gente que no conoce nada de esto se lleve con la historia de Grey, me importa muy poco lo que personas totalmente ajenas a mi piensen sobre los que vivimos el BDSM a nuestro modo. A mi lo que me preocupa es lo que pueda pensar gente a la que aprecio y que tengo más o menos cerca, el resto solo son eso, el resto.

Y claro, luego viene la segunda parte. Yo recuerdo que no empecé en esto con un Amo dándome varazos hasta dejarme el trasero con marcas que hicieran que no me pudiera sentar en una semana. No empecé atada de pies y manos, amordazada y privada de la vista para entregarme por completo a los deseos y placeres de un Amo. Mis comienzos no fueron tirándome de lleno a un mundo que estaba comenzando a descubrir. Yo empecé poco a poco, con juegos, con azotes, cogiendo confianza, conociéndome poco a poco, descubriendo mis límites, mis deseos, identificando lo que me provocaba placer y lo que no, probando cómo derramar cera sobre el cuerpo y apreciando las sensaciones que ello me producía, saboreando y también estudiando las reacciones a los azotes de diversos tipos, aceptando poco a poco mi condición de sumisa y tratando de aprender cada día a satisfacer más al Amo, tratando de ganarme ese respeto, admiración y confianza, y por supuesto aprendiendo a dejarme llevar y a confiar en el Amo.

Ese fue mi caso, quizás haya quien no necesitó ese tiempo y se lanzó a la piscina, eso es algo que desconozco, pero lo cierto es que no sé qué hay de malo en que si a alguien le pica el gusanillo del BDSM al leer un libro, un relato, un blog o lo que sea, empiece a probar y experimentar. Siempre y cuando se haga de manera respetuosa, con cabeza y sin engaños, no veo nada criticable, al contrario, mejor, cuanta más gente conozca lo que es el BDSM mejor. No se porqué esta manía de criticar porque sí.

Algunas personas dicen que la visión que se da en esta novela en concreto es demasiado ideal, suave y romántica, pero yo veo cosas mucho más idílicas y bonitas en algunos perfiles de Twitter y blogs. A veces una lee cosas que hacen dudar si se está leyendo un cuento de príncipes azules con sus princesas o si realmente hablan de relaciones D/s. Se dice que las que entren en este mundo con la visión de Grey saldrán escaldadas al primer azote, pero no veo que mucha gente muestre abiertamente que el BDSM es también dolor y sufrimiento, al contrario, lo que más abundan son frases como “fólleme duro Amo”, “azote a esta perrita que ha sido mala” y cosas similares, vamos, lo que vienen siendo en realidad extractos de esa novela que tanto se critica.

Si cuando empecé a descubrir este mundo me hubiera topado con algunos perfiles de Twitter o hubiera leído según qué cosas que leo ahora, quizás no estaría donde estoy, porque de verdad que algunas cosas me parecen ciencia ficción. Hablando desde mi punto de vista, el de una sumisa más, someterse y dejarse dominar no son tareas sencillas ni caminos de rosas, en mi camino ha habido muchas lágrimas, de placer y de sufrimiento; ha habido dolor, deseado y no deseado; ha habido discusiones y distanciamiento; ha habido momentos preciosos y muy placenteros, pero también algunos que me hicieron incluso dudar de mi condición. Se critica la versión edulcorada que da la película y el libro, pero ¿no la que se ve en algunas imágenes e incluso vídeos y en las propias redes sociales? Pues desde mi humilde opinión, ¡vaya hipocresía!

Cada uno es libre de descubrir las cosas a su manera, como considere oportuno y de hacer con su vida lo que le plazca siempre que respete al resto, y eso va en ambos sentidos. Si desde el mundo del BDSM pedimos respeto, respetemos también nosotros, ¿o no?

El Hotel

Ese fin de semana iban a encontrarse de nuevo, y como de costumbre ella no sabía lo que se iba a encontrar, pero Él lo tenía ya todo planeado en su mente.

Cuando se levantó por la mañana comenzó con su ritual previo, prepararse para Él. No podía olvidarse de nada, piel suave y con un olor agradable, cabello, manos y pies cuidados, vello reducido al mínimo, ropa que permitiera un acceso rápido y fácil a cualquiera de las zonas de su cuerpo que a Él se le antojara y esta vez además, un corpiño por debajo del pecho que dejará sus generosos senos al aire, pero en su sitio.

Ya preparada salió de casa al encuentro de su Señor. Habían quedado en la cafetería del hotel donde iban a hospedarse. Cuando llegó Él aún no estaba, de modo que se acomodó en una mesa junto a la ventana para poder verle llegar. El hormigueo y cosquilleo propios del nerviosismo y la excitación cada vez que se veían la instaba a pedir algo más fuerte que un refresco, de modo que optó por una cerveza. En el mismo momento en el que la pidió no pudo evitar sonreír al pensar en lo que diría Él al verla: “borracha”. Le gustaba cómo sonaba aquello de sus labios.

Cuando por fin llegó ella casi había terminado la cerveza, de modo que tras una sonrisa, un beso cálido y un apretón de nalgas al levantarse, se dirigieron al ascensor. Ella delante, Él detrás observándola.

“¿Estás preparada cachorra?”

“Para Usted siempre”

Esas fueron todas las palabras que necesitaban decirse. Las miradas decían el resto, la de ella hacía el suelo, nerviosa, impaciente. La de Él perversa, divertida.

Nada más entrar en la habitación llegó la primera sorpresa. No iban a estar solos. Un joven de aspecto desaliñado estaba de pie junto a la ventana. Ella no pudo evitar girarse hacia Él y preguntarle con la mirada, pero Él solo sonrió y le indicó que se sentara en la cama.

