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VANEIGEM

La economía destruye la infancia

El niño es la principal víctima de la sociedad de mercado, porque lleva en sí la promesa de una vida cuyo impulso está desligado de la ley del beneficio. Su crimen es no ser rentable, y crecer deprisa es el único modo de expiarlo. Emancipado -al menos en Europa- de la familia patriarcal, donde sólo era un objeto sometido al poder arbitrario y casi absoluto del padre, helo aquí, destinado desde la cuna a consumir el tiempo no destinado a la ganancia, a la espera de la edad en que tendrá el deber de producir.

La mentira del humanitarismo enmascara con un rostro humano un sistema que no es otra cosa que el sufrimiento del hombre.

El ser humano ha nacido para crear y para realizarse en el goce de sí mismo y del mundo, no para trabajar. Hasta que el proyecto de una civilización radicalmente nueva no se funde en esta certeza, la infancia no tendrá peores enemigos que los que la han destruido en sí mismos, prefiriendo el dinero a la felicidad.

¿Cómo denunciar a los que maltratan a los niños sin denunciar la inhumanidad que hace prosperar la acumulación de un capital especulativo y no socializado?

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