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¡URUGUAY AL CUETE!

Croll

Croll

Si uno quiere nadar en invierno en Montevideo, lo mejor que puede hacer es acudir al Club Bohemios. ¿Por qué? Porque puedes ver, mientras nadas y gracias a unos agujeros inútiles que hay en las paredes de la piscina, a los señores gordos que toman mate en la cafetería. Y porque, y esto es lo más alcuete de todo, la piscina está en un segundo piso de un edificio feo.

Inventores

Inventores

El ejercicio es así: pele seis o siete kiwis y pise ocho bananas. Tendrá el hierro y el potasio necesarios para que la radio funcione durante veinticinco días. Antonio asegura que conectando electrodos entre la fruta se produce el milagro de la radio ecológica. Me invita a imaginar una vida sin pilas.
Busco razones para explicarme por qué la electrónica no surgió antes. Junto con las velas, por ejemplo, el segundo motor de otra de las radios del inventor. El fuego calienta una serie de alambres puestos en serie y en paralelo que conducen electricidad al aparato. (Una antena, un dial y una carcaza son suficientes para escuchar Radio Futura si usted vive en Montevideo. Aunque hay grandes chances de captar la señal de emisoras argentinas si se orientan la antena grande y chica en una diagonal que forme un ángulo de varios grados).
Lo que menos puedo pedirle a un tipo que hace funcionar una radio con una manivela e hizo que la princesa italiana Eletttra Marconi escuchara su radio a vela, es rigor científico. A propósito, Marconi vivió en Punta del Este un tiempo, de hecho, tiene su propio monumento.
El currículum de Antonio está ordenado alfabéticamente como el alfabeto de Borges donde están agrupadas todas las cosas. Los comparo porque leyendo su CV tuve la experiencia del orden. H, I y J son las que considero sus mejores cualidades H) Radio aficionado categoría avanzada emérita (máxima). I) Fundador del Primer Museo Viviente de la Radio y las Comunicaciones, General José Gervasio Artigas del Uruguay. J) Creador del "Premio CX en Comunicación". A mí me pidió un currículo para tenerme en cuenta en alguna terna del año próximo.
Pero en Uruguay hay inventores por todos lados y, sobre todo, en las peores épocas. Un tío inventó el sustituto del spray durante la dictadura. Usó pintura, una botella, un disparador y el inflador de su bicicleta para darle presión al aparato. Eran grafittis reciclables. Las proclamas duraban unos días hasta que llovía y se desvanecía la pintura con base de alcohol. “Por una transición a la democracia. Sin milicos”. El compromiso político se conjugaba con recursos escasos: era mucho más difícil y caro el trasiego de spray desde Buenos Aires que la inversión en ingenio.
Su segundo invento es más inofensivo y podría haber sido una perfecta fotografía de Cartier Bresson. Como su departamento parisino no tenía baño, compró una palangana. Dos, en realidad. Una para meterse dentro y bañarse propiamente, y la otra como campana que sostenía para no salpicar el sillón. La segunda mano quedaba libre para dirigir la manguera de plástico que había conectado al grifo de la cocina. No le pregunté cómo hacía para enjabonarse. Supongo que era como una flor que se regaba a sí misma.
“No me diga que nunca inventó nada”, me cuestionó Antonio. Niego con la cabeza y empiezo a sufrir el efecto del reclamo. Son pocos los que pueden justificar en el apartado de ocupaciones la de inventor. Si manipulara los hechos y apelara a alguna metáfora ridícula podría asegurar que sí y sólo sé inventarme imágenes. Hoy lo agrego a mi currículo.

Otros inventos uruguayos: el SUN, la percha, el alambre, esterilizador de líquidos, auto a gas.
Algún día hablaremos de unas duchas que hay en algunas casas en las que el agua se calienta con cables. ¡Eso sí que es un invento al cuete!

Un peso en pesetas

Un peso en pesetas

¿Cuánto es un peso uruguayo en euros?
Ni idea.
En pesetas en mucho más fácil (es que somos del plan antiguo): se trata de multiplicar el número de pesos por cinco y el resultado lo obtenemos en pesetas.
Por ejemplo:
El señor Manolo va a una tienda y pide un kilo de manzanas. El señor tendero le dice que el precio es de 45 pesos. Pues va el señor Manolo, multiplica contando con los dedos y deduce que el precio de esas manzanas en pesetas es de 225 pesetas.
Y así con todo.
Ejercicos para repasar:
- ¿Cuánto cuesta en pesetas un chivito canadiense al pan de La Pasiva si en pesos cuesta 90?
- ¿Cuánto cuesta en pesetas un alfajor Terrabusi de chocolate si en pesos cuesta 8?
En la imagen, un billete de diez pesos (cincuenta pesetas) con un señor mirando a cámara.

El mantecol no es verdad

El mantecol  no es verdad

El mantecol es un postre a base de maní (cacahuete) con cacao.
¿Cuáles son los secretos del mantecol? (Y leo en el sobre que envuelve este alimento)
SECRETOS DEL MANTECOL:
- La textura marmolada tan característica de MANTECOL se debe a que es elaborado artesanalmente desde 1940 por "Maestros paleros".
- Maní, cacao y caramelo son la combinación de ingredientes que hacen de MANTECOL un sabor tan único e inimitable.
Algunas preguntas que se me ocurren después de leer esto:
- ¿Alguien en Montevideo conoce a alguno de estos "Maestros paleros"?
- ¿Por qué en el "titular" del envoltorio se dice eso de que "es un postre a base de maní con cacao" y después en el apartado de secretos escriben que también tiene caramelo? ¿En qué quedamos?
Claro que lo más sospechoso de este alimento es una frase escrita en la esquina del envoltorio: "No tiene colesterol". Nooo, qué va. La frase es totalmente ¡alcuete!, de eso no hay duda, pero más ¡alcuete! todavía es lo de poner un asterisco después de la frase. "No contiene colesterol (*)". Y uno da vueltas y más vueltas al paquete y no encuentra por ningún lado la aclaración de ese misterioso asterisco. Me imagino que en algún lugar de la ciudad, alguien debe haber escrito bajo un asterisco "Es mentira".
Y si no existe esa pintada, mañana mismo la hacemos en plan estensil moderno: "*El mantecol es mentira. ¡Y tiene mogollón de colesterol!".

Ruidos en un restaurante

En Pantagruel se come muy bien. Está en la calle Obligado 1199, esquina Maldonado.
Lo mejor del restaurante es el rallador eléctrico que utilizan para el queso. Cuando uno pide un plato de pasta, el camarero saca un artilugio de la cocina y lo pone sobre el plato. Después aprieta un botón y el rallador hace un ruido que suena así: ñiiiiiiiiiiii; y mientras tanto, las virutas de queso van cayendo sobre el plato caliente.
También está bien que el camarero sea un señor "mayor": tendrá unos cincuenta años, pero da la sensación de que con esa edad los platos que sirve no pueden estar malos. Y además se encarga también de la parrilla cuando toca cambio de turno. Es un señor muy majo.
El menú del día sale por 190 pesos.