El joven la miró de arriba abajo, como el que inspecciona a un niño antes de salir de casa. Ambos se saludaron e intercambiaron unas palabras que ella no alcanzó a entender. Él cogió la bolsa que traía ella con todos los juguetes, la dejó junto al sillón y se sentó.

“Cuando quieras” le dijo al joven.

En ese instante se le pasaron mil cosas por la cabeza a ella, pero no era capaz de ordenarlas.

El joven se acercó a ella y comenzó a acariciar su cuerpo por encima de la ropa.

“Quítate la ropa cachorra para que pueda contemplar toda tu belleza” le dijo Él.

Pausadamente se levantó de la cama y comenzó a desabrocharse la blusa. Dejó caer los pantalones y se quedó de pie inmóvil con sus medias, su tanga y su corsé.

El joven empezó a acariciarle los pechos y después siguió recorriendo todo su cuerpo con sus manos. Ella no paraba de mirarle a Él, quien estaba inmóvil en el sillón y observaba con una sonrisa en los labios.

Una vez que las manos del joven habían palpado cada rincón de su anatomía se desabrochó el pantalón y se sentó en el borde de la cama. No hizo falta que le dijera nada, ella comenzó a masajear y a chuparle la polla a aquel completo desconocido mientras sentía los ojos de Él clavados en su espalda. Saber que la observaba y que además estaba disfrutando con lo que veía le dio más confianza y la ponía cada vez más cachonda. Pronto sus inseguridades y vergüenza desaparecieron y lo único en lo que pensaba era en Él, en Su placer, y en hacer que se sintiera orgulloso de ella.

Por la reacción de aquel joven ante los movimientos de su boca y su lengua sobre su polla debía estar haciendo un buen trabajo y eso la motivaba más aún y también la mojaba. Ya comenzaba a sentir como su entrepierna palpitaba y sus pezones se ponían duros. Continuó chupando mientras las manos de aquel joven la agarraban del pelo y la guiaban en el ritmo al que debía de moverse.

Sin mediar palabra el joven se levantó y la tiró sobre el borde de la cama, abriéndole bien las piernas y embistiéndola con fuerza. Con una mano estrujaba su pecho haciendo que sus pezones se pusieran más duros todavía y con la otra la azotaba, aunque no con tanta fuerza como solía hacerlo Él.

Mientras el chico no paraba de follarla ella comenzó a tocarse el clítoris buscando más placer y cerrando los ojos, tratando de imaginar la cara de su Señor contemplando aquella situación.

Bruscamente la levantó por el pelo y le dio la vuelta. Los ojos de aquel joven estaban llenos de lujuria y placer. La tumbó boca arriba y con una pierna sobre su hombro la penetró de nuevo con fuerza. Sus manos no paraban de apretarle y de jugar con sus pechos, que se movían con cada embestida, cada vez más fuerte, cada vez más profundo. Ella volvió a deslizar la mano hasta su clítoris mientras trataba de ver a su Amo sentado en el sillón. Cruzaron una fugaz mirada y Él le indicó que podía correrse cuando quisiera. Ante tal regalo no lo dudó y se concentró en sentir aquellas punzadas de dolor y placer sobre sus tetas, aquella polla dura penetrándola sin piedad y su mano jugando con su clítoris. Abrió los ojos para mirar al joven y le pareció que estaba a punto de correrse, de modo que no retrasó más su propio placer y se abandonó al orgasmo. Sintió como su espalda se arqueaba, como contraía los músculos de su coño y cómo se inundaba de fluidos. Un profundo gemido salió de su garganta. Él seguía follándola y ella acalorada seguía apretando con fuerza para sentir más aquella polla extraña. Cuando el joven ya no pudo más sacó su polla y se corrió sobre ella.

Todavía con la respiración entrecortada y sintiendo el calor del semen sobre su cuerpo buscó la mirada de su Amo. Seguía sentado en el sillón y había sacado y dispuesto todos los juguetes de la bolsa sobre la mesa que estaba al lado. Aquella visión hizo que volviera a excitarse y no pudo evitar sonrerir. Él se levantó y fue con el joven al baño. Mientras se limpiaba Él se acercó a ella con una toalla húmeda y comenzó a limpiar el semen de su vientre. La beso con pasión y le susurró al oído: “gran trabajo, estoy muy orgulloso de ti. Ahora nos tocará a nosotros solos cachorra”.

Dom/sumi ¿se nace o se hace?

A menudo leo comentarios en los que sumisas y Dominantes manifiestan que su condición casi nació con ellos, que fueron conscientes desde siempre de que había algo en su naturaleza que les predisponía al dolor, al control, a la humillación o cualquiera que sea la rama de este mundo que han elegido.

En mi caso no creo que fuera así. Para mi este mundo fue algo que fui descubriendo poco a poco, mezcla de azahar y curiosidad. Naturalmente, y como ya comenté en su día al comenzar este blog, en mis primeros encuentros sexuales sentí emociones que no supe identificar, como el deseo de sentirme “guiada” o el morbo del exhibicionismo, pero esas sensaciones son muy habituales en cualquier persona incluso en el mundo vainilla. Muchas mujeres prefieren ser la parte “débil” de la relación, muchas mujeres sueñan con exhibirse en público (con sus parejas o sin ellas), muchas mujeres fantasean con juegos de roles, pero no por ello son sumisas ni quieren serlo. 

Cuando comencé a ser consciente de que había determinadas prácticas o conductas que me excitaban más que otras, mi respuesta inmediata fue ocultarlas y tratar de que fueran eso, meras fantasías. No les di demasiada importancia la verdad.

Con el tiempo fui aprendiendo que todas esas imágenes que me venían a la mente estaban dentro de las fantasías más comunes de las mujeres: tríos, exhibicionismo, sexo duro, jugar con los sentidos, etc.

No voy a caer en el tópico de decir que las relaciones sexuales no me llenaban y que me faltaba algo, no sería del todo cierto. Yo disfrutaba con el sexo, como cualquier persona durante su adolescencia, en algunos casos disfrutaba más, en otros menos, pero no me planteaba que me faltara algo. Buscaba el sexo, lo disfrutaba y aprendía cada día.

Yo por aquella época no era una gran aficionada al porno. De vez en cuando le cogía revistas o cintas de vídeo (sí, de aquella aún eran VHS o Beta) a mi hermano y me recreaba, pero lo cierto es que no me atraían demasiado, prefería mi imaginación junto con algo de lectura. Leía mucho y lo cierto es que encontraba a menudo erotismo en lecturas que se alejaban mucho de ser eróticas.  Lo mismo me ocurría con las películas, veía algunas imágenes con otros ojos a los de la mayoría. Algunas imágenes de “Cazafantasmas” o de “El baile de los vampiros” están todavía en mi cabeza como algunas de las que más me han despertados sueños y fantasías.

Poco a poco iba experimentando y descubriendo, pero el cambio, el punto de inflexión no se produjo hasta que un buen amigo me abrió los ojos a otro mundo. De su mano fui conociendo lo que era este mundo, despertó en mi curiosidad y comencé a leer y a devorar artículos. Leía todo lo que caía en mis manos: novela, relatos, artículos, estudios… Comencé a entrar en redes sociales y a conocer algo más todo lo que entrañaban las siglas BDSM. Recuerdo que al principio determinadas cosas que leía me causaban miedo e incluso repulsión, pero muchas otras despertaban en mí una curiosidad aún mayor. Me convertí en asidua de chats y blogs, y puesto que nunca ha sido parte de mi naturaleza el preguntar, me dedicaba a observar y a analizar.

Yo no comencé leyendo al Marqués de Sade, ni libros de culto como “La Venus de las Pieles” o “Historia de O”; comencé leyendo relatos y novelas que reflejaban un mundo fácil y asimilable del BDSM: azotes, cuerdas, cera, sexo duro… En cierto modo me alegro de haber comenzado por ahí, ya que de otro modo quizás hubiera salido corriendo…o quizás no, nunca se sabe. La cuestión es que a medida que se me iban abriendo los ojos yo iba buscando información y me iba empapando con todo lo que estaba a mi alcance. Es posible que me hubiera tocado vivir todo aquello ahora, hubiera devorado la tan criticada trilogía de "50 sombras de Grey", ¿por qué no? (De hecho la he leído, por supuesto). A mi modo de verlo, las personas que hoy descubren o quieren descubrir este mundo lo tienen mucho más fácil. Encontrar determinada literatura o manuales en su día no era fácil, yo misma he estado años esperando a que se reeditaran algunos libros, rebuscando en tiendas de segunda mano y en internet; y sí, gracias a este boom que ha surgido se han reeditado y he podido hacerme con ellos. El inconveniente es que cuanto más material hay, más hay que cribar, pero eso es algo que ya cada uno debe hacer.

Volviendo al tema, con tanta lectura, tanto artículo, tanta información que recopilaba, me asaltaban mil dudas. Tenía cientos de preguntas, pero no me atrevía a hacerlas por miedo a que se burlaran de mí por “novata”, por miedo al rechazo. La única persona a la que me atrevía a preguntar era a Él, pero tampoco lo hacía abiertamente ni tan a menudo como deseaba por el mismo motivo, tenía miedo de mostrarle lo que era, una chica que apenas conocía nada y que estaba abrumada con la cantidad de información que llegaba a mis manos, sin saber muy bien cómo analizarla ni qué hacer con ella.

Para mí, al principio, BDSM era sinónimo de juegos de roles, azotes y ataduras torpes. La idea de que derramaran cera caliente sobre mi piel era algo que no es que no me atrajera, es que me daba miedo. En mi mente los azotes no debían doler, sino ser algo más parecido a las caricias. Las cuerdas que me ataban no debían dejar roces o marcas sobre mi piel. En definitiva, mi primera imagen del BDSM poco o nada tenía que ver con la realidad o con la que pueda tener ahora.

Con el tiempo elaboré una recopilación de normas básicas, prácticas con sus recomendaciones, códigos de seguridad, listados de posturas para sumisas, etc. Todo ello me llevó tiempo, pero me ayudó a ir asimilando poco a poco en el mundo en el que me estaba metiendo. Me ayudaba a estar más segura durante las “sesiones” que tenía con Él.

Mirando atrás, ahora pienso que llamar a aquellos encuentros “sesiones” quizás es algo desproporcionado, pero pensándolo bien en aquel momento yo daba todo de lo que era capaz entonces, lo mismo que hago a día de hoy.

Gracias a esas “sesiones”, a la confianza que me proporcionó descubrir el BDSM poco a poco y de Su mano, hoy puedo decir que adoro este mundo, que es algo que siempre formará parte de mi vida y que me queda mucho por aprender.

Sí, mi visión ha cambiado. La cera me gusta caliente y que queme, los azotes que piquen y las cuerdas que dejen marca. He descubierto que el dolor me da placer, que sentirme usada y humillada me excita y que cuanto más placer soy capaz de provocar mejor me siento. Pero todo es fruto de años de búsqueda y de práctica, de mucho leer y de ir descubriendo. Si al principio me hubiera topado con alguien que me hubiera dicho “el BDSM duele, olvídate si lo que buscas es que te venden los ojos y te follen duro” es posible que no hubiera llegado a donde estoy. Es posible que de no haberle conocido a Él no hubiera despertado y experimentado las fantasías que aparecían en mi mente. Es posible que si una sumisa o un Dom de aquellos a los que yo veía como algo sublime y a los que veneraba me hubieran llamado “niñata” por pensar que el BDSM eran azotes y sexo duro, me hubiera dado media vuelta y jamás habría llegado a donde estoy, a ser lo que soy y a vivirlo como lo vivo.

Lo que quiero decir es que, al menos en mi caso, no nací aprendida. Descubrir placer en cosas tan banales como una venda en los ojos me condujo a otras prácticas cada vez más intensas, más dolorosas, más humillantes, pero también más placenteras.

El BDSM no deja de ser un modo de vivir la sexualidad y de vivir la vida como cualquier otra. Con mil y una prácticas y variantes que no se excluyen. Las personas que estamos dentro somos eso, personas, y nos merecemos el mismo respeto que cualquiera. Ni los practicantes de BDSM somos depravados o estamos enfermos, ni las que no lo practican son ignorantes o santos. Lo que cada uno sea no depende de las prácticas que lleve a cabo, sino de su forma de ser para con los demás. No creo que nadie sea más o menos por realizar unas prácticas u otras. Al final para mí lo importante es la persona que hay detrás. Yo no necesito que me etiqueten ni etiquetar a nadie, yo necesito saber que lo que hago me gusta y que con quien lo hago también disfruta. El resto deberían hacer lo mismo, olvidarse de etiquetas, de “intromisiones”, de calificativos, de estereotipos, en definitiva, vivir y dejar vivir, que ya bastante tenemos cada uno con lo que nos toca, ¿o no?

P.D. No sería lo que soy sin la ayuda de todos aquellos que me encontré y me sigo encontrando en el camino, para bien y para mal, y por supuesto no habría llegado a donde estoy de no haber podido contar con Él. A todos, de un modo u otro, gracias.

El tren. 2ª parte

Algo frío y húmedo recorriendo su cuerpo la despertó. Un movimiento bajo sus pies hacía que se menease ligeramente de un lado al otro. Un zumbido sordo le entraba por los oídos. Entreabrió los ojos y vio Su cara. ÉL estaba allí. Tardó unos instantes en reaccionar, en saber dónde estaba y qué hacía allí. Trató de buscar imágenes en sus recuerdos que le hicieran saber qué había pasado, pero tan solo logró recordar la estación, al joven, la cafetería y de pronto a Él guiándola hacia su compartimento. No había imágenes de lo que había sucedido, tan solo oscuridad y mucho placer y excitación al recordar y tratar de imaginar la escena. Siempre le ocurría lo mismo cuando le vendaba los ojos. Su imaginación hacía que se mojara solo con imaginar la visión del placer que sentía.

Giró la cabeza a su alrededor tratando de ubicarse. Seguía en el compartimento, todavía no había amanecido y estaban solos, Él y ella. Seguía desnuda, en el suelo, con el collar alrededor de su cuello. Él estaba a su lado, con una toalla húmeda limpiando los restos de semen que se habían quedado pegados sobre su piel. Al ser consciente del ritual de lavado cerró los ojos y sonrió, le encantaba que su Amo la cuidase de aquel modo.

“Lo pasaste bien, ¿verdad pequeña?”

Ni tan siquiera contestó, asintió con la cabeza y se abandonó a la dulzura de Sus manos recorriendo su piel.

“Ahora lo pasaremos bien los dos…solos…”

Esa afirmación hizo que abriera los ojos. Le miró. Vio el placer y la lujuria reflejados en su mirada. Analizó su expresión. Estaba tranquilo, contento, y a la vez ansioso. Algo tenía en mente, lo sabía por aquella manera de sonreir que tenía cuando tenía algo preparado. Quiso mirar un poco más a su alrededor para ver si conseguía adivinar algo de lo que Él tenía en mente, pero no le dejó. Cogió su cara con sus manos, la miró a los ojos y mientras le daba un beso en la frente le susurró “vamos, es la hora”.

Tomo un pañuelo del suelo y se lo puso sobre los ojos con delicadeza, una delicadeza que contrastaba con la fuerza con la que lo ató a su nuca.

Una vez más oscuridad. Una vez más a Su merced. Una vez más para Su disfrute. Como debía ser.

La cogió de la mano y la ayudó a levantarse. Una vez estuvo en pie le puso las muñequeras de cuero mientras recorría sus brazos con delicadeza. Levantó sus manos y las enganchó a unos mosquetones. Después bajó Sus manos por su espalda hasta que llegaron a sus nalgas. Allí paró, le acarició el culo y lo estrujo con sus formes manos. El primer gemido salió de su boca.

“Tranquila cachorra, aún no hemos empezado. Reserva fuerzas.”

Consciente de lo excitada que empezaba a estar, Él se apresuró a ponerle los grilletes. Le separó las piernas y los ancló a otros mosquetones. A ella le encantaba esa postura, ligeramente inclinada hacia delante, con las piernas abiertas, expuesta…para ÉL.

Noto Sus manos recorriendo cada milímetro de su piel, su aliento sobre su nuca, Sus caricias sobre su pelo, el roce de Su camisa en su espalda desnuda.

Por unos segundos dejó de sentirle y pensó que se había ausentado, pero pronto escucho unos ruidos tras de sí.

“Cuenta para mi cachorra”

Esas fueron Sus palabras antes de que sintiera el cuero sobre su culo.

“Uno, mi Señor” contestó ella al primer golpe de cinturón.

“Dos, mi señor” continuó.

Otra vez Sus manos sobre su piel, apaciguando el calor del cuero sobre su culo. Aprovechó para retomar la postura y exponerse mejor ante Él.

“Tres, mi Señor”

Esta vez su voz empezó a temblar, no se había preparado para esto y Él no estaba siendo delicado. Continuó azotándola y alternando caricias tras algunos golpes. Ella disfrutaba del dolor y el placer que se entremezclaban con cada roce sobre su piel.

“¿Quieres que pare, mi puta?”

“No señor” se le escapo presa de la excitación.

“¿Cómo has dicho?”

“Perdón…”

No pudo acabar la frase, el siguiente golpe de cinto, más fuerte que cualquiera de los anteriores hizo que se le quebrara la voz y se retorciera. Una vez se recompuso añadió: “Perdón mi Señor, quise decir que si es su deseo parar, pararemos”

“No, vamos a seguir un poco más. Creo que te gusta, ¿no es así?”

“Sí mi Señor, me gusta”

Y era verdad, cada golpe con el cinto la mojaba más y a punto estaba ya para correrse.

Continuó con la sesión de azotes mientras ella seguía contando en voz alta.

Justo en el momento Él noto que estaba lista para correrse y le dio permiso: “¡Ahora! Córrete ahora”

Y le dio el golpe más fuerte de todos que hizo que ella soltara un gemido de placer y su sexo empezara a chorrear. Trató de apretar las piernas para sentirlo más, pero las cadenas no se lo permitían, se dejó caer ligeramente, con los brazos tensos y sujetos por las esposas y se retorció de placer.

Apenas había terminado de saborear el placer del orgasmo, cuando notó como Él la penetraba con dureza. Aún atada de las cadenas, su cuerpo se bamboleó, pero Él la sostuvo con firmeza cogiéndole fuerte de las tetas. Mientras la follaba Sus manos retorcían sus pezones y sus dientes mordían su cuello. De vez en cuando una mano abandonaba su pecho para darle de nuevo un azote en su ya más que caliente culo.

Sin parar de follarla salvajemente le quitó la venda de los ojos.

“Mira, abre los ojos.”

No se había percatado de que el tren había parado, estaban en una estación y ella estaba ante la ventana. Él aminoró la marcha de las embestidas y se recreó con sus pechos. Ella notó la mirada de los viajeros que estaban en el andén clavada en ella. Mientras su Amo la estaba usando a Su placer, follándola, retorciéndole los pezones, azotándola y mordiéndola, los pasajeros estaban ahí fuera, al otro lado del cristal. No pudo evitar sentir vergüenza. Tan expuesta, tan público, tan…humillada.

Un viajero se percató de la situación y se acercó al cristal, apoyando las manos en la ventanilla para ver mejor. Como un imán atrajo a dos personas más que se agolparon ante la ventanilla y observaban tan hermosas vistas. Ella cerró los ojos y volvió a sentirle a Él, Su polla penetrándola, Sus manos azotándola, Su aliento en su espalda.

El tren volvió a ponerse en marcha y Él volvió a embestirla con dureza. La agarró por el pelo haciendo que se moviera más acompasada a Sus movimientos, tirando a la vez del collar para que ella notara la presión sobre su cuello. Le costaba respirar y sentía que se iba a volver a correr. Aparecieron en su mente aquellos hombres pegados a la ventanilla, babeando con la boca abierta. Notaba Su polla cada vez más al fondo y Su mano agarrándola fuerte del collar y del pelo. Con la otra le propinó otros cuantos azotes y finalmente se corrió. Noto cómo su semen la calentaba por dentro y apretó con fuerza los músculos de la vagina. Otro azote. Esta vez más suave, más dulce, y después un beso en el cuello, tierno.

Le quitó los mosquetones que unían sus manos y pies a las cadenas e hizo que se diera la vuelta. De inmediato ella se arrodilló, cogió Su pene entre sus mano y comenzó a chuparlo, a limpiarlo. Elevó la mirada y sonrió mientras lo hacía. Él le devolvió la sonrisa y se sentó reclinándose hacia atrás para disfrutar de su boca mientras terminaba de limpiarle.

“Espero que te haya gustado la sorpresa cachorra. ¿De verdad pensabas que iba a dejar que hicieras este viaje sola?”

“Gracias Señor” dijo ella con una sonrisa y una cara radiantes. Y continuó limpiándole.

El tren

Las vacaciones habían sido largas y deseaba volver a la rutina. Ya había hecho la maleta y no había olvidado Sus instrucciones: ropa cómoda para el viaje, a escoger entre falda o leggins, y jersey amplio pero con un generoso escote. Por supuesto iría sin bragas y con el huevo vibrador en todo momento en su sitio, para que Él pudiera recordarle Su presencia a través de las vibraciones que controlaba en la distancia. 

"No olvides llevar también pañuelos en el bolso y un antifaz...para poder descansar los ojos de la claridad durante el viaje". Esa última recomendación la había hecho sonreír y enternecerse con Su preocupación hacia ella.

Aunque tenía muchas horas por delante los viajes en tren siempre le habían gustado. El paisaje a través de la ventanilla, las historias ocultas tras cada pasajero, la posibilidad de evadirse y adormecerse con el vaivén de los vagones...tenía algo de romántico todo aquello. 

Una vez hubo acomodado su equipaje y sus posaderas sobre su asiento observó a su alrededor. Era cerca de media noche y la mayoría de los pasajeros estaban ya dormidos; algunos aún con los libros sobre el regazo, otros con los cascos puestos. Ella se reclinó sobre su asiento y buscó en su bolso lo indispensable: un botellín de agua, una revista, un cuaderno y su bolígrafo. Cogió su móvil y le mandó un mensaje a su Amo diciéndole que ya estaba sentada y que el tren salía de la estación. Dejó el teléfono sobre la mesa reclinable, junto al resto de cosas y miró por la ventana. 

"Buen viaje cachorra" leía mientras sonreía como una idiota a la pantalla. Giró de nuevo la cabeza hacia la oscuridad de la noche y apoyó la cabeza contra el cristal, como si tantas imágenes en su cabeza hicieran que le pesara. 

Lo bueno de viajar de noche es que apenas hay ruidos ni movimientos que perturben. La tranquilidad y el silencio son casi totales, a excepción de algún resoplido suave y algún destello de pantalla en algún asiento. 

Habían pasado ya un par de horas y casi estaba dormida, pero la vibración que comenzó a sentir en su interior hizo que pegara un bote en su asiento. Los colores se le subieron a la cara y miró intranquila a su alrededor pensando tontamente que alguien pudiera percatarse de Él había entrado en acción activando el huevo. Aunque sabía que nadie iba a escuchar la vibración, decidió levantarse y dar un paseo hasta la cafetería. Al ser de noche no había servicio, tan solo una máquina expendedora. Se sentó en un taburete junto a la ventana y apretó los ojos tratando de ver algo del exterior. Todo estaba tan oscuro que no reconocía por donde estaban pasando. 

El ruido de la puerta la sobresaltó. Un joven con aspecto somnoliento entró al vagón y se dirigió a la máquina. Comenzó a rebuscar en los bolsillos de su pantalón, pero parecía que no encontraba lo que quería. Ella decidió apartar la vista y centrarse de nuevo en la oscuridad. 

"Disculpe, ¿tendría cambio? Solo llevo un billete de 5 y la máquina no lo coge" 

Con una sonrisa que trataba de ocultar la excitación que le provocaba el huevo vibrando dentro de ella, metió la mano en el bolso buscando la cartera. La sacó y al hacerlo notó como algo le caía al suelo. El joven se agachó rápidamente y le devolvió con una sonrisa cómplice el antifaz junto a las llaves que colgaban de un llavero con un trisquel. Por momentos le pareció que el chico la observaba y la examinaba con una sonrisa picarona, mientras ella no dejaba de clavar la vista en la cartera en busca de monedas. Con la mano temblorosa ante tal situación le acercó unas monedas al chico, que las cogió rozándole la mano sin quitar la sonrisa de su cara. 

Mientras él estaba de espaldas cogiendo algo de la máquina ella se apresuró a guardar todo y tratar de tranquilizarse y convencerse que eran imaginaciones suyas. Se volvió a sentar en el taburete y entonces se percató de que el huevo ya no vibraba. Una mueca de contrariedad le asomó a la cara. Volvió a mirar por la ventanilla. 

"¿Quieres algo?" escuchó a su espalda. 

"Oh, no, gracias, muy amable" contestó casi por inercia. 

"Espero que no te moleste que te haga compañía"

"Ehmmm, no...claro...por supuesto...no hay problema" no había duda de que aún no se le había pasado la vergüenza. 

El joven era agradable y su conversación, para ser un desconocido, no era aburrida. Hacía que el viaje resultara más ameno.  

A través del cristal comenzaron a aparecer luces y el tren aminoraba la marcha. Llegaban a una parada. En los andenes no se veía a nadie y la estación parecía cerrada. En apenas un par de minutos el tren reanudó la marcha y justo en ese instante su móvil vibró. 

"¿Qué tal el viaje cachorra?"

De nuevo los colores le subieron a las mejillas y pidiendo disculpas al joven se apresuró a contestar a su Amo. 

"Todo bien. En la cafetería hablando con un pasajero" le contestó. 

Nada más enviar el mensaje el huevo comenzó a vibrar de nuevo y ella no pudo evitar un ligero movimiento con sus piernas, apretándolas fuerte tratando de amortiguar el sonido imperceptible de la vibración. 

Esta vez su acompañante sí noto algo, porque sus ojos bajaron de inmediato a su entrepierna, y sonrió mientras le preguntaba si todo iba bien. Cuando estaba a punto de abrir la boca para responder la puerta de la cafetería se abrió de nuevo y apareció Él. Con paso decidido se acercó a ellos y se presentó. Ella no sabía cómo reaccionar, no tenía que estar allí, no podía...era imposible...Él estaba...bueno, tenía que estar...

"Hola pequeña, ¿es que no vas a saludarme?" 

Su sonrisa no podía ser más cómplice, irradiaba control. Era como si se esperara exactamente lo que se había encontrado.

Durante unos minutos permanecieron los tres allí sentado, hablando, bueno, ella no acertaba a hablar, estaba demasiado descolocada y las vibraciones del huevo y Su mano metida por debajo de sus leggins no ayudaban. 

Estaba tan desconcertada que no terminó de entender las siguientes palabras de su Amo: "creo que ya hemos hablado lo suficiente, ¿no creéis?"

"Estoy de acuerdo" respondió el joven. 

Y como si hubieran recibido una señal que ella no vión, los dos se levantaron a la vez. 

"Vamos cachorra" 

Ella no salia de su asombro, no podía todavía entender lo que estaba ocurriendo, de modo que se puso de pie y simplemente se dejó guiar como tirada de una correa.

Los tres recorrieron el pasillo de los vagones siguientes, hasta llegar al asiento que ocupaba ella. Él cogió su maleta y le indicó que continuara caminando delante, siguiendo al joven desconocido. 

Llegaron a otro vagón y allí Él abrió la puerta de un compartimento. Era uno de esos coche-cama, con cabina de baño dentro. En la percha, detrás de la puerta, colgaba un collar, su collar, con su correa y las pinzas que colgaban de la argolla. ¿Cómo había llegado eso ahí?

"Creo que ha llegado el momento de que te pongas ese antifaz que llevas en el bolso" le dijo mientras se acomodaba junto al otro joven en el asiento junto a la ventana. 

No quería ser descortés, y menos aún desobedecer, de modo que sin apartar la vista del collar, rebuscó en el bolso y sacó el antifaz. Le miró y la calidez de sus ojos la tranquilizaron. Estaba todo bajo control, no había de qué preocuparse y Él estaba allí, ¿qué más podía pedir? Su desconcierto fue poco a poco transformándose en curiosidad y después en deseo. Intercambió unas miradas con su Amo y obedeció poniéndose el antifaz. 

Segundos después unas manos comenzaron a quitarle los zapatos mientras un escalofrío recorrió su cuerpo. Ya no podía evitarlo, comenzaba a excitarse. Ya había olvidado todo pudor o incertidumbre. 

Las mismas manos la fueron desnudando poco a poco mientras su cuerpo se estremecía. Una vez desnuda sintió el tacto del cuero sobre su cuello y el tintineo de la cadena y las pinzas le hizo sonreír. 

Oyó cómo se abría la puerta que conducía al baño y unas manos la guiaron hasta la ducha. El primer chorro de agua sobre su cuerpo desnudo hizo que se le escapara un leve grito, pero en seguida se sintió reconfortada por el agua templada y unas manos que recorrían su cuerpo enjabonándola.

"Creo que ya no va a necesitar esto" escuchó mientras le sacaban el huevo de su entrepierna. Notó como algunas gotas de su fluido le resbalaban por el interior del muslo, pero en seguida se mezclaron con el jabón que escurría por su cuerpo. 

El roce de las manos sobre su cuerpo desapareció para dar paso a una lengua que recorría su pierna en sentido ascendente hasta llegar a su sexo. Estaba ya demasiado excitada para poder abandonarse al placer sin que el orgasmo llegara pronto, de modo que comenzó a morderse el labio como solía hacer cuando eso ocurría. 

"Tranquila cachorra, puedes correrte cuando quieras" 

Sus palabras la tranquilizaron y se dejó llevar, tratando de llevar sus manos hasta la cabeza que comenzaba  a moverse en su entrepierna. 

"No, no. No te muevas. Solo disfruta" 

De inmediato levantó los brazos y los estiró para poder llegar a las paredes de la ducha, tensando su cuerpo mientras sentía la lengua haciendo círculos alrededor de su excitado clítoris. Sus piernas comenzaron a temblar cuando notó los dedos penetrar en sus dos agujeros. No iba a aguantar mucho. Sus jadeos eran cada vez más fuertes y trataba de no moverse, aunque no podía evitar balancearse ligeramente de delante a atrás. 

En apenas unos minutos no aguantó más y al sentir todos los dedos dentro de ella y la lengua cada vez más rápida y juguetona en su clítoris, contrajo todos los músculos del cuerpo, arqueando espalda y piernas mientras un grito de placer salía de su boca. 

La lengua paró y los dedos desaparecieron, y en un acto reflejo ella junto las piernas y las apretó fuerte mientras las doblaba. 

"Ahora es su turno. Tu ya has tenido lo tuyo por hoy" dijo su Amo. 

La sacaron de la ducha y la secaron para después guiarla y arrodillarla delante del asiento. 

Noto el miembro duro en sus labios y no dudo en abrir la boca y comenzar a chupar. Cuando iba ayudarse de las manos sintió como tiraban de sus brazos hacía su espalda y escucho el ruido metálico de las esposas al cerrarse alrededor de sus muñecas. El metal frío sobre su espalda hizo que se arqueara, pero no dejó de chupar y de lamer. No tenía prisa, quería disfrutar del momento, pero no se lo permitieron. Las embestidas a su boca tomaron velocidad y comenzó a babear. Notaba como volvía a mojarse, notaba como volvía a resbalar líquido por sus muslos. Una mano sobre su cabeza le marcaba el ritmo y le impedía descansar o tomar aire. Le gustaba, esa sensación de control sobre ella, los jadeos de satisfacción y placer que su boca estaba dándole a aquella polla. Comenzó a concentrarse en no volver a excitarse demasiado, porque sabía que ya no debía correrse, no podía. 

Unas manos comenzaron a pellizcarle bruscamente los pezones hasta ponerlos duros, para después ponerle las pinzas y seguir jugando con ellos. El tintineo de las cadenas con cada embestida era cada vez más fuerte y su control para no correrse también.  

Mientras seguían follándole la boca notó una fuerte embestida desde atrás. Sin miramientos una polla se metió fuerte dentro de su vagina. La sorpresa hizo que se tensara y parara, pero no podía, no podía hacer nada, solo podía dejar que la penetraran y disfrutar con ello. 

"Lo estás haciendo muy bien cachorra, pronto tendrás tu recompensa" 

Su cabeza iba a mil, no sabía quién estaba delante ni quién estaba detrás, y lo cierto es que tampoco le importaba, ya no pensaba, solo disfrutaba, disfrutaba de ser usada, disfrutaba de dar placer, disfrutaba sirviéndole a Él y al desconocido. 

Las embestidas en su boca y en sexo se acompasaron y los pellizcos en sus pechos eran cada vez más fuertes. 

De pronto la polla salió de su boca y una mano la agarró bruscamente del pelo tirando hacia atrás de su cabeza. El ritmo de las embestidas comenzó a acompasarse con una mano sobre sus nalgas que eran azotadas con dureza. Comenzó a sentir el semen caliente en su cara e instintivamente saco la lengua para saborearlo. 

"No perra, no lo tragues. Deja que te cubra la cara" 

Cerró la boca y sintió como escurría desde su frente, pasando por debajo del antifaz. 

Los azotes en el culo eran cada vez más fuertes y ella no paraba de moverse tratando de acompasar las embestidas. Sus jadeos se habían convertido en gritos. No podía correrse, no debía correrse, lo sabía, pero...no pudo evitarlo, y en el mismo instante en el que sintió como su coño se inundaba de semen caliente su cuerpo reaccionó chorreando por dentro y arqueándose por fuera mientras un grito de placer se le escapaba. 

La mano que había estado tirando de su pelo pasó por su espalda hasta llegar a sus nalgas y acariciarlas dulcemente. 

"¿Te has corrido, verdad cachorra?"

Avergonzada asintió, sin siquiera poder articular palabra.

Agachó la cabeza, pero Él se la levantó, le quitó el antifaz y mientras la besaba dulcemente le dijo: 

"No te preocupes, no pasa nada, te has portado muy bien. Ese ha sido tu premio. Ahora descansa" 

Se dejó caer en el suelo y Él la cubrió con una manta. 

En apenas unos minutos ya estaba dormida y no escuchó cómo el joven desconocido felicitaba a su Amo y se despedía. 

"Cuídala, no solo es una chica encantadora, también es una magnífica sumisa. Cuando despierte, felicítala de mi parte"

La caja 1ª parte

Una tarde de verano, con el calor de los rayos del sol asomando por las rendijas de la persiana decidió que había llegado el momento. 

Era una ocasión especial que requería de ciertos preparativos, no valía cualquier cosa. Abrió el grifo de la bañera y dejó correr el agua mientras se sumergía en agua fresca con sales que comenzaban a burbujear bajo sus glúteos y su espalda. Cerró los ojos y se relajó imaginando lo que le esperaba. No tardó en sentir el calor que emanaba de su cuerpo que hacía que se estremeciera al notar el contraste de temperatura con el agua. Abrió los ojos y alargó el brazo para coger la copa que reposaba en el borde de la bañera, se la llevo a los labios y dejó que parte del líquido resbalara juguetón por sus labios, empapándolos, para después pasar la lengua y saborearlo lenta y profundamente inmersa de nuevo en la penumbra con sus ojos cerrados escuchando el burbujeo del agua y el crepitar de las velas.

De pronto el sonido de un claxon que atravesó la ventana hizo que volviera al aquí y al ahora. Abrió los ojos y contempló su cuerpo desnudo bajo el agua. Las sales aún seguían masajeando su cuerpo, aunque ya no con la intensidad del principio. Se permitió unos momentos más en la bañera hasta que dejó de notar el cosquilleo en su espalda, sus glúteos, sus pies… Lentamente se incorporó y se aclaró con agua más fría. Salió de la bañera y se vistió para la ocasión. Un ligero camisón negro, de seda transparente que dejaba ver sus grandes y carnosos pechos y su pubis bajo la tela.

Se sentó a la mesa con el pelo todavía mojado y el agua resbalando por su cara y su espalda. Observó la caja. Esa caja que tanto tiempo llevaba cerrada. Miró el reloj. Todavía no había llegado el momento. Cerró los ojos una vez más y pasó sus dedos sobre la tapa negra. A su mente llegaron imágenes; imágenes de ella y de Él. Recordó, recordó y sonrió.

“No”-se dijo- “no permitas que el pasado enturbie el presente. Deja los recuerdos por buenos que parezcan a un lado y olvida”.

Pero no podía evitarlo. Fueron muchos los momentos que disfrutaron juntos de un modo u otro de lo que contenía aquella caja. Tiempos en los que los dos descubrían y exploraban juntos, tiempos en los que ella se entregaba sin miramientos, tiempos en los que… en los que Él le había enseñado y también le había fallado. Su gesto se torció y abrió de nuevo los ojos. Respiró profundo y se dijo: “tú has decidido daros esta oportunidad de nuevo, ya no tienes nada que reprochar”.

Tenía miedo, miedo de volver a vivir lo mismo, pero sobre todo miedo a fracasar, porque en el fondo siempre se había sentido culpable.

Rellenó la copa, le dio un trago largo y cerrando los ojos respiró para calmarse y alejar de su mente todos aquellos pensamientos, ideas y recuerdos.

Sus manos no se apartaron de la tapa de la caja, casi podía sentir lo que guardaba con todo lujo de detalles, no había olvidado nada…para ella todo aquello había significado siempre algo. Cada objeto de la caja guardaba un olor, un sentimiento, una imagen, un gemido de placer y de también de dolor, vivencias y experiencias de todo tipo.

El calor de la tarde, las gotas de agua aún sobre su piel, la copa en la mano y esa sensación de deseo, sumisión e incertidumbre que siempre aparecía cuando Él estaba cerca hicieron que no pudiera evitarlo. Los recuerdos se agolpaban en su mente, recuerdos idealizados, mezcla de lo que ella siempre soñó y de lo que  la realidad le devolvió.